Prólogo para la tercera edición francesa de La sociedad del espectáculo

Guy Debord

1992

Traducción de José Luís Pardo publicada como prólogo a la segunda edición castellana de "La sociedad del espectáculo" (Valencia, Pre-textos, 1999, trad. José Luis Pardo).


La sociedad del espectáculo se publicó por primera vez en la editorial Buhet-Chastel de París en 1967. Los disturbios de Mayo la dieron a conocer. Desde 1971, el libro, del que no he cambiado ni una palabra, ha sido reeditado por las Editions Champ Libre que, tras el asesinato del editor en 1984, adoptaron el nombre de Gérard Lebovici. Las reimpresiones se sucedieron regularmente hasta 1971. También la presente edición es rigurosamente idéntica a la de 1967, y esta misma regla presidirá la edición de todos mis libros en la Editorial Gallimard. No soy de los que rectifican.

Una teoría crítica como la contenida en este libro no precisa cambio alguno en tanto no desaparezcan las condiciones generales del dilatado período histórico que ella fue la primera en definir con exactitud. El desarrollo subsiguiente de este período no ha hecho más que confirmar e ilustrar la teoría del espectáculo cuya exposición, ahora reiterada, puede también considerarse como histórica en un sentido más modesto: da testimonio de la posición más extrema durante las disputas del 68 y, por tanto, de lo que ya podía atisbarse en 1968. Los más ilusos de entonces han tenido, mientras tanto, ocasión de enterarse, por los desengaños que han llenado su existencia, del significado de fórmulas como "la negación de la vida que se torna visible", "la pérdida de cualidad" ligada a la forma mercancía y la "proletarización del mundo".

Por lo demás, con el tiempo he ido acumulando algunas observaciones acerca de las novedades más importantes acaecidas en el curso ulterior de este mismo proceso. En 1979, aprovechando la ocasión que me brindaba un prefacio destinado a una nueva traducción italiana, me ocupé de las transformaciones ocurridas en la naturaleza misma de la producción industrial, así como en las técnicas de gobierno, en las cuales comenzaba a autorizarse el uso de la fuerza espectacular. En 1988, mis Comentarios sobre la sociedad del espectáculo dejaron claramente establecido que la antigua "división mundial del trabajo espectacular" entre los imperios rivales de "lo espectacular concentrado" y "lo espectacular difuso" había concluido con una fusión que dio lugar a la forma común de "lo espectacular integrado".

Esta fusión puede glosarse sumariamente rectificando la tesis 105, la cual, refiriéndose a lo ocurrido en 1967, distinguía entre esas dos formas antedichas, señalando prácticas opuestas en cada una de ellas. Al haber terminado en reconciliación el Gran Cisma del poder de clase, habría que decir que las prácticas unificadas de lo espectacular integrado han conseguido, en nuestros días, "transformar económicamente el mundo" y, al mismo tiempo, "transformar policialmente la percepción" (en una tesitura en la cual la policía en cuanto tal es algo completamente novedoso).

El mundo sólo pudo proclamarse oficialmente unificado porque previamente se había producido esta fusión en la realidad económico-política a escala mundial. Y, asimismo, si el mundo tenía necesidad de reunificarse rápidamente, ello se debía a la gravedad que representaba un poder separado en la situación universal a la que hemos llegado; el mundo necesitaba participar como un sólo bloque en la misma organización consensual del mercado mundial, espectacularmente falsificado y garantizado. Pero, finalmente, no habrá unificación.

La burocracia totalitaria, "relevo de la clase dominante de la economía de mercado", nunca confió demasiado en su porvenir. Tenía conciencia de ser "una forma subdesarrollada de clase dominante", y aspiraba a algo mejor. Hacía ya tiempo que la tesis 58 había establecido el siguiente axioma: "el espectáculo hunde sus raíces en una economía de la abundancia, y de ella proceden los frutos que tienden a dominar finalmente el mercado del espectáculo".

Esta voluntad de modernización y unificación del espectáculo es la que ha conducido a la burocracia rusa a convertirse repentinamente, en 1989, a la actual ideología de la democracia: es decir, a la libertad dictatorial del Mercado, atemperada por el reconocimiento de los Derechos del Hombre espectador. Nadie en Occidente ha hecho el menor comentario crítico acerca de la significación y las consecuencias de tan extraordinario acontecimiento mediático, lo que prueba por sí mismo el progreso de la técnica espectacular. Lo único que ha podido registrarse es la apariencia de una suerte de conmoción geológica. Se fecha el fenómeno, considerándolo suficientemente comprendido, y contentándose con retener una señal tan elemental como la caída del muro de Berlín, tan indiscutible como el resto de las señales democráticas.

Los primeros efectos de la modernización se detectaron en 1991, con la completa disolución de Rusia. Ahí vemos expuesto con más claridad que en Occidente, el desastroso resultado de la evolución general de la economía. El caos no es más que su consecuencia. En todas partes se plantea la misma terrible pregunta, que desde hace dos siglos avergüenza al mundo entero. ¿Cómo hacer trabajar a los pobres allí donde se ha desvanecido toda ilusión y ha desaparecido toda fuerza?

La tesis 111, al reconocer los primeros síntomas del crepúsculo ruso a cuya explosión final acabamos de asistir, y anticipándose a la inminente desaparición de aquello que, como diríamos hoy, se borrará de la memoria del ordenador, enunciaba este juicio estratégico, cuya exactitud será fácil de conceder: "La descomposición mundial de la alianza de la mistificación burocrática es, en última instancia, el factor más desfavorable para el desarrollo de la sociedad capitalista".

Este libro ha de leerse tomando en consideración que se escribió deliberadamente contra la sociedad espectacular. Sin exageración alguna.

30 de Junio de 1992

La sociedad del espectáculo

 

archivo situacionista