"ACS"

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E-mail: kurruche@sindominio.net

Título artículo: Ecuador: Crítica al levantamiento indígena en febrero-Primera parte

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Lee, escucha nuestra palabra y después critícala (en el significado más amplio que este término pueda tener).

El mundo moderno es todo menos feliz, pero puede presumir llamándolo "consenso", de un éxito innegable: al parecer ha conseguido poner de acuerdo,
en una especie de armonía hasta hoy poco perturbada, a los poderosos que dictan cómo ha de ser la vida y a los pobres ya sin idea de lo que ésta podría
llegar a ser. En su interés de resucitar al indigenado en forma de sujeto político pro-progreso-económico, oportunistas kichuaparlantes plegados al "consenso"
hablan desde su formación universitaria, desde su pensamiento moderno en nombre de todos los indios (hace poco, potenciales revolucionarios
anti-mundialización) quienes por su influencia, por la injerencia solidaria de los trabajadores sociales y de las empresas turísticas ya casi no pueden imaginar lo que
su vida podría ser fuera de la felicidad del consumo. El levantamiento indígena comenzó a perder desde su mentalización a favor del trabajo económicamente
remunerado, de la utilización incontrolable del combustible contaminante y alimentador del irracional desarrollo económico que perjudica directamente a las
comunidades indígenas; del canje, consensuado con los acreedores, de la deuda externa por inversión social y por compensación por la deuda ecológica; del
mantenimiento de los impuestos que cobra el Estado, que existe a nuestra costa por ese mismo "consenso"...

EL TUMULTO INDÍGENA Y CAMPESINO EN EL ECUADOR DEL 21 DE ENERO AL 7 DE FEBRERO DEL 2001

La planificación inicial del movimiento indígena fue como la de la "Marcha del Triunfo" con la que este se disolvió formalmente en Quito: el proyecto de dar una
vuelta enorme siempre con el fin de llegar a un lugar ubicado a solo 6 cuadras de distancia del punto de partida (el parque "El arbolito", en el caso de la marcha, y la
derogatoria de las medidas económicas adoptadas por el gobierno en diciembre del 2000, en el caso del levantamiento). La cínicamente llamada "Marcha del
Triunfo" (ironías de la derrota), consistió en la exhibición, por algunas calles de Quito, de un atinado resumen de lo que fue todo el movimiento: con la ayuda de una
hueste de coidearios a su servicio, la marcha fue presidida por Antonio Vargas, Ricardo Ulcuango, Pedro De la Cruz, Marco Murillo y otros dirigentes menos
famosos, todos con cara y ademanes de mente en blanco, que caminaban con los brazos enganchados para evitar que las serenas masas se les adelantaran, más por
descuido que por furor. Delante de estos, iba soplando una caracola el shamán que hizo publicidad permanente de los rituales indígenas durante la ocupación de la
Universidad Politécnica Salesiana de Quito (UPS), que tuvieron muy buena acogida entre la juventud indigenista; maravillosa puesta en escena del elenco del triunfo
montada para los periodistas. De tramo en tramo, se podía ver a los groseros agitadores a sueldo o espontáneos que instaban a la multitud a gritar consignas del tipo
"¡el pueblo (o el indio) unido jamás será vencido!" o "¡movimiento indígena, pan para todos!" o "¡Estado de Emergencia ja, ja, ja, ja, ja!", a pesar de los cuales la
masa andaba con los ánimos por el suelo, no se sabe si por aguantar las terribles condiciones que tuvieron en la UPS, por mantener tanto tiempo inactivos los
cuerpos de recios trabajadores de la tierra o por haber descubierto que con los acuerdos no se ganó absolutamente nada. También participaron los jóvenes
indigenistas que según parece, se sentían menos derrotados que los "protagonistas", pues vieron en el levantamiento "un avance en este largo proceso de
emancipación" (eso los muchachos que vieron algo, pues la mayor parte planeaba una fiesta para cuando acabara la cosa); estos fueron los más iracundos
marchantes a la hora de gritar en la cara de los burócratas del Ministerio de Economía y Finanzas y de los miembros de los cuerpos represivos que sitiaban el
Congreso Nacional "¡ahí están, esos son los que roban la Nación!". Al final, después de los discursos triunfales de los dirigentes que sostenían, a pesar de las
evidencias, que se había triunfado y del minuto de silencio por los asesinados (que según Hugo Unda, Ministro de Defensa, corren a cargo de la Sociedad que es
quien en última instancia arma a los bien llamados "asesinos del pueblo"), los indios se encaminaron de regreso a sus casas y los demás nos retiramos a descansar.

Podría parecer que está de más decir que al día siguiente de la vuelta al trabajo, no había nada que indicase que algo había realmente ocurrido. Un viajero
que volviese después de un par de semanas de ausencia nada hubiera sospechado de tan vasta revuelta apenas extinguida, pero la verdad es que nadie ha
comentado que el movimiento no ha dejado mella ni en la memoria ni en el ánimo de los participantes, muy seguramente, la cantidad de verdades evidentes
emanadas de la movilización no fueron percibidas por la numerosa población de protagonistas y de accesorios de las reivindicaciones ajenas. La falsa conciencia
aparece tan intacta como el propio Estado, bajo la enorme fatalidad del mundo tal como es.

Desenlace evidente para cualquiera que se haya detenido a observar el transcurso del levantamiento:

El poder estatal aprovechó la cretina fraternidad navideña para subir el precio de los combustibles (gasolina, diesel y gas de uso doméstico) y para ceder a la
petición de los transportistas de subir las tarifas de transporte urbano e inter-parroquial y provincial. Momento acertado que solo causó quejas por el acaparamiento
del gas de uso doméstico por parte de los distribuidores, en espera de que llegara el día de cobrar el doble por el producto, estorbando la planificación de la cena
navideña de la familia ecuatoriana; además de esporádicas manifestaciones citadinas.

Así, pasamos felices y laboriosos hasta el 21 de enero del 2000, día "glorioso" en que se conmemora el esterilizante, mal llamado revolucionario, alzamiento (sobre el
que no se ha publicado ni una sola crítica que sirva para algo) que destituyó a Mahuad (miserable chivo expiatorio), dejando en su lugar al subnormal de Noboa que
continuó al pie de la letra el programa de aquel, pero sin el "rechazo" popular (desahogado la noche del 21). Aquella magra revuelta en la que los crédulos Lucio
Gutiérrez (imbécil probado, condición que nadie, esperamos que ni los participantes al Foro de Sao Paulo al que asistió como ponente, puede negar), Antonio
Vargas, Carlos Solórzano y demás líderes participantes fueron "traicionados inesperadamente" por Carlos Mendoza, quien sacrificó la Junta de Salvación Nacional,
según él mismo aclaró al público, en respuesta a la solicitud que le hacían al militarote sus tiernos hijos. Harina de este costal de deshago y de desvío permanente del
descontento de los ecuatorianos.

Este 21 de enero, en "El arbolito" se presentaron Antonio Vargas (presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE), Lucio
Gutiérrez (Líder de la Sociedad Patriótica 21 de Enero), Napoleón Saltos (de la Coordinadora de Movimientos Sociales), Luis Villacís (presidente del Frente
Popular, FP) y Terán (del Frente Unitario de Trabajadores, FUT), en un supuesto acto de amenaza al poder, que terminó con un instructivo "festival artístico". Así,
con la dulce evocación de la Revolución que, "por un pelito", no fue, la dirigencia indígena preparaba otro levantamiento de sus bases (grupo igualmente protagonista
de aquella lucha del 2000, atrapada por las cámaras de la CONAIE y ya a la venta), esta vez con la inflexible exigencia de la supresión del paquetazo de diciembre
del 2000 y la negativa al incremento del IVA, aclarando hasta el cansancio que no pretendían destituir al Gobierno sino rectificar su política. Como diría Ulcuango
"No queremos la salida del presidente porque sale uno y entra otro y es lo mismo, pero queremos que nos escuchen y llegar a acuerdos concretos", dejando bien
claro que ni en sueños pretenden reformar esencialmente el andamiaje que sostiene gobiernos de turno de la oligarquía. Peticiones a las que poco más tarde se
sumaron, entre otros, la CMS, FP y el Parlamento de los Pueblos de Pichincha (PPP) que además exigía la subida de salarios de acuerdo con la inflación y hasta las
cabezas de Hugo Unda (Ministro de Defensa), Juan Marnrique (Ministro de Gobierno), del vicealmirante Saona (Jefe del Comando Conjunto de las Fuerzas
Armadas), de los responsables del derrame de combustible en Galápagos, de Luís Villacís (el gerente de la Agencia de Garantía de Depósitos), de Pablo Terán
(Ministro de Energía y Minas) y de Heinz Moeller (Ministro de Relaciones Exteriores), pasando por el retiro inmediato de la base norteamericana en Manta, la no
participación del Ecuador en el Plan Colombia, la derogatoria del alza de los impuestos prediales en Quito y la supresión del convenio para la construcción del
Oleoducto de Crudos Pesados (OCP), haciendo gala de su revolucionaria incomprensión de la realidad nacional e internacional y del alcance de este movimiento
armado con palos y piedras y sumiso a la dirigencia. Por su parte y por el mismo camino de incomprensión, Blanca Chancoso, de la CONAIE, el 31 de enero exigía
en el Congreso el restablecimiento del sucre, el no involucramiento en el Plan Colombia, la renegociación de la deuda externa para reducir el monto de pago y la
inversión en obras sociales. Por supuesto, también se habló mucho y no se hizo nada en contra del "yugo del Fondo Monetario Internacional y otros organismos que
han arrasado con nuestra soberanía nacional".

Pasaron unos pocos días en que el movimiento indígena pujaba por ser escuchado (sobre todo en la provincia de Cotopaxi), a ratos parecía que se inflaba y a ratos
simplemente no aparecía. Hasta que el día 27 de enero, en contra de los intentos de la "fuerza pública" por detenerlos, empezaron a llegar a Quito con el objetivo de
tomarse el parque "El arbolito", cosa que impidió la policía montada y de a pie, armada con perros y bombas de gas lacrimógeno. Entonces, el pro-rector de UPS,
Eduardo Delgado, ofreció a los indios el coliseo de esa institución como alojamiento temporal. Allí, empezó a inflarse la masa de este pastel preparado únicamente
para endulzar el té de la política fiscal del Estado para el año 2001. Todo ocurrió en esta ratonera en que prácticamente todos los indios llegados a Quito estaban
recluidos, atestiguando que nada podría ocurrir allí dentro que no fuera sacrificado por la dirigencia o reprimido inevitablemente por las "fuerzas del orden".

La convivencia al interior de la UPS

Se calcula que adentro se agolparon, durante 10 días entre 6000 y 13.000 indios (hombres, mujeres, jóvenes y niños dependientes de sus madres), estudiantes
indigenistas, organizaciones locales (religiosas, barriales, etc.) igualmente simpatizantes del levantamiento, izquierdistas sueltos, también dispuestos a servir de
accesorio del movimiento indígena, muchos periodistas y esporádicamente intelectuales de izquierda mayores y menores y curiosos. En el segundo piso del edificio
principal se reunía la dirigencia indígena [de la CONAIE, de la Federación de Indígenas Evangélicos (FEINE) y de la Federación Nacional de Organizaciones
Campesinas, Indígenas y Negras (FENOCIN), entre otras menores] y representantes de los movimientos sociales [apiñados en la CMS y la Confederación
Nacional Única de Afiliados al Seguro Social Campesino (CONFEUNASSC), entre otras menores] y los estudiantes, encargados de informar "la verdad, en contra
de la manipulación de los amarillistas medios de comunicación", y más tarde se instalaron allí mismo los voluntarios a hacer huelga de hambre como medida de
presión al Estado, que no solo no dialogaba sino que reprimía violentamente a la gente en el interior del país.

Como medida coercitiva, el gobierno ordenó cortar los servicios de agua y teléfono a la Universidad y requisar el alimento y demás enseres que llegaban en calidad
de donaciones ciudadanas tan loables como la del "Programa Mundial de Alimentos de las Naciones Unidas, en Quito, [que] coordinó acciones para entregar agua y
alimentos, como lo hace en todo el mundo, incluso en circunstancia de guerra, pero cuando los camiones estaban listos para trasladar la ayuda humanitaria, ocurrió lo
insólito, el Ministro de Bienestar Social, abogado Raúl Patiño Aroca, llamó personalmente a la responsable del Programa en Quito, para advertirle que se estaba
metiendo en un asunto muy grave, pues en la Universidad Salesiana no había un problema humanitario sino un problema político y que se cuide porque el gobierno
tenía poderosas influencias (Kintto Lucas, Rebelión, 7 de febrero del 2001). Días después, en contra del testimonio que dieran las NNUU, Patiño se declaró, como
servidor de los niños y mujeres más pobres, incapaz de tamaña inhumanidad.

Los indios se mantuvieron con los músculos tensos a la espera de la orden de salir a marchar o a pelear con las fuerzas armadas, adormilados en los pasillos,
jugando o espectando partidos de fútbol o ecuavoley o haciéndose bromas entre ellos; en torno a ollas gigantescas (que administraban diestramente) de las que se
encargaban algunas mujeres. Un par de veces, los indígenas de alguna provincia de la sierra se reunieron en asamblea de kichuahablantes.

El papel más deplorable lo jugaron los estudiantes, que se reunieron en un movimiento de apoyo, que no llegó a ser ni eso estar muy lejos de una comprensión, por
pequeña que fuera, de la realidad indígena del país: el famoso diálogo intercultural no se dio ni en apariencia. Precedidos por unos cuantos representantes arbitrarios,
los estudiantes se dedicaron a callejear en pequeños grupos enarbolando carteles o saltando de bus en bus difundiendo consignas del corte: "no al FMI", "no a la
base en Manta", "no al Plan Colombia", "amo lo que tengo de indio", "la lucha de los indios es nuestra lucha" y otras, que demostraban la incomprensión de las
posibilidades reales que se le estaba dando al movimiento y su incapacidad de desear algo más que lo que se debe desear como Izquierdista socialmente
reconocido, en la hueca e irreflexiva postura de apoyo a "nuestros ancestros que, siendo los verdaderos dueños de esta tierra son tan pobres". En fin, se los vio
inútiles y alentando la aculturación en forma de bienestar monetario y de organización comunitaria según el criterio sociológico occidental.

Impresionante fue la labor desempeñada por la "Comisión estudiantil de Logística" que, en vista de que sus miembros no tenían nada que hacer ni que decir sobre las
condiciones de su vida miserable, se dedicaron a administrar las donaciones que algunos quiteños y organizaciones solidarias hacían a los indígenas. Armaron un
local de atención a los indiecitos donde los estudiantes voluntarios ponían pañales desechables (y así evitaban su acaparamiento por parte de las madres indias),
distribuían jabón y pañales para la noche (marcando afrentosamente las manos de las mujeres que los recibían, para evitar que intentaran exceder la cuota), repartían
leche, galletitas, vitaminas y demás menudencias necesarias para la salud de los niños indios que por primera vez las consumían, además de distribuir ropa usada, que
fue causa de frecuentes broncas. En fin, se reunieron en un cuarto vedado, para demostrar, desde otro ámbito, la absoluta desconfianza que le tienen a la soberanía
indígena que pregonan. El baño masivo de los indiecitos fue igualmente ofensivo y esclarecedor de las contradicciones en que vive la escasa juventud progresista de
Quito.

Otros corrieron a desplegar un cartelón con la silueta de Marcos junto con la transcripción de los principios que dirigen la Rebelión de aquella gente. Lo hicieron
porque gustan de asumir como religión las obras de otros, lo hicieron en un despliegue de su inautenticidad. Vaciaron la propuesta de "mandar obedeciendo"
degradándola a la desgastada consigna de "el pueblo unido jamás será vencido". De más está decir que EZLN no significa nada para los pueblos indios del Ecuador
por lo que la (menos modesta, en comparación con los de Logística) acción "revolucionaria" de ellos, aplaudida solo por ellos, sirvió para demostrarse entre ellos
cuan "comprometidos" son y para, una vez más, demostrarnos a nosotros que no comprenden la realidad de nuestro pueblo en lo más mínimo y lo peor, que no
quieren comprenderla. Los que esto escribimos aún recordamos lo que nos quiso decir Marcos allá por el 95 citando esto: para cristal de quiero, espejo nunca.

Cuando, a los dos o tres días, se estabilizó la comunidad de aburrida espera a las decisiones superiores, se reprodujeron las relaciones pudiente - indigente
cotidianas en la ciudad: los pequeños niños indígenas y algunos mestizos mendigaban o vendían golosinas a los pudientes progresistas que miraban como al vacío con
ojos inservibles por la falta de uso. Los jóvenes que habían llevado algo para amenizar la guerra, se dedicaban a cuidar sus pertenencias (pelotas, patinetas,
malabares, etc.) que los niños les pedían prestados o a hacer exhibiciones deprimentes para entretener a los espectadores que se sumaban con aplausos.

Dramatizando el bien conocido rol (que no inventaron) de representantes de los progresistas, silenciando el potencial intento de cualquiera de hablar sin pasar por el
filtro de su comprensión de la realidad, podíamos ver de vez en cuando las caras de los dirigentes (los protagonistas y los accesorios) tan enemigos del movimiento
puertas adentro como la babosa pasividad de todos los participantes. Los representantes indígenas y campesinos, tras haber atraído a sus bases en una
demostración de su fuerza y con el paliativo objetivo de derogar las medidas económicas, ante el desgaste e indecisión del populacho, se dedicaron a armar piquetes
de jóvenes voceros de la causa y deplorables talleres, para motivar la resistencia de las muchedumbres cansadas y con deseo de regresar a sus lugares de origen,
mientras lanzaban a los medios de comunicación boletines con afirmaciones vacías de contenido para ellos: "la participación decidida de las comunidades de los
diferentes Pueblos y Nacionalidades indígenas, evidencia una clara conciencia sobre la situación del país, el hambre, la desatención y la ausencia de políticas de
Estado para sacarnos del empobrecimiento de los 10 millones de ecuatorianos, evidencia que hay una calumnia y minimización de la madurez ciudadana e identitaria
alcanzada por nuestros hermanos en el país" (Vargas), otra bella demostración de lo que fue la sorda cohabitación, casi superada por la venta de las lanzas de guerra
(talladas en la misma UPS durante el levantamiento) que hicieron los amazónicos horas antes de la "Marcha del Triunfo". Y los representantes del estudiantado no se
quedaron atrás en la ocupación de los puestos clave para evitar un diálogo amplio que realmente dirija la actividad y, evidentemente mantuvieron su postura solidaria
con los dirigentes populares (¿cómo no iban a hacerlo si son los mismos?) esos que temen ver vulnerado su protagonismo y al tipo de organización que puede
generar una participación entre iguales en todos los sentidos. Muy a pesar de ellos, reiteramos nuestro derecho a hablar en nuestros propios términos.

Vimos ratificado nuestro planteamiento del obstáculo que constituye la dirigencia cerrada ante un movimiento que podría ser incontenible, cuando el viernes 2 de
febrero, por la tarde, tras una lluvia torrencial, la gente espontáneamente empezó a correr divertida y, animándose unos a otros al grito de "¡vamos a la marcha!",
salió de la UPS en una pequeñísima fiesta feliz, relajante después de tanto tiempo de inmovilidad física y mental a la espera de las decisiones superiores. Este juego
coincidió con la ruptura del diálogo, según se informó, porque Noboa no se presentó a las conversaciones y los dirigentes indígenas sostuvieron su postura de
"reunirse con el dueño del circo y nos con los payasos" como comentó, ya entrada la noche, Antonio Vargas; llamó la atención que el ejercicio de rebeldía corporal
ocurrió muy poco antes del anuncio de tal ruptura. Estando en la calle (en la puerta que da a la Av. Veintimilla) parte de los rebeldes y el personal policial allí
apostado se encontraron a medio metro de distancia y cara a cara (todas las caras sin máscaras antigas), ofreciendo una oportunidad riquísima de decir lo que
ocurría, al menos hasta la Av. 6 de diciembre; pero sucedió que el intercambio de frases sueltas de los miembros de uno y otro grupo se interrumpió cuando la
dirigencia instó a los manifestantes a reingresar al predio universitario. Solo eso... después de tantas horas de aburrimiento, de silencio e inutilidad a la espera de que
los jefes tomaran las decisiones, todos juntos pero separados, sin opinar, sin apostar a nuestra creatividad.

En aquellas circunstancias de encierro, de condiciones sanitarias pésimas, de falta de comunicación con el resto del país y de desgaste de los presentes, la única
opción era extender geográficamente el movimiento y ampliar la crítica a todos los ámbitos sociales, reuniéndonos en asambleas de sujetos (aboliendo
la condición de "personal de apoyo") con poderes omnímodos, para multiplicar las demandas y acciones y dificultar así el asesinato del movimiento.
Hubiera sido necesario reunirnos a escudriñar en nuestra miseria y sacar las más inusitadas reivindicaciones y estrategias comunes, haciendo de aquel un movimiento,
sino absolutamente liberador (porque era evidente que de allí no saldría más que un convenio de mejoras exclusivamente económicas), si, al menos, ampliador de
nuestra comprensión de la situación actual y sobre todo de nuestro alcance como multitudinario grupo reflexivo y activo. Deleita bastante conocer la
contradicción entre el espíritu propio y la nada de esta vida mimética.
** Como la 'Marcha de los 4 suyos' en julio del 2000 en Lima -Perú


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