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Archivo de materiales sobre los sucesos de Génova


Los hombres negros

Lanfranco Caminiti
23 de julio 2001


Abstract: Mensaje enviado a la lista de correo Rekombinant (http://net-i.zkm.de/rekombinant) el Lun, 23 Jul 2001 07:21:22 +0200 y traducido por compañeros de sinDominio.net.


Hombres negros, chavales, con los rostros cubiertos, los jerséis de felpa con la capucha, bandana, los pasamontañas, las gorritas, las zapatillas deportivas, los vaqueros, las camisetas sin mangas. Vestidos al azar. Hombres negros. Chavales cualquiera. Como el rostro que se asoma por la foto-carnet de Carlo Giuliani, dos ojo azules, tranquilos, un corte de pelo cuidado, una inmovilidad capturada por el flash. Solo instantáneo. De repente capaz de una violencia extrema, de jugarse en un instante la propia vida.

Feroz. Gratuita. Demente. Absurda. Provocadora. La violencia de los hombres negros, de los chavales cualquiera, que ha estallado en las calles y en las plazas de Génova ha sido etiquetada de mil maneras. Todas justas, todas verdaderas, todas reales. No es este el tema. La descripción de los comportamientos vistos y acaecidos en Génova, de las lunas rotas, de los cajeros incendiados, de las barricadas levantadas, de los asaltos a cualquier cosa, la descripción de la calle era fiel y no podía ser distinta ¿cuándo la violencia ha sido fina, racional, razonada, consciente, libre, espontánea?

Reclutados, infiltrados, amalgamados, sospechosos, extraños: cada cual tiene un episodio que ha visto, fotografiado, filmado o que le ha contado una persona digna de crédito y que da fe de la bondad de la definición. Pero cada uno de estos detalles --verdaderos, verosímiles-- lo puede explicar la complejidad de lo que ha sucedido: un manojo de incursores no puede poner a hierro y fuego una ciudad a no ser apoyándose en un sentimiento de devastación ya vivo, apremiante y listo para explotar. Este es el tema.

No hace mucho tiempo un hombre asaltó un tren en solitario con un cóctel molotov, poniendo en peligro la vida de pasajeros inocentes. Fue encontrado sobre las vías, muerto, tal vez suicida. Con dificultad le fue dada una identidad (a Carlo Giuliani le ha ido mejor, sus amigos han luchado por él): nadie parecía conocerle. A las personas con las que solía ir de vez en cuando lo que más les preocupaba era distanciarse, era un solitario, un marginado --dijeron todos para tranquilizarse--, vivía de la limosna, del vagabundeo, de las voces en su cabeza. ¿Habría ido a Génova aquel hombre? ¿Habría prendido fuego a la ciudad?

¿De dónde viene esta violencia, de qué vísceras insondables y no sondeadas, qué gritos lanza que no encuentran oídos que los escuchen, qué palabras no encuentran lengua en la que hablar, modos de organizarse, ``conciencia'' para tornarse en política, en hacer social, en comportamientos colectivos?

¿Dónde están los sociólogos que comprenden, los intelectuales que razonan y disciernen, los políticos que representan, los periodistas que escriben, los curas que escuchan a los últimos, a los ínfimos?

Los hombres negros, los chavales cualquiera, atacan todo: tiendas, bancos, anuncios, mercancías, casas, cosas, policías, compañeros. ``Il n'y a pas des innocents'' --no hay inocentes--. Nuestros talibán, que minan nuestros buda, prenden fuego a nuestras certezas, a nuestras coordenadas. No hay potencia en sus gestos, no hay poder, solo furia devastadora. Asesina y suicida, mártir y culpable, desnuda. Violencia desnuda, cuerpos desnudos. No recubiertos de la inteligencia de los movimientos, de la capacidad e inventar representación, de tratar con los media, de las tácticas, del uso del tiempo, de la paciencia para saber ganar y perder en función de una trayectoria larga, de la historia. Se cubren solo con las capuchas o con lo que tengan a mano, son cubiertos solo por una sábana cuando caen y la piedad humana les envuelve.

Hijos de este tiempo, incapaces de soportar el dolor de este tiempo, tal vez den cuenta más que los demás de este tiempo y de su carácter absurdo. En fuga de la familia, del trabajo, de la sociedad, incluso de los centros sociales. En los márgenes, en Goteborg como en Génova.

Hijos de este tiempo, tal vez más que nadie nos muestran lo que sucedería en realidad si los pobres del mundo, los excluidos, los marginados, los rechazados, los hambrientos, los condenados en el ``corredor de la muerte'' de una vida cotidiana miserable, se presentaran de repente como langostas, como una de las siete plagas en nuestras ricas ciudades. Cargados de odio ciego. Espectros ellos mismos, hombres negros, evocan un espectro, un apocalipsis. Sin embargo, ¿qué clase de movimiento sería este nuevo, enorme, fuerte, que nace de Seattle y de Porto Alegre, que reúne a los obreros americanos y a los campesinos brasileños, a Internet y las ayudas en medicinas para una aldea africana,que se preocupa de los precios del café y de los OGM, de Chiapas y del copyright, si no les escuchase también a ellos, a sus razones, a su dolor, su furia? ¿Qué clase de movimiento sería este si no estuviera en condiciones de hacer frente al miedo que infunden, su propio miedo? Nuestro propio miedo. Nuestra propia impaciencia. ¿Qué clase de movimiento sería este si solo fuera capaz de ``hacer las barricadas y llamar a la policía para quitarlas''?

Los G-8 se acaban o serán distintos. Es una gran victoria de los movimientos. Así como por otra parte Génova ha sido una gran manifestación de fuerza de los movimientos. Pero si los G-8 se acaban es también por ellos. Por los hombres negros. Por los chavales cualquiera y su furia. Por su largo martirio.

23-07-2001