Imperio y Multitudes
Notas críticas sobre el libro de Toni Negri y Michael Hardt.
Serge Quadruppani
Para afrontar el momento presente, y delimitar el contorno del enemigo, quizá no es mala idea revisar nuestras armas conceptuales y ver si podemos apoderarnos de otras. Para ello, nos hemos acercado a Toni Negri y a su compañero Michael Hardt, que han sistematizado las nociones de “Imperio” y “Multitudes” que tanto sirvieron en Génova y que se extienden hoy por los medios militantes sin que haya modo de saber si se trata sólo del ultimo grito chic teórico o de un avance real de la inteligencia colectiva.
Tras un sobrevuelo a baja altitud de Imperio y de una lectura del artículo de estos dos autores publicado en ContreTemps nº2 (septiembre 2001), he aquí una primera aproximación a estas dos nociones clave y un inventario de lo que, a mi entender, constituye su fuerza y su debilidad.
La noción de Imperio
1. Definición
“El Imperio es el sujeto político que regula efectivamente los intercambios mundiales, el poder soberano que gobierna el mundo.” Imperio, pág 16.
“Nuestra hipótesis fundamental es que la soberanía ha tomado una forma nueva, compuesta por una serie de organismos nacionales y supranacionales unidos bajo una lógica única de gobierno” idem, pág. 17.
“El Imperio designa ante todo una nueva forma de soberanía que ha sucedido a la soberanía estatal: una forma de soberanía ilimitada, que no conoce ya fronteras o más bien que sólo conoce más que fronteras flexibles y móviles”, “La multitud contra el Imperio”, en Contra Temps, nº2, pg. 153.
2. Características del Imperio
El Imperio no tiene límites espaciales (“ninguna frontera territorial bordea su reino”) ni temporales (se presenta “como un orden que suspende efectivamente el curso de la historia y fija así el estado presente cosas para la eternidad”). Es el modelo mismo del biopoder (“no contento con regular las interacciones humanas, busca también regular directamente la naturaleza humana”). Finalmente, “aunque la práctica del Imperio bañe continuamente el mundo en sangre, el concepto de Imperio está dedicado a la paz, “una paz perpetua y universal”, fuera de la historia”. Imperio, p 19-20.
El Imperio es monárquico (“en las fases del conflicto militar es donde se puede constatar evidentemente hasta qué punto el Pentágono, con su arsenal atómico y su superioridad tecnológica, puede dominar efectivamente el mundo”), aristocrático (“aristocracia de la naciones” representada por el G8, el Consejo de Seguridad, las empresas transnacionales), democrático (“democracia de las naciones” que pretende representar a los pueblos: asamblea general de las Naciones Unidas). CT, p 153-154
3. Fuerza de la noción
En primer lugar, esta noción permite escapar del viejo anti-imperialismo y del anti-americanismo. El anti-imperialismo, que se agarra a la idea de una nación débil agredida por la economía y la cultura de una nación fuerte, sufre de un defecto que lo anula: no hay nada que permita afirmar que, desde un punto de vista universal, los valores de la pequeña nación sean siempre superiores a los de la grande. Los hijos de los vietnamitas que lucharon por la independencia de su país adoptan sin dificultad los códigos, la música y las vestimentas de la cultura norteamericana: ¿acaso hay que añorar el realismo socialista o la cultura de los mandarines? El antiamericanismo identifica América del Norte con sus aspectos más agresivos o más imbéciles. Vana tentativa, cuando todos nos bañamos también en lo que ella aporta de más nuevo y más dinámico: ¿qué sería de nuestra sensibilidad sin el blues y su continuación, sin la novela negra estadounidense y Raymond Carver, el cine de los años sesenta, el espíritu Nueva York, el espíritu San Francisco, la revolución hippie, la tradición del sindicalismo IWW, una cierta naturalidad sonriente opuesta a la pretenciosidad estrecha y pequeñoburguesa europea?
La noción de Imperio permite acercarse de la mejor manera a la realidad de hoy: es una civilización lo que está conquistando hoy el mundo. Incluso cuando los EEUU se presentan como superpotencia única, no funcionan más que en base al poder de esta civilización. Ellos mismos no podrían transgredir por mucho tiempo sus fundamentos.
La noción de Imperio ofrece la mejor descripción de lo que hay de más novedoso en la época: la transferencia de soberanía que se opera desde los estados hacia los organismos supranacionales; la desterritorialización de las fuerzas dominantes: el Imperio son las instituciones internacionales, las firmas transnacionales, los flujos financieros, las ONG, las mafias, las internacionales terroristas. Y como muestra el ejemplo Bin Laden, no hay ruptura en la continuidad entre estas diferentes fuerzas (el tráfico de droga alimenta a Bin Laden que utiliza a su vez los mismos circuitos financieros de muchas ONG).
Esa noción muestra su fecundidad cuando permite, por ejemplo, captar mejor el fenómeno Bin Laden. Hijo de Arabia Saudí, es decir de un país que es a la vez el corazón de la tradición musulmana y una entidad fabricada por el comercio de petróleo y la política estadounidense, ese capitalista moderno se siente igualmente cómodo en la economía abierta y en la subterránea, se ha aliado sólidamente a los talibanes que odian esas tecnologías de la imagen en cuyo manejo demuestra la mayor soltura, es el jefe de una red que se comunica con mensajes encriptados por internet y el artesano de una ideología religiosa arcaica. Bin Laden es una entidad consustancial al Imperio. No se puede comprender el fenómeno Bin Laden en toda su amplitud y su complejidad más que inscribiéndole en una marco del que la noción de Imperio es una buena imagen.
4. Debilidades de la noción
La guerra en Afganistán puede ser leída como el retorno de lo rechazado por el Imperio, el retorno de lo que tanto el concepto como su realidad rechazan: el territorio. Es bien cierto que el poder dominante del planeta esta ampliamente desterritorializado, pero el acento puesto exclusivamente en ello no permite comprender porqué las más poderosas fuerzas de destrucción, de representación y de compasión -el primer ejército del mundo, todos los medios de comunicación y las ONG- se concentran hoy sobre ese territorio. Lo que pasa en Afganistán no es sólo el resultado del atentado del 11 septiembre, acontecimiento cuya violenta singularidad se ha afirmado a través del éter de las telecomunicaciones y la inmaterialidad del imaginario universal. Es también, como el mismo atentado, el resultado del enfrentamiento entre lógicas territoriales, imperialismos rivales. En otro sitio trataremos de trazar sus contornos. Digamos sólo por el momento que la guerra afgana es un episodio del nuevo Gran Juego, que continua el antiguo (que opuso Rusia a Inglaterra durante algo más de dos siglos), que continua una historia milenaria de invasiones provenientes de las estepas, de la ruta de la Soja y de grandes éxodos hacia el mar. La historia y geografía le faltan al Imperio.
A causa, entre otras, de esta carencia, la noción no agota la comprensión de los mecanismos de dominación mundial como no aclara apenas los chirridos de estos mecanismos. Es la historia la que permite comprender la dificultad de los estadounidenses para realizar sus proyectos petrolíferos en la región centro-asiática, es la geografía del territorio la que da las claves de las dificultades de una intervención militar. El Imperio no reina en cualquier lado con la misma profundidad o, por tomar una terminología venida de mi extrema izquierda, la dominación real del capital no ha sustituido en todos sitios a la dominación formal. Ante nosotros se dan extraños combates con sus episodios encarnizados y crueles, abandonos sorpresivos de posiciones o bien rendiciones inesperadas que esconden complejas negociaciones llevadas a cabo en pleno centro de la batalla: para captar el sentido de esto, habría que comprender las tradiciones y los modos de vida de los pueblos de la montaña y también el funcionamiento de tribus y clanes. Habría que conocer unos lugares, una historia y unas mentalidades que, comparadas a la existencia de la población del Imperio, esta alegre orgía de comunicación entre nómadas híbridos y posmodernos descrita por Negri-Hardt, no parece vivir en el mismo planeta. Estamos sobre la misma Tierra que los afganos (y que los somalíes, los chechenos, los haitianos): es esta complejidad lo que el Imperio -el concepto- no logra abarcar enteramente, y lo que el Imperio -su encarnación más convincente, la base de poder americano- no logra dominar del todo.
La noción de multitud
1. Definición
“La otra cabeza del águila imperial [con el Imperio] es la multitud plural de las subjetividades productivas y creadoras de la globalización”. Imperio, p.92
“La multitud es la fuerza productiva real de nuestro mundo social, mientras que el Imperio es un simple aparato de encarcelamiento que no vive más que de la vitalidad de la multitud -es decir, parafraseando a Marx, un régimen vampiro de trabajo muerto acumulado que no sobrevive más que chupando la sangre del trabajo vivo”. idem, p.94
2.Fuerza de la noción
En Génova, durante las manifestaciones o durante las pausas, cuando uno miraba a su alrededor, se podía sentir que el termino “multitudes”, en plural, era el mejor para describir aquello en lo que estábamos inmersos como parte activa. La noción evoca la de masa, el carácter masivo: los cientos de miles de manifestantes, los cientos de millones de seres humanos cuya cooperación en red produce las riquezas sociales y que podrían producirlas de otra manera distinta, fuera del sometimiento a la lógica capitalista. La noción contiene también la idea del carácter múltiple: la multiplicidad de las prácticas, las de los campesinos sin tierra de Brasil, los partidarios de la anulación de la deuda, los militantes de la lucha contra el sida, los que se oponen a los organismos genéticamente modificados, los defensores de la libre circulación y la abolición de las fronteras, los violentos, los no violentos, prácticas singulares, no homogeneizadas, cuya radicalidad no se mide por la grandeza de un dogma, ya fuese radical, y que han entrado en relaciones de cooperación para luchar contra el enemigo último y común que han identificado. Esta noción que ha abandonado decididamente la centralidad de la clase obrera o del “trabajador” se adapta evidentemente mejor a lo que yo valoro como la expresión más potente de las fuerzas de la transfomación social.
En la medida en que se considera que los trabajos de Marx son aún ampliamente utilizables (lo que es mi caso), se verá como un acierto el hecho de que la noción hardtnegrista de multitud se apoya sobre un concepto marxiano central: el de explotación. Partir de la relación de explotación capitalista evita por ejemplo la salida prosituacionista sobre la mercancía, la cual, al impedir ver tras la alienación la explotación capitalista, prohíbe comprender cómo la superación del capitalismo puede nacer de su seno mismo. A partir de esa base, la idea de multitud da cuenta de las características de la era moderna: “el objeto de explotación y de la dominación tiende a no ser ya las actividades especialmente productivas, sino la capacidad universal para producir, es decir la actividad social abstracta y su poder de conjunto. Este trabajo abstracto es una actividad sin lugar, pero que es no obstante muy poderosa. Es el conjunto cooperante de cerebros y de brazos, de espíritu y de cuerpos; es la difusión social y el esfuerzo de la multitud de los trabajadores adaptables y móviles; y es, al mismo tiempo, la energía intelectual y la construcción lingüística y comunicadora de la multitud de los trabajadores intelectuales y afectivos”. Esos desarrollos, digámoslo al pasar, son también el prolongamiento de las teorizaciones marxistas (Grundrisse).
Esta noción da cuenta de la novedad decisiva del nuevo ciclo del desarrollo capitalista: la dominación tendencial del trabajo inmaterial, las potencialidades gigantescas (para el capitalismo pero también para la revolución) de las tecnologías de la comunicación. Sobre este ultimo punto, citaremos, como un ejemplo pertinente, el uso de internet en el movimiento anti-G8 y también el de los móviles que, como miles de manifestantes en Génova, supimos utilizar para volvernos ágiles, para reagruparnos y escapar de la represión.
2. Debilidades de la noción
En la medida en que se apoya toda entera sobre el desarrollo de las técnicas de comunicación, peca de una ausencia de critica de la técnica. Sabemos, sin embargo, que no hay técnica inocente, que una técnica es siempre el producto de unas relaciones sociales determinadas y que está profundamente marcada, orientada por las necesidades de la forma social dominante que la ha producido. Paradójicamente, hay en Hardt-Negri una especie de apología de las fuerzas productivas que trae a la memoria polvorientos recuerdos. Hagamos memoria: era el credo de la izquierda, en los tiempos en los que se pensaba que el desarrollo de las fuerzas productivas, entrando en una contradicción insuperable con las relaciones de producción, traería el advenimiento de la Gran Noche. Eso era antes de se percibiera claramente cómo el desarrollo de las fuerzas productivas amenazaban con pudrir el planeta y descerebrar a sus habitantes antes de que se hubiese realizado el comunismo. El uso subversivo de las técnicas de comunicación no debe impedir la elaboración de su critica. Por poner un ejemplo, quien ha hecho alguna vez un uso amoroso del móvil o el correo electrónico sabe a qué grados de histerización/simplificación de las relaciones puede conducir.
La noción de multitud tiene también el defecto de hacer desaparecer la lucha de clases del horizonte crítico. Me parece, sin embargo, que las clases sociales existen todavía y que sus contradicciones forman parte del movimiento hacia una superación del capitalismo. Por otro lado, que la centralidad obrera sea puesta en duda parece indispensable. Esto no hace desaparecer sin embargo la industria, incluida la industria pesada. Lo que ocurre en una fabrica sur-coreana sigue siendo al menos igual de importante que lo que se intercambia entre dos flexibles y nómadas usuarios de ordenador. Según nuestros corresponsales en la extrema-izquierda que gustan todavía de repartir panfletos a la salida de las fabricas (aún existen), ahí se dan luchas no desprovistas de interés para el porvenir del mundo. Tomo nota de que se han introducido recientemente felices novedades en las formas de lucha. Por ejemplo, los obreros amenazados con el despido, en vez de ocupar pasivamente los locales destinados de todas formas al abandono o a la fosilización, tienen tendencia, últimamente, a no respetar sus instrumentos de trabajo y a prenderles directamente fuego. Saludemos también con mil hurras la iniciativa de los obreros de Bata que invadieron en París dos tiendas de la marca y distribuyeron las mercancías a los paseantes. ¿Qué pasaría si los obreros de las cadenas de montaje de Saint Etienne o Renault les imitasen? ¿Qué hubiera pasado si los obreros de la fábrica de relojes Lip, en lugar de encerrarse, hace ya casi treinta años, en la autogestión de la miseria capitalista, hubiesen precedido a los trabajadores de Bata sobre el terreno e la redistribución salvaje de las riquezas?
Para volver a nuestros austeros autores, sus teorizaciones sobre la multitud rozan a veces, en mi opinión, el delirio, cuando avanzan sobre el terreno de la “hibridación” y de la apología de los “nuevos bárbaros” cuya transformación corporal exigiría reconocer “que no hay fronteras fijas y necesarias entre el hombre y el animal, el hombre y la maquina, el macho y la hembra” o cuando se lanzan a una teoría de la “república”, reemplazada in fine por la del “posse”.
Conclusión de una incursión teórica: el hardtnegrismo, mi modo de empleo
Habiendo reconocido la novedad de la aportación y sus límites, utilizaré las nociones presentadas por H&N cuando me sean útiles, sin dejarme encerrar ni en un sistema pretendidamente coherente, ni en una vulgata. El concepto de Imperio aguanta la confrontación con lo real pero la noción de imperialismo siempre será útil para describir fases concretas de su historia. Podemos, sin embargo, abandonar la rémora nauseabunda del anti-imperialismo a los soberanistas.
Sin retomar sistemáticamente el termino, hay que seguir sobre las pistas abiertas por la idea de multitudes, que representa el esfuerzo de articular juntas una serie de luchas.
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Traducción: Universidad Nómada y Molotov
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