Lo que depende de nosotros...
Frente al terror, frente a la guerra que este convocaba por su
provocación y que no ha tardado en llegar, ¿por qué hablar de Génova y del
movimiento nacido en Seattle? ¿No resulta ya fútil? ¿No es más sencillo
desfilar contra la guerra, contra el imperialismo americano, sacar de
nuevo los viejos disfraces de los movimientos contra la paz? ¿O, como
hacen otros, esperar a que termine el desagradable trabajo de
instalación de la modernidad frente a un Islam del que la cristiandad no
estaba tan distante hace dos o tres siglos?
Tal vez haya que recordar la distinción estoica entre las cosas que
dependen de nosotros y aquellas que no.
Sobre aquellas que no dependen de nosotros, mantengamos una mirada
desconfiada, en suma, mantengámos a distancia o en guardia, como se
quiera. El terror y la guerra no dependen de nosotros. Algunas protestas
y denuncias fingen creer que tienen voz en esta historia, más en las
democracias occidentales que entre los talibanes, en virtud de la
«opinión pública». Es preciso que abandonemos esas ilusiones para
concentrarnos precisamente en las otras cosas, en aquellas que dependen
de nosotros.
La naturaleza de los movimientos que encaminen la globalización en una
dirección que no quieren ni G. W. Bush ni O. Bin Laden, depende de
nosotros. Se trata del espacio político que tenemos ante nosotros. En
función de lo que hayamos sabido hacer con éste, el terror y la guerra
serán eficaces, peligrosos o carecerán de fuerza. Con independencia de
sus rúbricas, éste número de Multitudes es una invitación, bajo
distintas formas, desde distintos puntos de vista, a pensar lo que nos
ocurre, desde el interior, sin sobredeterminación del exterior. Pensar
sin chantaje y pensar en los extremos.
Dos consideraciones en esta dirección para introducir el manifiesto
firmado casi en las cuatro esquinas del mundo. En el intercambio de
puntos de vista que llevamos a cabo para la redacción del texto en
Munich, se evocaron dos ideas que en él no aparecen por falta de
espacio. Vale la pena recordarlas: La primera atañe a la revancha de lo
político sobre el mundo de los negocios, que esperaba poder administrar
directamente los asuntos mundiales sin tener que recurrir a la mediación
de los políticos, del juego institucional. Desde las filas de nuestros
«republicanos» algunos entonan el canto de la victoria. Que anden
atentos: si la política continúa al servicio de la vieja estrategia
nacional y de los viejos contenidos pre-globalización, su triunfo no
durará gran cosa. La segunda atañe al antiamericanismo europeo: quienes
han redactado el primer bosquejo de este llamamiento aman a América, la
de la estatua de la Libertad a la entrada del puerto de Nueva York (no
precisamente el World Trade Center), la que tiende los brazos a los
réprobos de todo el mundo que huyen de las persecuciones, de la opresión
económica. Aman la apertura que se manifiesta en la «Ciudad global».
Saben todo lo que la nueva cultura de Internet debe a la cultura
estadounidense de los campus universitarios. En cambio, no aman a
América cuando se pone a remedar a las viejas potencias europeas del
colonialismo, de la opresión de las minorías, de la guerra.
Yann Moulier Boutang
4 de noviembre de 2001 (Esta introducción al manifiesto ha sido publicada en la revista Multitudes)
Declaración del «Volksbad» de Munich
«Haced mundos, no guerras»
Nos dimos cita en el «Make-world Festival; Border=Ø, Location=Yes» en
Múnich, durante los días 18-21 de octubre de 2001. Los participantes provenían de
diferentes partes del mundo: Australia, India, Bangladesh, Corea,
Sudáfrica, Estados Unidos, México y todos los países de Europa, desde
Finlandia a Italia y desde España a Estonia. Estamos vinculados al
activismo en los media, a las luchas de los inmigrantes, a los
movimientos contra la globalización capitalista, a las nuevas formas de
protesta social, al net art y a los experimentos artísticos.
En los últimos años hemos visto muchos cambios: los managers, los
inmigrantes y los movimientos sociales están que no paran. Las fronteras
se han desplazado, se han desdoblado, moviéndose desde el exterior hacia
el interior. Las nuevas tecnologías se han democratizado y a cambio han
democratizado la sociedad desde abajo.
Por más que la ideología neoliberal prometiera paz, riqueza y seguridad,
la paz nunca ha sido mundial, el bienestar nunca ha sido para todos y la
seguridad siempre ha sido una engañifa. Moviéndose desde Seattle a
Génova, todo tipo de energías productivas, de protestas creativas y de
activismo contra la ideología neoliberal se han extendido de muy
diversas formas, consiguiendo el apoyo de un amplio espectro social en
distintos ámbitos.
Durante las últimas semanas nos han dicho que tras el 11 de septiembre
todo ha cambiado. Hemos luchado tantos años contra las mentiras
neoliberales que no derramaremos una sola lágrima sobre uno de los
sistemas más arrogantes y vicarios que ha sufrido la humanidad. Pero en
realidad nada ha cambiado. Nos enfrentamos a un grave peligro: este
movimiento de movimientos se ve amenazado con una vuelta a la protesta
marginal y moral bajo un inmenso desafío de terror. A la apertura de los
movimientos se contrapone el vacío de la respuesta pánica.
El terror no debe gobernar la mente social, la paranoia no debe ser
interiorizada. Necesitamos más libertad, no menos. Los fanáticos
religiosos han declarado la guerra santa contra la humanidad porque
tienen miedo de la libertad, de la amistad, del sexo y del amor. Los
fanáticos económicos reaccionan con las mismas armas: bombardeos y
terror, porque les llega el olor de la recesión económica y temen el fin
de la dictadura capitalista. De este modo, los fanáticos religiosos y
económicos, conjuntamente, están haciendo del mundo un lugar infernal en
el que todo el mundo es enemigo de todo el mundo y el Terror regula toda
relación social.
El poder ya no puede controlar la complejidad de la sociedad en red, por
ello los detentores del poder son presa del pánico. No debemos dejarnos
llevar por su pánico. La sociedad en red, la sociedad basada en la
cooperación social sin mando, es nuestra creación y nuestro entorno. En
nuestro entorno no necesitamos control, no necesitamos seguridad.
Necesitamos libertad y amistad.
¿Los fanáticos quieren la guerra? ¡Que la tengan, y que se destruyan
mutuamente! Pero, por favor, que no nos pidan a los seres humanos que
participen en esta película. Quieren que combatamos en su guerra santa,
pero no lo haremos. Transformaremos la guerra global del fanatismo en
una secesión global de las fuerzas productivas inteligentes, de la
creatividad y el amor. Desarrollaremos una sociedad en red sin
fronteras.
No estamos a favor de la guerra, pero tampoco estamos contra la guerra.
Más que nunca, tenemos que organizar las luchas fuera de la guerra,
fuera del pánico organizado. En estos tiempos el envite pasa por más
comunicación, por más mezcla e hibridación cultural, por más ciudades.
No necesitamos una war economy sino una net economy.
Hacemos un llamamiento a la gente para que se reúna, se una, se conecte.
Llamamos a la constitución de foros sociales, a la autoorganización
fuera de la locura del capitalismo extremo y de los clones
fundamentalistas. Necesitamos más autonomía, más democracia y menos
capitalismo y leyes de mercado en todo el mundo. No necesitamos
fronteras ni movilizaciones forzosas: necesitamos el confín abierto de
un proyecto común.
Paralelamente a la militarización de la psique global se despliega una
gran batalla en torno a las cuestiones de la propiedad intelectual, de
las patentes, de los copyrights y los biorights, sobre el genoma así
como sobre las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Se trata
de una batalla por los códigos informáticos abiertos, por el software y
el intercambio libres, por el derecho a la intimidad y la criptografía,
por las redes telemáticas de igual a igual, así como por la
regularización, por las ciudadanías flexibles, por los salarios de
subsistencia, por los derechos laborales, por los papeles y por una
renta garantizada para todos y todas. De nada sirven los derechos
inmateriales sin los derechos materiales y viceversa. La batalla por el
acceso para todos debe extenderse tanto a la libertad de movimiento como
a la libertad de información. Estos son los nuevos confines de nuestras
libertades, ésta es la esperanza de transformación del mundo entero; es,
además, la tarea principal. ¡Haz el mundo, no la guerra!
[El texto ha sido redactado por: Florian Schneider (Múnich), Yann
Moulier Boutang (París), Geert Lovink (Sydney), A.F.R.I.K.A. Gruppe
(Alemania), Franco Berardi Bifo (Bolonia), Alain Kessi (Sofía), Valery
Rey Alzaga (Denver), Kimi Lee (Los Angeles), Trabajo Zero (Madrid)].
Firmado por: Roberto Bui (Bologna), Aris Papatheodorou (Paris), Saskia Sassen
(Chicago), Helmut Weiss (Dortmund), Giuseppe Cocco (Rio de Janeiro),
François Matheron (Paris), Gianfranco Morosato (Verona), Sandro
Mezzadra (Genoa), Eric Alliez (Vienna), Sandro Chignola (Verona), Jon
Solomon (Taiwan), Emmanuel Videcoq (Paris), Franco Barchiesi
(Johannesburg), Alisa del Ré (Pavia), Yoshihiko Ichida (Osaka), Pascal
Houba (Brussels), Jùlio Béjar (Vigo), Brian Holmes (London), Daniel G.
Andùjar (Valencia), Juan Pedro García del Campo (Madrid), Abdul-karim
Mustapha (Duke, USA), César Altamira (Buenos-Aires), Laurent Berthelot
(Nantes), Richard Barbrook (London), Christian Brutsch (Zurich), Mikhaël
Elbaz (Montreal), Charles Wolfe (Boston), Lucia Lucchesi (Italy), Gianni
Cascone (Italy), Simona Bentivogli (Italy), Franco Cascone (Italy),
Annarosa Apirani (Italy), Andrea Fumagalli (Pavia), Andrea Cusatelli,
Emanuele Pistola (Cyberzone).
Más
información en http://www.make-world.org y
http://www.muffathalle.de/make-world.
Traducción castellana a cargo de compañeros de la Universidad Nomada
$Date: 2001/11/26 03:07:40
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