[Nota: estos rápidos apuntes fueron redactados en correspondencia privada por Agostino Petrillo, miembro del colectivo genovés de apoyo a inmigrantes Città Aperta, en la semana inmediatamente posterior a los sucesos de Génova, a petición de algunos compañeros de la Universidad Nómada de Madrid. No tenían por objeto ver la luz pero su conciso y afinado resumen nos parecieron de extraordinario interés, por lo que solicitamos autorización a su autor para publicarlos.]
Se han introducido elementos de división que deben hacernos pensar sobre las formas organizativas que ha asumido el GSF.
Por supuesto, ello no quita que la manifestación del sábado 21 haya sido una de las más grandes que haya habido nunca en Italia no organizadas por fuerzas políticas oficiales y, sin duda, la enorme respuesta en la calle en la jornada del martes 24 ha dado un signo inequívoco de vitalidad del movimiento y de capacidad de reacción.
Sin embargo, me parece que ahora nos encontramos frente al problema histórico de la espontaneidad que reflexiona sobre sí misma. O el GSF logra convertirse en una incubadora de gérmenes de organización, generar estructuras discusión y de conexión menos efímeras, a la vez que el movimiento abandona su andadura "cársica", como un río subterráneo que de vez en cuando sale a la luz, para convertirse en una fuerza política real, con peso en Italia y en el mundo, o se corre el peligro de ver abortados muchos de los esfuerzos realizados.
A mi juicio, la jornada más importante y más política, que puso en el centro una cuestión decisiva como la de los inmigrantes. Por suerte, o por capacidad organizativa, o sencillamente porque era la víspera del comienzo de la cumbre, la manifestación no fue atacada. En toda Europa los compañeros han respondido al llamamiento que habíamos hecho de una forma que no nos esperábamos. No pensábamos que pudiéramos traer a cincuenta mil personas a marchar por los derechos de los inmigrantes. Lo que significa, como ya pude constatar en Madrid, que sobre estos temas está naciendo una cuestión europea, y que los tiempos están maduros para lanzar campañas que vayan más allá de las fronteras nacionales. Además, para nosotros los genoveses ha sido muy importante la adhesión a esa jornada de franjas de la sociedad civil genovesa enormemente significativas, lo que permite esperar que tendremos apoyo y sostén en una lucha por la defensa de los inmigrantes, que en Italia se prevé durísima ya desde el próximo otoño, habida cuenta de los proyectos de derogación casi total de la ya discutible ley sobre la inmigración Turco-Napolitano, en favor de un marco mucho más restrictivo, con facilidades para la expulsión y penas de prisión para los clandestinos. El principal problema de la jornada del 19 ha consistido en que, por el momento, se ha visto completamente anulada por el desarrollo de los acontecimientos y será preciso que cese el clamor en torno de las dos manifestaciones de los días posteriores para intentar trasladar sus contenidos a la atención de la opinión pública.
De nada sirve obstinarse en los errores de previsión y de valoración, en lo absurdo de las "declaraciones de guerra" que hizo alguno cuando el Ministerio del Interior rompió las negociaciones. No obstante, sí es cierto que en la calle habría que haber mantenido mayor lucidez, teniendo en justa consideración las noticias que llegaban desde por la mañana. Ha sido estúpido pensar que la policía iba a frenar a las facciones más violentas, del mismo modo que de poco sirve lloriquear por los infiltrados. Si acaso, es preciso reflexionar sobre las nuevas técticas que han sido utilizadas, tácticas que demuestran un conocimiento profundo de las dinámicas internas de los movimientos de masas y que se oponen a éstas utilizando sus mismas armas.
Se han celebrado también los funerales de la "desobediencia civil" como método de lucha. Por supuesto, no hablo de los grandes teóricos o de lo que el término significa en abstracto, sino más bien de la aplicación que algunos grupos han hecho últimamente de este método de lucha. No tiene sentido tratar de ganar veinte centímetros de calle cuando alderedor sucede la debacle. El cortejo de los desobedientes se ha salvado sólo por la valentía de los que resistieron en primera fila bajo cargas violentísimas y por el oportuno repliegue.
Hay que repensar completamente las modalidades con las que se sale a la calle. No creo que la solución consista en un giro "militarista", con una mayor estructuración y reforzamiento de los servicios de orden, que sólo abriría una espiral de represión destinada a aplastar definitivamente al movimiento, pero lo cierto es que, después de Génova, han pasado definitivamente a mejor vida determinadas formas de "acción directa" más o menos espontánea y no organizada. Es preciso dar un giro, aunque no consigo imaginar cómo podrían desarrollarse nuevas estrategias.
La muerte de Carlo. La dinámica todavía no está clara; al parecer hay fotos que muestran, desde otro ángulo, una secuencia muy distinta de la que han presentado los media, en el caso de que esto tenga alguna importancia. Mi impresión es que ya en Göteborg la policía tenía orden de disparar si se presentaban determinadas condiciones, que es lo que sucedió luego en Génova. No sabría decir por qué han elegido hasta tal punto tener mano dura, pero probablemente aquí entran una suma de factores, que remiten a la política internacional así como a la nacional e incluso tal vez a transformaciones que vienen atravesando los distintos cuerpos de los aparatos de seguridad en los últimos años.
Aquí tampoco he entendido nada. A decir verdad, la víspera creía que probablemente habría desórdenes, motivados principalmente por la muerte de Carlo, pero que las dimensiones de la manifestación habrían impedido cargas del alcance del día anterior. Lo que ha sucedido, el hecho de que haya optado por cargar contra una manifestación de casi trescientas mil personas, rompiéndola, con palizas indiscriminadas, con los sucesos alucinantes de la noche: todo esto forma un panorama absolutamente inédito. Hay quien ha hablado de mini-golpe, de estado policial, de fascismo. Son comentarios en caliente y bajo el peso inmediato de los acontecimientos que, no obstante, no me convencen.
La ecuación Génova-Santiago es una estupidez. Pienso que alguno ha decidido enseñar los músculos, poniendo en dificultades al mismo Berlusconi, fuerzas dentro del Gobierno que están dando codazos para adquirir mayor peso. No creo que en Italia esté en peligro la "democracia formal", sino más bien que se ha querido hacer entender a los movimientos y a la fragmentada oposición que pueden hacer lo que quieran, que puede haber tranquilamente momentos de suspensión de todo tipo de garantías constitucionales para luego volver a la normalidad como si no hubiera pasado nada. Hablando en plata: primero te masacran y luego te excarcelan.
Desde esta perspectiva, sigue siendo oscuro y ambiguo el papel que han desempeñado los jefes de la policía auspiciados fuertemente por los Democratici di Sinistra y en particular por Violante [Luciano]. Hay que recordar que la primera paliza a lo grande que ha inaugurado esta nueva época, la de Nápoles, ha tenido lugar todavía en pleno gobierno del Olivo, lo que lleva a pensar que tendencias de este tipo llevaban funcionando desde hace tiempo. Por supuesto, la distancia que separa una situación de este tipo de formas históricas de gobierno autoritario no es entonces tan grande, pero el poder del gobierno actual está tan asentado que no creo que tengan necesidad de recurrir a algún tipo de “golpe”. Además, la reacción de la opinión pública nacional e internacional ha sido fuerte, lo que permite suponer que en el futuro métodos semejantes se aplicarán con mayor discreción y prudencia.
Creo que hay que lamerse las heridas y pensar en el otoño, en los momentos de lucha que se preparan y en las modalidades de organización que pueden ir perfilándose. Por aquí numerosos compañeros insisten en un reforzamiento de las estructuras del GSF, con una implicación de estratos cada vez más amplios de la sociedad civil.
Personalmente, alimento una cierta perplejidad ante esta hipótesis, que a mi juicio requiere un largo trabajo político y es difícil de llevar a cabo en poco tiempo. El peligro sería volver a presentarse a una cita como la de Roma en noviembre más o menos en las mismas condiciones en las que se ha llegado a Génova. Sí se percibe que el crecimiento del movimiento no se ha visto truncado y continúa a pesar de lo ocurrido, pero, o se pone en marcha rápidamente un debate amplio y se empieza a construir algo menos frágil y menos ingenuo o corremos el peligro de encontrarnos con los habituales lobos al acecho también en la próxima cita clave.
Agostino Petrillo, del colectivo Città
Aperta
Génova, 28 de julio de 2001