Desobediencia Civil electrónica; Simulación y esfera pública

 

 

"Lo que cuenta a la larga es el uso que hagamos de la teoría... Debemos comenzar desde las practicas existentes para así rastrear las grietas fundamentales"

(Felix Guattari "Por que Marx y Freud ya no inquietan a nadie")

 

En 1994, cuando el Critical Art Ensemble (CAE) introdujo por primera vez la idea y un posible modelo de desobediencia civil electrónica (DCE) como una opción más para la resistencia digital, nuestro colectivo no tenia modo de saber qué elementos resultarán ser los más prácticos ni cuales precisarían una mayor elucidación.

Después de casi cinco años de "pruebas de campo" de la DCE por parte de diversos grupos e individuos, sus lagunas de información son algo más evidentes y pueden finalmente ser consideradas.

De particular importancia para este ensayo es el reciente giro de los acontecimientos que ha producido un modelo de DCE que opta más por un espectáculo público que por la subversión política clandestina, enfatizando así la acción simulada sobre la acción directa.

El CAE entiende que dichas tendencias resultan poco afortunadas para la evolución de la investigación general de la DCE. El CAE sostiene que la DCE es una actividad "underground" que debería ser mantenida fuera de la esfera pública-popular (de acuerdo con la tradición hacker) así como apartada de los media, creemos que las tácticas simulacionistas usadas por algunos grupos de resistencia resultan sólo muy modestamente efectivas, cuando no contraproducentes.

 

 

LA DESOBEDIENCIA CIVIL EN LA ESFERA PÚBLICA

Aquellos que estén familiarizados con el modelo de DCE propuesto por el CAE sabrán que era una inversión del modelo de la desobediencia civil (DC). DE modo que más que crear un movimiento de masas de objetores públicos, CAE sugería un flujo descentralizado de micro-organizaciones muy particulares (células) que generarían múltiples corrientes y trayectorias que ralentizasen la velocidad de la economía política capitalista. Esta sugerencia nunca acabó de caer bien en los medios del activismo más tradicional, y recientemente incluso Mark Dery (tanto en "Mute" como en "World Art") criticaba nuestro modelo argumentando que las actividades y objetivos de diferentes células podrían entrar en conflicto.

Desde luego que CAE sostiene que los conflictos resultantes de la diversidad de las células más bien funcionarían como una fuerza que como una debilidad; esta diversidad generaría un dialogo entre una multiplicidad de fuerzas capaces de resistir la estructuración burocrática así como de dar pie a felices accidentes e invenciones inesperadas.

Si la cultura resistente ha aprendido algo en los últimos 150 años es que aquello del "pueblo unido" no deja de ser una falsedad que sólo construye nuevas plataformas de exclusión creando monolitos burocráticos y regímenes semióticos que ni pueden representar ni actuar de parte de los diversos deseos y necesidades de individuos surgidos de segmentos sociales complejos e hibridizantes.

La segunda inversión clave que planteaba el CAE suponía apuntar directamente al cambio político, más que intentar llevara acabo esta tarea indirectamente a través de la manipulación de los media. La postura del CAE aun es la de que este acercamiento directo es el más efectivo. El modo indirecto que plantea una manipulación de los media usando un espectáculo de desobediencia diseñado para suscitar la simpatía y el apoyo del público es una propuesta de perdedores.

Los 60's ya se han acabado y ya no hay ni corporación ni agencia del gobierno que no estén del todo preparados para plantear batalla en los media, que se reduce al cabo a una simple cuestión practica de inversión de determinado capital. En la medida en que las alianzas estratégicas de los media van con el status quo, que las frecuencias de emisión y la prensa son propiedad de las grandes corporaciones y que las estructuras capitalistas disponen de enormes presupuestos dedicados a relaciones públicas, resulta claro que no hay modo de que los grupos de activismo puedan vencerles en ese terreno.

Una pequeña escaramuza aqui o allí simplemente no puede hacer nada para subvertir ningún proceso de elaboración política ni alterar radicalmente la opinión publica cuando todos los medios de comunicación están manejando un mensaje opuesto. Toda opinión subversiva ha de quedar perdida en el puré de los media, si es que no es reconvertida a favor de sus enemigos dándole la vuelta a sus argumentos.

Hubo un tiempo en que la combinación de desobediencia civil y la manipulación de los media podía resultar efectiva para interferir y cambiar regímenes semióticos autoritarios. El movimiento por los derechos civiles es un excelente ejemplo. Los participantes en el movimiento entendían que la Guerra Civil (la guerra de Secesión) aun estaba siendo dirimida a un nivel ideológico, de modo que una determinada región social, política o geográfica podía ser dirigida contra otra. Las regiones del norte y el oeste de los EEUU habían avanzado no sólo en términos económicos sino también en lo referente a métodos de control publico (y especialmente de minorías). La Guerra Civil había eliminado la retrograda economía política del Sur, pero había fracasado para cambiar su estructura ideológica (un elemento mucho más difícil de cambiar sin duda) y por tanto no había alterado sus mecanismos simbólicos de control.

De modo que todo lo que el movimiento por los derechos civiles tenia que hacer era señalar esa carencia, y las regiones del norte, completamente modernizadas, forzarían al sur a adaptarse a una posición ideológica más compatible con las demandas socioeconómicas del capitalismo avanzado.

Las imágenes derivadas de actos de desobediencia civil tuvieron éxito al producir una reacción virulenta por parte de las ideologías retro del sur y a volvieron a poner en evidencia el estado de guerra entre las regiones. Los estudiantes voluntarios, organizadores de comunidades e incluso las agencias federales de policía o el ejercito (movilizado por el ejecutivo) se convirtieron en aliados y tuvieron que luchar de parte del movimiento.

Al mismo tiempo los lideres de derechos civiles no eran inocentes respecto a esta situación. Sabían bien que las únicas políticas racistas que podrían eliminar eran aquellas sostenidas por el sur, que el racismo no iba a desaparecer y que apenas seria transformado en una especie más sutil de endocolonización, que sustituiría al status entonces vigente de normas de segregación explícitas.

Es más, el convencimiento general entre los Afro-americanos de que había un núcleo duro más allá del cual no se iría mediante ninguna remodelación política, fue clave a la hora de desembocar en el rápido declive del movimiento de derechos civiles y la consiguiente radicalización del movimiento del "poder negro". Desafortunadamente a este último no le fue mucho mejor con sus campañas en los media, quizá debido a la carencia de infraestructura que apoyara sus propias necesidades materiales.

Como un modo de manipulación de los media, la desobediencia civil logró funcionar en el caso de los derechos civiles porque la dinámica histórica del capitalismo mismo trabajaba en la misma dirección que perseguía el movimiento y lo fundamentó. La historia era aun heterogénea y las manifestaciones normativas de la ideología capitalista eran aun un espacio estriado tanto a nivel nacional como internacional.

Pero ¿qué hacer ahora cuando ya no existen ideologías diversas y visibles en Occidente, ahora que la historia no es más que un constructo homogéneo que reproduce continuamente las victorias del capitalismo? ¿De donde saldrá la indignación pública? ¿qué ejercito, gobierno, corporación o cualquier otro dispositivo de poder, apoyara a los desposeídos de poder cuando son esas mismas explosivas relaciones endocoloniales las que permiten subsistir a todas esas agencias de poder?

Es por eso que el CAE ha optado por apoyar la confrontación directa, usando la ventaja que se obtiene al bloquear flujos de información privatizados (en tanto que esta forma de información es el oro del capitalismo tardío).

Apropiarse de los media no supone ninguna ventaja a la hora de minar un régimen semiotico autoritario, en tanto que ninguna plataforma de poder se beneficia de escuchar un mensaje alternativo; sin embargo apropiarse del beneficio a través del bloqueo de información manda un mensaje bien claro a cualquier institución del capitalismo - para ellos seguramente sea más barato modificar una política que defender militarmente un régimen semiotico bajo presión.

Llevar a cabo esta tarea es bien posible en el dominio de lo virtual y sólo supone las más modestas inversiones para poder actuar (en comparación, por ejemplo, a la formación de un ejercito); sin embargo para que esta resistencia funcione y perdure es imprescindible la clandestinidad.

De hecho el caso excepcional que nos permite mantener la desobediencia civil (y la DCE) como instrumento de manipulación de media se da en aquellos contextos en los que la historia y la ideología no han sido aun homogeneizados.

Estas tienden a ser situaciones en las que un movimiento de resistencia esta en conflicto con un poder dominante aun contemplado por el pancapitalismo como diferente de alguna manera de si mismo. Así por ejemplo, el movimiento por la democracia en China usó la desobediencia civil y la manipulación de los media con relativo éxito. Se generó una respuesta virulenta; no obstante los rígidos limites nacionales evitaron que se manifestase de ningún modo util al movimiento excepto en lo que respecta a la posibilidad de conseguir asilo en los países occidentales para aquellos que tuvieron que exiliarse así como a cierta presión diplomática sobre China. Incluso en este escenario (y de un modo muy similar a lo que ocurrió durante el movimiento de derechos civiles ) en el momento en que el orden ideológico del pancapitalismo se vio cuestionado, el orden económico occidental percibió que tenía con China más similitudes que diferencias y consiguientemente se hizo muy poca cosa por parte del "indignado" occidente para apoyar al movimiento por la democracia o para minar materialmente la infraestructura de China.

 

 

La DCE y la simulación

Muy temprano en el desarrollo de los media electrónicos, Orson Welles demostró (quizás accidentalmente) que la simulación tiene efectos materiales. La simulación de una emisión de noticias anunciando que los extraterrestres habían invadido la Tierra tuvo el efecto de causar el pánico entre aquellos sorprendidos en el juego de espejos creado por la implosión de la mezcla de ficción y no-ficción generada por la emisión. Sólo podían encontrarse grados variables de plausibilidad en lo referente a la veracidad de la historia. Simultáneamente toda la información era cierta y toda era falsa en ese momento histórico de una hiper-realidad emergente.

Hemos visto una repetición de esta narrativa en los 90's en relación a la cultura de resistencia electrónica, aunque con algunas diferencias peculiares.

En una addenda escrita en 1995 para nuestro ensayo titulado "La desobediencia civil electrónica y otras ideas impopulares" el CAE destacaba la creciente paranoia que se daba entre las agencias de seguridad entorno al control de la resistencia electrónica. De modo bastante curioso, dichas agencias se asustaban a si mismas con sus propias construcciones sobre la criminalidad electrónica. Era como si Welles se asustara de sus propias transmisiones. En ese momento tan cómico el CAE sugería que la DCE había tenido éxito sin ni siquiera haber sido puesta a prueba, de modo que con el solo anuncio de que podía darse alguna forma de resistencia digital, se había generado un efecto de pánico entre las agencias de seguridad, hasta tal punto que la hiper-realidad de las construcciones criminales y las catástrofes virtuales se convirtió en una de sus preocupaciones centrales.

Este es un comentario que el CAE desearía no haber hecho nunca, puesto que una seria de activistas se lo han tomado en serio y están intentando actuar sobre esas bases: usando la web para producir hiper-reales amenazas activistas que avivan las llamas de la paranoia de corporaciones y estados.

De nuevo esta es una batalla mediática que será perdida. El pánico del estado y su paranoia será transformada a través de los mass media en paranoia pública, que a su vez no puede sino reforzar los poderes del estado. En los EEUU los votantes apoyan medidas más duras contra los "criminales", más cárceles, más policía y seguramente con esta paranoia hiper-real los políticos partidarios de la "ley y el orden" conseguirán más votos que les permitan convertir estas directrices en legislación y medidas ejecutivas.

¿Cuántas veces hemos visto pasar esto? Desde el McCarthyismo hasta los temores de la era Reagan hacia el Imperio del Mal a la Guerra contra las Drogas. El resultado en cada caso ha sido el aumento de los presupuestos militares, de seguridad, etc (ya de por si apoyados por un público de votantes miedosos y paranoides) y esto a su vez sin duda aprieta las tuercas de los poderes endocoloniales.

Considerando que los EEUU están ya de por si muy implicados en la rápida creación y el desarrollo de agencias de seguridad dedicadas a controlar la criminalidad electrónica (y siendo así que estas agencias no distinguen entre acciones motivadas políticamente y la criminalidad con animo de lucro) parece poco oportuno darle a estos sectores de poder legitimidad para incrementar los medios y recursos con que ya cuentan para controlar los nuevos media electrónicos.

Es difícil saber si las tácticas simulacionistas podrían o no ser utilizadas de un modo más eficiente. En la medida en que la CIA y el FBI han estado usando tales tácticas durante décadas, es fácil encontrar ejemplos susceptibles de ser invertidos. Uno de los clásicos sería el ataque de la CIA al gobierno Arbenz en Guatemala para apoyar a la United Fruit, proteger los intereses petroleros, y minar una democracia con unas inclinaciones izquierdistas que suponían la legitimación de un partido comunista dentro de la esfera de influencia de los EEUU(!).

Con toda seguridad la CIA creó su infraestructura operacional recurriendo al sabotaje económico, pero la acción final fue de subversión electrónica: la CIA simuló una trama de emisiones de radio hipotéticamente procedentes de fuertes movimientos de tropas antigubernamentales en los alrededores de la capital. Al interceptar dichas emisiones, el gobierno guatemalteco quedó convencido de que un enorme ejercito rebelde estaba organizado y listo para atacar. En realidad, la gente apoyaba mayoritariamente a este gobierno y sólo existía una muy modesta facción rebelde. Desafortunadamente los miembros del gobierno fueron presas del pánico y el éste se desintegró.

El FBI usó un medio similar de subversión al emplear comunicaciones hiper-reales en su ataque a los "Panteras Negras". De modo muy similar al ataque de la CIA en Guatemala, el FBI contaba con una muy buena infraestructura para su guerra de información. El Bureau se había infiltrado en los Panteras Negras y había llegado muy cerca de la cúpula de mando, de modo que conocía sobradamente la naturaleza y las partes de los conflictos internos de la organización . También había usado los endurecimientos de las leyes locales para acosar a los núcleos del partido en todos los EEUU. Su tesorería estaba de hecho constantemente amenazada por las continuas detenciones de miembros de la organización y los consiguientes gastos legales que había que afrontar, la policía abusaba intencionadamente de su poder para colaborar en este ataque financiero.

En estas condiciones la paranoia estaba al orden del día para los Panteras Negras, y cuando el cisma entre los grupos de San Francisco y los de Nueva York afloró, el FBI vio la oportunidad perfecta para implosionar el partido. Bastó una simple campaña de envío de cartas que estimularon la desconfianza entre los lideres del este y el oeste, y el partido se colapsó en medio de sus luchas internas. (la campaña del FBI consistió en la creación y la circulación de documentos aparentemente procedentes de facciones disidentes dentro del partido y que criticaban determinados lideres o líneas políticas).

Este método podría ser invertido y usado contra instituciones autoritarias. No habría sino que aprovechar las luchas internas que de hecho ya se dan entre agencias gubernamentales y corporaciones. La infraestructura económica y militar con la que contaban las operaciones mencionadas no sería necesaria para las acciones de desobediencia civil electrónica, puesto que las luchas internas entre nuestros objetivos están ya dadas y no sería necesario crearlas como tuvo que hacer el FBI en los Panteras Negras, por ejemplo.

Seguramente, una campaña de cartas o e-mails cuidadosamente escritas y dirigidas podría generar efectos implosivos en determinadas instituciones (aunque es dudoso que de ahí se siguiera un colapso general); sin embargo las lecciones aprendidas de estos casos clásicos de tácticas simulacionistas tienen que ser comprendidas y aplicadas.

En primer lugar y del modo más obvio: esta forma de resistencia tendría que ser clandestina.

En segundo lugar sería imprescindible poder contar con un trabajo de inteligencia fiable. Y esta es la cuestión quizá más problemática en este tipo de maniobras tácticas. Para poder emplear, con mínimas garantías de éxito, tácticas simulacionistas de resistencia se tienen que desarrollar métodos y medios de investigación, proceso de información e inteligencia. (Al CAE le gustaría pensar que está cerca el momento en que alguien se decida a investigar sobre esta cuestión de la generación amateur de sistemas de inteligencia). Hasta que eso ocurra, la acción subjetivo-subversiva será bastante poco eficiente.
Por ahora aquellos que no usan métodos de trabajo completamente clandestinos tan sólo pueden actuar tácticamente en relación a los principios estratégicos de una determinada institución y no pueden hacer gran cosa frente a situaciones y relaciones específicas.

Es obvio que una respuesta táctica a una iniciativa estratégica no tiene ningún sentido. Con toda probabilidad tal acción no tendrá el efecto buscado y apenas si conseguirá alertar a la institución afectada para que se apreste a enfrentarse a presiones externas. También hay que recordar que la guerra de información simulacionista no pasa de ser una táctica destructiva -un modo de causar implosión institucional con muy poco valor productivo en términos de reconstrucción de políticas.

Si queremos continuar con el ejemplo del racismo, es obvio que las agencias con políticas racistas institucionalizadas (y ahí se incluye a buena parte de las instituciones del régimen pancapitalista) no van a cambiar por unan guerra de información dirigida al desgaste institucional.

El régimen semiotico de las políticas racistas continuara inalterado en tantas otras instituciones interrelacionadas a través del privilegio adquirido a través del sostenimiento de tales políticas.

CAE sigue insistiendo en que a través de gestos nihilistas no se conseguirá cuestionar efectivamente ningún orden institucional, que forzar cambios en el régimen semiótico de las instituciones dejará intacta su infraestructura material.

 

 

El problema de la contención

Controlar (marshalling) las tendencias materialmente destructivas de la hiper-realidad tiene otras consecuencias problemáticas cuando estos códigos de destrucción son liberados en medios propios del espectáculo. Y ahí es donde es notable el problema de la contención. Si una agencia autoritaria se cree susceptible de ser atacada y sale a la luz publica en función de tales amenazas, puede suceder que reaccione de los modos menos previsibles. Podría suceder que reaccionara de modo perjudicial para sí misma, pero de igual modo puede suceder que actúe de modo que ponga en peligro a elementos no alerta de la esfera pública.

Introducir lo publico en la formula fuerza a la institución amenazada a enfrentarse con una consecuencia fundamental: debe actuar con rapidez si quiere mantener el ritmo de la info-esfera. La duda, incluso si permite el imprescindible tiempo para la reflexión y el análisis no es una opción que se vaya a considerar.

En el mundo de las Relaciones Públicas, las nociones de éxito y fracaso han implosionado, y todas las acciones bien representadas residen en la esfera del éxito y la victoria en lo hiper-real. La única distinción útil que se hace es entre la acción y la inacción, siendo así que la inacción es el síntoma de la debilidad y la ineptitud. Atrapada en este vector de alta velocidad, una agencia amenazada resolverá adoptar una línea de acción explosiva (no implosiva). Se señalarán "cabezas de turco" y se implementaran acciones de castigo contra tales individuos o grupos (el macrocosmos perfecto de esta secuencia de acontecimientos es la política exterior de los EEUU). En otras palabras, toda vez que esta secuencia de destrucción fuera iniciada por una amenaza, real o virtual, las fuerzas a menudo incontroladas que serían liberadas no podrían ser contenidas o redirigidas por las fuerzas de resistencia. Esta falta de capacidad parar contener la explosión conecta este modelo con, y sólo con, el terrorismo. No queremos decir que los activistas estén iniciando prácticas terroristas, nadie muere en la hiper-realidad, sino que los efectos que de su práctica pueden derivarse, son los mismos que los esperables del terrorismo, en el sentido de que el estado y las corporaciones pueden devolver el golpe indiscriminadamente con armas que acaso tengas consecuencias altamente destructivas en lo material y lo personal.

Lo curioso es que tal acción no se tomaría en función de una preocupación por la infraestructura, sino por el régimen semiotico y la imagen pública de la entidad amenazada en la hiper-realidad.

Sin embargo si el público es dejado al margen la secuencia cambia dramáticamente.

La agencia presionada no tendría porqué actuar con precipitación. Podría contar con tiempo para investigar y dar un golpe mejor dirigido, en tanto que el signo de debilidad (la percepción pública de su inacción) no estará dañando su imagen pública. En el peor de los escenarios posibles para los activistas, la respuesta estaría dirigida más directamente a ellos y por tanto las consecuencias tenderían a repercutir sobre aquellos que asumieron en su momento el riesgo de la acción . Si la agencia no fuera consciente de estar siendo atacada y se produjera una implosión, al publico no le afectarían las consecuencias directamente (aunque alguna indirecta como el desempleo pudiera producirse). En cualquier caso no se daría el efecto de represión indiscriminada que podría afectar a cualquiera en el espectro de la resistencia.

En otras palabras la contención funcionaría. Asimismo resulta de especial interés que la agencia subsidiaría la actividad de contención. A ninguna entidad le gusta publicitar que se encuentra con problemas financieros o que su seguridad ha sido desbordada y por tanto generará estrategias de contención.

Por el contrario si se introduce al público en la formula la posibilidad de esa auto-contención se esfuma y las consecuencias devienen menos que civiles. Por esta razón el CAE continua sosteniendo que todos los modelos útiles de DCE (o para el caso, de cualquier acción política en tanto no se la confunda con la concienciación y las acciones pedagógicas) en las actuales condiciones políticas ha de mantener los rasgos comunes de la clandestinidad de la acción y la huida de los mass media como teatro de operaciones.

 

 

Escribir el discurso sobre la DCE

Dado el deseo de mantener a los mass media fuera de del discurso sobre la DCE, el CAE piensa que sería sensato terminar con unas breves sugerencias sobre el cómo hablar semi-públicamente sobre aquello que sólo debería ser discutido entre compañeros de confianza.

Este es un viejo problema, así que afortunadamente tenemos algunos precedentes, especialmente en el ámbito de la Escuela de Francfort. Su estrategia consistía en escribir en el estilo más denso y arcano imaginable de modo que sólo los iniciados pudieran descifrar sus ensayos; de este modo su discurso quedaba fuera de la esfera pública donde no era fácil presa de la cooptación del mercado. Afortunadamente no tenemos porqué llegar a tales extremos. La redacción puede ser clara y accesible, pero debería estar hecha para resistir al alcance de los media, y esto si que es fácil de hacer.

Lo único necesario es hacerlo "difícil de copiar" (bad copy). Por eso CAE habla en términos de modelos generales e hipotéticos (y nunca sobre acciones específicas). NO sólo no queremos hacer públicas dichas acciones especificas por razones obvias, sino que además las generalidades, los modelos, no resultan interesantes para la gran mayoría de la audiencia popular de los media. Los modelos son librescos y lentos, y en el batiburrillo acelerado de imágenes del espectáculo popular resultan simplemente aburridos.

El CAE también sugiere que busquemos circunstancias históricas análogas para encontrar acciones tácticas que nos sirvan de ejemplo, particularmente las que han sido puestas en funcionamiento como respuesta a vectores de poder autoritarios. Los media populares no están particularmente interesados en los "viejos tiempos", ni en las atrocidades pasadas (excepto en las perpetradas por los nazis). La discusión sobre estas cuestiones deja a los media sin nada interesante que llevarle a su público.

Esta estrategia nos lleva a su vez a cuestiones de "detournement", constelaciones, apropiaciones, etc

Usar sólo lo que está ahi disponible, no darles nada a los buitres de los media, y la única opción para la cooptación será el canibalismo (de ahí la proliferación del "retro").

Ahora, evidentemente, es ya demasiado tarde para detener la cooptación por parte de los media de la DCE. Esta ya ha sido vendida por 15 minutos de fama y está alimentando una nueva hornada de "cyberhype" (de superhéroes cibernéticos?), pero los activistas electrónicos (los e-activistas) podemos detener esta serie de acciones mediáticas simplemente negándonos a darles más de lo mismo.

También podemos estar agradecidos de que la DCE y otras formas de resistencia electrónica que ahora han quedado desmaterializadas en el zumbido hiper-real del "hackactivismo" serán apenas unas cybermanías que se dejaran atrás rápidamente en el tecno-horizonte , permitiendo así a los comprometidos seguir con el "business as usual".