La especulación no es el problema pero el DINERO GRATIS sí es la solución. Después de de la derrota experimentada por todos aquellos que quisimos atacar el cielo, el paisaje político social se ha alterado sustancialmente. Hemos entrado en una larga época de rebajas y no reconocerlo es lo que permite seguir como si nada hubiese cambiado, como si el horizonte emancipatorio siguiese allí delante nuestro esperándonos. En vez de luchar contra el capitalismo ahora tenemos que luchar contra la globalización y la especulación. Y, a la que nos descuidamos, el discurso crítico no va más allá del humanitarismo, de la reivindicación del Derecho... La victoria del enemigo ha consistido justamente en conseguir esto: desviar nuestra atención hacia lo que no es lo esencial. Enfrentándonos a la especulación, en concreto, hacemos como aquel que queriendo mirar la luna dirigía su mirada al dedo que la señalaba. Denunciar la especulación o la corrupción es denunciar unos males que son consubstanciales al propio capitalismo desde sus inicios. El problema hoy no es la especulación - que como decimos siempre ha acompañado a la bestia - sino la monetarización generalizada que ha subsumido todos los ámbitos de la vida. Nuestra experimentación del mundo, nuestra forma de establecer relaciones sociales... todo es mediatizado crecientemente por el dinero. El orden monetario se afianza así gracias a la violencia de la propia moneda. Antes se recuperaban mediante la inflación los aumentos salariales que los trabajadores arrancaban con su lucha. Ahora la economía-casino parece producir y reproducir sola las ganancias del capital. Pero, a pesar de que el trabajo no ocupe una posición central, todo sigue pasando por el intercambio mercantil, por la relación monetaria como comprueban día a día los excluidos, los precarios que somos ya todos. Si tienes dinero estás dentro de la sociedad, si no lo tienes te pone fuera de ella. A la violencia de la moneda que significa exclusión y obligación al trabajo sólo se le puede oponer otra violencia. Porque el dinero funciona como un código, es decir, como un juego de diferencias: tener dinero/no tener dinero. El código es lo que organiza la realidad dándole su coherencia interna, permitiendo que funcione. La violencia que hace saltar este código porque no puede integrarla únicamente puede ser: dinero gratis. Dinero gratis es un grito que nada puede acallar. Pero no hay que confundirlo con una reivindicación. Cuando el dinero lo ha llenado todo porque poco a poco ha alcanzado los más recónditos territorios, no tiene sentido buscar un afuera libre no contaminado. Precisamente su propia omnipotencia es lo que debe girarse en su contra. La paradoja que lo arrincona no es pedir dinero gratis sino darnos dinero. Nos damos dinero gratis cada vez que utilizamos el dinero con una lógica que no es la del capital: cuando expropiamos las mercancías que deseamos, cuando conseguimos la gratuidad de los transportes, cuando okupamos casas... Nos damos dinero a nosotros mismos cuando imponemos el dinero gratis. Esta es la diferencia clave respecto a la renta incondicional que siempre nos será dada, que deberá negociarse, que deberá fijarse en su cuantía por especialistas. El dinero gratis no se argumenta aunque, evidentemente, nosotros sabemos perfectamente que llevamos siglos trabajando, poniendo nuestra fuerza e inteligencia al servicio de este modo de producción, y que ya sería posible conceder alguna forma de renta ligada al mero hecho de existir. El dinero gratis no juega con este posibilismo. No se trata de pedir lo imposible para conseguir lo posible. El dinero gratis se inscribe dentro de una estrategia de objetivos como uno de sus puntos esenciales. Por un lado, es una paradoja que erosiona el sentido común sobre el cual se asienta la economía y, en general el sistema todo. Por otro lado, es una práctica que puede ser impulsada y generalizada. El dinero gratis debe convertirse en un grito de guerra.
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