Enragés: y situacionistas en el movimiento de las ocupaciones, René Viénet

Capítulo 1

El regreso de la revolución social


Por supuesto, el situacionismo no es el espectro que
obsesiona a la civilización industrial, así como en 1848,
el comunismo tampoco era el espectro que obsesionaba a 
Europa.
					FRANÇOIS CHATELET
			"Nouvelle Observateur", 3 de enero de 1968


La historia presenta pocos ejemplos de un movimiento social de la profundidad del que estalló en Francia en la primavera de 1968; al menos no han habido ninguno en el que tantos cronistas se han puesto de acuerdo para decir que era imprevisible. Esta explosión ha sido una de las menos imprevisibles de todas. Resulta, sencillamente, que jamás el conocimiento y la conciencia histórica habían sido tan mistificados.

Los situacionistas, por ejemplo, que habían denunciado y combatido la "organización de las apariencias" en la fase espectacular de la sociedad mercantil, habían previsto muy exactamente desde hace muchos años la explosión actual y sus consecuencias. La teoría crítica, elaborada y difundida por la Internacional Situacionista hacía constar fácilmente, como condición previa a todo programa revolucionario, que el proletariado no había sido abolido, que el capitalismo continuaba desarrollando sus alienaciones; que en todas partes donde existe este antagonismo permanece el problema social planteado desde hace más de un siglo; que este antagonismo existe en toda la superficie del planeta. La I.S. explicaba el análisis y la concentración de las alienaciones por el retraso de la revolución. este retraso derivaba de una forma manifiesta de la derrota internacional del proletariado desde la contrarrevolución rusa y de la continuación complementaria del desarrollo de la economía capitalista. La I.S. sabía muy bien, como tantos obreros privados de la palabra, que la emancipación de los trabajadores tropieza en todas partes y siempre con las organizaciones burocráticas que son su representación autonomizada: burocracia constituida en clase, en Rusia y, subsiguientemente, en otros países, por su apropiación del poder estatal-totalitario; o bien, estrato social de cuadros privilegiados, sindicalistas o dirigentes de partidos al servicio de la burguesía moderna que trabajan para integrar en la gestión racional de la economía, la fuerza de trabajo de los que ellos erigen como agentes. Los situacionistas hacían constar que la falsificación permanente necesaria para la supervivencia de los aparatos burocráticos, falsificación dirigida en primer lugar contra todos los actos y todas las teorías revolucionarias era una pieza maestra de la falsificación generalizada en la sociedad moderna. También habían reconocido y se habían ocupado en alcanzar las nuevas formas de subversión, cuyos primeros signos se acumulaban, y que comenzaban confusamente a poner en claro, de las condiciones opresivas unificadas, la perspectiva de una crítica total. Así los situacionistas sabían y demostraban la posibilidad y la inmanencia de un nuevo comienzo de la revolución. Estas perspectivas a muchos les parecían paradoxales, incluso dementes. Ahora lo hemos visto.

En la presente vuelta de la revolución, es lo histórico mismo que es lo inesperado para los pensadores del Estado, como es natural, y para toda la canalla de la pseudo-crítica. es cierto que el análisis sólo alcanza lo real, participando en el movimiento real que suprime las condiciones existentes. La carencia organizada a este respecto es la que hace que el proceso vivido por todos no sea legible por todos. Es en este sentido que lo familiar de la vida alienada, y del rechazo de esta vida alienada, no es por ello conocido. Pero para la crítica revolucionaria que devuelve al movimiento práctico su propia teoría, deducida de él y llevada a la coherencia que persigue, seguramente no había nada tan previsible, nada tan previsto [1] como la nueva época de las luchas de clases que inaugura el movimiento de las ocupaciones. Los estalinianos, ideólogos de la forma burocrático-totalitaria de explotación, en Francia como en otros países estaban reducidos a un rol estrictamente conservador. Desde hacía mucho tiempo les era imposible tomar el poder, y la dislocación internacional del monolitismo burocrático que es su referencia obligada les cierra éste para siempre. Al mismo tiempo, esta referencia y la práctica que se deriva hacen también imposible su reconversión en aparato de tipo reformista burgués. La variante maoísta, que reproduce ilusoriamente, por la contemplación religiosa de un Oriente revolucionario de fantasía, el período conquistador del estalinismo, recitaba sus traducciones en un perfecto vacío. Las tres o cuatro sectas trotskistas se disputaban ávidamente la gloria de comenzar de nuevo 1917, tan pronto como hubiesen reconstruido al fin el partido idóneo. Estos "bolcheviques resucitados" eran demasiado fanáticos del pasado revolucionario, y de sus peores errores para solamente mirar la sociedad histórica. Algunos mezclaban a este exotismo histórico el exotismo geográfico de un revolucionarismo de subdesarrollo, más o menos guevarista. Si todos recogían desde hacía poco algunos militantes, no era de ningún modo el producto de alguna actualidad de sus análisis, sino solamente el de la descomposición de las burocracias llamadas comunistas.

En cuanto a los pseudo-pensadores modernistas de la protesta al detalle, los desperdicios del militantismo que habían ascendido en las pseudo-ciencias llamadas humanas, y que pensaban para todos los semanarios, es muy evidente que eran incapaces de comprender y a fortiori de prever sea lo que fuere. Efectivamente, se encontraban sometidos eclécticamente a casi todos los aspectos de los efectos especiales del viejo mundo. estaban ligados al mismo tiempo al Estado burgués, al estalinismo jadeante, al castro-bolchevismo rejuvenecido, a la psicosociología e incluso a su propia vida miserable. Respetaban todo. Mentían sobre todo. Aún se les encuentra hoy, todavía dispuestos a explicarnos todo.

Al contrario de esta mayor parte de las masas que, puestas en movimiento por la crisis revolucionaria de mayo, ha comenzado a comprender lo que estaba viviendo exactamente igual que lo que había vivido hasta entonces -y los que han podido desarrollar la conciencia más claramente han reconocido la teoría total de la revolución como la suya-, todos los especialistas de la ideología o del activismo supuestos contestatarios y subversivos, de la misma manera que no habían previsto nada, nada comprendieron. En estas condiciones, ¿qué pueden hacer? Piedad. Han vuelto a tocar serenamente su música habitual en el naufragio de este tiempo muerto donde habían podido creerse la futura élite de la revolución. El aire previsto desde hace mucho tiempo para su bautismo resonaba para su entierro.

De hecho, el proceso de reaparición de la crítica teórica y de la crítica en actos constituía históricamente una unidad objetiva. Las nuevas necesidades de la época creaban su propia teoría, y sus teóricos. El diálogo que así se presentaba, aunque limitado y alienado por las condiciones ambientales de la separación, iba hacia su organización subjetiva consciente, y por el mismo movimiento cada una de estas críticas comienza a descubrir la totalidad de sus tareas. Una y otra han surgido primero como lucha contra los nuevos aspectos de la explotación en la sociedad de clases. Por una parte, las huelgas salvajes del Oeste, y las insurrecciones obreras del Este, han inaugurado en la práctica la lucha contra las burocracias de estatutos diferentes. Por otra, la presente teoría revolucionaria ha comenzado por una crítica de las condiciones de existencia inherentes al capitalismo superdesarrollado: la pseudo-abundancia de la mercancía y la reducción de la vida al espectáculo, el urbanismo opresivo y la ideología, comprendida como estando siempre al servicio de especialistas de la dominación. Cuando la Internacional Situacionista formuló una teoría coherente de esta realidad, demostró al mismo tiempo la negación en la realización conjunta del arte y de la filosofía, en la liberación de la vida cotidiana[2]. Lo que así era radicalmente nuevo encontraba también la vieja verdad del movimiento proletario provisionalmente reprimido. El programa actual vuelve a descubrir a un nivel superior el proyecto de la abolición de las clases, del acceso a la historia consciente, de la construcción libre de la vida; y vuelve a descubrir la forma de los Consejos Obreros como medio.

El nuevo desarrollo revolucionario en los países industrializados, que están en el centro de toda la historia moderna, puede ser fechado por el sublevamiento obrero de 1953 Berlín-Este, oponiendo a la impostura burocrática en el poder su exigencia de "un gobierno de metalurgistas". La revolución húngara de octubre de 1956 inició la realización del poder de los Consejos: aunque sobre la base de un país insuficientemente industrializado y en las condiciones específicas de una sublevación nacional contra una opresión extranjera, el empobrecimiento y el terror generalizados.

El desencadenamiento de la agitación de los estudiantes, en Berkeley en 1964, denunciaba la organización de la vida en el país capitalista más desarrollado, comenzando por la naturaleza de su enseñanza, y daba la señal de una revuelta que se extendió después a casi todos los países europeos [3]. Sin embargo, esta revuelta, aunque avanzada por algunos de sus temas principales, resultaba parcial en la medida que se limitaba al "medio estudiantil" -él mismo objeto de rápidas transformaciones siguiendo las exigencias del capitalismo moderno- y en la medida en que su reciente conciencia política se quedaba muy fragmentaria, y sometido a diversas ilusiones neo-leninistas, incluido con frecuencia el imbécil respeto a la farsa maoísta de "revolución cultural". El problema negro, la guerra del Vietnam y Cuba ocupaban un lugar desproporcionado, y mistificante, en la lucha, aunque real, de los estudiantes norteamericanos. Este "anti-imperialismo", reducido a una aprobación netamente contemplativa, ha dominado casi siempre los movimientos de estudiantes de Europa. Desde el verano de 1967, las manifestaciones de los estudiantes de Berlín-Oeste tomaron un cariz violento; se extendieron por toda Alemania como respuesta al atentado contra Dutschke. Los italianos fueron más lejos a partir de diciembre de 1967, particularmente en Turín, ocupando sus facultades, provocando al comienzo del año de 1968 el cierre de las principales universidades del país.

En la crisis actual del poder burocrático en Checoslovaquia, único país avanzado industrialmente, jamás conquistado por el estalinismo, se trata esencialmente de una arriesgada tentativa de la clase dominante para corregir el funcionamiento de su economía seriamente debilitada, fue bajo la presión de una agitación llevada a cabo al final de 1967 por los estudiantes y la inteligentsia, que la burocracia se decidió a correr ese riesgo. Los obreros, poniéndose en huelga y comenzando a reivindicar la gestión directa de las fábricas, son desde ahora la principal amenaza que pesa sobre un orden burocrático obligado a fingir una liberación.

La apropiación burocrática de la sociedad es inseparable de una posesión totalitaria del Estado, y del reino absoluto de su ideología. La ausencia de censura, la garantía de libertad de expresión, el derecho de asociación, plantean a corto plazo en Checoslovaquia esta alternativa: bien una represión, declarando el carácter ficticio de estas concesiones; o bien el asalto proletario contra la propiedad burocrática del estado y de la economía, que se encontraría desenmascarado desde el momento en que la ideología dominante debiera privarse por algún tiempo de la omnipresencia de su policía. La resultante de semejante conflicto [4] interesa enormemente a la burocracia rusa, cuya supervivencia incluso se encontraría afectada por una victoria de los trabajadores checos.

En el mes de marzo, el importante movimiento de los estudiantes polacos ha estremecido también al régimen de Gomunlka, procedente de la reforma burocrática lograda después de la crisis de 1956 y el aplastamiento de los obreros húngaros. El plazo conseguido en esta época llega a su vencimiento. Pero la clase obrera no se ha unido esta vez a los estudiantes, quienes han sido reprimidos en el aislamiento. únicamente los pseudo-obreros, activistas del partido y policías paralelas, han intervenido en el momento de la crisis.

En Francia, donde un paso decisivo acaba de ser franqueado, es donde el movimiento encuentra todos sus fines profundos. Los obreros de un país capitalista moderno han regresado masivamente a la lucha radical. Se plantea todo de nuevo. Las mentiras de una época se derrumban. Ya nada puede existir como antes. Europa puede dar saltos e alegría gritando: ¡Muy bien socavado, vieja topo!

El escándalo situacionista de Estrasburgo, en diciembre de 1966, había doblado las campanas por el sindicalismo estudiantil en Francia. El buró local de la U.N.E.F. se había declarado súbitamente a favor de las tesis de la I.S. publicando el folleto de Mustapha Khayati De la Misère en milieu etudiant. El método empleado, las causas que se derivaron, la implacable coherencia del informe, fueron el gran suceso de este libelo. A este respecto se puede hablar de una primera tentativa acertada para comenzar a comunicar la teoría revolucionaria a las corrientes que la justifican. Una decena de traducciones extendieron particularmente la audiencia de este texto, sobre todo en Estados Unidos y en Italia. Si su efecto práctico fue muy escaso en Francia en lo inmediato fue debido a que este país no se encontraba comprometido por el momento en las luchas ya comenzadas en otras partes. No obstante, es posible que sus argumentos no hayan sido extraños al desprecio que una facción de los "estudiantes" franceses, mucho más categóricamente que en cualquier otro país, debía afirmar poco tiempo después por el conjunto del medio estudiantil, de sus reglas y de sus finalidades.

La riqueza de la situación revolucionaria en Francia, que ha asestado al estalinismo el golpe más duro que jamás haya sufrido en Occidente, se expresa por el simple hecho de que la clase obrera se ha hecho cargo espontáneamente de una gran parte del movimiento que contenía explícitamente una crítica de la jerarquía, de la mercancía, de la ideología, de la supervivencia y del espectáculo. Por lo demás, es significativo comprobar que las posiciones, o las frases, de los dos libros de teoría situacionista aparecidos en Francia en los últimos días de 1967 [5] se encuentran trasladados sobre los muros de París y de varias ciudades de provincia por la corriente más avanzada de la revuelta de mayo; la mayoría de estas tesis ocupaba la mayoría de los muros. Como se podía esperar la teoría situacionista se ha convertido en una fuerza práctica que capta a las masas.

1. PHILIPPE LABRO, describiendo la atmósfera francesa antes de la crisis en su libro Ce n'est qu'un debut (E.P.P. Denoël) se aventura a anotar que "los situacionistas creían hablar en el vacío" (página 8). He aquí una audaz inversión de lo real. Por supuesto, era Labro -como tantos otros- quien creía que los situacionistas hablaban en el vacío.

2. La palabra "situacionismo" jamás empleada por la I.S., que es radicalmente hostil a todo establecimiento doctrinal de una ideología, ha sido constantemente manejada por la prensa y combinada por las más fantásticas definiciones: "vanguardia del movimiento estudiante", 20 Ansde junio de 1968, técnica del "terrorismo intelectual" para Le Journal de Dimanche del 19 de mayo, etc. A pesar de la evidencia de un desarrollo por parte de la I.S. del pensamiento histórico procedente del método de Hegel y Marx, la prensa se ha ocupado en asimilar los situacionistas al anarquismo. La definición de Carreforu del 8 de mayo, "más anarquistas que los anarquistas, que ellos encuentran demasiado burocráticos", es el modelo del género.

3. Conviene señalar, sin embargo, la persistencia de la lucha en la calle llevada a cabo por los estudiantes radicales japoneses de la Zengakuren, desde 1960. Su ejemplo era cada vez más citado en Francia en los últimos años. La posición política de su "Liga Comunista Revolucionaria", a la izquierda del trotskismo, y opuesta al mismo tiempo al imperialismo y a la burocracia, era menos conocida que sus técnicas de combate.

4. Tres semanas después de que este libro fuese enviado al editor, la intervención del ejército ruso en Checoslovaquia, el 21 de agosto, ha demostrado que la burocracia debía impedir a cualquier precio el proceso en curso. Todos los "compañeros de viaje" occidentales de la burocracia, que fingen asombro y disgusto, son naturalmente menos lúcidos que sus amos, respecto a los intereses vitales de éstos últimos. (Nota añadida en octubre de 1968. R.V.)

5. La sociedad del espectáculo, de GUY DEBORD (traducido al español, Castellote editor) y Tratado del saber vivir para el uso de nuevas generaciones, de RAOUL VANEIGEM (Anagrama).

René Viénet: Enragés: Y situacionistas en el movimiento de las ocupaciones. Miguel Castellote, Ed., Madrid, 1978.


2. Los orígenes de la agitación en Francia

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