La Oficina 2004 ya se ha abierto y su apertura ha sido un "desastre esplendoroso". No nació con vocación de eternidad, pero el destierro en el momento mismo de nacer nos ha convertido en nómadas para los que el horizonte nunca es el mismo. 2000 personas protegieron nuestra entrada en Avinyó 15, pero en realidad somos incontables, las nuestras son unas de entre la infinitud de expresiones posibles de la rabia y el asco. Somos una expresión de "lo insumiso", una más entre los diferentes e innumerables rostros de lo que llaman el "movimiento okupa". La Oficina 2004 sigue con el desafío que planteó el 21 de Marzo en ese paradigmático ejemplo de la codicia insaciable de nuestros políticos que se esconde tras la fachada de Avinyó 15. La Oficina 2004 nació demasiado cerca de los símbolos del poder de Catalunya y Barcelona. El poder no necesita hoy, para ejercerse con toda impunidad, ninguna clase de legitimación ni necesita dar explicaciones de su arbitrariedad, pero en el centro, en el corazón de Barcelona todavía funciona una parafernalia simbólica que consideran inviolable. Ni las celebraciones de los triunfos del Barça , ni la legión de domésticos turistas podrían soportar la carcajada indolente de los okupas desde Avinyó 15. Es un desafío a todo el bagaje conceptual que está poniendo en marcha el nuevo proyecto de uniformización cultural que quieren proclamar "fiesta de la diversidad". Un desafío a los hipócritas contenidos ideológicos del foro. Dicen tolerancia, ya sabemos que tolerar es una palabra del poder, nunca ha sido nuestra, para que haya tolerancia ha de haber un tolerador y un tolerado, la tolerancia nos mira desde arriba y ya sabemos que cuando el poder es poder matar, la tolerancia es perdonar la vida. Cuando la policía entró en Avinyó 15, la primera ubicación de la Oficina 2004, nos perdonó la vida; inauguró el nuevo rostro de tolerancia con los okupas, inauguró la despenalización de hecho. ”Si no presentan violencia les dejaremos marchar, identifíquense y recojan sus pertenencias”- nos pusimos el carnet en la boca. ¿Qué hacemos frente a más de 50 policías armados hasta los dientes en una contundente muestra de su tolerancia. Nos dejaron vivos, después fueron los periodistas a terminar la tarea presentándonos como jóvenes traviesos y contumaces sin ninguna alusión al manifiesto ni a los proyectos de jornadas contra el trabajo con presencia de parados franceses. Quieren vaciar de contenido político nuestra irrepresentable fuerza que no es contumaz sino irreductible. Nos perdonan la vida pero quieren matar la diferencia que en nosotros se expresa. Esta es la diversidad cultural que preparan en el foro 2004, este es el diálogo del que van a presumir, pero les ha salido un forúnculo que contiene dentro los gusanos de una vida insatisfecha. La Oficina 2004 tiene ya hoy más presencia en la calle que su forum. Hoy el forúnculo supura por todos los rincones de un territorio en que los codiciosos nos quieren condenar a vivir. Volveremos al centro. La especulación es un problema grave, es verdad, y la Oficina 2004 ya lo ha denunciado eligiendo precisamente uno de sus quistes en Avinyó 15, allí nos encontramos con unos cientos de millones enterrados en el 92. Más de 6 años llevaban todas aquellas estructuras de hormigón , aquellos lavabos sin estrenar mejor dotados que la mayoría de los de las viviendas del casco antiguo, las magníficas escaleras, la fascinante escalera de caracol que ascendía por el lucernario interior, las potentes calderas de calefacción oxidándose antes de ponerse en marcha; en fin, un montón de millones del erario público enterrados, un capital muerto del que los tolerantes nos han impedido reapropiarnos. Avinyó 15 es de todos, pero la especulación
no es el problema central. La soledad es el verdadero problema; la precariedad
laboral es sólo una de las formas de la soledad a la que nos tienen
condenados. Tanto dentro como fuera del mercado de trabajo (desde fuera
porque el ejército industrial de reserva está hoy compitiendo
para alcanzar cada vez más altas cotas de inútil preparación)
la soledad y el miedo son la verdadera condena, los salarios de mierda
y las distintas humillaciones a que nos someten en el trabajo sólo
son dispositivos para arrebatarnos toda posibilidad de sociabilidad, convirtiéndonos
a todos en competidores de todos y así desangrarnos la voz y dejarnos
dentro del consenso blableándo las conceptualizaciones del único
pensamiento, de ese pensamiento que ve el mercado como “lo natural” y la
propiedad una cualidad genética irrenunciable; pero nuestro forúnculo
está manchando con la pus de una diferencia insumisa el decorado
cultural de está fábrica de tristeza apelando a la insatisfacción
de las gentes que como nosotros no quieren reír a la fuerza.
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