Capítulo 2
"Por supuesto, los utopistas también pueden ver correctamente la situación de hecho de la cual hay que partir. Si se quedan en simples utopistas es que no están en condiciones de verla más que como un hecho visto, a lo sumo, como un problema a resolver, sin llegar a comprender que es concretamente ahí, en el mismo problema, donde se encuentran los datos, la solución y el camino que conduce a la solución." LUCKACS Historia y conciencia de clase
El rechazo que abarcaba ya en varios países considerables estratos de la juventud, todavía no significaba en Francia más que una mínima franja de grupos avanzados. No se podía observar ninguna tendencia a la "crisis" económica, ni siquiera política. La agitación iniciada en enero de 1968 en Nanterre por cuatro o cinco revolucionarios que iban a construir el grupo de los Enragés, debía ocasionar dentro de cinco meses la casi liquidación del Estado. Esto hace reflexionar. La profunda crisis que entonces estaba latente en Francia existe igualmente en todas las demás sociedades burguesas modernas. Lo que faltaba, era una perspectiva revolucionaria real y su organización práctica. Jamás una agitación emprendida por un número tan pequeño de individuos ha ocasionado en tan poco tiempo tales consecuencias.
El mismo régimen gaullista no tenía ninguna importancia particular en el origen de esta crisis. El gaullismo no es otra cosa más que un régimen burgués que trabaja en la modernización del capitalismo, exactamente como el laboralismo de Wilson. Su principal característica, y su éxito, residen en el hecho de que la oposición en Francia se encuentra aún más en condiciones de inferioridad que en otras partes para hacerse atractiva con el fin de hacer lo mismo. Sin embargo, hay que tener en cuenta dos aspectos específicos: el acceso al poder del gaullismo mediante complots y pronunciamiento militar, que le ha marcado por un cierto desprecio de la legalidad; la preocupación personal de un prestigio arcaico en De Gaulle [1].
La modernización de la economía francesa y su adaptación al Mercado Común, sin presentar ningún carácter dramático, no marchaban sin ocasionar una ligera reducción de los salarios reales por el rodeo de las ordenanzas gubernamentales sobre la Seguridad Social, un crecimiento de las dificultades del empleo, principalmente para los jóvenes trabajadores. Este fue el pretexto del ejemplar motín obrero de Caen, en enero, cuando los trabajadores sobrepasaron las reivindicaciones sindicales y saquearon los comercios. En marzo, los metalurgistas de la fábrica Garnier de Redon supieron atraer en su huelga victoriosa a todas las empresas de la ciudad, creando conexión independiente de los sindicatos y organizando la autodefensa para hacer retirar las C.R.S.
Las repercusiones directas del golpe de Estrasburgo se hicieron en primer lugar sentir en la ciudad universitaria de Jussieu, cerca de Lyon, cuyos residentes, desde la primavera de 1967, habían abolido radicalmente el reglamento durante varias semanas, superando así el debate académico sobre la reforma de los estatutos anti-sexuales. En Nantes, los "estudiantes", a partir de noviembre de 1967, no se quedaron ahí. Después de haberse apoderado de la sección local de la U.N.E.F., como en Estrasburgo, decidieron el cierre del "Bureau d'Aide Psychologique Universitaire" (B.A.P.U.). Después de lo cual organizaron en varias ocasiones la invasión de las residencias universitarias: los chicos en las de las chicas y viceversa. A continuación, en febrero, ocuparon el rectorado de Nantes y se enfrentaron duramente con la policía. Como escribía Rivarol del 3 de mayo de 1968, "es posible que se olvide demasiado que, desde febrero, los motines de Nantes mostraban el verdadero rostro de estos "situacionistas", 1500 estudiantes detrás de las banderas rojas y negras, el Palacio de Justicia ocupado...".
La formación del grupo de los Enragés se realiza con motivo de una lucha contra la presencia policial en el campus de Nanterre. Se hicieron fotos de policías de paisano. El 26 de enero, en el interior de la facultad los clichés ampliados fueron paseados sobre pancartas. Este acto ocasiona inmediatamente, a petición del Decano Grappin [2], la intervención de unos sesenta policías en uniforme, que fueron repelidos tras un breve enfrentamiento. Todos los militantes de los grupos izquierdistas, unos cien, se habían unido al núcleo inicial. Este último se componía de los Enragés propiamente dichos y una docena de anarquistas. Los Enragés figuraban todos entre los elementos inasimilables en el actual sistema universitario. Además, estos "gamberros del campus" habían encontrado su acuerdo teórico en la plataforma de la Internacional Situacionista. Se proponían perturbar sistemáticamente el insoportable orden de cosas, comenzando por la universidad.
El terreno era particularmente escandaloso. Nanterre era moderna en la elección de los titulares de cátedra exactamente como en su arquitectura. Aquí es donde pontificaban los pedantes del pensamiento sometido, los bribones de la recuperación, los patanes modernistas de la integración social, los Lefebvre y los Touraine. [3] El decorado estaba en armonía: con los "conjuntos urbanísticos" y con las chabolas que les son complementarias, el urbanismo del aislamiento había injertado un centro universitario, como microcosmo de las condiciones generales de la opresión, como alma de un mundo sin alma. El programa, pues, de no dejar hablar ex cathedra a los especialistas de la falsificación y de disponer de los muros para un vandalismo crítico, debía hacer el máximo efecto. Esto fue un hueco para escapar de la estéril protesta harta desde hacía años contra las molestias de los internos en las residencias o la reforma Fouchet, tartas de merengue de la U.N.E.F. y de todos los que condiaban su dirección.
Cuando los Enragés comenzaron a interrumpir los cursos de los sociólogos, y de algunos otros, la U.N.E.F. y sus infiltrados izquierdistas reaccionaron con indignación. En varias ocasiones trataron de proteger ellos mismos a los profesores. Los anarquistas, aunque tenían algunas aspiraciones al buró local de la U.N.E.F., permanecieron neutrales. Entre ellos Daniel Cohn-Bendit, que ya se había tallado una especie de reputación excusándose de haber insultado a un ministro, también fue amenazado de ser excluido de la U.N.E.F. -pues formaba parte- por una moción de los trotskistas de la futura "Federación de los estudiantes revolucionarios" (entonces C.L.E.R.). Al final, el C.L.E.R. retiró su moción debido a que Cohn-Bendit, de nacionalidad alemana, se encontraba en este momento citado ante la comisión de expulsión de la Prefectura de Policía. Una cierta agitación política hacía ya eco a los escándalos de los Enragés. Se instauró la costumbre de repartir octavillas en el interior de los locales. La canción de los Enragés sobre Grappin -la célebre Grappignol-, su primer cartel en forma de comic, aparecieron con ocasión de la "jornada nacional" de ocupación de las residencias universitarias, el 14 de febrero. Por todas partes, el tono subía.
El 21 de febrero, Le Nouvelle Observateur lloraba sobre Nanterre: "La izquierda ha explotado"; e incluso "grupo de los Enragés que no los constituyen más que tres o cuatro representantes de la Internacional Situacionista". El mismo día, una octavilla de los Enragés precisaba que ellos "nunca han pertenecido a la Internacional Situacionista, y que en consecuencia no podían representarla. A la represión le sería muy fácil si cualquier manifestación un poco radical en un campus fuese el hecho de un complot situacionista. (...) Dicho esto, aprovechamos la ocasión para volver a afirmar nuestra simpatía con respecto a la crítica situacionista. Nuestro acuerdo con la teoría radical se podrá juzgar por nuestros actos".
El 22 de marzo, los grupos izquierdistas, como protesta contra la interpelación en París de seis "militantes anti-imperialistas", invadieron el edificio administrativo y tuvieron una asamblea en la sala del Consejo de la facultad. En nombre de los Enragés, René Riesel exigió que fuesen expulsados inmediatamente dos observadores de la administración y los pocos estalinianos presentes. Un responsable anarquista, colaborador habitual de Cohn-Bendit, al sostener entonces que "los estalinianos que están esta noche aquí ya no son estalinianos", los Enragés abandonaron inmediatamente la asamblea, como protesta por esta cobarde alusión. Además se les había acusado de querer saquear los locales. Se vieron obligados a escribir sus slogans [4] en todos los muros, inaugurando así una forma de agitación cuyo éxito fue fulminante, y que iba a devenir una de las características originales del período de las ocupaciones. La concentración de elementos izquierdistas de diversas pertenencias, que debía en las próximas semanas, recibir de la prensa sus nombres sucesivos -"Movimiento de los 142", luego "Movimiento del 22 de marzo"- comenzó, pues, a constituirse esta noche sin los Enragés y contra ellos.
"El Movimiento del 22 de marzo" era desde el principio un conglomerado ecléctico de individuos adherentes a título personal. Todos estaban de acuerdo en el hecho de que les era imposible entenderse sobre ningún punto teórico y contaban con "la acción común" para superar esta carencia. Sin embargo, había un consensus sobre dos sujetos, una trivialidad irrisoria y una nueva exigencia. La trivialidad era la "lucha" anti-imperialista, herencia del período grupuscular contemplativo que se iba a acabar: Nanterre, Vietnam de la periferia, al sostener decididamente el justo combate de la Bolivia insurrecta. La novedad era la democracia directa de la organización. Es verdad que esta intención sólo ha sido muy parcialmente realizada en el "22 de mayo" por el hecho de la doble pertenencia, discretamente silenciada o nunca tomada en consideración, de la mayoría de sus miembros. había de todo, maoístas, J.C.R., anarquistas de toda índole -desde ruinas de la "Federación Anarquista" hasta activistas de la "Federación Ibérica de Juventudes Libertarias"- y hasta sospechosos o cómicos de los "grupos de investigación institucional" (F.G.E.R.I.) [5].
El mismo Cohn-Bendit pertenecía al grupo anarquista independiente, y semi-teórico, de la revista Noir et Rouge. Tanto por este hecho como por sus cualidades personales, Cohn-Bendit se situaba en la tendencia más radical del "22 de marzo"; incluso resultaba ser más realmente revolucionario que todo el resto del movimiento del que se convirtió en portavoz y que tuvo, pues, que soportar. [6] Insuficientemente inteligente, informado confusamente por personas interpuestas de los problemas teóricos de la época, hábil para divertir a un público de estudiantes, bastante franco para extenderse como una mancha de aceite sobre el fórum de las maniobras políticas izquierdistas, bastante flexible para arreglarse con sus responsables, era un revolucionario honesto, aunque sin genio. Sabía mucho menos de lo que hubiera debido saber; y de lo que sabía no hizo el mejor empleo. Además, al aceptar sin crítica real el rol de vedette que se exige ante el primer llegado de los reporters de la información espectacular, debía naturalmente ver sus declaraciones que siempre eran una mezcla de lucidez, y algunas tonterías, agravadas en este último sentido por las deformaciones inherentes a una comunicación de esta naturaleza. En abril, declaraba aún a quien quisiera escucharle que él era un moderador y de ninguna manera un enragé. Este fue el momento en que, a continuación de un ministro, la prensa comenzó a llamar enragés a todos los descontentos de Nanterre.
En efecto, el "22 de mayo" había obtenido en algunos días el principal éxito del que el conjunto del movimiento efectivamente le debe, y que no tiene relación alguna con sus charlatanerías sobre la "universidad crítica", plagiadas de los ejemplos alemán e italiano cuya inanidad ya estaba demostrada [7]. Mientras que todos los esfuerzos de su comisión "Cultura y Creatividad" no han superado nunca un estetismo revolucionario que las huellas descuidadas del "situacionismo" no conseguían hacer interesante, el proyecto, tontamente "anti-imperialista", de mantener un mitin en Nanterre el 29 de marzo trajo al Decano Grappin a la primera y la más grave de las consecuencias de una serie de errores administrativos que iban a permitir la rápida extensión de la agitación. Grappin cerró su facultad por dos días. El espectro amenazador de "una docena de enragés" se convertía desde entonces en una obsesión a escala nacional.
Entre los más intranquilos, L'Humanité de 29 de marzo denunciaba las "acciones de comando emprendidas por un grupo de anarquistas y de 'situacionistas' de los que una de las consignas mancha la fachada de la facultad: "¡No trabajéis!". para esta cuarentena de estudiantes la acción consistía desde hace semanas en "intervenir" en las aulas, en las reuniones de trabajos prácticos... ocupar edificios y eventualmente cubrir los muros con inscripciones gigantes. ¿Cómo una cuarentena de elementos irresponsables ha podido provocar decisiones tan graves que conciernen a 12000 estudiantes de Letras y 4000 de Derecho?
En este momento, cuando comenzó la represión ya era demasiado tarde. Sin duda, un miembro
del grupo de los Enragés, Gérard Bogorgne, pudo ser expulsado el 1º de abril por cinco años de
todos los establecimientos de enseñanza superior de Francia [8], sin que el "22 de marzo", sus
periodistas, ni evidentemente ningún otro grupo izquierdista lo mencionasen. pero las renovadas
amenazas de expulsión contra Cohn-Bendit, ya bastante célebre, y seguramente más defendibles
para mucha gente, la decisión anunciada de diferir al 6 de mayo, ante la comisión de instrucción
del Consejo de la Universidad de París, a Cohn-Bendit, a Riesel y a otros seis agitadores de
Nanterre, además del nuevo cierre sine die de Nanterre a partir del 2 de mayo, provocaron una
extensión de la protesta entre los estudiantes de París. El "22 de marzo" y la U.N.E.F. llamaron
para el viernes 3 de mayo a un mitin en el patio de la Sorbona. Al intentar la dispersión de este
mitin, las autoridades descubrieron la fuerza ya acumulada por el movimiento y le dieron la
ocasión de franquear el paso decisivo. Cuanto les parecía imposible un tal desarrollo a los
observadores especializados, he aquí lo que atestigua a la perfección la fina profecía del ridículo
Escarpit, al escribir en Le Monde el mismo día (fecha del 4 de mayo): "Nada es menos
revolucionario, nada es más conformista que la pseudo-ira de un rompecristales, incluso
vistiendo su mandarinoclastia de un lenguaje marxista o situacionista".
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René Viénet: Enragés: Y situacionistas en el movimiento de las ocupaciones. Miguel Castellote, Ed., Madrid, 1978.
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