| Producción 
              de conocimiento y valor en el posfordismo:.entrevista con Enzo Rullani por Antonella 
              Corsani
 
 ANTONELLA CORSANI— Usted afirma 
              que la posibilidad de hacer circular el recurso del conocimiento 
              distintamente del trabajo y del capital cortocircuita las diferencias 
              que existen, y que han existido siempre, entre estos factores. No 
              obstante, al circular todo de manera autónoma del trabajo 
              y del capital, el conocimiento, para circular y evolucionar, necesita 
              del capital. ¿Puede precisar qué tipo de trabajo y en qué 
              no es él reductible ni al capital acumulado como trabajo 
              muerto ni al trabajo abstracto? ¿Qué es lo que en ese trabajo 
              sustituye la capacidad de trabajo clásico individual? ¿Qué 
              es lo que depende de la cooperación social? 	ENZO RULLANI— Hoy día 
              el trabajo realizado en un sistema industrial avanzado es esencialmente 
              trabajo cognitivo, en el sentido de que se emplea el cerebro del 
              trabajador para controlar las máquinas y los hombres, para 
              resolver problemas, para comunicar y ejercer otras actividades cognitivas. 
              Con la llegada de la mecanización, la contribución 
              del hombre a la producción en términos de gasto de 
              energía muscular se ha hecho ínfima, puesto que, con 
              la mecanización, todas las operaciones energy intensives 
              son ejecutadas utilizando «energía artificial» obtenida –gracias 
              al trabajo cognitivo– de la naturaleza (carbón, petróleo, 
              etc.). Por tanto, hoy día todo el trabajo, quitando algunas 
              excepciones, es trabajo cognitivo. Actúa en la producción/apropiación 
              de valor con una eficacia diferente, según la capacidad de 
              hacer frente a los mismatchings: el trabajo que sabe gobernar 
              el reparto, que sabe regular la relación entre vida y producción, 
              que sabe asumir los riesgos, vale mucho más, es menos sustituible. 
              De un lado, no todas las formas de trabajo se parecen. De otro, 
              la productividad del trabajo no es un dato «objetivo» e inmutable, 
              una especie de obligación técnica o de clase, de naturaleza 
              exógena, puesto que el trabajo puede aumentar su capacidad 
              de producir valor actuando sobre las instituciones de reparto, sobre 
              la relación vida-trabajo, sobre la distribución social 
              de la riqueza. Hoy día, en el posfordismo, estos espacios 
              no son ya «confiscados» por el poder omnipresente de la tecnoestructura: 
              están de nuevo abiertos a la iniciativa individual (trabajo 
              autónomo) y a las acciones colectivas de tipo novedoso, sobre 
              el terreno social (mutualismo, identidad) y político (instituciones). 
              Ciertamente, estas posibilidades parecen muy remotas mientras el 
              trabajo y sus organizaciones continúen manteniéndose 
              en una perspectiva de tipo fordista, persiguiendo objetivos de distribución 
              de renta más bien que objetivos de producción de ésta. 
              Con todo, pienso que finalmente nos daremos cuenta de que una política 
              de este tipo es suicidaria para el propio mundo del trabajo. A partir 
              del momento en que se confía la innovación y la gestión 
              del riesgo a otros, esta política transfiere, al mismo tiempo, 
              el saber y el poder que le asocian. Por el contrario, cambiando 
              de horizonte, el trabajo podría reivindicar más saber 
              y más poder, organizándose con el fin de asumir los 
              riesgos y de experimentar innovaciones productivas.  	 	ANTONELLA CORSANI— Usted 
              afirma, igualmente, que el hecho de transformar el trabajo y el 
              capital en conocimientos no es neutro, desde el punto de vista del 
              valor económico. ¿Puede precisar en qué?  	ENZO RULLANI— La valorización 
              del conocimiento, como ya hemos señalado, deberá confrontarse 
              no solamente con la especificidad del «trabajo vivo» marxista, que 
              está al comienzo del proceso, sino también con el 
              del producto intermediario «conocimiento», que constituye una primera 
              elaboración del «trabajo vivo». El circuito de la valorización 
              debe juntar tres elementos autónomos, que pueden ser, y que, 
              por regla, en principio son discordantes: el trabajo, el conocimiento, 
              la inversión en capital. Si uno de estos elementos es sacrificado 
              más allá de su límite de tolerancia, el proceso 
              se bloquea. El conocimiento está ciertamente condicionado 
              por el input de partida (el trabajo) y por el resultado (el 
              rendimiento esperado que justifica una nueva inversión en 
              capital). Lo contrario es también cierto. Incluso si debido 
              a sus rigideces internas el conocimiento condiciona los otros dos 
              elementos, el trabajo y el capital podrán ser pensados cada 
              vez menos en la teoría tradicional de los factores, ya que 
              tenderán a evaluar en sintonía con las exigencias 
              de sus usos cognitivos. Las exigencias del conocimiento no «gobiernan» 
              ni hacia arriba (inputs) ni hacia abajo (producción, 
              usos) del circuito, sino que sólo pueden condicionarlo ex 
              ante (si los actores colectivos son conscientes de ello) o bien 
              ex post (a través de los mismatching y la selección 
              darwiniana). 	ANTONELLA CORSANI— Usted 
              contempla la especificidad del conocimiento desde un punto de vista 
              de régimen de derechos de propiedad. ¿Bajo qué forma 
              podemos atribuir derechos de propiedad y derechos de uso? ¿Puede 
              darnos un ejemplo y un contra-ejemplo? ¿No es contradictorio objetivar 
              en relaciones de propiedad privada elementos de saber tácito 
              que son constitutivos de la nueva frontera de lo público 
              o de fuera del mercado? 	ENZO RULLANI— El concepto 
              de propiedad deriva de los objetos materiales, y es difícilmente 
              transferible a los objetos inmateriales, a pesar de los esfuerzos 
              de los juristas que buscan proteger la propiedad intelectual (patentes, 
              derechos de autor, licencias, etc.). El derecho de uso exclusivo 
              de un bien material puede ser ejercido cerrando el bien en un lugar 
              protegido, lo que excluye físicamente a los otros usuarios. 
              Por el contrario, la propiedad de un conocimiento no puede ser protegida 
              cerrando el conocimiento en una pieza. En efecto, eso no impediría 
              que en otras piezas pudiera copiarse el modelo original, imitarlo 
              con algunas innovaciones complementarias, aprender, a partir del 
              modelo original, a encontrar nuevas soluciones o a resolver otros 
              problemas. Para poder impedir la copia o imitación, o incluso 
              el hecho de que otros puedan aprender a partir del modelo original, 
              sería necesario mantener totalmente secreto el conocimiento 
              (renunciando a sacar provecho del valor de su difusión), 
              o bien extender el control a todas las piezas posibles del mundo. 
              En la práctica, hay tres maneras diferentes por las que el 
              productor de un conocimiento puede difundir su uso sin por ello 
              perder la totalidad de su ventaja. Bajo la forma: 1) de un diferencial 
              de velocidad en la producción de nuevos conocimientos, o 
              bien en la explotación de sus usos; 2) de un dominio del 
              contexto superior al de los otros; 3) de una red de alianzas y de 
              cooperación que permita negociar y controlar las modalidades 
              de uso del conocimiento en el seno de todo el circuito de reparto. 
              Como se puede ver, el derecho de uso exclusivo, típico de 
              la propiedad, deja de ser un derecho garantizado por el poder externo 
              al Estado: se convierte en el resultado de una política activa 
              que, de una parte, multiplica el valor a través de la difusión, 
              pero que de otra busca limitar los accesos. A modo de ejemplo, en la «nueva 
              economía» de Internet, la lógica de los multiplicadores 
              ligada a la difusión induce a los propietarios a favorecer, 
              por todos los medios, la adopción de sus propios sistemas 
              y standards: las licencias de uso son cedidas de forma holgada, 
              y la difusión de «clones» es admitida por la capa más 
              baja del mercado. Versiones beta, casi definitivas, son igualmente 
              puestas en circulación (programas cedidos de manera gratuita 
              «a modo de prueba»). Se extiende la formación de las personas 
              por estos programas. Del mismo modo, se deja telecargar gratuitamente 
              el software desde su propio sitio, y se cede de forma casi gratuita 
              paquetes de software con la compra de ordenadores, de libros, de 
              servicios, etc. La lógica propietaria no ha desaparecido, 
              pero ella debe subordinarse a la lógica de la difusión. 
              Hay que encontrar el modo de apropiarse del valor «en velocidad» 
              sin restringir la difusión (ver el resultado de la lucha 
              concurrencial que han opuesto a Microsoft y Apple en el dominio 
              de los sistemas de explotación para PC). 	ANTONELLA CORSANI— El conocimiento 
              no es un recurso limitado, el coste de su reproducción tiende 
              a cero. Pero, al mismo tiempo, su coste de producción tiende 
              hacia el infinito, ya que esta producción implica la necesidad 
              de reproducción de las condiciones de existencia de la potencia 
              creadora e inventiva del trabajo vivo, es decir, de una suma cada 
              vez mayor y más compleja de actividades humanas. ¿Cuáles 
              son las formas de intervención pública pensables en 
              el nuevo contexto en devenir del posfordismo? 	ENZO RULLANI— Es necesario 
              construir las instituciones que permitan gobernar los tres mismatchings 
              recordados anteriormente. Sobre el terreno de la relación 
              reparto/apropiación, el punto esencial concierne a la propiedad 
              de los standards que emergen de la difusión de redes, de 
              normas y de reglas que tienen una naturaleza propietaria. Es necesario 
              evitar que estos standards, una vez establecidos y devenidos no-sustanciales, 
              alimenten una renta de monopolio a favor del productor que los ha 
              propuesto (es el caso particular de Microsoft). ¿Qué es lo 
              que surge de lo público y qué de lo privado, en una 
              relación de interacción que nace con las pequeñas 
              ocurrencias de la innovación o de la comunidad inicial, pero 
              que tiende, por la lógica de los multiplicadores, a devenir 
              universal? Los lenguajes, por ejemplo, son medios de conexión 
              de una naturaleza pública (no hay patentes ni derechos de 
              autor sobre la sintaxis y sobre la semántica de una lengua), 
              si bien nacen de la sedimentación de interacciones privadas. 
              Y es lo mismo para todos los conectores que, nacidos del uso privado, 
              devienen, en un momento dado, uso universal. Desde este punto de 
              vista, la solución que me parece más practicable consiste 
              en rebajar de manera drástica el tiempo de exclusión 
              ligado a la propiedad sobre los capitales intelectuales. Entonces 
              es necesario inscribir también el derecho a la propiedad 
              intelectual en la economía de la velocidad. En lo que concierne 
              al segundo mismatching, el que se produce entre el tiempo 
              de vida y el tiempo de trabajo, es importante impedir que el mundo 
              de la vida sea colonizado por el mundo de la producción. 
              Eso implicaría reducir, de manera irreversible, la variedad 
              y la indeterminación. El mundo de la vida tiene la necesidad 
              de un fortalecimiento institucional capaz de reequilibrar el poder 
              de la producción. La acción pública y colectiva 
              debe contribuir a la creación de espacios gratuitos y de 
              reparto comunitarios, que no estén directamente ligados a 
              la producción de valor. Los problemas de riesgo (tercer mismatching) 
              son fundamentales: Instituciones que distribuyen los riesgos que 
              recaen sobre cada persona siguen reglas sociales compartidas y equitativas, 
              constituyen la base sobre la cual reconstruir un Estado posfordista. 
              Las relaciones mutualistas de solidaridad que nacen del reparto 
              de riesgos y proyectos, constituyen un terreno ideal para el nacimiento, 
              «desde abajo», de nuevas instituciones. 	ANTONELLA CORSANI— En su 
              análisis, usted pone el acento del posfordismo sobre el papel 
              de la interacción y del entente cooperativo. ¿Podría 
              describirnos la articulación de la cooperación y de 
              la interacción en la nueva organización de la producción 
              posfordista? 	ENZO RULLANI— Una economía 
              fundada sobre el conocimiento está estructuralmente anclada 
              en el reparto: el conocimiento genera valor si es adoptado, y la 
              adopción (según el formato y los standards deseados) 
              crea la interdependencia, es decir, un deseo de gobernar, de forma 
              cooperativa, la cadena del valor. Eso vale para los proveedores 
              especializados tanto como para los asociados, para los trabajadores 
              tanto autónomos como nuevos intermediarios, o para los consumidores. 
              Lo que queda sólo puede ser flexible y oportunista, pero 
              trabaja mal, puesto que no llega a repartir sus conocimientos con 
              los otros. El hecho de que la cooperación llegue a emerger 
              verdaderamente, es otra cosa: en ciertos contextos, el reparto será 
              autorregulado por la cooperación, en otros será impuesto 
              o sufrido, o incluso excluido. En general, para cooperar hace falta 
              un leadership o una idea compartida. No siempre están las 
              dos cosas disponibles. El riesgo difuso constituye otro elemento 
              que suscita la cooperación. En el fordismo, el riesgo era 
              absorvido por las tecnoestructuras públicas y privadas que, 
              a cambio, exigían el poder de decidir por todos. Hoy día 
              esta exención de riesgo no funciona, puesto que cada uno 
              debe de hacer frente de nuevo a la complejidad. El mutualismo, es 
              decir la capacidad de asumir colectivamente un riesgo, es un gran 
              resorte para reconstruir el vínculo social y las instituciones. 	ANTONELLA CORSANI— Siguiendo 
              su análisis, en el posfordismo la firma no es la organización 
              ni la institución central del sistema. Las redes serían 
              las instituciones fundamentales del posfordismo. ¿Podría 
              explicarnos en qué posee la red una consistencia propia? 
              Dicho de otro modo, ¿en qué no se trata de una simple estructura 
              descriptiva? 	ENZO RULLANI— Hoy día 
              la red es solamente un agregado de empresas o de contratos. Comienza 
              a devenir un verdadero sujeto colectivo, ya que estar en red con 
              los otros implica casi siempre un reparto de actividades y de riesgos. 
              Quien invierte en los productos, en los lenguajes o conocimientos 
              que son específicos a una red, asume un riesgo que depende 
              de manera importante del comportamiento de los miembros de la red. 
              Es suficiente que un anillo de la cadena se revele flojo o poco 
              fiable para que todos pierdan algo: la reputación, los clientes, 
              el aprendizaje y las inversiones realizadas. Las redes no están 
              todavía reconocidas jurídicamente. No tienen formas 
              tipo ni normas de regulación del proceso decisional, como 
              en el caso de otras formas de interacciones, tales como las sociedades 
              y los grupos. Pienso que el problema es el mismo: es necesario administrar 
              una situación de interdependencia por algo que vaya más 
              lejos que los contratos bilaterales entre participantes, fijando, 
              para la gestión de los riesgos compartidos, procesos decisionales 
              transparentes y reconocidos públicamente. Como ocurre siempre, 
              el derecho reconoce tardíamente las formas institucionales 
              emergentes de la producción. Pero estamos llegando a eso 
              igualmente. 	ANTONELLA CORSANI— La red 
              sería la superación de la firma. Por lo tanto, la 
              organización del poder sobre la producción permanece 
              en las manos de firmas concretas. Tras haber analizado los diferentes 
              tipos de redes (mercantiles, semánticas y sociales) usted 
              define cuatro operadores de redes: los especialistas, los sistémicos, 
              los conectores y los metaorganizadores, esto es, los productores 
              de organización. El meta-organizador es, entonces, una figura 
              clave en su análisis de la división cognitiva del 
              trabajo en las redes de mercado, redes que no están sin embargo 
              separadas de las redes semánticas y sociales. ¿Es posible 
              leer en la figura del meta-organizador una figura de captación 
              de las externalidades generadas en y entre las redes? ¿Qué 
              figura política especifica el metaorganizador? 	ENZO RULLANI— El meta-organizador 
              es el portador del poder emergente de las necesidades funcionales 
              de relaciones que han de coordinar muchos operadores y muchos intereses 
              diferentes. En el capitalismo del siglo diecinueve, ese papel de 
              «administración de rentas» era atribuido al poseedor del 
              dinero (quien compra y dispone de otros factores); en el fordismo, 
              el papel pasó a las grandes organizaciones y al Estado regulador, 
              quienes eran capaces de mover sistemas complejos y predeterminados. 
              Hoy día el dinero y la organización cuentan aún, 
              y permiten a los viejos poderes transmigrar en el posfordismo, pero 
              no son decisivos. Para ejercer la función de metaorganizador 
              dentro de una red es necesario, ante todo, abandonar la lógica 
              del control. Hay que adoptar un estilo de regulación más 
              bien soft e indirecto, que deje espacios de autonomía 
              y de creatividad a los interesesados en «organizar» (especialistas, 
              sistemistas, conectores). Se necesita un leadership, un reparto 
              de responsabilidades o una identidad comunitaria, más que 
              un dominio de propietario y de prescriptor. La política puede 
              tener en ese caso un papel de sustituto, pero no creo que pueda 
              reemplazar las fuerzas que emergen desde abajo (las comunidades, 
              los líderes «naturales», el reparto de la parte de aquellos 
              que están directamente interesados). Todo lo más, 
              la política podría oponerse al papel monopolista de 
              los viejos poderes que se estén desplazando. En el posfordismo, 
              la política tiene una tarea mucho más importante: 
              permitir la comunicación entre redes, garantizando la universalidad 
              de los derechos y de los accesos, es decir, de la herencia esencial 
              de la modernidad, en un contexto caracterizado por las iniciativas 
              mutualistas, las relaciones de comunidad, las relaciones de clan... 
              Dicho de otro modo, en un contexto en el que prevalece la capacidad 
              de federar intereses y horizontes singulares. 	ANTONELLA CORSANI— El posfordismo, 
              usted lo especifica muy bien, no es postcapitalismo, en el sentido 
              de que las contradicciones y los conflictos de poder hubieran desaparecido. 
              ¿Dónde se sitúan entonces los nudos centrales del 
              conflicto? ¿Cuáles serían las formas que toma el poder 
              hoy día? 	ENZO RULLANI— Los conflictos 
              se concentran alrededor de tres mismatchings: existe un conflicto 
              propietario que concierne a los accesos al conocimiento y a las 
              redes, y que recuerda a ciertos aspectos del conflicto clásico 
              sobre la propiedad de los medios de producción, aunque con 
              elementos diferentes que ya hemos señalado. Existen también 
              formas nuevas del conflicto: por ejemplo, la relación entre 
              la vida y el trabajo, que plantea un conflicto casi antropológico 
              entre estilos de vida y formas posibles del trabajo. Un conflicto 
              que debe ser abordado sobre el terreno de la creación de 
              sentidos. Y hay, finalmente, un conflicto que concierne a la distribución 
              social del riesgo y a la posibilidad de asumirlo por diferentes 
              personas y categorías sociales. Hoy día el poder es 
              en parte heredero de la retención de los recursos que vienen 
              del pasado, tales como el dinero, la implantación política 
              o el control de las organizaciones. Sin embargo, el nuevo poder 
              nace de la función que ciertas personas (empresarios, categorías 
              sociales, regiones, etc.) asumen en la gestión de los conflictos 
              de los que trata. El poder lo detentan aquellos que están 
              en posición de hacerse garantes, para los otros, del acceso 
              a los recursos cognitivos y comunicacionales no públicos; 
              el poder –un poder ideológico– lo tienen aquellos que dotan 
              de sentido a quienes no lo hallan allá en donde lo buscan 
              ; el poder lo tienen quienes son capaces de asumir los riesgos, 
              eximiendo de ello a los otros (que aceptan depender de ellos). El 
              poder tiene un gran valor en el posfordismo, puesto que la fluidez 
              de los vínculos implica una necesidad de regulación, 
              de ideología, de tutela. Si se responde a este deseo por 
              «delegación», la sociedad se re-jerarquiza; por el contrario, 
              si se responde con la autoorganización, la sociedad tiende 
              a devenir cada vez más horizontal y abierta, regenerando 
              el poder por «abajo». 	ANTONELLA CORSANI— Usted 
              sostiene que el posfordismo constituye un nuevo paradigma económico. 
              ¿Puede explicar en qué, y señalar más particularmente 
              en qué se diferencia usted de las otras corrientes de análisis 
              de las transformaciones productivas, como pueden ser los neoschumpeterianos, 
              los evolucionistas, o incluso los regulacionistas franceses? 	ENZO RULLANI— El fordismo 
              ha constituido el capitalismo de las estructuras: pesadas, estables, 
              poderosas, capaces al mismo tiempo de reproducirse a través 
              de la sociedad. La crisis del fordismo, desde los años setenta, 
              es también crisis del estructuralismo. Otro tipo de soluciones 
              han emergido: evolucionistas, neoschumpeterianas, regulacionistas. 
              El evolucionismo ha puesto el acento en la adaptación, es 
              decir en la generación de estructuras para soluciones ad 
              hoc, locales, que forman ecologías diferentes según 
              el entorno: la teoría de los capitalismos nacionales, el 
              redescubrimiento de los contextos locales (distritos industriales, 
              medios); la resource-based view sobre las competencias y 
              la situated action en el aprendizaje forman parte de esta 
              corriente de pensamiento. El enfoque neoschumpeteriano es, por el 
              contrario, esencialmente subjetivista: de la crisis de la estructura 
              emerge el sujeto, armado de sus ideas y de sus innovaciones. Es 
              la innovación (subjetividad) lo que genera el mundo. La estrategia 
              y la teoría de los juegos –que ha pretendido agruparse siguiendo 
              reglas estructuradas– vuelve a dar prioridad a la acción. 
              La teoría de los paradigmas tecno-económicos, nacida 
              en la escuela de Sussex, asigna a la innovación un papel 
              portador. Sin embargo, para alcanzar el estatuto de paradigma, no 
              puede mantenerse en el redescubrimiento de la subjetividad, sino 
              que debe conferir una «estructura» a los actos innovadores. Y lo 
              hace inscribiendo cada innovación en un ciclo preestablecido 
              (el ciclo largo). Los ciclos son ordenados en el tiempo siguiendo 
              una sucesión ininterrumpida, que asigna a los ciclos una 
              forma típica preestablecida, en cuyo seno encuentran igualmente 
              sitio las invenciones institucionales que sostienen el desarrollo 
              del ciclo desde su infancia hasta su madurez. La escuela francesa 
              de la regulación tiene una forma más compleja de dar 
              una estructura a los paradigmas: identifica en los regímenes 
              institucionales que regulan la relación capital-trabajo el 
              elemento distintivo de los diferentes paradigmas, y la clave para 
              comprender su organización. La estructura interioriza las 
              exigencias por medio de soluciones diferentes cada vez, le da una 
              forma institucional, recurriendo al motor primero del capitalismo, 
              es decir, al efecto de regulación que el capital ejerce sobre 
              el valor del trabajo. Sin entrar en detalles, estos tres pasos para 
              salir del estructuralismo del fordismo han contribuido a definir 
              aspectos importantes del posfordismo. No obstante, en estas tres 
              aproximaciones queda muy débil la atención prestada 
              al conocimiento en tanto que proceso estructurado de acumulación 
              del saber productivo y de valor. En efecto, el evolucionismo se 
              concentra sobre las soluciones ad hoc, que constituyen los 
              defectos de los grandes multiplicadores típicos del posfordismo. 
              La aproximación neoschumpeteriana privilegia la innovación, 
              que no es sino uno de los momentos en los que toma forma el proceso 
              cognitivo. La escuela de la regulación no deja demasiado 
              espacio a la autorregulación, es decir, a las soluciones 
              institucionales que emergen desde abajo, en el interior de los procesos 
              cognitivos, y que condicionan las relaciones productivas, generando 
              «regímenes» diferenciados y experimentales de relación 
              trabajo-capital. 	ANTONELLA CORSANI— Usted 
              rechaza las explicaciones de agotamiento del paradigma fordista 
              tanto en términos de rendimientos decrecientes como en términos 
              de contradicciones internas, en el sentido del marxismo ortodoxo. 
              Usted adelanta la idea de un exceso de coherencia, de demasiado 
              pleno de control de fuerzas. ¿Puede desarrollar más esta 
              idea? 	ENZO RULLANI— Cada paradigma, 
              para funcionar de manera eficaz, desarrolla una lógica de 
              coherencia interna que se basa en una simplificación del 
              mundo, sobre una reducción del espacio de las posibilidades. 
              El capitalismo del siglo diecinueve, por ejemplo, simplificaba el 
              mundo en términos de la abstracción real descrita 
              por Marx: cada cosa es reducida a dinero, el dinero necesario para 
              producirla. En el paradigma fordista, el principio unificador es 
              el poder organizativo: cada comportamiento, cada objeto, tiene un 
              valor porque hace parte de un programa, de una secuencia preordenada, 
              de un sistema preconstituido. En el posfordismo, por contra, el 
              criterio unificador es de tipo lingüístico: los comportamientos 
              y las cosas tienen un valor, puesto que son expresables, coordinables, 
              orientables a través de la interacción comunicativa. 
              Pasando del dinero al poder organizativo, y, in fine, a los 
              lenguajes de interacción, la simplificación demandada 
              para «extraer del valor» cosas y comportamientos, se reduce. No 
              obstante, sigue siendo una simplificación. Cada paradigma 
              sacrifica, en nombre de su coherencia, la complejidad del mundo 
              de la vida, la riqueza de los contextos históricos y ambientales, 
              el espacio de las experiencias posibles. Contra menos potente y 
              más incoherente es el paradigma, tal y como se produce en 
              su fase inicial, más la complejidad permanece confundida 
              con el funcionamiento del paradigma, sobreviviendo en sus pliegues 
              internos, en lugares que son sustraidos al principio de la simplificación. 
              Cuando un paradigma llega al apogeo de su madurez y de su coherencia, 
              los espacios internos devienen mínimos, y la complejidad 
              desbordante corre el riesgo de ser inexorablemente comprimida. Entonces 
              obra una contradicción: El principio de simplificación 
              propio al paradigma afronta la complejidad de la vida, de los contextos 
              y de las experiencias, pretendiendo poder gobernarlos sin tener 
              la capacidad para ello. La reproducción de la sociedad y 
              de los hombres no es solamente necesidad de simplificación, 
              sino también necesidad de dotarse nuevamente de una reserva 
              de complejidad que no está ya garantizada: el paradigma revela 
              todos sus límites. La necesidad de un principio simplificador 
              diferente, es decir, de un nuevo paradigma, emerge. Sin embargo, 
              no se puede afirmar plenamente en tanto que ciertas condiciones 
              históricas y técnicas no estén suficientemente 
              maduras. Hay una diferencia fundamental entre los diferentes mismatchings 
              que un paradigma reencuentra en su maduración y las contradicciones 
              que porta en su seno. Los mismatchings son desequilibrios, 
              tensiones, desadaptaciones que pueden ser tratadas mejorando, por 
              reformas institucionales oportunas, la coherencia del sistema. La 
              contradicción es otra cosa: nace más bien de la coherencia, 
              y no puede más que reproducirse, en tanto que el paradigma 
              defiende o trata de ensanchar el campo de acción de su principio 
              de simplificación. 	ANTONELLA CORSANI— Usted 
              presenta el posfordismo como un espacio en el que la creatividad 
              colectiva emerge de la multitud. Al mismo tiempo surgen nuevas formas 
              de control. ¿Qué relación se produce, a partir de 
              esto, entre el territorio, en donde la creatividad colectiva parece 
              jugar un papel determinante, y la globalización financiera 
              que mantiene y reproduce un sistema capitalista? Dicho de otro modo: 
              a la luz de su concepción del paradigma del posfordismo, 
              ¿cómo analizar la conexión entre globalización 
              de la comunicación productiva y globalización financiera? 	ENZO RULLANI— Como ya hemos 
              señalado, entre capital-dinero y capital-conocimiento existe 
              una oposición fundamental: el primero reduce el mundo a una 
              cantidad por medio de la abstracción real; por el contrario, 
              el conocimiento no puede permanecer durante mucho tiempo extirpado 
              de sus contextos sin perder su eficacia. La globalización 
              del capital financiero es paralela a la de la información 
              codificada, que circula en el mundo entero superando la complejidad 
              y las diferencias. Ahora bien, el capital financiero no puede gobernar 
              el «conocimiento escaso», que tiene una naturaleza contextual. De 
              ahí nace una separación de la esfera en la que manda 
              el capital financiero con lo que es organizado en función 
              de las exigencias cognitivas de la produción. El capital 
              financiero «mide» el valor producido por el conocimiento (y con 
              frecuencia cae en la evaluación). Él no la produce, 
              puesto que no puede reducir la complejidad del circuito cognitivo 
              al esquema muy simple de «dinero que produce dinero». Las dos cosas 
              coexisten en paralelo, y cada cual deviene más eficiente 
              en la medida en que se autonomiza frente a la otra. 	ANTONELLA CORSANI— El posfordismo 
              por construir: Usted evidencia la nueva naturaleza de la riqueza 
              en sus dimensiones inmateriales, la salida de la maldición 
              de los rendimientos decrecientes, el papel de la cooperación 
              creativa que preexiste, en tanto que fuerza productiva de riqueza, 
              a su forma valor. ¿Cómo se ha planteado el problema del valor 
              y su resolución? ¿Qué concepción de renta y 
              de su redistribución ve usted emerger? 	ENZO RULLANI— El conocimiento 
              es un recurso autorreferencial. Los propios sujetos conocen a través 
              de la imagen que tienen del mundo, como si se contemplaran en un 
              espejo. El conocimiento del mundo es también conocimiento 
              de sí mismo. Desde un punto de vista económico, eso 
              significa que uno de los medios empleados en la producción 
              (el conocimiento) trata también sobre los fines, dando lugar 
              a una oferta que está en condiciones de crear su propia demanda. 
              En el posfordismo, el conocimiento produce también valor 
              porque genera sentido, abre nuevos horizontes en la producción 
              posible, dando una significación a los objetos, a las situaciones 
              aparentemente sin valor. En el futuro, y en la medida que el tiempo 
              de la vida y el tiempo del trabajo se superponen (en perspectiva 
              con el teletrabajo) el valor intrínseco de lo que se hace, 
              de las relaciones que se tejen (en una comunidad, en un trabajo 
              autorregulado, en un contexto territorial) deviene tan importante 
              como lo que el valor-dinero obtiene en el mercado. Para el músico 
              que «vende» su música, el resultado de la producción 
              no es solamente el resultado obtenido por la venta, sino también 
              el valor de un trabajo que tiene una significación en sí. 
              El beneficio producido debe registrar también la riqueza 
              simbólica creada por esta mezcla de vida y de trabajo, pero 
              también los elementos de empobrecimiento que esa mezcla puede 
              comportar. Queda la posibilidad de construir un cuadro simbólico 
              que valorice los elementos específicos que dependen de la 
              capacidad creativa de los individuos y de la capacidad de reparto 
              de la sociedad. 	ANTONELLA CORSANI— En su 
              texto de apertura de la obra colectiva sobre el posfordismo, usted 
              retoma el concepto de «multitud». ¿Cómo leer la multitud 
              en el posfordismo?  ENZO RULLANI— La multitud es 
              un «ser juntos» que no tiene adherencia colectiva. La deconstrucción 
              del fordismo ha transformado las clases sociales, los movimientos 
              políticos y las naciones en multitudes: un gran número 
              de individualidades que están juntas sin tener una identidad 
              colectiva o plural. En el posfordismo, después de haber deconstruido, 
              es necesario construir utilizando los espacios de libertad y de 
              experimentación cuyos portadores son las multitudes –para 
              crear los lenguajes, los símbolos, las razones que trascienden 
              la individualidad, regenerando las relaciones sociales, en principio 
              intersubjetivas, más tarde colectivas y finalmente universales. 
              La multiplicidad que habita hoy día en la sociedad global 
              nace de un proceso de descomposición que las nuevas tecnologías 
              continurán alimentando. Pero la descomposición no 
              es necesariamente el fin de la historia, esa confusa entropía 
              final en la que todo deviene fango. En realidad, es difícil 
              reformar las instituciones y la cultura producida por el fordismo 
              sin pasar por su descomposición. Una descomposición 
              creativa de la multitud, es decir, del espacio para recomponer los 
              trozos del puzzle, rediseñar el sistema, volver a dar sentido 
              al futuro posible.  |