Estamos en guerra con nosotros mismos. Era la madrugada del miércoles. Pocos minutos antes que George Bush hablara para todas las televisiones del mundo. En la redacción de VilaWeb teniamos las ventanas abiertas. El silencio en Rambla catalunya era muy espeso. Hasta que de repente sonó una voz ensordecedora: "viva Palestina!, Ahora sabeis como hemos sufrido!" La voz tenía acento árabe i sonó como un autñentico trueno. Miré Josep Morell, que estaba sentado a mi lado. I la mirada fue suficiente. Él i yo hemos estado en campamentos palestinos. Él vivió el bombardeo de Jerusalen por los misiles de Sadam Hussein. Yo vi nacer la autonomia de Palestina en un Jericó donde los refugiados habitaban en un campamento horrible, camino de un asentamiento judio altivo que miraba desde encima la capital de la naciente Autoridad Nacional Palestina. La mirada era suficiente porque los dos entendíamos lo que estaba diciendo aquella voz y el porqué lo decía. De repente el horror que sentíamos al ver las imágenes de Nueva York tomó una nueva dimensión. Casualmente una de las televisiones que teníamos encendidas estaba haciendo en aquel momento una entrevista a una ciudadana de Nueva York sollozaba mientra repetía una y otra vez "¿pero que clase de mundo es este?". Esta ciudadana de los Estados Unidos acababa de descubrir, repentinamente, que el mundo en el que vive puede parecerse mucho al que ha vivido durante toda su vida la anónima voz árabe. El mundo, desgraciadamente, es este y es así. Unas horas antes Arcadi Oliveras, en el acto de la Comisión Once de Septiembre en el Paseo San Juan de Barcelona, habia hecho un magnífico parlamento. Después de proclamar la solidaridad de todos con el pueblo de los Estados Unidos Oliveras había advertido sobre la respuesta.Y había dicho que solucionar los problemas que causan este odio es la mejor manera de solucionar el problema. Un magnífico artículo al The Guardian londinense revelaba la clave: "La mejor defensa es ser justos". Cro que no hace falta ni leerlo porque el título lo dice todo y no puede ser más acertado. Tenemos un mundo rotundamente injusto. Y violento. I lleno de odio. Un mundo que nos horroriza cuando lo vemos devorar a sus hijos más prepotentes. Pero es un mundo que millones de personas padecen día a día. La monstruosidad que hemos vivido en Nueva York no tiene comparación. Pero si la miramos aislada no la entenderemos. Solo la entenderemos si somos capaces de ver a su lado a una madre palestina de Ramallah llevando un bebé que han matada con una bala de goma. o si somos capaces de ver a su lado a una mujer chechena gritando mientras un tanque ruso pasa por encima del cuerpo de su marido. O si somos capaces de ver a su lado como un hombre muere entre los dolores má violentos, víctima olvidada del SIDA en cualquier pais del corazón de Africa. O si somos capaces de ver a su lado como los soldados queman la casa de una familia campesina de Guatemala, sospechosa de pensar de forma diferente. O si somos capaces de ver a su lafo como un aborígen australiano borracho vuelve a entrar en un calabozo que ya es su casa, rodeado entre la ignorancia y el choque entre la culturas. O si somos capaces de ver a su lado la decepción de un joven sahariano, abandonado a su suerte en el medio del desierto, en el campo de refugiados de Asmara, víctima de los salones donde se considera la geopolítica por encima de la humanidad. O si somos capaces de ver a su lado aauel homeless a quien la mujer que llora antes de ayer miraba con complaciencia mientras tomaba un capuccino caliente tras los cristales del Starbucks de Grand Central Station. Esta continuación de atentados contra los Estados Unidos supera en espectacularidad y en concentración del horror a todo lo que nosotros hemos vivido hasta ahora. Lo supera en concentración del horror pero no estoy seguro de que sea mucho más horrible e indecente que el día a día que obligamos a vivir a muchos seres humanos de nuestro planeta. Por desgracia la injusticia no solo no es una excepción en la Tierra sino que es la norma. Este Pearl Harbor de la era global nos habría de obligar a mirar la fotografia completa del planeta y a entender que no hay ninguna solución a este gravísimo envite por repensar como vivimos todos. Los de Manhattan y los otros. Ahora podemos bombardear este o aquel objetivo y creer que ya está todo solucionado. Y vengado. Pero nos equiocamos gravenebte si pensamos así. Las bombas volantes caídas sobre Nueva York son la demostración de que la globalización no va solo por donde queremos que vaya sino que se puede girar en contra. Con la misma eficacia terrible que aplica cuando nos va a favor. Estamos en guerra, por eso, contra nosotros mismos.