Roma, 1977
En agosto de 1975, un libelo anónimo firmado con el pseudónimo de Censor, titulado Informe
verídico sobre las últimas posibilidades de salvar el capitalismo en Italia, fue enviado a
ministros, diputados, industriales, sindicalistas y periodistas que lo leyeron con estupor,
suscitando inmediatamente en los círculos dirigentes una amplia discusión. En estilo panfletario
del XVIII, un pretendido conservador, lúcido y cínico, exponía las razones de la clase dominante
para dirigir la sociedad, cuyo poder era cada vez más peligrosamente amenazado por el
desarrollo de la lucha autónoma del proletariado. El doble uso de la provocación terrorista y del
sindicalismo, de los servicios secretos y del "compromiso histórico", eran medidas de rigor para
acabar con un proceso que no podía desembocar sino en la revolución. El verdadero autor, el
situacionista Gianfranco Sanguinettí, explicaría poco después sus intenciones: demostrar,
mediante la inexistencia irrefutable de Censor, la falta de pensamiento estratégico en la clase
dominante, capaz de concebir una salida airosa para el capitalismo. "He querido probar, por
otra parte -dirá en el folleto Pruebas de la Inexistencia de Censor por su autor- que el partido
de la revolución social puede en lo sucesivo comprender al partido de la reacción
estalinoburguesa mucho mejor que éste a sí mismo y he demostrado que el partido de la
reacción no puede ni comprender ni tampoco reconocer al partido de la revolución, ni siquiera
cuando éste último llega al punto en que le resulta nocivo.' Más adelante, concluirá. "¿,Adónde
quiero llegar? Naturalmente, al triunfo de mi partido. Y mi partido es el partido de la
organización autónoma de las asambleas obreras, que asumen todos los poderes de decisión y
de ejecución, es el partido de los consejos obreros revolucionarios, con delegados revocables en
todo momento por la base, el único partido que combate en todas partes a todas las clases
dominantes burguesas y burocráticas; el partido que, cada vez que se manifiesta, trata de
realizar la abolición de las clases y del Estado, del trabajo asalariado y de la mercancía, y de
todo su espectáculo. Y no serviré jamás a otro.' El Aviso, del 7 de abril, fue difundido en Roma,
denunciando el rapto de De Martino como un ensayo general por parte de los servicios secretos
del secuestro de políticos. Esta traducción apareció en Un terrorismo en busca de dos autores.
Documentos de la revolución en Italia, Bilbo, Muturreko Burutazioak/El Lokal, marzo de 2000.
Contacto: muturreko@hotmail.com
MONTESQUIEU,
Consideraciones sobre las causas de la grandeza y de la decadencia de Roma.
Compañeros,
Los revolucionarios no deben menospreciar ni la profundidad del actual enfrentamiento de clases, ni la crisis en la que se debaten todos los poderes y todos los partidos, porque es el resultado de su propia lucha. Pero tampoco hay que exagerar y caer en esa especie de optimismo apocalíptico que anuncia la victoria de la subversión total para el día siguiente de cada conflicto, y recae después miserablemente en la desilusión imbécil de los recuperadores, quienes ya hablan del "reflujo del movimiento", precisamente cuando se está extendiendo entre los obreros y en las fábricas.
Ayer, en Milán, 3000 delegados de 350 consejos de fábrica se reunieron en asamblea común por vez primera, arrebatando a los burócratas sindicales el monopolio de la coordinación obrera, y cimentando la primera organización obrera autónoma y revolucionaria que se recuerde desde la derrota del movimiento de los Consejos Obreros de 1919-20. Algunos de nosotros hemos presenciado esta primera asamblea a la que seguirán inmediatamente otras. ¡Las burocracias sindicales serán derrotadas por los obreros mismos!
Hoy en Italia existe un verdadero peligro de represión violenta, y en algunos casos, esta ya ha empezado. Pero no basta compañeros, con ser consciente de tal eventualidad, y tampoco basta con protestar contra la mencionada represión: ¡Hay que detenerla!
Las fuerzas represivas del sistema son los sindicatos, la policía y los servicios secretos; en
estos momentos, estas fuerzas tienen ante sí dos posibilidades de actuar: o bien llevando a cabo
la represión preventiva de las luchas que temen, o bien la represión sucesiva de las luchas,
porque saben que cada medida represiva empleada durante la lucha tiene por efecto alimentarla.
En Padua, Florencia y Nápoles, la represión y las detenciones de obreros y compañeros
desocupados precedió la explosión violenta del movimiento. En Bolonia la siguió, con los
aplausos del partido llamado comunista. En Roma, justamente hoy empieza.
Compañeros,
No podemos impedir la represión si no extendemos el movimiento por todas partes, y sobretodo en las fábricas de todas las ciudades de Italia. Ayer, en el teatro lírico de Milán, fue preparada la coordinación de las luchas futuras de la que han sido apartados los sindicatos.
Todos los partidos están coaligados en el sostenimiento .de nuestro capitalismo decadente y nos acusan de ser subversivos. Pues bien compañeros, ¡seámolos totalmente! No permitamos que nos acusen de ser revolucionarios; hemos de merecer la "acusación", que para nosotros es un honor.
No hay que preocuparse por las denuncias: nuestras propias luchas obligarán al poder a retirarlas, por ejemplo, mediante una amnistía. En 1969, solamente en Milán y en Turín, fueron denunciados diez mil obreros. Pero nadie dio curso a las denuncias: el poder tuvo que elegir entre celebrar diez mil juicios, y provocar una guerra civil, o ceder. Y prefirió evitar la guerra civil.
Hace falta ser lúcido con las posibilidades y riesgos del actual movimiento: nuestra única
autodefensa real consiste en extender las luchas por todo el país. Quien hace una revolución a
medias cava su propia tumba (Saint Just), y nosotros apenas la hemos empezado. Los obreros
han de ocupar indefinidamente todas las fábricas y expulsar de ellas a los burócratas estalinistas,
Entonces sabremos qué hacer. Las mismas consecuencias de nuestras acciones nos llevarán
hacia delante. La consigna será entonces: ¡Todo el poder a los Consejos Obreros!
Compañeros,
¡Cuidado con las provocaciones terroristas de los servicios secretos! Acordémonos de piazza Fontana y denunciemos inmediatamente a los terroristas a sueldo. El rapto de De Martino forma parte de la estrategia del S.I.D.; es cosa sabida que los N.A.P.1 están teledirigidos e infiltrados. Los demás terroristas, de las más variadas etiquetas, sólo sirven al Poder. Son un hecho espectacular que esconde y enmascara la lucha de clases auténtica en la que combatimos y a la que el propio partido llamado comunista quisiera acallar.
Denunciemos las maniobras del S.I.D.-S.I.S., aclarando los verdaderos fines que persiguen. La
principal función del rapto de De Martino era la de desorientar a los delegados de los Consejos
de fábrica que se reunían en Milán pocas horas después en una asamblea que ni el PCI ni nadie
pudo impedir. Esa maniobra policial falló al menos en eso. Cuando los sindicatos ya no pueden
dominar las luchas es normal que surjan policías y servicios secretos.
Compañeros,
El viejo topo sale por fin a la luz. Hay que lograr que Lama(1) deje de provocar al proletariado fumando descaradamente la pipa de la paz social.
Las luchas autónomas del proletariado aumentan más rápidamente que los salarios, el crédito
del partido llamado comunista baja más rápido que la lira.
¡Vivan los indios metropolitanos!(2)
¡Viva Radio Alice!
¡Viva la autonomía de las luchas!
¡Vivan los obreros que en Milán han echado a los burócratas estalinistas de su movimiento!
¡Vivan las asambleas autónomas y soberanas! ¡Viva el poder absoluto de los Consejos Obreros!
PLUMA VELOZ
Roma, 7 de abril de 1977,
Via Carlo Pisacane n.1977
1. Secretario del sindicato de influencia comunista CGL, particularmente odiado por los obreros y estudiantes radicales, quienes le expulsaron violentamente de la universidad, con todo su séquito.
2. Indiani metropolitani, movimiento informal e inestable de jóvenes radicales urbanos,
particularmente sensibles a los problemas ecológicos, que se consideraban como indios
defendiendo su territorio de la invasión del capital. También había indiani rurali.