Lo que me tocaba a mí era hacer una breve introducción conceptual a la
autonomía obrera. En un primer momento pensé empezar por los Cuaderni
Rossi italianos, pasar por Pansieri, Tronti, y desarrollar todos los
conceptos; y luego me dí cuenta de que en el dossier que hemos sacado ya
había bastante desarrollo de estos conceptos, incluso había un glosario.
Además se hubiera convertido en una especie de clase académica y,
además, era totalmente falso. Totalmente falso porque depués de lo que
se ha dicho de las tendencias autónomas en el estado espaņol, el papel
de la aportación teórica hay que situarlo en su debido lugar. Entonces,
lo que he preferido es, no explicar mi vida, pero sí un trocito. Me
parecía que era más lógico esto que no sacarme de la manga un montaje
teórico que no existió en aquella época.
Yo estaba en la universidad estudiando químicas y, como tanta gente,
estaba en el laboratorio y veía pasar a la policía pegando a la gente y se te
hacía insoportable. Por lo menos a algunos se nos hacía insoportable y
entonces ibas faltando más al laboratorio cada día porque era una
situación en la que si tenías un mínimo de vida, no de espíritu crítico,
de aspiración a la vida, pues no lo soportabas. Lo que pasa es que en la
universidad sólo había el partido comunista, aquí en su versión PSUC, y
escisiones izquierdistas. Lo hegemónico en la universidad era lo que se
llamaba el marxismo-leninismo o el leninismo a secas, que es una
concepción de la organización basada en un partido dirigente. Es decir,
el partido tiene la verdad, el partido es el dirigente que va marcando,
incluso que da la conciencia a los trabajadores. Esto implicaba un modo
de entender la práctica política que, en el fondo, igualaba a los
partidos. Uno estaba por la república, otro por la república socialista;
pero en el fondo las formas de hacer política eran muy parecidas, se
basaban en esa especie de dirigismo. Y en el fondo es lógico que en la
universidad sólo hubiera marxismo-leninismo porque el marxismo-leninismo
da un papel central y relevante al intelectual, porque es lo que le
permite realmente ocupar un papel central, en tanto que portador de un
saber que no tiene la clase trabajadora. Detrás de estos diferentes
grupos había el mito de la clase obrera y cada uno de estos grupos tenía
un obrero, dos obreros, y los paseaban, los traían a la universidad, los
enseņaban, y así iba la cosa, y así conocías a un obrero. Todos sabíamos
que detrás de tal partido estaba tal o cual profesor, que ahora está en
el parlamento. Y estar en el PSUC era lo que tocaba en cierto modo si
eras un poco despierto y si ya tenías perspectivas de futuro, por lo
menos en una etapa.
Entonces, un día vino José Antonio Díaz, que era uno de los fundadores
de CCOO en Barcelona, que había estado en el FOP, y que luego fundó los
GOA, los grupos obreros autónomos, y dio una charla en la universidad.
Yo y más gente, por primera vez, vimos algo que nos pareció totalmente
fuera de lugar. Lo único que dijo, pensándolo en perspectiva, era esto:
que la emancipación de los trabajadores debe ser obra de los
trabajadores mismos; sólo dijo esto, pero para nosotros fue una especie
de revelación. Había una parte del movimiento obrero que no era
marxista-leninista, que no sabíamos de dónde salía, y que decía que la
emancipación era autoemancipación. No era una forma de decirlo en el
aire, sino que había ido acompaņado una lucha, la Harry Walker, que
fue de las más largas, y asamblearia, y había toda una experiencia
detrás.
Yo y más gente empezamos a descubrir que, más allá de este trabajador
líder que nos mostraban los diferentes partidos políticos, había un
movimiento autónomo. Entonces empezamos a ver lo que cada vez sería más
evidente: que la práctica autónoma de los trabajadores, es decir, la
capacidad de autoorganizarse, la capacidad de criticar la explotación
capitalista, iba muy por delante de la teoría. Es decir, no se entiende
nada de toda la transición y todo lo que ha pasado aquí si se busca en
la teoría. Aquí lo que había era una riqueza de experiencias, una
riqueza de contrapoder extraordinario, y la teoría iba ligada a esas
experiencias.
Y la teoría se resumía en una palabra: la organización
autónoma de clase. Todos pensábamos, intentábamos defender, intentábamos
construir algo llamado la organización autónoma de clase.
La organización autónoma de clase eran las asambleas, los delegados, los
comités de apoyo. No era un invento que nos sacábamos de la manga. Pero
esta organización autónoma de la clase ya se veía que no quería ser un
sindicato, que no separaba lo político de lo económico, que no admitía
una dirección externa. Y entonces, la teoría se fue construyendo sobre
esta necesidad de cómo construir esa organización. Entonces se empezó a
traducir libros de Korchs, de Panekoe, de Lukacs, de los situacionistas,
un poco para dar elementos a esta tendencia difusa para hacer frente,
por una lado, al estado, a la dictadura, y por otro lado a la tendencia
hegemónica marxista-leninista.
Evidentemente, la organización autónoma de clase se inscribía dentro de
una crítica de la política, que podía ser más o menos radical, crítica
del estado, crítica del estado asalariado, y en la perspectiva de una
sociedad alternativa basada en los consejos obreros, en la autogestión o
en el comunismo. Pero aquí se planteaba un poco el problema. Lo que
sucedía era que las diferentes tendencias autónomas que defendían lo que
llamábamos la organización autónoma de clase, se daban cuenta que, una
vez terminados los conflictos, la organización autónoma de clase tan
querida se diluía, desaparecía. Y no se sabía muy bien cómo mantenerla.
Por otro lado, hacía falta que alguien impulsara esta organización
autónoma de clase. Es decir, se planteaban dos problemas: cómo evitar
que se burocratizara la organización autónoma, es decir, la asamblea,
los delegados, etc; y, por el otro lado, cómo debía actuar una
organización de militantes que impulsaba la democracia directa, la
asamblea, etc, sin convertirse en un partido político que dirigía...
...La teoría se construía sobre la marcha y siempre en función de la
voluntad de asentar la organización, la organización era lo central,
pensar la organización. Y, además, la teoría que produjimos fue muy
formalista, visto desde ahora, se quedó en esto, en la cuestión de la
organización y, además, concebía el capitalismo más como un modo de
gestión que como un modo de producción. En el dossier hay un escrito de
los compaņeros de Etcétera que está muy bien en este aspecto.
La influencia italiana, más que nada, fue un choque cultural. Porque
cuando unos cuantos fuimos a Italia nos dimos cuenta de que los
autónomos, en Italia, eran profesores de universidad y aquí no había un
solo profesor de universidad autónomo o nada que se le pareciera, eran
gente con dinero, era otro estatus. Y el movimiento autónomo, aquí
éramos unos tirados. Eso fue una especie de choque y, más allá de esto,
lo que se puede decir es que, realmente en Italia sí hubo una
elaboración teórica por toda la tradición marxista que hay mucho más
fuerte. En concreto, dos puntos me gustaría destacar. Uno, la idea de
que la clase obrera tiene una primacía ontológica y política en la
relación capital-trabajo, es decir, que el desarrollo de la clase obrera
es lo que determina el desarrollo del capital, este punto que introdujo
la autonomía obrera italiana me parece que es esencial. Y el otro punto
es que no se puede hablar en términos de una clase obrera invariable, de
aquí la idea de composición de clase, composición técnica, etc. La
influencia del pensamiento italiano se intentó introducir aquí por mucha
gente: la revista Lucha y Teoría, Indolencia, etc. Lo que pasa es que yo
creo que ya no llegó a influir de ninguna manera en cómo plantear la
cuestión organizativa de un modo práctico. Lo que sí que es cierto es
que la autonomía obrera italiana nos dio elementos para comprender un
poco qué es la famosa transición política espaņola que se ha vendido a
todo el mundo, a Polonia, a Chile: no es nada más y nada menos que el
uso de la lucha obrera por parte del capital para autoimponerse la
reforma política, es pura y simplemente la convergencia del reformismo
del capital y el reformismo obrero contra la autonomía obrera, esto es
la transición.
Me gustaría leer unas palabras de Jesús que en el 88 sacásteis en
"Todos a Una": "Asistimos pues, a la derrota más grande sufrida por el
movimiento obrero desde la guerra civil de 1936". Para mí es un poco
así. Falta ahora ver si esta derrota obrera supone un desplazamiento, un
cambio de paradigma. Pero esto ya lo aportaremos maņana.
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