Había un alcalde meapilas
y santurrón, Rodríguez
del Peral, y un Obispo-hechicero, de origen oscuro,
Rocco Va-a-Velas. El primero,
con un ansia desmedida por ganar un sitio preferente en el
paraíso, regalaba solares municipales al segundo. Ocurrió
un día que regalo un espacio en el centro de la ciudad,
calificado como de uso publico en teoría un parque
o polideportivo, a la Incuria presidida por el segundo. El
uso que le iba a dar tan pío personaje era un¡edificio
de oficinas!.
Ante tamaña caradura, un grupo de vecinos
se organizó y empezó a ocupar el denominado
Parke de la Cornisa,
organizando Cine
de Verano, Verbenas... Lo más hermoso e imprevisto
para los malosos del ayuntamiento y obispado fue una Saeta.
No te hablo de un bélico proyectil, sino de algo más
sutil y picajoso.
En aquellos días veraniegos había
una procesión de una diosa local, la Virgen
de la Paloma. Como debe ser tradición también
en Cimeria, la gente acompaña a la imagen de su diosa,
llegando en algunos casos a cantarla. Al oírse el canto,
se ha de detener la procesión y respetuosamente callan
música y publico.
Conocedores de la tradición, los vecinos
se apostaron en un balcón por donde discurría
la procesión al lado del Parke. La comitiva era impresionante:
penitentes, turiferarios, Bomberos, castizos (sí, esa
extraña y mítica raza de Zarzuela, bigotes ellos,
peinetas ellas), la Virgen y detrás las autoridades
responsables del expolio.
Para llamar la atención del respetable,
el balcón se había engalanado con un mantón
y una castiza colaboradora. Entre el publico había
vecinos afectos al Parke. Llegado el momento, el primo de
un vecino, gran cantaor por otra parte, se arranco con quejios
y ayes. Para que no pasase desapercibido, los vecinos empezaron
a señalar con grandes aspavientos el susodicho balcón.
El efecto fue deslumbrante: se hizo el silencio y las autoridades
se crecieron, sonreían y se congratulaban de la exhibición
de fe de sus conciudadanos (“ya lo sabia yo que esto
iba a acabar como en Sevilla”).
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Al desgranar la saeta, la emoción
iba en aumento:
"La virgeeen de la Paloooma
tiene el corazón partiiio..."
Todas las autoridades
se derretían, no cabian en su gozo. Hasta aquí
no se lo podían creer, pero entonces
"Porquee le han robao
el Parke..."
Al mencionar la fatídica
palabra cambiaron semblantes:
El efecto fue demoledor. Al darse cuenta los
malos de la película de que la devota saeta tenia una
demanda vecinal en sus estrofas, empezó a sentirse
una sensación de picor en el culo de las autoridades
acompañada de ganas de salir por patas. No podían
moverse hasta que acabara la saeta y las invocaciones:
"... y oficinas le han metio."
a San Aquinopasanada
y a San Estonovaconmigo se oían entre las filas de
los próceres.
Nada más acabar la saeta corrieron
como liebres mientras los vecinos demandaban el Parke.
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