| Hacia 
              una renovación de la economía política.Viejos conceptos e innovación teórica.
 :.Antonella Corsani
 
 1. 	¿Por qué hablamos 
              hoy día de capitalismo cognitivo? En la plétora 
              de discursos sobre la economía del conocimiento, por lo general 
              se deja de lado la cuestión más importante, a saber: 
              por qué hoy día sentimos la necesidad de unir la producción 
              de valor económico a la producción de conocimiento. 
              Por qué esta necesidad emerge con fuerza ahora en vez de 
              hace diez o veinte años. La unión de economía 
              y conocimiento no es una novedad. Esta unión existe, y tiene 
              mucha consistencia desde que, con la revolución industrial, 
              la producción comenzara a utilizar máquinas (es decir, 
              la ciencia y la tecnología incorporadas a las máquinas); 
              después, con Taylor, a organizar científicamente el 
              trabajo. Toda la historia del capitalismo industrial, durante sus 
              dos siglos de existencia, es la historia de la extensión 
              progresiva de las capacidades de previsión, de programación 
              y de cálculo de los comportamientos económicos y sociales 
              a través de la utilización del conocimiento. El «motor» 
              de acumulación del capital ha sido puesto a punto por 
              el positivismo científico, que ha recogido, en el último 
              siglo, la herencia de las Luces, y que ha inscrito el saber en la 
              reproducibilidad. El conocimiento se ha puesto 
              al servicio de la producción en tanto que conocimiento determinista, 
              cuya tarea es la de controlar la naturaleza a través de la 
              técnica y los hombres a través de la jerarquía. 
              Los resultados, en términos de ventajas prácticas, 
              han sido remarcables (aumento de la productividad y de los ingresos), 
              pero ello al precio de la pérdida de la fuerza liberadora 
              de una razón que, tras estar plegada a antiguas servidumbres, 
              parecía preparada para imaginar, sentir, comunicar más 
              allá de los límites del utilitarismo. Reduciendo el 
              conocimiento a un simple modo de cálculo y de control técnico, 
              la modernización ha reprimido la variedad, la variabilidad 
              y la indeterminación del mundo, para conformarlo a las exigencias 
              de la producción. En otros términos: la modernidad 
              ha reducido de manera forzosa la complejidad (variedad, variabilidad, 
              indeterminación) del entorno natural, del organismo biológico, 
              del espíritu pensante y de la cultura social, a las dimensiones 
              toleradas por la fábrica industrial. Es decir: a muy poco 
              o a nada.  En el curso de los dos últimos 
              siglos, el conocimiento ha jugado su papel en la objetivación 
              del mundo, adaptando la naturaleza y los hombres a la producción. 
              No ha llegado hasta el final. Sin embargo, en este proceso el conocimiento 
              se convierte en parte integrante del desarrollo industrial, con 
              las máquinas, los mercados y el cálculo económico. 
              Así, en el capitalismo moderno el conocimiento se ha convertido 
              en un factor necesario, tanto como el trabajo y el capital. Se trata, 
              para ser más exactos, de un factor intermediario. Un poco 
              como la máquina, el conocimiento «acumula» el valor del trabajo 
              (y otros factores productivos) empleado para producirlo. A su vez, 
              el conocimiento entra en la producción gobernando las máquinas, 
              administrando los procesos y generando la utilidad para el consumidor. 
              En el circuito productivo del capitalismo industrial, el trabajo 
              genera el conocimiento y, el conocimiento, a su vez, genera el valor. 
              De este modo el capital, para valorizarse, no debe solamente «subsumir» 
              (siguiendo los términos marxistas) el «trabajo vivo», sino 
              también el conocimiento que genera y que pone en el circuito. 
              Esas son justamente las dificultades de esta «subsunción», 
              que impiden reducir de manera simple el conocimiento a capital y 
              que, en consecuencia, dan su sentido a la idea de capitalismo cognitivo. 
              En efecto:  1) En el circuito productivo 
              del valor, el conocimiento constituye un mediador muy poco dócil, 
              ya que la valorización de los conocimientos responde a leyes 
              muy particulares. Estas leyes difieren profundamente de las imaginadas 
              por el pensamiento liberal o marxista en sus teorías respectivas 
              del valor. Por consiguiente, el capitalismo cognitivo funciona de 
              manera diferente del capitalismo a secas [tout court]; 2) Esta diferencia, que ha existido 
              siempre, emerge hoy día y es fácilmente reconocible 
              en el hecho de que los procesos de virtualización separan 
              el conocimiento de su soporte material y lo vuelven [re]producible, 
              cambiable, utilizable de manera distinta, tanto el capital como 
              el trabajo que se ha empleado para producirlo. El posfordismo, que 
              utiliza frecuentemente el conocimiento virtualizado, se revela completamente 
              incomprensible en la ausencia de una teoría del capitalismo 
              cognitivo; 3) La valorización del 
              conocimiento, sobre todo cuando es utilizado de forma virtual, genera 
              toda una serie de mismatching (incoherencias) en el circuito 
              de la valorización. El proceso de transformación del 
              conocimiento en valor no es, así, lineal y estable en el 
              tiempo. Al contrario, implica la inestabilidad, puntos de discontinuidad, 
              catástrofes, una multiplicidad de caminos posibles. Es justamente 
              al situarnos en un punto de vista porfosdista cuando los obstáculos 
              reencontrados por la valorización del conocimiento ponen 
              al descubierto espacios de «crisis». Entretanto, es en estos espacios, 
              que son también espacios de libertad, donde pueden insertarse 
              soluciones nuevas y transformaciones institucionales originales. 
              He aquí por qué con toda razón se habla tanto 
              de capitalismo cognitivo.    2. El conocimiento no es una 
              recurso naturalmente escaso, su escasez es solamente artificial. 
              En tanto que término intermediario, el conocimiento no 
              tendría ninguna influencia sobre la teoría del valor 
              si no fuera más que una especie de bien semi-acabado que 
              no hace sino «conservar» y «transmitir», a los procesos en curso, 
              el valor del capital y del trabajo utilizados para producirlo. Sin 
              embargo, ése no es el caso. Ni la teoría del valor, 
              de la tradición marxista, ni la liberal, actualmente dominante, 
              pueden dar cuenta del proceso de transformación del conocimiento 
              en valor. De hecho: • El conocimiento tiene 
              ciertamente un valor de uso (para los usuarios, para la sociedad) 
              pero no tiene un valor-coste de referencia que pueda ser empleado 
              como referente para determinar el valor de cambio y funcione bien 
              como coste marginal (teoría neoclásica), bien como 
              coste de reproducción (teoría marxista). En efecto, 
              el coste de producción del conocimiento es fuertemente incierto 
              (el proceso de aprendizaje es por su naturaleza misma aleatorio) 
              y, sobre todo, es radicalmente diferente del coste de su producción. 
              Una vez que una primera unidad ha sido producida, el coste necesario 
              para reproducir las demás unidades tiende hacia cero (si 
              el conocimiento es codificado). En ningún caso ese coste 
              tiene que ver con el coste de producción inicial. • El valor de uso del 
              conocimiento no es ya el punto fijo sobre el que basar el valor 
              de cambio, tal y como se produce con la utilidad marginal en la 
              teoría neoclásica del valor. De hecho, independientemente 
              del valor de uso para los usuarios, en un régimen de libre 
              concurrencia, el valor de cambio de una mercancía, de la 
              que el coste de reproducción es nulo, tiende inevitablemente 
              a cero. El valor de cambio del conocimiento está entonces 
              enteramente ligado a la capacidad práctica de limitar su 
              difusión libre, es decir, de limitar con medios jurídicos 
              (patentes, derechos de autor, licencias, contratos) o monopolistas 
              la posibilidad de copiar, de imitar, de «reinventar», de aprender 
              conocimientos de otros. En otros términos: el valor del conocimiento 
              no es el fruto de su escasez (natural), sino que origina únicamente 
              limitaciones estables, institucionalmente o de hecho, del acceso 
              al conocimiento. Sin embargo, estas limitaciones no llegan a frenar 
              más que temporalmente la imitación, la «reinvención» 
              o el aprendizaje sustitutivo por parte de otros productores potenciales. 
              La escasez del conocimiento, eso que le da el valor, tiene, así, 
              una naturaleza artificial: Ella deriva de la capacidad de un «poder», 
              cualquiera que sea su género, de limitar temporalmente su 
              difusión y de reglamentar el acceso.    3. Economía de la velocidad. 
              El valor de los actos cognitivos, que es garantía para esta 
              forma de escasez artificial, tiende estructuralmente a menguar con 
              el tiempo. Los valores económicos están inscritos 
              en el tiempo y varían con él. En este sentido, la 
              economía del conocimiento es una economía de la velocidad: 
              los valores no son stocks que se conservan en el tiempo, ellos decrecen 
              con el aumento de la velocidad de los procesos. Para poder extraer 
              del valor conocimientos es necesario entonces acelerar el uso para 
              su mayor difusión posible. Al mismo tiempo, a menudo en razón 
              misma de su difusión, el conocimiento es socializado. Es 
              decir, que deviene patrimonio común a los concurrentes y 
              a los usuarios potenciales, conforme van cayendo las barreras que 
              limitan su acceso. Difusión y socialización son dos 
              procesos paralelos. Sin embargo, el propietario (o el poseedor) 
              del conocimiento debe mantenerlos apartados, acelerando el primero 
              y ralentizando el segundo. El valor disponible para los productores 
              depende, entonces, en cada momento, del gap que llegan a 
              mantener entre la velocidad de la difusión y la de la socialización. 
              El poder contractual (sustituabilidad) de las diferentes partes 
              y de los diferentes factores determina, a través de los precios 
              de los conocimientos intercambiados en los mercados «intermediarios», 
              la distribución del valor disponible entre empresas, de una 
              parte, y entre factores, de otra. 	 4.  	El conocimiento da cuenta 
              de la acumulación de capital. La relación entre 
              valor (de cambio) y conocimiento es muy compleja, debido a que está 
              subordinada al efecto multiplicador de la difusión y al demultiplicador 
              de la socialización. El capital del valor interioriza las 
              leyes de la valorización del conocimiento, es decir, la lógica 
              de los rendientos decrecientes en el tiempo, de la aceleración 
              de su difusión, de la limitación de su socialización, 
              de la reducción, por todos los medios, de su carácter 
              sustituible. Además, se trata de un proceso que permanece 
              siempre, en una cierta medida, indeterminado. No hay una manera 
              óptima de emplear los conocimientos con el fin de obtener 
              de ellos el máximo beneficio, ya que cada operador debe explorar 
              por cuenta propia el espacio de las diferentes posibilidades de 
              difusión, de socialización y de sustitución 
              en la supply chain (cadena de la oferta). De hecho, la acumulación 
              de conocimientos y de valor que generan es un proceso experimental 
              que adquiere forma en diferentes contextos, y que se efectúa 
              sin que los resultados estén predeterminados. Eso no tiene 
              nada que ver con la homogeneidad del capital dinero, que pretende 
              prever y nivelar las tasas de beneficio de las diferentes unidades 
              abstractas del capital. Los procesos cognitivos parten de contextos 
              diferentes y operan de manera experimental. De este modo no admiten 
              una respuesta única, sino varias. La variedad de las situaciones 
              y de las estrategias posibles diferencia estructuralmente y de manera 
              durable las diferentes unidades del capital cognitivo. Cada una 
              incorpora conocimientos de procedencias diferentes, adopta sentidos 
              de valorización diferentes y, in fine, cada unidad 
              obtiene una tasa de beneficio diferente.  Lo que entonces falla es la 
              abstracción real (la reducción del trabajo a tiempo 
              de trabajo), gracias a la cual el capital marxista realizaba la 
              subsunción del «trabajo vivo» reduciéndolo al del 
              capital dinero. En la subsunción de los conocimientos, el 
              capital cognitivo permanece contextual y diferenciado, si bien utiliza, 
              en parte, el conocimiento abstracto. La igualación de las 
              tasas de beneficio que vuelve homogéneo al capital financiero, 
              dándole la forma de capital-dinero, es entonces contradicha 
              de manera notoria. Ello es debido a la naturaleza localizada, específica, 
              en parte autorreferencial, del capital cognitivo, que el capital 
              financiero pretende nivelar y dirigir. El capital-dinero no llega, 
              en realidad, a afirmar su homogeneidad de otro modo que separando 
              el nivel financiero del nivel productivo, en el que los capitales 
              cognitivos son y permanecen profundamente diferenciados. Las dos 
              «almas» del capital, es decir la forma conocimiento (capital cognitivo) 
              y la forma dinero (capital financiero), no se fundamentan la una 
              en la otra: permanecen distintas, y dan lugar a toda una serie de 
              mismatchings (incoherencias). 	 5.  	Los MISMATCHINGS 
              típicos del capitalismo cognitivo. Dentro del capitalismo 
              cognitivo, la lógica intrínseca de la valorización 
              del conocimiento no coincide con los actores, más bien se 
              opone abiertamente a ellos (a los empresarios en primer lugar, pero 
              también a los trabajadores, a los consumidores, etc.), que 
              deberían producirlo y utilizarlo. En otros términos: 
              se crea una incoherencia, una forma de mismatching entre 
              los valores que concurren al ciclo de acumulación de los 
              conocimientos, y los que concurren a la formación del valor. 
              A causa de esta incoherencia: – El valor que puede ser extraído 
              de los conocimientos producidos no es maximizado, ya que la difusión 
              permanece inferior a aquella potencialmente posible;  – Si debido incluso a esta falta 
              de difusión no hay suficientes garantías sobre los 
              rendimientos, no se realizan nuevas inversiones en conocimientos; 
              o bien se realizan en cantidad menor en relación a lo que 
              habría sido posible y deseable para la sociedad.  En el primer caso hay una pérdida 
              social, un uso poco eficiente de un recurso disponible. En el segundo, 
              hay subacumulación, tanto en el plano cognitivo como en el 
              del valor: la productividad y la renta producida crecen menos que 
              lo que sería posible obtener si se aumentara de manera apropiada 
              las inversiones en aprendizaje. Se trata de dos situaciones sobre 
              las que se puede intervenir: en lo que se refiere a la empresa, 
              se puede intervenir por innovaciones organizacionales, contractuales, 
              institucionales, que reducen los efectos de mismatching; 
              desde el punto de vista político, se puede intervenir por 
              innovaciones institucionales y contextuales que vuelvan a un tiempo 
              gobernable el mismatching y realizables las inversiones socialmente 
              convenientes. En el funcionamiento del capitalismo 
              cognitivo hay al menos tres grandes ocasiones de mismatching, 
              en función de la oposición que aparece entre: 
              (a) la difusión y la apropiación. El conocimiento 
              genera valor si es difuso, pero la difusión tiende a reducir 
              su grado de apropiabilidad; (b) el tiempo de la vida y el tiempo 
              de la producción. El tiempo de vida procede con la lentitud 
              necesaria del aprendizaje complejo. El tiempo de la producción 
              es por el contrario dominado por la velocidad de aprendizaje simplificado, 
              que genera un mundo extraño, alienante, de objetos y de comportamientos, 
              en relación al mundo de la vida; (c) el riesgo y la inversión 
              colectiva. Las personas, las empresas y los territorios corren el 
              riesgo de equivocarse cuando buscan orientarse en las situaciones 
              complejas, en las que el valor de sus propios recursos no está 
              garantizado. Con el fin de minimizar el riesgo, reducen las inversiones 
              en nuevos conocimientos, poniéndose de este modo al margen 
              del proceso de aprendizaje social y de producción de valor. 
               	 6.  	Un esbozo de los capitalismos 
              posibles. Los tres problemas aquí recordados nos ofrecen 
              la posibilidad de esbozar las diferentes variantes del capitalismo 
              cognitivo. Los países, las regiones, las empresas, los trabajadores 
              y los consumidores han escogido, en el curso del tiempo, posicionamientos 
              diferentes en este esbozo ideal de las respuestas posibles. Algunos 
              incluso han introducido innovaciones técnicas, organizacionales 
              e institucionales capaces de desplazar el trade-off (arbitrio) 
              y de engendrar esta suerte de nuevo valor potencial. Cuando ha habido 
              avances remarcables sobre este terreno, la orientación tomada 
              por la gestión de los trade-off ha cambiado.  Eso ha creado una discontinuidad 
              entre «el antes» y «el después» que podemos describir correctamente 
              como un cambio de paradigma, como el paso de un capitalismo cognitivo 
              a otro. Los diferentes paradigmas que han ido sucediéndose 
              desde la revolución industrial (el capitalismo mercantil 
              en el siglo diecinueve, el fordismo en el veinte, el posfordismo 
              en nuestro siglo) han reposado, cada uno, sobre avances importantes 
              bajo una forma u otra en los trade-off recordados arriba. 
              En el curso del tiempo, estos paradigmas han realizado sistemas 
              coherentes de gestión del circuito cognitivo. |