"El éxito del surrealismo reside para muchos en que la ideología de esta sociedad, en su faceta más moderna, ha renunciado a una jerarquía estricta de valores facticios, pero se sirve abiertamente de lo irracional y de los residuos surrealistas." Informe sobre la construcción de situaciones, junio de 1957.
El surrealismo ha triunfado en el marco de un mundo que no ha sido transformado esencialmente. Este éxito se vuelve contra el surrealismo, que no esperaba nada menos que la destrucción del orden social dominante. Pero el retraso sobrevenido en la acción de las masas que se dedican a esta destrucción, manteniendo y agravando, junto a las demás contradicciones del capitalismo evolucionado, las mismas impotencias de la creación cultural, mantiene la actualidad del surrealismo y favorece múltiples repeticiones degradadas.
El surrealismo no puede avanzar en las condiciones de vida que encontró y que se han prolongado escandalosamente hasta nuestros días porque es ya, en su conjunto, un suplemento de la poesía o el arte liquidados por el dadaísmo, porque todas sus posibilidades se encuentran más allá del postfacio surrealista a la historia del arte, en los problemas de una verdadera vida que hay que construir. De manera que todo lo que quiere situarse técnicamente después del surrealismo vuelve a encontrar los problemas de antes (poesía y teatro dadaístas, investigaciones formales al estilo de la colección "Mont-de-Piété"). En su mayor parte, las novedades pictóricas sobre las que se ha llamado la atención desde la última guerra sólo son detalles, aislados y aumentados, tomados -subrepticiamente- de la masa coherente de aportes surrealistas (Max Ernst recordaba, en una exposición en París al principio de 1958, lo que había enseñado a Pollock en 1942).
El mundo moderno ha cubierto la ventaja formal que le llevaba el surrealismo. Las manifestaciones de lo nuevo en las disciplinas que progresan efectivamente (todas las técnicas científicas) toman una apariencia surrealista. En 1955 se hizo escribir a un robot de la Universidad de Manchester una carta de amor que podía pasar por un intento de escritura automática de un surrealista poco dotado. Pero la realidad que domina esta evolución es que, al no haberse hecho la revolución, todo lo que constituyó para el surrealismo un margen de libertad se ha visto recuperado y utilizado por el mundo represivo que los surrealistas habían combatido.
El empleo del magnetófono para instruir a sujetos dormidos se propone reducir la reserva onírica de la vida con fines utilitarios, banales o repugnantes. Nada constituye sin embargo una inversión tan clara de los descubrimientos subversivos del surrealismo como la explotación que se ha hecho de la escritura automática, y de los juegos colectivos basados en ella, en el método de prospección de ideas llamado en los Estados Unidos "brainstorming". Gerard Lanzun describe así en France-Observateur su funcionamiento: "En una sesión de duración limitada (de 10 minutos a 1 hora), un número limitado de personas (de 6 a 15) tienen plena libertad para exponer ideas, todas las que puedan, sean o no extravagantes, sin riesgo de censura. La calidad de las ideas importa poco. Está absolutamente prohibido criticar una idea emitida por uno de los participantes, e incluso sonreír cuando tiene la palabra. Cada uno tiene por otra parte el más absoluto derecho, y también el deber, de saquear las ideas anteriormente expresadas añadiendo algo propio (...). El ejército, la administración, la policía han recurrido también a este método. La propia investigación científica sustituye sus conferencias y mesas redondas por sesiones de 'brainstorming' (...). Un autor y un productor de películas en el C.F.P.I. Necesitan un título. ¡Ocho personas les propondrán 70 en 15 minutos! Después, un eslogan: ciento cuatro ideas en treinta y cuatro minutos; se retienen dos (...). La regla es lo impensado, lo ilógico, lo absurdo, lo fuera de lugar. La calidad deja paso a la cantidad. El principal fin del método es eliminar diversas barreras de coacción social, de timidez, de miedo a hablar, que impiden a menudo a algunos individuos hablar durante una reunión o un consejo de administración, enunciar sugerencias ridículas entre las cuales no obstante podría haber un tesoro escondido. Al levantar esas barreras se constata que la gente habla, y sobre todo que todos tienen algo que decir (...). Algunos empresarios americanos han comprendido rápidamente el interés de esta técnica en las relaciones con el personal. El que puede expresarse reivindica menos. '¡Organícennos brainstorming!', piden a los especialistas: 'eso demostrará al personal que hacemos caso de sus ideas, puesto que se las pedimos'. La técnica se ha convertido en una terapéutica contra el virus revolucionario."