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Es
el sábado antes de Navidad, un Centro Comercial
del Centro de Madrid, a eso de las siete de la
tarde, nooche de paaaz.
De repente en una caja un joven que acaba de comprar
una botella de sidra El Gaitero hace saltar las
alarmas antirrobo. Piiiii Piiiii Piiiii: el chico,
entre incrédulo y divertido vuelve a pasar
entre los detectores que vuelven a cumplir su
Piiiii, Piiiiii, misión.
Llega el primer vigilante justo cuando el joven
se desprende de su Piiiii abrigo para pasar de
nuevo entre los arcos, el vigilante sostiene el
abrigo mientras que aquello sigue pitando.
Entonces empiezan a sonar las alarmas en otra
caja un poco más abajo. El vigilante no
sabe muy bien que hacer con el abrigo y mientras
duda, nuestro Piiiii
joven se desprende también del cinturón
y se lo da al mismo vigilante-perchero justo en
el momento en que en la caja de al lado otra chica
que acaba de comprar un paquete de cinco chicles
también empieza a pitar, más vigilantes
han ido llegando y cumplen diversas funciones:
unos Piiiii Piiiii
intentan arrastrar a un joven con rastas al cuarto
oscuro, otro consuela amigable a una pareja joven
y pitante, y se exaspera al ver que en las dos
cajas siguientes unos chavales que han comprado
un Piiiii brik de batido de chocolate
y una moza que ha adquirido un pepino también
están pitando.
Hay un momento en que las cuarenta cajas del hipermercado
están pitando, han estado pitando un buen
rato o van a empezar a pitar dentro de nada cuando
ese joven que sonríe mientras espera a
pagar su tomate. Las colas se han hecho más
largas y nadie entiende nada.
Una ancianita que también pita se indigna
pita porque a ella no la llevan a ningún
cuarto oscuro.
Los responsables del hipermercado se han hecho
fuertes en la pecera de la caja central e intentan
explicarse que pasa: ¿una epidemia de robos
en cadena? ¿una rebelión de sus
sistemas de alarma? ¿un Piiiii concierto
de Piiiii navidad?
Ahora por si era poco, descubren que hay gente
con cámaras grabando todo aquello. ¿será
una conspiración? Deciden llamar a la policía
y desconectar por si acaso los sistemas antirrobo
de todas las cajas.
Afuera en la calle un grupo de unas cuarenta personas
han abierto una botella de sidra el Gaitero y
se pasan en triunfo un jamón de los de
las cinco bellotitas que, mira tú por donde,
no pitaba y no obstante, o quizá por eso,
estaba divino de la muerte. ||||| |
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