Critical Art Ensemble: Desobediencia Civil Electrónica

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" Desobediencia Civil Electrónica" fue originariamente escrito como parte de una instalación (window installation??) para la Anti-work Show en Printed Matter en el DIA en la primavera de 1994.

Fue entonces reimpreso por el espacio Threadwaxing en "Crash: Nostalgia por la ausencia del Ciberespacio".

La versión aquí presentada corresponde a la original con sólo unas pocas modificaciones. Las addendas fueron escritas durante el verano siguiente, antes de que el articulo fuera presentado en la conferencia "Terminal Futures" en el Instituto de Arte Contemporáneo de Londres.

 

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Una característica esencial que diferencia el capitalismo tardío de otras formaciones políticas y económicas es su modo de representar el poder: Lo que una vez fue una masa sedentaria y concreta es ahora un flujo electrónico nómada.

Antes de la era de la gestión de información computerizada, el corazón del orden y el control institucional era fácilmente localizable. De hecho, la conspicua apariencia de los espacios del poder era utilizada por los regímenes para mantener su hegemonía.

Castillos, palacios, burocracias gubernamentales, oficinas corporativas y otras estructuras arquitectónicas se mostraban amenazantes en los centros de las ciudades, desafiando a los descontentos y a las fuerzas de abajo a que se atrevieran con sus fortificaciones. Estas estructuras mostrando una solidez inexpugnable y atemporal, podían detener o desmoralizar a los movimientos de contestación antes siquiera de que empezaran.

Sin embargo, la prominencia de este espectáculo era un arma de doble filo, toda vez que en el caso de que la oposición llegara a un grado suficiente de desesperación (ya fuera por privaciones materiales, ya fuera por el colapso simbólico de la legitimidad del régimen) su fuerza revolucionaria no tendría problema alguno en encontrar y enfrentarse con quienes detentaban el poder. En este amplio contexto histórico fue que surgió la estrategia general de la desobediencia civil.

 

Esta estrategia era inusual porque los grupos contestatarios decidían que no necesitaban actuar violentamente hacia aquellos que ocupaban los búnkers del poder, y elegían en cambio usar diversas tácticas para interferir el funcionamiento de las instituciones hasta el punto de que sus ocupantes eran efectivamente desposeídos del poder.

Aunque la cara amable de la fuerza moral era el pretexto para usar este procedimiento, eran las disfunciones económicas y simbólicas las que hacían efectiva la estrategia en su conjunto.

Hoy día, los actos de desobediencia civil (DC) están generalmente más dirigidas a presionar a las instituciones para que asuman "reformas", que no a provocar un colapso general, en tanto que este estilo de resistencia contempla la posibilidad de entablar negociaciones.

Por esta razón, los gobiernos modernos del primer mundo tienden a ser tolerantes con este tipo de actuaciones, puesto que no amenazan necesariamente la existencia continuada de una nación o de su clase gobernante.

Aunque la desobediencia civil no deja de ser castigada, hay que notar que tampoco es enfrentada con una violencia extrema por parte del estado, ni son sus activistas etiquetados como revolucionarios ni tratados como prisioneros políticos en caso de ser arrestados. (Ha habido, desde luego, excepciones notables a esta política en el primer mundo, así la persecución de los activistas norteamericanos de los derechos civiles en el sur profundo).

Pese a que la DC es aun efectiva tal y como fue originariamente concebida (particularmente a niveles locales) su eficacia disminuye con cada década que pasa. Este declive se debe principalmente a la creciente habilidad del poder para eludir las provocaciones de la desobediencia civil.

Aunque algunos de los monumentos del poder aun permanecen, ostensiblemente presentes en localizaciones estables, la agencia que mantiene el poder no es visible ni estable

El poder ya no reside en esos monumentos, el orden y el control ahora se desplazan libremente.

Si los mecanismos de control son desafiados en una localización espacial, entonces proceden a trasladarse, simplemente, a otra ubicación. El resultado es que a los grupos de desobediencia civil se les hace imposible establecer un teatro de operaciones en el cual puedan bloquear el funcionamiento de una institución determinada.

El bloquear los accesos a un edificio, o cualquier otra acción de resistencia en el espacio físico, puede evitar la reocupación (el flujo de personal) pero esto tendrá apenas unas consecuencias muy leves en tanto el flujo de información-capital continúe fluyendo.

Estos caducos métodos de resistencia deben ser refinados, al tiempo que inventamos otros nuevos que ataquen los no-centros del poder al nivel electrónico.

La estrategia y la táctica de la desobediencia civil puede aun resultar útil más allá de las acciones locales, pero sólo en el caso de que se dirija a bloquear el flujo de información más que el flujo de personal.

Desafortunadamente la izquierda la peor enemiga de si misma a la hora de desarrollar posibilidades de revisión de los modelos de desobediencia civil. Esta situación es particularmente irónica puesto que la izquierda siempre se ha preciado de usar la historia para sus análisis críticos. Así en vez de asumir el giro de las fuerzas históricas, a la hora de construir estrategias de activismo político, la izquierda continua actuando como si aun viviera en los tiempos del capitalismo temprano. Esto es particularmente extraño en tanto que la teoría contestataria siempre enfatiza la importancia de los cambios dramáticos en la economía política (del capitalismo temprano al capitalismo tardío, de la economía industrial a la economía de servicios, de la cultura de la producción a la cultura del consumo, etc). Efectivamente, la falta de lucidez por parte de la izquierda sobre este particular que la separación entre teoría y práctica es tan mala, o peor, de lo que nunca ha sido.

Esta peculiar forma de brecha (bache? -lag) cultural impide que los activistas diseñen nuevas estrategias, y ello sucede por una serie de razones difíciles de detallar. Al menos uno de los factores responsables es la presencia continuada de restos de la Nueva Izquierda de los 60's entre las filas de los grupos de activistas. Preocupados como están por los medios utilizados para alcanzar viejas victorias pasadas (principalmente su contribución a la retirada de las tropas norteamericanas de Vietnam), muchos de los miembros de estos grupos no ven la necesidad de inventar nuevos enfoques.

La nostalgia por el activismo de los 60's vuelve a traernos el pasado como si de nuestro presente se tratara, y desafortunadamente esta misma nostalgia está afectando a una nueva generación de activistas que no tienen siquiera recuerdos directos de los 60's.

Es a partir de esta sensibilidad que se ha defendido la tesis de que la estrategia consistente en "tomar las calles" funcionó bien entonces y podría funcionar ahora en relación a las cuestiones de nuestro tiempo.

Mientras tanto, mientras la riqueza y la educación continúan circulando en provecho de los más ricos, mientras el estado obsesionado con la seguridad invade las vidas privadas, mientras la crisis del SIDA sigue encontrando la inactividad gubernamental, y mientras el número de los sin-techo sigue incrementando, CAE se plantea salir del atolladero planteando que quizás se ha cometido un error de análisis. Este cuestionamiento no afecta a los logros conseguidos a niveles locales, sino que se dirige únicamente a señalar cuan poco efecto tiene el activismo contemporáneo sobre la política militar y corporativa.

CAE lo ha dicho con anterioridad, y lo dirá de nuevo: En la medida en que se trate del poder las calles son un capital muerto. En las calles no se puede encontrar nada de valor para las elites del poder, ni necesitan éstas controlar las calles para hacer funcionar eficientemente las instituciones estatales. Para que la desobediencia civil tenga algún efecto significativo, los opositores deben apropiarse de algo que tenga valor para el estado. Una vez que lo tengan habrán conseguido una plataforma desde la que negociar (quizás exigir) cambios.

En su tiempo el control de las calles era un objetivo apreciable. En el París del XIX las calles eran las vías por las que se movía el poder , ya fuera de naturaleza económica o militar. Si las calles estaban bloqueadas y las fortalezas políticas claves eran ocupadas, el estado quedaba inerte y en algunos casos colapsado bajo su propio peso. Este método de resistencia fue útil aun en los 60's, pero es bien cierto que desde finales del XIX ha reportado cada vez menores ventajas y de hecho ha derivado de ser una práctica radical a convertirse en una de tipo liberal.

Esta estrategia estaba basada en la necesidad de concentrar el capital en las ciudades; de este modo, en la medida en que el capital se ha ido descentralizando más y más ignorando las fronteras nacionales y abandonando las ciudades, la acción en las calles ha ido siendo tanto menos efectiva.

Puesto que las ciudades han sido abandonadas por el capital y dejadas a su suerte en un estado de bancarrota, invadidas por el crimen y las enfermedades, parece razonable pensar que ya no son útiles para la expansión del poder. Si lo fueran, seguramente serían renovadas y defendidas de modo continuado.

Por supuesto que hay peligros en esta línea tautológica de argumentación. ¿Carece la ciudad de valor porque no es mantenida?, o bien, ¿no es mantenida porque carece de valor? Este error lógico es difícilmente evitable, puesto que la cuestión de qué o quien tiene el control no puede ser respondida.

El poder en sí no puede ser visto, sólo podemos observar su representación. Lo que queda detrás de dicha representación se nos pierde. La localización y naturaleza de un poder cínico es puramente materia de especulación.

El macro-poder es sólo conocido a través de una serie de abstracciones como "varones blancos de orden", "clases dominantes" o "los poderes reales". El macro-poder sólo es experimentado en sus efectos, y nuca como una causa.

Consecuentemente debemos usar ciertos indicadores para así determinar que es lo "valioso" para el poder, o en su caso para señalar los no-lugares del poder. La hipótesis aquí es que los indicadores claves de lo valioso-para-el-poder radican en la medida con que un lugar o una mercancía son defendidos, la medida en que los intrusos son castigados. A mayor intensidad de defensa y castigo, mayor el valor que debemos suponer tiene para el poder aquello que haya sido atacado.

Estos indicadores han sido derivados de la experiencia, pero no se les puede dar una justificación teorética, en la medida en que un segundo principio tendrá que ser usado para explicar un primer principio.

Si la localización tradicional del poder ha sido abandonada. ¿adonde se ha ido el poder? . Si asumimos que el flujo de capitales es aun crucial para este sistema, entonces ya tenemos una pista que seguir. Es una cuestión de sentido común que podemos seguir al dinero para encontrar al poder, sabiendo que en la medida en que el dinero no tiene un punto de partida sino que es parte de un flujo de circulación, lo mejor que podemos aspirar a encontrar es el flujo mismo del poder. El capital rara vez toma una forma "sólida", al igual que el poder, existe como abstracción. Y a una forma abstracta probablemente se la pueda encontrar en un espacio abstracto, o para ser más específicos, en el ciberespacio. El ciberespacio puede ser definido como un campo informacional virtual al que se accede por la red telefónica (Para los propósitos de este ensayo, la asociación entre ciberespacio y el VR ??? propiamente dicho deberían ser dejadas al margen). El grado de acceso a la información alojada en el ciberespacio sugiere el modo en que las instituciones están configuradas en el espacio real. En nuestra compleja sociedad la división del trabajo ha llegado a estar tan marcada que la velocidad organizacional necesaria para mantener los muchos segmentos sincronizados sólo puede ser conseguida a través de uso de redes de comunicación electrónicas. A su vez el despliegue controlado de información y el acceso a ella es una pista central para resolver el puzzle de la organización social. Cuando a una institución se le niega el acceso a información, las propiedades organizacionales de dicha institución afectada pierden estabilidad, siendo así que si esta situación se mantuviera durante suficiente tiempo, la institución acabaría colapsándose a causa de la brecha en sus comunicaciones. Sus diferentes segmentos no podrían tener noción de si estaban trabajando coordinadamente o si estaban trabando el desarrollo de los trabajos de otros segmentos.

Bloquear el acceso a la información es el mejor medio para desbaratar cualquier institución, ya sea militar, corporativa o gubernamental. Cuando una acción de este tipo se lleva a cabo con éxito, todos los segmentos de la institución atacada resultan dañados. El problema con la desobediencia civil, tal y como es comprendida aun hoy, es que no afecta al corazón de la organización, siendo así que por el contrario, tiende a concentrarse en una estructura sedentaria y localizada. En el caso de instituciones nacionales o multinacionales, tales acciones no son más efectivas que el ataque de una mosca a un elefante. Volviendo a los tiempos en que el poder estaba centralizado en lugares fijos, esta estrategia podía tener sentido, pero sin duda resulta vana ahora que el poder esta descentralizado.

Dominar enclaves estratégicos en el espacio físico, fue alguna vez la clave del poder, pero ahora la dominación depende de la habilidad de una institución para moverse allí donde no hay resistencia, en unión con la habilidad de apropiarse de un determinado espacio físico se así se considera preciso. Por ello el que una fuerza de oposición conquiste puntos clave del espacio físico no supone amenaza alguna para una institución. Imaginemos que un grupo de disidentes lograra ocupar la Casa Blanca. Podría plantear algún contratiempo par ala administración del poder y los servicios secretos, pero de ningún modo dicha acción interrumpiría de modo efectivo el funcionamiento del poder ejecutivo. La oficina presidencia se trasladaría simplemente a otro lugar. El espacio físico de la Casa Blanca no es más que una representación vacía de la autoridad presidencia, no le resulta esencial en absoluto.

Si medimos lo valioso para el poder en el grado en que las acciones son perseguidas y los lugares defendidos, se nos hace evidente que el ciberespacio se encuentra en un lugar elevado de la escala.

Los sistemas de defensa del ciberespacio están máximamente desarrollados . Los servicios secretos, (antaño implicados en la protección de individuos conectados con la oficina del Presidente y en la investigación de tumultos insurreccionales) se han ido viendo cada vez más implicados en su rol de ciberpolicía. Al mismo tiempo las corporaciones privadas han desarrollado sus propias fuerza de policía electrónica, que funcionan en dos planos: en primer lugar actúan como fuerzas de seguridad, instalando sistemas de defensa y vigilancia de la información, en segundo lugar actúan como mesnada de caza-recompensas para atrapar físicamente a quienquiera que atraviese sus sistemas de seguridad.

Estas fuerza como el sistema legal no distinguen en las acciones en el ciberespacio el grado de tentativa. Ya sea el caso que sólo se accede al sistema de información privado para examinar el sistema, ya sea que se accede con propósito de robar o dañar la fuente, las fuerzas de seguridad siempre asumen que el acceso no autorizado es una acto de extrema hostilidad y debería recibir el mayor castigo posible.

A pesar de toda esa seguridad, el ciberespacio dista de ser seguro. Se ha expandido y ha mutado a tal velocidad que los sistemas de seguridad son incapaces de reconfigurarse y desplegarse con suficiente rapidez. Hoy por hoy, la puerta está abierta a una resistencia informacional, pero se está cerrando.

¿Quién está pugnando por mantener esa puerta abierta? Este es quizás uno de los más tristes capítulos de la historia de la resistencia en los EEUU. Ahora mismo los más conspicuos activistas políticos son niñ@s.

Los adolescentes hackers trabajan desde las casas de sus padres o los dormitorios de las residencias para romper los sistemas de seguridad gubernamentales y corporativos. Sus intenciones son vagas. Algunos parecen saber que sus acciones tienen una naturaleza política. Como ha dicho el Dr. Crash: "lo sepas o no, si eres un hacker, eres un revolucionario". La cuestión es ¿un revolucionario de qué causa? Tras empaparse de cuestiones de Phrack y navegar por Internet, no se encuentra mención más que a una causa: la del primer paso: acceso libre a la información. Cómo sería aplicada esta información no es discutido nunca. El problema de dejar que los niños actúen como vanguardia del activismo es que no han tenido tiempo de desarrollar una sensibilidad critica que los guíe más allá de sus primeros encontronazos con lo político. De modo bastante irónico, ellos tienen la inteligencia necesaria para advertir donde debe empezar la acción política si quiere ser efectiva, siendo este un logro que parece haber quedado fuera del alcance de los más sofisticados izquierdistas. Otro problema es su muy juvenil sentido de la inmortalidad.

De acuerdo con Bruce Sterling, su temeridad juvenil les hace más susceptibles de ser detenidos. Parte de estos jóvenes activistas - los Tres de Atlanta, por ejemplo- han recibido condenas que debe hacernos reconocerles calidad de presos políticos. Con tan sólo el cargo de "intrusión" en su contra, hay que considerar que encarcelarles parece un tanto extremo, sin embargo cuando consideramos el valor de del orden y la propiedad privada en el ciberespacio, el más extremado de los castigos para los más pequeños crímenes resulta esperable.

El aplicar una pena fuerte a una ofensa mínima debe ser justificado de alguna forma. O bien el sistema de represión debe ser ocultado al público, o bien la falta cometida debe ser percibida por el público como un ataque terrible al orden social. Actualmente, la situación en relación al crimen y el ciberespacio parece neutral, y no hay un compromiso sólido por parte del estado en ninguno de los dos sentidos arriba apuntados. La detención y condena de los hackers no sube a los titulares y sin embargo la alarma de los guardianes del orden (y las buenas costumbres) ha empezado a sonar.

La Operación Sundevil, un conjunto de actuaciones llevadas a cabo en 1990 contra hackers por parte del Servicio Secreto y departamentos de seguridad privada, recibió una atención mínima por parte de los media. De otro modo hubiera acaso estimulado la actividad hacker, al revelar abiertamente el poder que se puede ganar a través del acceso "criminal" al ciberespacio. Desde el punto de vista del estado, tiene sentido, estratégicamente, limitar las diversas amenazas de castigo a la tecnocracia, hasta que los disidentes electrónicos puedan ser presentados al público como encarnaciones del mal, dedicadas a la destrucción de la civilización. Sin embargo, es difícil para el estado señalar a un tecno-chaval como "villano de la semana" al estilo de Noriega, Saddam Hussein, Gaddafi, Jomeini, o cualquier otro implicado en asuntos de drogas, desde usuarios a jefes de cartel.

Para que se haga publico será preciso algo más que una acusación de intromisión, tendrá que ser algo que provoque verdadero pánico al público.

Hollywood ha empezado a hacer algunas sugerencias en películas como Die Hard II o Sneakers. En Die Hard II, por ejemplo, un grupo de terroristas hackers se hacen con el control de los ordenadores de un aeropuerto y así tener como rehenes a los pasajeros e incluso hacer que un avión se estrelle.

Afortunadamente este tipo de escenarios aun son percibidos por la gente como ciencia ficción, pero seguramente serán este tipo de imaginaciones las que se usen eventualmente para suspender los derechos individuales, ya no sólo para detener a criminales informáticos sino para arrestar también a disidentes políticos. Las instituciones legales pueden permitirse perseguir y procesar a facciones políticas si lo que estas hacen despierta temores en otros grupos de población.

Aquí habría que hilar fino para distinguir entre criminalidad por ordenador y desobediencia civil electrónica. Mientras que, en el primer caso, el criminal busca provecho a partir de acciones que perjudican a un individuo, en el segundo caso, la persona implicada en resistencia electrónica sólo ataca a las instituciones. Bajo la rubrica de resistencia electrónica, el sistema de valoraciones del estado (para el cual la información es de mayor importancia que el individuo) se invierte, de modo que la información se coloca de nuevo al servicio de la gente, evitando usarla en beneficio exclusivo de las instituciones.

El objetivo del autoritarismo es evitar que esta distinción sea percibida y que toda resistencia electrónica caiga bajo el signo totalizador de la criminalidad.

La identificación de la desobediencia civil electrónica con actuaciones criminales permite desalojar del ciberespacio toda actividad de resistencia política. Los ataques en el ciberespacio conllevaran condenas equivalentes a las destinadas a los ataques violentos en el espacio físico.

Algunas agencias legales de izquierdas, como Electronic Frontier Foundation, ya han advertido que las libertades básicas (de discurso, de reunión y de prensa) son negadas en el ciberespacio y por ello han empezado a actuar en consecuencia, aunque aun tienen pendiente el empezar a trabajar sobre la legitimación de la distinción entre la acción criminal y la política. Las mismas consideraciones penales legales que afectan a la desobediencia civil, deberían afectar a la desobediencia civil electrónica . Sin embargo es de esperar que las agencias estatales y privadas ofrezcan la máxima resistencia a las actividades legales dirigidas a legitimar la desobediencia civil electrónica . Si estas estructuras autoritarias se muestran reacias a garantizar los derechos básicos en el ciberespacio, parece claro que una resistencia pseudo-legitimada tampoco va a ser tolerada.

La estrategia y la táctica de la desobediencia civil electrónica no debería ser un misterio para ningún activista. Son las mismas que las de la desobediencia civil tradicional. La desobediencia civil electrónica es una actividad no-violenta por su naturaleza misma, puesto que las fuerzas de oposición nunca se enfrentan físicamente unas a otras. Como en la desobediencia civil, las tácticas básicas son la infiltración y el bloqueo. Salidas, entradas, conductos y otros espacios clave deben ser ocupados por la fuerza contestataria para así presionar a las instituciones implicadas en acciones criminales o no-éticas.

Bloquear los conductos de información es lo análogo a bloquear espacios físicos , sin embargo el bloqueo electrónico puede causar problemas financieros que seguramente no provoque un bloqueo físico, además puede ser usado más allá del nivel local. La desobediencia civil electrónica es una desobediencia civil reforzada. Lo que una vez fue la desobediencia civil es ahora la desobediencia civil electrónica .

Los activistas deben recordar que la desobediencia civil electrónica puede derivar fácilmente en abusos. Los sitios a intervenir deben ser cuidadosamente seleccionados. Al igual que un grupo de activistas no bloquearía la entrada de urgencias de un hospital, los activistas electrónicos deben evitar bloquear el acceso a un sitio electrónico que pueda tener funciones humanitarias similares. Por ejemplo, pongamos que nuestro objetivo es una compañía farmacéutica abusiva. Habrá que tomar precauciones para que no se bloqueen datos que afecten a la fabricación y distribución de medicamentos de absoluta emergencia que salven vidas (sin importar cuan funestos sean los provechos que la compañía obtiene de su comercio).

Más bien, una vez que la compañía ha sido marcada como objetivo, los activistas deberían ser suficientemente listos para seleccionar las bases de datos de investigación o de patrones de consumo como sitios susceptibles de ser ocupados. Justamente el tener ocupadas las divisiones de I+D o de marketing es uno de los desafíos que más caros cuestan a las empresas. El bloqueo de tales datos dará al grupo de activistas unas bases desde las que negociar sin perjudicar en el proceso a aquella gente que pueda precisar los medicamentos.

Por lo demás si no se llega a un acuerdo o si se producen intentos de recapturar los datos por parte de la empresa, una conducta ética exigiría que no se destruyeran ni dañaran tales datos. Finalmente y aun cuando pueda resultar tan tentador, no se debe atacar electrónicamente a individuos (asesinato electrónico) de la compañía, ya sean CEO's, directivos o trabajadores. No se deben borrar u ocupar sus cuentas bancarias ni deshacer su crédito. Hay que ceñirse a atacar instituciones.

Atacar individuos sólo satisface ansias de venganza sin conseguir ningún efecto sobre la política corporativa o gubernamental.

Este modelo, aunque parece tan fácil de captar, es aun ciencia ficción. No existe ninguna alianza entre hackers y organizaciones políticas específicas. A pesar de que tales alianzas beneficiarían a ambas partes a través de la interacción y la cooperación, La alienante estructura de una compleja división del trabajo mantiene a estos dos segmentos sociales tan separados como podría hacerlo la mejor fuerza de policía. Para hacer hacking es imprescindible una continua formación técnica que mantenga las habilidades al día en toda su efectividad. Esta premisa educacional tiene dos consecuencias. Primero, que resulta en un gran consumo de tiempo, que apenas deja margen para recopilar información sobre causas políticas específicas, construirse una perspectiva crítica o diseñar espacios de oposición. Sin tal información la política hacker seguirá siendo extraordinariamente vaga.

En segundo lugar, la continua reeducación mantiene a los hackers encerrados en su propia "aula" herméticamente sellada, Con lo que se da muy poca interacción con otras gentes fuera de esta subclase tecnocrática.

Los activistas políticos tradicionales tampoco lo llevan mucho mejor. Dejados al margen, en la cuneta de la historia, este subgrupo sabe lo qué hay que hacer y a quien tomar como objetivo, pera carece de medios efectivos para llevar a cabo sus propuestas.

Los activistas políticos, por muy conscientes que puedan ser en lo que se refiere a sus causas, suelen estar, demasiado a menudo, atascados en asambleas, debatiendo qué monumento al capital muerto ???? deberían atacar en primer lugar.

Aquí tenemos dos grupos motivados para perseguir objetivos anti-autoritarios similares, pero que no parecen encontrar ningún punto de intersección. Mientras que unos viven on-line, los otros viven en la calle, y ambos están siendo derrotados, sin advertirlo, por una brecha de comunicaciones por la cual ninguno de ellos es responsable.

La división entre el saber y la preparación técnica tiene que ser superada, para eliminar los prejuicios sostenidos por cada una de las partes (la intolerancia hacker hacia los que no están a su altura tecnológicamente, y la intolerancia de los activistas hacia aquellos que no son correctos políticamente)

 

La división entre hackers y activistas no es la única dificultad que mantiene la idea de la desobediencia civil electrónica en el dominio de la ciencia ficción . El problema de cómo organizar potenciales alianzas es también significante. El activismo de izquierdas se ha basado siempre en principios de democracia, es decir, en la creencia de la necesidad de inclusión. Ha sostenido que con tan solo el poder de negociación que otorga su número, la masa popular debería estar organizada de tal modo que su voluntad colectiva pueda cumplirse. Las debilidades de esta estrategia son bastante obvias. La primera proviene de la creencia misma en una especie de voluntad colectiva única. Siendo así que las masas están divididas por tantas variables, sociológicas, étnicas, de genero, de preferencia sexual, de clase, de educación, de ocupación, de lenguaje, etc...tomar en cuenta a "la gente" como un monolito de consenso es absurdo.

Aquello que cumple las necesidades de un grupo puede ser represivo u opresivo para otro.

Así las organizaciones centralizadas que intentan hacer trabajar sus músculos políticos a través del poder del número se encuentran en una posición bien peculiar : O bien el grupo es relativamente grande, pero no puede ser movilizado en masa, o bien el grupo asume una posición ideológica que sólo resulta útil a un sector muy determinado , perdiendo así el apoyo de masas.

Por lo demás para que la más sencilla de las organizaciones pueda existir, debe haber burocracia; y la burocracia requiere liderazgo y por tanto jerarquía. Las estructuras de liderazgo son por lo general benignas en estas situaciones, puesto que dicho liderazgo está basado a menudo en el talento y la motivación más que es características ascriptivas, y además fluye entre los miembros de la organización ; de todos modos, la estructura burocrática , independientemente de la medida en que apunte a la justicia , resulta dañina para las posibilidades de construir "comunidad" (en el sentido adecuado).

Dentro de ese modelo organizacional, los individuos se ven forzados a confiar en un proceso impersonal sobre el que carecen de control.

El uso de los principios de centralización democrática , si los analizamos a escala global, ofrece un aspecto aun más desanimador. En tanto que no hay ninguna organización que se acerque ni de lejos a construir una resistencia multinacional.

En la medida en que el poder se ha vuelto global, ha resultado que para ellos, evitar una ataque es apenas asunto de trasladar las operaciones a una localización que no ofrezca resistencia alguna.

Es más en relación a la condición del pluralismo, el interés nacional se ha convertido en una variable -una política que es útil en una situación nacional es represiva u opresiva en otra.

La acción democrática colectiva puede ser escasamente efectiva en un nivel local (micro) pero se convierte en totalmente inútil en una macro escala; la complejidad de la división del trabajo nos aleja del consenso, y no hay aparato a través del cual organizarse.

La opción de llevar a cabo las fantasías "hacker" en las cuales una nueva vanguardia tecnocrática de resistentes actúa "de parte de la gente" resulta demasiado sospechosa, aunque no tan fantástica como pueda resultar pensar que "la gente del mundo" se vaya a unir en una de estas.

Una vanguardia tecnocrática es, al menos, teóricamente posible, puesto que contamos con un aparato que establece un lugar para tal desarrollo. Sin embargo, en la medida en que tal tecnocracia se compone por una mayoría abrumadora de varones blancos jóvenes del primer mundo, inmediatamente cabe cuestionar cuales serían las cuestiones que se plantearían. La terrible cuestión el "quien habla por quien" aparece sombría cada vez que la idea de una vanguardia cobra fuerza.

La cuestión de la resistencia presenta entonces tres caras: Primero ¿cómo puede la noción de una vanguardia ser combinada con nociones de pluralismo? Segundo ¿cuáles son las estrategias y las tácticas necesarias para combatir a un poder descentralizado y en circulación constante? Y finalmente ¿ cómo deben organizarse las unidades de resistencia? Sin duda alguna, no hay respuestas evidentes, pero CAE querría plantear algunas propuestas.

El uso del poder a través del número está agotado, en tanto que tal estrategia requiere de consenso dentro del grupo resistente , así como la existencia de un enemigo centralizado y presente. Podríamos decir que pese a la falta de consenso sobre "qué hacer", la mayoría de las organizaciones comparten un objetivo común: la resistencia al poder autoritario; pero también sucede que no hay consenso sobre las bases prácticas de ese poder autoritario. La percepción de lo autoritario varía en función de las coordinadas desde las cuales un determinado grupo sociológico elige resistir al discurso y la practica autoritarias.

¿Cómo puede esta situación ser redefinida en términos constructivos? Una predisposición anti-autoritaria sólo es útil sólo cuando se ha abandonado la idea de un monolito democrático. Para combatir a un poder descentralizado son precisos medios descentralizados. Que cada grupo resista desde las coordinadas que perciba como más fértiles. Esto implica que la acción política de izquierdas debe reorganizarse en términos de células anarquistas, una distribución que permita que surja la resistencia desde muchos puntos distintos a la vez, en vez de centrarnos en uno solo (que pudiera no ser el correcto), en tan pequeñas estructuras los individuos pueden alcanzar un consenso útil basado en la confianza hacia los otros individuos (comunidad real) de la célula, mejor que el que se derivaría de la confianza en un proceso burocrático. Cada célula puede construir su propia identidad y puede hacerlo sin que haya lugar a perdidas en la identidad de los individuos que la componen; cada miembro de la célula puede mantener un rol multidimensional que no sea reductible a una práctica particular.

¿Cómo puede un grupo pequeño (de cuatro a diez personas) tener cualquier tipo de efectividad política ? Esta es la cuestión más difícil, pero la respuesta está en la construcción de la célula. La célula debe ser orgánica; es decir, debe consistir en partes interrelacionadas trabajando juntas para formar un conjunto que sea más grande que la suma de tales partes. Para ser efectiva, la separación entre saber político y habilidad técnica debe haber sido superada en la célula. Una perspectiva política compartida debería ser el cemento que una las partes, sin tener que recurrir a interdependencias basadas en la necesidad.

Es preciso evitar que el consenso se logre al precio de que no haya diversidad de formaciones, puesto que para que la célula sea efectiva, debemos contar con habilidades y saberes diferentes. Activistas, teóricos, artistas, hackers e incluso algún abogado sería una buena combinación de talentos - el saber y la practica deberían mezclarse-

Con la idea de célula clara, la desobediencia civil electrónica es ahora una opción viable, y como hemos visto más arriba, con la desobediencia civil electrónica , las demandas serán , al menos, efectivamente reconocidas. Otra ventaja es que la célula tiene posibilidades de gestionar recursos económicos que permitan hacerse con el mínimo equipo necesario para la desobediencia civil electrónica .

El problema de potenciales multas legales es un argumento a favor de la centralización - las células podrían no tener una vida muy larga.

Está claro que la tóxica ilegalidad de la acción política electrónica es una de las variables clave que relega nuestra propuesta a la ciencia ficción.

Para células más radicales la desobediencia civil electrónica es sólo un primer paso. La violencia electrónica, tal como la que suponga el secuestro de datos o la destrucción de sistemas, son también una opción. ¿Son tales estrategias y tácticas un nihilismo fuera de lugar? El CAE piensa que no.

Puesto que la revolución no es una opción viable, la negación de la negación es la sola posibilidad de acción realista. Después de dos siglos de revolución y quasi-revolución, una lección parece clara: la estructura autoritaria no puede ser aplastada , tan sólo puede ser resistida. Cada vez que hemos abierto los ojos tras maravillarnos del sendero luminoso !! de una revolución gloriosa, nos hemos encontrado con que la burocracia seguía en pie. Encontramos que la Coca-cola ha dejado su lugar a la Pepsi-cola -parece diferente pero sabe a lo mismo. Por eso no hay porqué temer que un buen día nos levantemos y nos encontremos con que la civilización ha sido destruida por un puñado de anarquistas locos. Esta ficción mítica se origina en nuestro Estado policial para instilar en el publico miedos respecto de la acción efectiva.

¿Tienen aun los programas centralizados algún rol en esta resistencia? Las organizaciones centralizadas tiene tres funciones. La primera es distribuir información. El trabajo de concienciación y de producción de espectáculos debería ser llevado a cabo por el contra-burocracias centralizadas. Se hacen preciso contar con disponibilidad de fondos y gente dispuesta a trabajar para investigar, construir, diseñar y distribuir información contraria a los objetivos del estado.

La segunda función es la relativa al "reclutamiento" y formación. Nunca haremos suficiente énfasis en la necesidad de contar con bases para formar tecnológicamente a gente "ilustrada". Confiar en la posibilidad de que un número suficiente de gente se sentirá con la inclinación y las aptitudes de convertirse en resistentes técnicamente capacitados, significa que nos acabaremos encontrando con una escasez de tecnócratas resistentes que ocupen sus puestos en las células, y la base sociológica de la resistencia tecnocrática no dará abasto (Si la educación técnica sigue distribuyéndose como hasta hoy, el ataque a la autoridad estará tremendamente decantado hacia un muy determinado tipo de cuestiones)

Finalmente las organizaciones centralizadas pueden actuar como mediadores ante la posibilidad de que una institución autoritaria decida reformarse de alguna manera.

Podemos plantearnos tal posibilidad , sin dejar de ser realistas, no tanto por un giro ideológico en las instituciones corporativas o militares, sino porque tales instituciones perciban un menor coste en reformarse que en continuar la pelea. El fetiche autoritario de la eficiencia es una aliado que no puede ser infraestimado.

Lo que deben asumir las organizaciones centralizadas es que tienen que quedarse fuera de la acción directa. Deben dejar la confrontación a las células. Infiltrarse en un sistema de células es muy difícil, al contrario de lo que sucede con estructuras centralizadas. (Esto no implica decir que las actividades de las células sean difíciles de controlar, aunque sí está claro que la dificultad de dicho control aumenta con la proliferación de más y más células.) Si las células están trabajando de modo efectivo, como aquí hemos descrito, y lo hacen en un número suficientemente grande, la autoridad puede ser desafiada.

La estrategia fundamental para la resistencia sigue siendo la misma: apropiarse de los medios autoritarios y volverlos contra ellos mismos.

Sin embargo, para que esta estrategia funcione, es preciso que el poder de resistencia se retire de las calles. El ciberespacio como espacio y aparato de una resistencia aun tiene que ser construido. Y ahora es el tiempo para poner en acción un nuevo modelo de práctica resistente.

 

 

 

 

Addendum: La Nueva Vanguardia

El CAE teme que algunos de nuestros lectores tengan susceptibilidades respecto del uso del término "vanguardia" en este ensayo. Después de todo, una avalancha de literatura procedente de los más apreciados críticos postmodernos viene diciéndonos, en las dos ultimas décadas, que la vanguardia esta muerta y enterrada en el cementerio de la Modernidad junto con sus hermanitos: la originalidad y el autor.

En lo que hace a la vanguardia, sin embargo, quizá haya un elixir que pueda hacer resucitar a ese cadáver. La noción ha decaído bastante, así que nadie esperaría que este zombie tuviera el mismo aspecto que tuvo en sus buenos tiempos, pero quizá aun tenga un lugar en el mundo de los vivos.

La vanguardia hoy no puede ser la entidad mítica que alguna vez fue. Y ano podemos seguir creyendo que los artistas, revolucionarios y visionarios son capaces de salirse de la cultura para echarle un vistazo desde fuera a las necesidades de la historia y el futuro. Tampoco sería muy realista sostener que un grupo de individuos con una consciencia social especialmente iluminada (más allá de toda ideología) están listos para guiar al resto de la gente a su mañana glorioso.

Sin embargo, existe una forma menos exaltada (en el sentido utópico) de la vanguardia. Para simplificar la cosa: asumamos que en nuestro contexto social hay individuos que se oponen a diversas instituciones autoritarias, y que cada cual se ha aliado con otros individuos basándose quizá en identificaciones solidarias (étnicas, de orientación sexual, de clase, de genero, de religión, de creencias políticas, etc) para formar grupos y organizaciones que combatan las instituciones consideradas opresivas, represivas, explotadoras y demás. Desde una perspectiva teórica casa una de estas alianzas tiene un rol oposicional que debería ser apreciado y respetado; sin embargo en la práctica no hay base que nos permita considerarlos a todos en el mismo nivel. Sin duda, algunos grupos tendrán mayor capacidad de movilización de recursos; es decir, tendrán mayor acceso a riqueza, prestigio, hardware, formación, etc...

Posiblemente a mayores recursos, mayores efectos podrá tener el grupo. Sin dejar de considerar que a estos factores hay que añadir la situación de los grupos en continuos políticos, numéricos y espacio-geográficos, lo que puede alterar considerablemente al efectividad de los grupos (un catalogo completo de las posibilidades no puede hacerse en los parámetros de esta discusión). Por ejemplo, un grupo grande y muy visible que desde la órbita radical trabaje para cambiar al política nacional, y que tenga relativamente buen acceso a recursos, se verá afectado por la contra-resistencia que le oponga el estado, neutralizando acaso parte de su poder potencial. La rápida destrucción del grupo de los Panteras Negras por el FBI es un buen ejemplo de esta vulnerabilidad. Un grupo relativamente grande, de carácter liberal, con fuertes recursos y que actúe localmente, recibirá menos contra-resistencia. (de ahí la creencia errónea en la suficiencia de una actuación local generalizada para lograra reformas pacificas y globales. Desafortunadamente la acción local no afecta a las políticas nacionales o globales, en tanto que la suma de cuestiones locales no sustituye a las cuestiones de nivel nacional).

Por ejemplo la alianza de varios grupos verdes del norte de Florida ha conseguido un éxito al mantener a las compañías petrolíferas fuera de la línea de la costa del Golfo, así como protegiendo los bosques de los especuladores; sin embargo tal éxito en absoluto es representativo de la situación nacional o internacional en relación al movimiento verde.

Entonces ¿qué tipo de grupo será el mejor calificado a la hora de interferir el medio cultural y político?

Esta es la cuestión que el CAE intentaba contestar en este ensayo: Lo repetiremos: construcciones celulares dirigidas a interferir el proceso de información en el ciberespacio. El problema es el acceso. La educación y la pericia técnica necesaria no están demasiado ampliamente distribuidas, es más están monopolizadas (aunque no intencionadamente) por un grupo muy específico de individuos (jóvenes varones blancos).

Los activistas en el campo de la educación están trabajando duro para corregir este problema de accesos, aunque parece casi insuperable.
Al mismo tiempo las fuerzas de oposición no pueden esperar para actuar, a que este problema esté resuelto. Sólo en la teoría podemos vivir en lo que "debería ser", ; en la practica debemos trabajar en términos de lo que hay. Aquellos que tienen la pericia ahora y que tienen que empezar a construir el modelo de la resistencia electrónica en la nueva frontera del ciberespacio son los que CAE considera como una nueva vanguardia.