Dinero gratis

La realidad es construida mediante la moneda, porque la monetarización generalizada ha subsumido todos los ámbitos de la vida. Nuestra experimentación del mundo, nuestra forma de establecer relaciones sociales... todo es mediado crecientemente por el dinero. El orden monetario se afianza así gracias a la violencia de la propia moneda. Antes se recuperaban mediante la inflación los aumentos salariales que los trabajadores arrancaban. Ahora la economía-casino parece producir y reproducir sola las ganancias del capital. Pero, a pesar de que el trabajo no ocupe una posición central, todo sigue pasando por el intercambio mercantil, por la relación monetaria como comprueban día a día los excluidos, los precarios que somos ya todos. A la violencia de la moneda, que significa exclusión y obligación al trabajo, sólo se le puede oponer otra violencia. Una violencia capaz de desarticularla en tanto que código. El dinero funciona como código, es decir, como un juego de diferencias: tener dinero/no tener dinero. El código es lo que organiza la realidad dándole su coherencia interna, permitiendo que funcione. La violencia que hace saltar este código únicamente puede ser: dinero gratis.
El dinero gratis no puede ser reconducido por la diferencia que instituye el código y por eso lo hace saltar. Dinero gratis es un grito que nada puede acallar. Pero no hay que confundirlo con una reivindicación. Cuando el dinero lo ha llenado todo porque poco a poco ha alcanzado los más recónditos territorios, no tiene sentido buscar un afuera libre no contaminado. Precisamente su propia omnipotencia es lo que debe girarse en su contra. La paradoja que lo arrincona no es pedir dinero gratis sino darnos dinero. Nos damos dinero gratis cada vez que utilizamos el dinero con una lógica que no es la del capital, cuando expropiamos las mercancías que deseamos, cuando conseguimos la gratuidad de los transportes... Nos damos dinero a nosotros mismos cuando imponemos el dinero gratis. Esta es la diferencia clave respecto a la renta incondicional, que siempre nos será dada, que deberá negociarse, que deberá fijarse en su cuantía por especialistas. El dinero gratis no se argumenta aunque, evidentemente, nosotros sabemos de sobras que llevamos siglos trabajando, poniendo nuestra fuerza e inteligencia al servicio de este modo de producción, y que ya sería posible conceder alguna forma de renta ligada al mero hecho de existir. El dinero gratis no juega con este posibilismo. No se trata de pedir lo imposible para conseguir lo posible. El dinero gratis se inscribe dentro de una estrategia de objetivos como uno de sus puntos esenciales. Por un lado, es una paradoja que erosiona el sentido común sobre el cual se asienta la economía y, en general, el sistema todo. Por otro lado, es una práctica que puede ser impulsada y generalizada. El dinero gratis debe convertirse en un grito de guerra.

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