Instrucciones para tomar las armas

Internationale Situationniste


Publicado en Internationale Situationiste # 6 (1961). Traducción extraída de Internacional situacionista, vol. II: La realización del arte, Madrid, Literatura Gris, 1999.


Si hay algo que hace reír cuando se habla de revolución, es evidentemente porque el movimiento revolucionario organizado desapareció hace tiempo en los países modernos, donde se concentran precisamente las posibilidades de una transformación decisiva de la sociedad. Pero el resto es mucho más irrisorio todavía, puesto que se trata de lo existente y de las diversas formas de su aceptación. El término "revolucionario" está desprestigiado hasta el punto de designar en la publicidad los cambios mínimos en los detalles de la producción incesantemente modificada de mercancías, porque no se expresan todavía en ninguna parte las posibilidades de un cambio central deseable. El proyecto revolucionario de nuestros días comparece como acusado ante la historia: se le acusa de haber fracasado, de haber producido una nueva alienación. Esto vuelve a constatarnos que la sociedad dominante ha sabido defenderse, en todos los planos de la realidad, mucho mejor de lo que preveían los revolucionarios. No es que se haya vuelto más aceptable. Lo que pasa es que hay que reinventar la revolución, eso es todo.

Esto plantea un conjunto de problemas que deberán ser dominados teórica y prácticamente en los próximos años. Se pueden señalar sumariamente algunos puntos sobre los cuales es urgente llegar a un acuerdo.

De la tendencia a un reagrupamiento que manifiestan estos años diversas minorías del movimiento obrero en Europa, no podemos quedarnos más que con la corriente más radical, que actualmente se agrupa alrededor de la consigna de los Consejos Obreros. Y no hay que perder de vista que elementos simplemente confusionistas buscan posicionarse en esta confrontación (ver el acuerdo recientemente alcanzado entre revistas filosófico-sociológicas "de izquierda" de diferentes países).

Los grupos que buscan crear una organización revolucionaria de un nuevo tipo encuentran su mayor dificultad a la hora de establecer relaciones humanas nuevas en el interior de una organización semejante. La presión omnipresente de la sociedad se ejerce contra este intento. Pero no podemos salir de la política especializada si no es con métodos que aún hay que experimentar. La reivindicación de la participación de todos vuelve a ser la necesidad sine qua non para la gestión de la organización, y posteriormente de la sociedad realmente nueva, en lugar de un deseo abstracto y moralizador. Si no son más que simples ejecutores de las decisiones de los amos del aparato, los militantes corren el peligro de verse reducidos al papel de espectadores de los que entre ellos están más cualificados para la política concebida como especialización, y de reconstruir al otro lado la relación de pasividad del viejo mundo.

La participación y la creatividad de las personas dependen de un proyecto colectivo que concierne explícitamente a todos los aspectos de lo vivido. Es también el único camino para "encolerizar al pueblo" haciendo aparecer el terrible contraste entre las posibles construcciones de la vida y su miseria actual. Sin la crítica de la vida cotidiana, la organización revolucionaria es un medio separado, así como convencional y finalmente pasivo, como esas ciudades de vacaciones que son el terreno especializado del ocio moderno. Algunos sociólogos, como Henri Raymond al estudiar Palinuro, han puesto en evidencia el mecanismo del espectáculo que recrea, bajo la modalidad del juego, las relaciones de la sociedad global. Pero se han felicitado ingenuamente por la "multiplicación de los contactos humanos", por ejemplo, sin reconocer que el aumento simplemente cuantitativo de estos contactos los hace tan triviales e inauténticos como en todas partes. El programa político común no asegura en ningún sentido la comunicación entre las personas, ni siquiera en el grupo revolucionario más anti-jerárquico y libertario. Los sociólogos son partidarios de un reformismo de la vida cotidiana, de organizar la compensación en las vacaciones. Pero el proyecto revolucionario no puede aceptar la idea clásica de juego limitado en el espacio, en el tiempo y en su profundidad cualitativa. El juego revolucionario, la creación de la vida, se opone al recuerdo de pasados juegos. Las ciudades de vacaciones del "Club Mediterráneo" se sostienen por una ideología polinesia de pacotilla para coger a contrapié el tipo de vida llevado durante cuarenta y nueve semanas de trabajo, igual que la Revolución francesa se produjo bajo el disfraz de la Roma republicana, o que los revolucionarios de hoy se ven, se definen a sí mismos por lo que tienen de función de militante bolchevique o de otro tipo. La revolución de la vida cotidiana no sabrá extraer su poesía del pasado, sino sólo del futuro.

Precisamente hay que hacer una corrección precisa a la crítica de la idea marxista de la extensión del tiempo del ocio a partir de la experiencia del ocio vacío del capitalismo moderno: es cierto que la plena libertad del tiempo necesita ante todo la transformación del trabajo y su apropiación con fines y condiciones totalmente diferentes a los del trabajo forzado existente hasta ahora (cf. la acción de los grupos que publican en Francia Socialisme ou Barbarie, en Inglaterra Solidarity for the Workers Power, en Bélgica Alternative). Pero los que partiendo de esto cargan el acento sobre la necesidad de cambiar el trabajo en sí mismo, de racionalizarlo, de interesar a las personas, descuidando el contenido libre de la vida (de un poder creativo equipado materialmente que se trata de desarrollar más allá del tiempo de trabajo clásico -él mismo también modificado- así como más allá del tiempo de reposo y distracción), asumen el riesgo de encubrir en realidad una armonización de la producción actual, un mayor rendimiento, sin que se plantee críticamente lo vivido mismo de la producción, la necesidad de esta vida en el plano de contestación más elemental. La construcción libre del espacio-tiempo de la vida individual es una reivindicación que habrá que defender contra todos los sueños de armonía de los candidatos a managers del próximo orden social.

No pueden comprenderse los diferentes momentos de la actividad situacionista hasta hoy más que desde la perspectiva de una nueva aparición de la revolución, no sólo cultural, sino social, cuyo campo de aplicación deberá ser inmediatamente más amplio que el de todos sus intentos anteriores. La Internacional situacionista no tiene pues que reclutar discípulos o partidarios, sino reunir personas capaces de dedicarse a esta tarea en los próximos años, por todos los medios y sin que importen las etiquetas. Lo que quiere decir, de paso, que debemos rechazar, tanto como las supervivencias de las conductas artísticas especializadas, las de la política especializada, y particularmente el masoquismo post-cristiano común a tantos intelectuales en este terreno. No pretendemos de-sarrollar solos un nuevo programa revolucionario. Decimos que este programa en formación contestará un día, en la práctica, la realidad dominante, y que nosotros participaremos en esta contestación. Sea lo que sea lo que podamos llegar a ser individualmente, el nuevo movimiento revolucionario no se hará sin que se tenga en cuenta lo que hemos buscado juntos, que puede expresarse como el paso de la vieja teoría de la revolución permanente restringida a una teoría de la revolución permanente generalizada.





CRÍTICA DEL URBANISMO

Los situacionistas han dicho siempre que "el urbanismo unitario no es una doctrina urbanística, sino una crítica del urbanismo" (Internationale Situationniste nº 3). El proyecto de un urbanismo más moderno, más progresista, concebido como una corrección de la especialización urbanística actual es tan falso como la sobrestimación del momento de la toma del poder en el proyecto revolucionario, por ejemplo, que es una idea propia de especialistas que implica inmediatamente el olvido y la represión de todas las tareas revolucionarias que se plantean, en todo momento, en el conjunto de las actividades humanas inseparables. Antes de su fusión con una praxis revolucionaria generalizada, el urbanismo es forzosamente enemigo de todas las posibilidades de la vida urbana de nuestra época. Es uno de los fragmentos del poder social que pretenden representar una totalidad coherente y tienden a imponerse como explicación y organización totales, no haciendo así más que enmascarar la totalidad social real que los ha producido y que ellos conservan.

Si aceptamos esta especialización del urbanismo, nos ponemos al servicio de la mentira urbanística y social existente, del estado, para realizar uno de los múltiples urbanismos "prácticos" posibles, pero el único urbanismo práctico para nosotros, el que hemos llamado urbanismo unitario, se abandona en ese momento, puesto que exige la creación de condiciones de vida completamente diferentes.

Asistimos desde hace seis u ocho meses a maniobras, principalmente por parte de los arquitectos y capitalistas de Alemania Occidental, para lanzar inmediatamente un "urbanismo unitario", al menos en el Ruhr. Comerciantes poco informados y conocedores de las realizaciones urgentes han creído poder anunciar en febrero la próxima apertura de un laboratorio de U.U. en Essen (como transformación de la galería de arte Van de Loo). Sólo de mala gana han publicado un desmentido ante la amenaza de revelar públicamente la falsificación. El ex-situacionista Constant, cuyos colaboradores holandeses fueron excluidos de la I.S. por haber aceptado construir una iglesia, propone ahora unas maquetas de fábricas en su catálogo, editado en marzo por el Museo Municipal de Bochum. El muy astuto, entre dos o tres plagios de ideas situacionistas mal cogidas, se propone abiertamente como relaciones públicas para integrar a las masas en la civilización técnica capitalista, y reprocha a la I.S. haber abandonado completamente su programa de subversión del medio urbano, del que sería el único que seguiría ocupándose. En estas condiciones ¡claro! Por otra parte no es inútil recordar que es el mismo grupo de antiguos miembros de la sección holandesa de la I.S. que, en abril de 1959, se oponían firmemente a la adopción por parte de la I.S. de una "Llamada a los intelectuales y artistas revolucionarios", afirmando: "estas perspectivas no dependen para nosotros de una inversión revolucionaria de la sociedad actual cuyas condiciones no existen" (cf. sobre este debate Internationale Situationniste nº 3). Han seguido por tanto su camino lógico. Lo que es más curioso es que haya todavía quien intente seducir a algunos situacionistas para que se mezclen en este tipo de empresas. ¿Piensan ganarnos por el placer de la gloria, o por el cebo de la ganancia? Attila Kotányi respondía el 15 de abril a una carta del director del museo de Bochum que pedía la colaboración de la Oficina de urbanismo unitario de Bruselas: "Pensamos que, si tiene algún conocimiento del original, no puede confundir nuestra óptica crítica con la óptica apologética que se esconde bajo la copia de su etiqueta". Y rechazaba toda posibilidad de discusión.

Tampoco es fácil conocer la versión original de las tesis situacionistas sobre el U.U. Nuestros camaradas alemanes publicaron en junio un número especial de su revista (Spur nº 5) que reunía los textos consagrados al U.U. desde hace años, tanto por la I.S. como por las corrientes que prepararon su formación, muchos de los cuales no habían aparecido en ningún idioma o lo habían hecho en publicaciones hoy inaccesibles, y todos ellos inéditos en alemán. Pronto pudimos constatar las presiones que se ejercían contra los situacionistas en Alemania para impedir la aparición de estos textos, o para conseguir su alteración al menos: desde el bloqueo de la tirada en la imprenta durante tres semanas hasta extravagantes amenazas de procesos por inmoralidad, pornografía, blasfemia e incitación al motín. Los situacionistas alemanes, evidentemente, han pasado de largo ante todas esos intentos de intimidación, y en la actualidad los gerentes del urbanismo unitario pequeño-burgués del Ruhr tienen que empezar a preguntarse si esta etiqueta es válida para lanzar su operación.

La contestación de la sociedad actual en su conjunto es el único criterio para una liberación auténtica en el ámbito de las ciudades, como en cualquier otro ámbito de la actividad humana. De otra forma, las "mejoras", los "progresos", siempre estarán destinados a engrasar el sistema, a perfeccionar el condicionamiento que hay que destruir en el urbanismo y en todas partes. Henri Lefebvre, en el número 3 de la Revue Française de Sociologie (julio-septiembre de 1961) critica muchas insuficiencias del proyecto del equipo de arquitectos y sociólogos que acaba de publicar en Zurich Die neue Stadt, eine Studie für das Fürttal. Pero nos parece que esta crítica no va demasiado lejos, precisamente porque no cuestiona claramente la función de este equipo de especialistas en un marco social que admite sin discusión imperativos absurdos. De forma que el artículo de Lefebvre aún valora demasiado trabajos que poseen ciertamente utilidad y mérito, pero desde una perspectiva radicalmente enemiga de la nuestra. El título del artículo, "Utopía experimental: por un nuevo urbanismo", contiene ya el equívoco. Porque el método de la utopía experimental, para responder verdaderamente a su proyecto, debe abarcar evidentemente la totalidad. Su puesta en práctica no puede llevarnos a un "nuevo urbanismo", sino a una nueva utilización de la vida, a una nueva praxis revolucionaria. La falta de unión entre el proyecto de subversión pasional de la arquitectura y las demás formas de condicionamiento, y de su negación a escala de toda la sociedad, es otra de las debilidades de la tesis de Feuerstein publicadas en el mismo número de la revista de la sección alemana de la I.S., a pesar de algunos aspectos interesantes, particularmente la noción de bloque errático, "representación del azar y también de la organización mínima de los objetos que componen un acontecimiento". Las ideas de Feuerstein sobre la "arquitectura accidental", que se encuentran en la misma línea que las de la I.S., sólo pueden ser comprendidas en todas sus consecuencias y realizadas precisamente mediante una superación del problema separado de la arquitectura y de las funciones que se le reservarían abstractamente.

Tanto más fecunda que la crisis del urbanismo es a partir de ahora la crisis concretamente social y política, aunque ninguna fuerza surgida de la política tradicional esté en disposición de intervenir sobre ella. Las banalidades médico-psicológicas sobre la "patología de las grandes aglomeraciones", el aislamiento afectivo de la gente que tiene que vivir en ellas o el desarrollo de ciertas reacciones extremas de rechazo, principalmente en la juventud, traducen simplemente el hecho de que el capitalismo moderno, la sociedad burocrática de consumo, comienza a modelar por todas partes su propio escenario. Esta sociedad construye con las nuevas ciudades el terreno que la representa exactamente, que reúne las condiciones más adecuadas para su buen funcionamiento; al mismo tiempo que traduce en el espacio, en el lenguaje claro de la organización de la vida cotidiana, su principio fundamental de alienación y de coacción. Por tanto, es igualmente ahí donde van a manifestarse con más nitidez los nuevos aspectos de la crisis.

En París, en abril, una exposición sobre urbanismo titulada "París mañana" presentaba en realidad la defensa de las grandes aglomeraciones, ya realizadas o en proyecto, en los alrededores de la ciudad. El futuro de París sería completamente extraparisino. Un recorrido didáctico aspiraba en su primera etapa a convencer a la gente (principalmente a los trabajadores) de que París, como lo prueban las estadísticas perentorias, era más malsana e inhabitable que cualquier otra capital conocida. Por tanto tenían que marcharse a otro sitio, y la feliz solución se presentaba precisamente a continuación, omitiendo únicamente revelar a qué precio habría que pagar la construcción de esas zonas de reagrupamiento: cuántos años de esclavitud económica reforzada representa la compra de un apartamento en esas aglomeraciones, y qué tipo de reclusión urbanística de por vida representa luego esta propiedad adquirida.

Sin embargo, la propia necesidad de esta propaganda trucada, de dar explicaciones a los interesados después de que la administración haya decidido soberanamente, revela una resistencia primaria de las masas. Esta resistencia deberá ser apoyada y esclarecida por una organización revolucionaria realmente dispuesta a conocer todas las condiciones del capitalismo moderno y a combatirlas. Las encuestas sociológicas, cuyo fallo más redhibitorio es no presentar más opciones que las miserables variantes existentes, indican que el 75 % de los habitantes de las grandes aglomeraciones sueñan con poseer un pabellón con un jardín.

Esta imagen mistificada de la propiedad, en el sentido antiguo, llevó por ejemplo a los obreros de Renault a comprar las casitas que les cayeron encima en junio en un barrio de Clamart. Las condiciones del hábitat de una sociedad que se va haciendo totalitaria no podrán ser reemplazadas en la práctica por un retorno a esta ideología arcaica de una fase del capitalismo que ha prescrito, sino por la liberación de un instinto de construcción actualmente rechazado en todos: liberación que no puede llegar sin los demás aspectos de la conquista de una vida auténtica.

Las discusiones en las investigaciones progresistas de hoy, que conciernen a la política tanto como al arte o el urbanismo, se hallan muy atrasadas con respecto a la realidad que se impone en todos los países industrializados: la organización que tiende a concentrar la vida.

El grado de condicionamiento ejercido sobre los trabajadores de un suburbio como Sarcelles, o más claramente todavía en una ciudad como Mourenx (fundada en el monoempleo de su población en el complejo petroquímico de Lacq) prefiguran las condiciones a partir de las cuales tendrá que luchar el movimiento revolucionario en todas partes si sabe reconstituirse en el plano de las verdaderas crisis, de las verdaderas reivindicaciones de nuestro tiempo. En Brasilia, la arquitectura funcional se revela, en su pleno desarrollo, como la arquitectura de los funcionarios, el instrumento y el microcosmos de la Weltanschauung burocrática. Se puede constatar ya que allí donde el capitalismo burocrático y planificador ha construido su escenario, el condicionamiento está tan perfeccionado y el margen de elección de los individuos tan reducido, que una práctica tan esencial para él como la publicidad, que correspondía a la fase más anárquica de la competencia, tiende a desaparecer en la mayoría de sus formas y soportes. Se puede estimar que el urbanismo es capaz de fundir todas las antiguas publicidades en una única publicidad del urbanismo. El resto se obtendrá fuera de lo convenido. Es igualmente probable que, en estas condiciones, la propaganda política que ha sido tan fuerte en la primera mitad del siglo XX desaparezca casi totalmente y sea reemplazada por un reflejo de repulsión con respecto a toda cuestión política. Y así como el movimiento revolucionario tendrá que desplazar el problema muy lejos de donde se hallaba el antiguo campo político despreciado por todo el mundo, el poder establecido contará en mayor medida con la simple organización del espectáculo de los objetos de consumo, que no tendrán valor consumible más que ilusoriamente, en la medida en que hayan sido primero objetos del espectáculo. Las salas del espectáculo de este nuevo mundo ya se están ensayando en Sarcelles o Mourenx. Atomizadas en extremo alrededor de cada receptor de televisión, pero extendidas al mismo tiempo a la dimensión exacta de la ciudades.

Si el urbanismo unitario designa, como nosotros pretendemos, una hipótesis de utilización de los medios de la humanidad actual para construir libremente su vida, comenzando por el entorno urbano, es totalmente vano aceptar la discusión con los que nos preguntan hasta qué punto es realizable, concreto, práctico o está inscrito en el hormigón, por la simple razón de que no existe en ninguna parte teoría ni práctica algunas que conciernan a la creación de las ciudades o de las conductas que están ligadas a ellas. Nadie hace "urbanismo", ya que nadie construye el medio que reivindica esta doctrina. Sólo existe un conjunto de técnicas de integración (técnicas que resuelven conflictos, efectivamente, creando otros actualmente menos conocidos pero más graves). Estas técnicas son manejadas inocentemente por los imbéciles y deliberadamente por la policía. Y todos los discursos sobre el urbanismo son mentiras tan evidentes que el espacio organizado por el urbanismo es el espacio de la mentira social y de la explotación fortificada. Los que disertan sobre los poderes del urbanismo intentan hacer olvidar que no hacen sino el urbanismo del poder. Los urbanistas, que se presentan como los educadores de la población, debieron educarse ellos mismos en ese mundo de la alienación que reproducen y perfeccionan todo lo que pueden.

En la verborrea de los urbanistas, la noción de centro de atracción es lo contrario de la realidad, exactamente igual que la noción sociológica de participación. Son disciplinas que se acomodan a una sociedad en la que la participación sólo puede orientarse hacia "donde es imposible participar" (punto 2 del Programa elemental); una sociedad que debe imponer la necesidad de objetos poco atractivos, y no podría tolerar la atracción auténtica bajo ninguna de sus formas. Para comprender lo que la sociología no comprende nunca basta considerar en términos agresivos lo que para la sociología es neutral.

La disposición de las "bases" para la vida experimental de la que habla el programa de urbanismo unitario de la I.S. es al mismo tiempo la disposición de los lugares, las permanencias de la organización revolucionaria de un nuevo tipo que creemos inscrita en el orden del día del período histórico en el que entramos. Estas bases, cuando existan, sólo pueden ser subversivas. Y la organización revolucionaria futura no podrá apoyarse en instrumentos menos completos.

 

archivo situacionista 

Literatura Gris