Aviso a los civilizados respecto a la
autogestión generalizada
Raoul Veneigem
Publicado originalmente en Internationale Situationniste, # 12, Sept. 1969, traducción de Juan
Fonseca publicada en DEBATE LIBERTARIO 2 - Serie Acción directa - Campo Abierto
Ediciones, mayo 1977.
"No sacrifiquéis la felicidad de hoy a la felicidad futura. Disfrutad del momento, evitad
toda unión de matrimonio o de interés que no satisfaga vuestras pasiones desde el mismo
instante. ¿Por qué ibais a luchar por la felicidad futura, si ella sobrepasará vuestros deseos,
y no tendréis en el orden combinado más que un solo displacer, el de no poder doblar la
longitud de los días, a fin de dar abasto al inmenso círculo de goces que deberéis
recorrer?". Charles Fourier. Aviso a los Civilizados respecto a la próxima Metamorfosis
Social.
1
En su forma inacabada, el movimiento de las ocupaciones ha vulgarizado de modo confuso la
necesidad de una superación. La inminencia de un cambio total, sentido por todos, debe revelar
ahora su práctica: el paso a la autogestión generalizada mediante la instauración de los consejos
obreros. La línea de llegada, cuya consciencia ha llevado el impulso revolucionario, en adelante
va a convertirse en la línea de salida.
2
La historia responde hoy a la cuestión planteada por Lloyd George a los trabajadores, y repetida
a coro por los servidores del viejo mundo: "queréis destruir nuestra organización social, ¿qué
pondréis en su lugar? Sabemos la respuesta gracias a la profusión de pequeños Lloyd George,
que defienden la dictadura estatista de un proletariado a su gusto, y esperan que la clase obrera
se organice en consejos para disolverla y elegir otra distinta a ella.
3
Cada vez que el proletariado se arriesga a cambiar el mundo, reencuentra la memoria global de
la historia. La instauración de una sociedad de consejos -hasta ahora confundida con la historia
de su aplastamiento en distintas épocas- desvela la realidad de sus posibilidades pasadas a través
de la posibilidad de su realización inmediata. Esta evidencia la han podido ver todos los
trabajadores después de que en mayo el estalinismo y sus residuos trostkistas han mostrado, por
medio de su debilidad agresiva, su impotencia para aplastar un eventual movimiento de los
consejos, y, por su fuerza de inercia, su capacidad para frenar aun su aparición. Sin manifestarse
verdaderamente, el movimiento de los consejos se ha presentado en un arco de rigor teórico que
partía de dos polos contradictorios: la lógica interna de las ocupaciones y la lógica represiva de
los partidos y los sindicatos. Quienes confunden aún Lenin y el "qué hacer", lo único que hacen
es prepararse (para ir a) un cubo de basura.
4
El rechazo de toda organización que no sea la emanación directa del proletariado negándose
como proletariado ha sido sentida por muchos, inseparablemente de la posibilidad al fin
realizable de una vida cotidiana sin tiempo muerto. La noción de consejos obreros establece, en
este sentido, el primer principio de la autogestión generalizada.
5
Mayo ha marcado una fase esencial de la larga revolución: la historia individual de millones de
hombres, cada día a la busca de una vida auténtica, uniéndose al movimiento histórico del
proletariado en lucha contra el conjunto de las alienaciones. Esta unidad de acción espontánea,
que fue el motor pasional del movimiento de las ocupaciones, sólo puede desarrollar
unitariamente su teoría y su práctica. Lo que sucedió en todos los corazones sucederá en todas
las cabezas. Después de haber comprobado que "no podrían ya vivir como antes, ni siquiera un
poco mejor que antes", muchos tienden a prolongar el recuerdo de una parte de vida ejemplar, y
la esperanza, vivida por un instante, de un gran posible, en una línea de fuerza a la únicamente
falta, para ser revolucionaria, una mayor lucidez sobre la construcción histórica de las relaciones
individuales libres, sobre la autogestión generalizada.
6
Sólo el proletariado precisa, al negarse, el proyecto de autogestión generalizada, porque lo lleva
en sí objetiva y subjetivamente. Por ello las primeras precisiones vendrán de la unidad de su
combate en la vida cotidiana y en el frente de la historia, así como de la conciencia de que todas
las reivindicaciones son realizables de inmediato, pero sólo por él mismo. En este sentido, la
importancia de una organización revolucionaria debe en adelante juzgarse por su capacidad de
acelerar su desaparición en la realidad de la sociedad de los consejos.
7
Los Consejos obreros constituyen un nuevo tipo de organización social, mediante el cual el
proletariado pone fin a la proletarización del conjunto de los hombres. La autogestión
generalizada no es otra cosa que la totalidad según la cual los consejos inauguran un estilo de
vida basado en la emancipación permanente individual y colectiva, de forma unitaria.
8
De lo que procede a lo que sigue, es evidente que el proyecto de autogestión generalizada exige
tantas precisiones como deseos hay en un revolucionario, y tantos revolucionarios como
personas insatisfechas hay de su vida cotidiana. La sociedad espectacular mercantil crea las
condiciones represivas y -contradictoriamente, por el rechazo que suscita- la posibilidad de la
subjetividad; de igual modo la formación de los consejos, parecidamente surgida de la lucha
contra la opresión global, crea las condiciones de una realización permanente de la subjetividad,
sin otra limitación que su propia impaciencia por hacer la historia. La autogestión generalizada
se confunde así con la capacidad de los consejos para realizar históricamente lo imaginario.
9
Sin la autogestión, los consejos obreros pierden todo su significado. Es necesario tratar como
futuro burócrata, por tanto al instante como enemigo, a todo aquél que hable de los consejos en
tanto que organismos económicos o sociales, a todo aquél que no los sitúe en el centro de la
revolución de la vida cotidiana; con la práctica que ello requiere.
10
Uno de los grandes méritos de Fourier es haber mostrado que es necesario realizar al instante -y
para nosotros esto significa desde el comienzo de la insurrección generalizada- las condiciones
objetivas de la emancipación individual. El comienzo del movimiento revolucionario debe
marcar para todos, una elevación inmediata del placer de vivir; la entrada vivida y consciente en
la totalidad.
11
La cadencia acelerada a la que el reformismo deja tras de sí deyecciona todas tan ridículas
como gauchistas- la multiplicación, en el cólico tricontinental, de pequeños montones maoistas,
trostkistas, guevaristas- barrunta con mal olor lo que la derecha, y en particular socialistas y
estalinistas, había olido por lo bajo desde hace mucho tiempo: las reivindicaciones parciales
contienen en sí la imposibilidad de un cambio global. Mejor que combatir un reformismo para
ocultar otro, la tentación de volver del revés el viejo truco como piel de burócrata aparece, en
muchos aspectos, como una solución final del problema de los recuperadores. Esto supone
recurrir a una estrategia que desencadene al abrasamiento general a favor de momentos
insurrecionales cada vez más aproximados unos de otros; y a una táctica de progresión
cualitativa en la que las acciones, necesariamente parciales, contienen sin excepción, como
condición necesaria y suficiente, la liquidación del mundo de la mercancía. Ha llegado la hora
de comenzar el sabotaje, positivo de la sociedad espectacular-mercantil. En tanto se mantenga
como táctica de masas la ley del placer inmediato, no hay motivo para inquietarse por el
resultado.
12
Es fácil, únicamente para ejemplo y emulación, evocar ahora algunas posibilidades, cuya
insuficiencia demostrará en seguida la práctica de los trabajadores liberados; en toda ocasión
-abiertamente en la huelga más o menos clandestinamente en el trabajo- inaugurar el reino de la
gratuidad ofreciendo a los amigos y a los revolucionarios productos fabricados o de almacén,
fabricando objetos-regalo (emisores, juguetes, armas, armamentos, máquinas de diversos usos,
organizando en los grandes almacenes distribuciones "al detalle" o "al por mayor" de
mercancías. Romper las leyes del cambio e iniciar el fin del salariado, apropiándose
colectivamente de los productos del trabajo, sirviéndose colectivamente de las máquinas para
fines personales y revolucionarios; depreciar la función del dinero generalizando las huelgas de
pagos (alquiler, impuestos, compras a plazos, transportes, etc.) impulsar la creatividad de todos
poniendo en marcha, aunque sea interrumpidamente, pero bajo el solo control obrero, sectores
de aprovisionamiento y de producción, y considerando la experiencia como un ejercicio
necesariamente dudoso y perfectible; liquidar las jerarquías y el espíritu de sacrificio, tratando a
los jefes patronales y sindicales como se merecen, rechazando el militantismo; luchar
unitariamente en todas partes contra las separaciones; extraer la teoría de cualquier práctica y a
la inversa, mediante la redacción de folletos, carteles, canciones, etc.
13
El proletariado ha demostrado ya que sabía responder a la complejidad opresiva de los Estado
Capitalistas y "socialistas" mediante la simplicidad de la organización ejercida directamente por
todos y para todos; las cuestiones de la supervivencia sólo se plantean en nuestra época con la
condición previa de no ser resueltas nunca; por el contrario, los problemas de la historia a vivir
se plantean claramente a través del proyecto de los consejos obreros, a la vez como positividad y
como negatividad; dicho de otra manera, como elemento de base de una sociedad unitaria y
pasional, y como anti-Estado.
14
Porque no ejercen ningún poder separado de la decisión de sus miembros, los consejos no
toleran otro poder que el suyo. Impulsar en todas partes las manifestaciones anti-Estado no debe
ser tanto confundirse con la creación anticipada de consejos, privados de tal guisa de poder
absoluto sobre sus zonas de extensión, separados de la autogestión generalizada, necesariamente
vacíos de contenido y propicios a atestarse de todas las ideologías. Las únicas fuerzas lúcidas
que pueden hoy responder a la historia con la historia por hacer serán las organizaciones
revolucionarias que desarrollen, en el proyecto de los consejos, una conciencia por igual del
enemigo a combatir y de los aliados a sostener. Un aspecto importante de tal lucha se anuncia
ante nuestros ojos con la aparición de un doble poder. En las fábricas, las oficinas, las calles, las
casas, los cuarteles, las escuelas, se bosqueja una realidad nueva, el desprecio a los jefes, bajo
cualquier nombre y actitud que adopten. Pero es necesario que este desprecio alcance su lógica
desembocadura, demostrando, por la iniciativa concertada de los trabajadores, que los dirigentes
no son sólo despreciables, sino que son inútiles, y que se puede, incluso desde su punto de vista,
liquidarlos impunemente.
15
La historia reciente no va a tardar mucho en manifestarse, tanto en la conciencia de los
dirigentes como en la de los revolucionarios, bajo la forma de una alternativa que les concierne a
los unos y a los otros: la autogestión generaliza o el caos insurreccionar; la nueva sociedad de
abundancia, o la disgregación social, el pillaje, el terrorismo, la represión. La lucha por el doble
poder es desde ahora ya inseparable de tal elección. Nuestra coherencia exige que la parálisis y
la destrucción de todas las formas de gobierno no se separe de la construcción de los consejos; la
elemental prudencia del adversario debería, en buena lógica, convenir que una organización de
nuevas relaciones cotidianas viniese a impedir la extensión de lo que un especialista de la
policía americana llama ya "nuestra pesadilla", pequeños comandos de insurgentes que surgen
de las bocas del metro, que disparan desde los tejados, que utilizan la movilidad y los infinitos
recursos de la guerrilla urbana para abatir policías, liquidar a los servidores de la autoridad,
provocar motines y destruir la economía. Pero no es tarea nuestra salvar a los dirigentes a su
pesar. Nos basta con preparar los consejos y asegurar su autodefensa por todos los medios. Lope
de Vega muestra, en una de sus piezas, cómo los villanos, cansados de las exacciones de un
funcionario real, le matan y responden todos a los jueces encargados de descubrir al culpable,
con el nombre de la villa "Fuenteovejuna". La táctica "Fuenteovejuna", que muchos mineros
asturianos utilizan frente a los ingenieros poco sensatos, tiene el defecto de emparentarse
demasiado con el terrorismo y con la tradición del linchamiento.
La autogestión generalizada será nuestra "Fuenteovejuna". No es suficiente con que una acción
colectiva desaliente la represión (piénsese la impotencia de las fuerzas del orden si, durante las
ocupaciones, los empleados de una banca hubiesen dilapidado los fondos), es preciso además
que anime, en el mismo movimiento el progreso hacia una mayor coherencia revolucionaria. Los
consejos son el orden frente a la descomposición del Estado, contestado en su forma por el
ascenso de los nacionalismos regionales, y en su base por las reivindicaciones sociales. A los
problemas que se plantean, la policía sólo puede responder calculando el número de sus
muertos. Sólo los consejos obreros aportan una respuesta definitiva. ¿Qué evita el pillaje? La
organización de la distribución y el fin de la mercancía. ¿Qué evita e impide el sabotaje de la
producción? La apropiación de las máquinas por la creatividad colectiva. ¿Qué evita las
explosiones de cólera y de violencia? El fin del proletarismo mediante la construcción colectiva
de la vida cotidiana. No hay otra justificación para nuestra lucha más que la satisfacción
inmediata de este proyecto; más que lo que nos satisface inmediatamente.
16
La autogestión generalizada sólo cuenta, para sostenerse, más que con el de la libertad vivida
por todos. Sobra con ello para inferir desde ahora el rigor previo a su elaboración. Este tipo de
rigor debe caracterizar por tanto a partir de ahora a las organizaciones revolucionarias
consejistas; y a la inversa, su práctica contendrá ya la experiencia de la democracia directa. Esto
va a permitir acercarse lo más posible a ciertas fórmulas. Así, un principio como "la asamblea
general es la única soberana".
Significa también que lo que escapa al control directo de la asamblea autónoma resucita en
mediaciones todas las variedades autónomas de opresión. A través de sus representantes, es la
asamblea toda, con sus tendencias, la que debe estar presente a la hora de decidir. Si bien la
destrucción del Estado impide esencialmente que se repita la burla del Soviet Supremo, es
necesario además que la simplicidad de organización garantice la imposibilidad de aparición de
una burocracia. Ya que, precisamente, la riqueza de las técnicas de comunicación, pretexto para
el mantenimiento o el retorno de los especialistas, permite el control permanente de los
delegados por la base, la confirmación, la corrección o la desaprobación inmediatas de sus
decisiones a todos los niveles. Télex, ordenadores, televisiones, pertenecen por tanto sin que se
puedan ceder, a las asambleas de base. Realizan su ubicuidad. En la composición de un consejo
-se distinguirá, sin duda, consejos locales, urbanos, regionales, internacionales- lo correcto será
que la asamblea pueda elegir y controlar una sección de equipamiento destinada a recoger las
demandas de suministros, a levantar las posibilidades de producción, a coordinar estos dos
sectores: una sección de información, encargada de mantener una relación constante con la vida
de los otros consejos; una sección de coordinación a la que incumba, en la misma medida que
las necesidades de la lucha lo permitan, enriquecer las relaciones intersubjetivas, radicalizar el
proyecto fourerista, encargarse de las demandas de satisfacción pasional, equipar los deseos
individuales, ofrecer lo necesario para los experimentos y aventuras, armonizar las
disponibilidades lúdicas de la organización de los trabajos obligatorios y gratuitos (servicios de
limpieza, cuidado de los niños, educación, concursos de cocina, etc.); una sección de
autodefensa. Cada sección es responsable ante la asamblea plenaria los delegados, revocables y
sometidos al principio de rotación vertical y nominal, se reúnen y presentan regularmente su
informe.
17
Al sistema lógico de la mercancía, que mantiene la práctica alienada, debe responder, con la
práctica inmediata que implica, la lógica social de los deseos. Las primeras medidas
revolucionarias se dirigirían por fuerza a la disminución de las horas de trabajo y a la reducción
lo más amplia del trabajo-servidumbre. Los consejos obreros se preocuparan por distinguir entre
sectores prioritarios (alimentación, transportes, telecomunicaciones, metalurgia, construcciones,
vestido, electrónica, artes gráficas, armamento, medicina, confort, y en general el equipamiento
material necesario para la transformación permanente de las condiciones históricas), sectores de
reconversión, considerados por los trabajadores afectados como trastocables en provecho de los
revolucionanos, y sectores parasitarios, cuya supresión pura y simple hayan decidido sus
asambleas. Evidentemente, los trabajadores de los sectores eliminados (administración, oficinas,
industrias del espectáculo y de la mercancía pura) preferirán a las 8 horas diarias de presencia en
su lugar de trabajo las 3 ó 4 horas por semana de un trabajo libremente elegido por ellos entre
los sectores prioritarios. Los consejos experimentarán formas atractivas de faenas obligatorias y
gratuitas, no para disimular su carácter penoso sino para compensarlo mediante una
organización lúdica y, posible, para eliminarlos en provecho de la creatividad (según el principio
"trabajo no, goce sí"). A medida que la transformación del mundo se identifique con la
construcción de la vida, el trabajo necesario desaparecerá en el placer de la historia para sí.
18
Afirmar que la organización consejista de la distribución y de la producción evita el pillaje y la
destrucción de las máquinas y de los stocks, equivale a seguir situándose en la única perspectiva
anti-Estado. Lo que lo negativo conserva ahora de separaciones, los consejos, como organización
de la nueva sociedad, conseguirán mediante una política colectiva de los deseos. El fin del
asalariado es realizable inmediatamente, desde la instauración de los consejos, desde el preciso
instante en que la sección "equipamiento y aprovisionamiento" de cada consejo organice la
producción y la distribución en función de los deseos de la asamblea plenaria. Entonces es
cuando, como homenaje a la mejor predicción bolchevique, se podrá llamar "lenines" a los
urinarios de oro y plata macizos.
19
La autogestión generalizada supone la extensión de los consejos. Al principio, se harán cargo de
las zonas de trabajo los trabajadores afectados, agrupados en consejos. A fin de quitar a los
primeros consejos su aspecto corporativo, los trabajadores los abrirán, tan rápido como sea
posible, a sus compañeras, a las gentes del barrio, a los voluntarios llegados de sectores
parasitarios, de manera que tomen en seguida la forma de consejos locales, de fragmentos de la
Comuna (en unidades poco más o menos equivalentes numéricamente, de 8 a 10.000 personas).
20
La extensión interna de los consejos debe ir pareja con su extensión geográfica. Es necesario
cuidar la total radicalidad de las zonas liberadas, sin la ilusión de Fourier sobre el carácter
atractivo de las primeras comunas, pero sin subestimar tampoco la parte de seducción que
comporta, una vez desembarazada de la mentira, toda experiencia de emancipación auténtica. La
autodefensa de los consejos ilustra de este modo la fórmula: "la verdad en armas es
revolucionaria".
21
La autogestión generalizada poseerá un día próximo su código de posibles, destinado a liquidar
la legislación represiva y su dominio milenario. Tal vez surja incluso en el doble poder, antes de
que sean suprimidos los aparatos jurídicos y las carrozas de la penalidad. Los nuevos derechos
del hombre (derecho para cada uno de vivir a su aire, de construir su casa, de participar en todas
las asambleas, de armarse, de vivir como un nómada, de publicar lo que piensa, -a cada uno su
periódico mural-, de amar sin reservas; derecho al encuentro, derecho al equipamiento material
necesario para la realización de sus deseos, derecho de creatividad, derecho de conquista sobre
la naturaleza, fin del tiempo-mercancía, fin de la historia en sí, realización del arte y de lo
imaginario, etc.) esperan sus anti-legisladores.
archivo situacionista