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Desde hace unos meses hemos abierto una campaña cuyo fin es declarar definitivamente fuera de lugar la necesidad de leer los acontecimientos sociales y políticos de este País a través de la semántica de la "emergencia". Porque, en cambio, en los hechos, hay una emergencia que aún permanece: se trata de la que en los años 70 inspiró las opciones de los magistrados en materia penal y se tradujo en un desmesurado endurecimiento de las penas relativas a "delitos cometidos con finalidad de terrorismo o subversión del ordenamiento constitucional". El alcance residual de esas opciones puede resumirse hasta hoy de la siguiente manera: - más de 6000 imputados por asociación subversiva y banda armada - más de 5000 detenidos por delitos a los que se han aplicado los agravantes específicos de la subversión con el consecuente aumento de los mínimos de pena - más de 120 peticiones de cadena perpetua. - más de 300 exiliados, casi todos legalmente acogidos - cerca de 280 personas que hoy continúan sufriendo largas penas de reclusión o cadena perpetua Frente a este cuadro- que verosímilmente no es una revelación para nadie- desde hace años los movimientos del antagonismo agitan la consigna de "libertad para los prisioneros políticos". Por contra, el escenario que ofrece hoy la disposición real de las modificaciones en el terreno penal parece orientado a inventar instrumentos de libertad para los tangentarios, los políticos investigados, e incluso los mafiosos (las propuestas del ministro Flick y de Folena van decididamente encaminadas en esa dirección) dejando pudrirse en la cárcel a cuantos, aunque fuera hoy hace 20 años, tuvieron que optar por el terreno del antagonismo más radical cuando el desajuste entre país legal y país real, entre legalidad y legitimidad parecía aludir a una ruptura revolucionaria. Pero hay que aclarar algunas cuestiones preliminarmente. Para nosotros esta apuesta se juega en estos meses: se gana o se pierde, probablemente de forma definitiva. Por tanto, cuanto constituye un pantano ideológico e inercial no nos viene bien. Materialmente: que dejen de molestar quienes tengan ganas de lanzar ataques "de izquierda" diciendo que la amnistía es politically correct y el indulto no, que el verdadero problema es la extinción de la cárcel, que la libertad está en el cañón del fusil y toda el arsenal de palabras al uso, sobre todo por parte de quienes nunca han empuñado ni siquiera una honda. Nosotros estamos por una medida concreta y rápida: que llame amnistía, indulto, perdón o todos a la calle no nos interesa. Son al menos cuatro las propuestas de ley en este sentido depositadas desde hace meses en el Parlamento, todas en buena sustancia convergentes en términos de indicación de "restablecimiento de la normalidad". Se trata de incentivar su discusión y la aprobación de una disposición que tenga en cuenta tres necesidades fundamentales: - la no discriminación entre imputados - el problema de los exiliados - la consistencia de las penas y de las penas accesorias Una vez obtenido esto estamos también por todo lo demás. Estamos por Claudio Cerica, que desde hace años lucha para que se aplique a su posición jurídica el criterio de la continuación de los delitos tal y como le corresponde según la ley. Por Silvia Baraldini, símbolo-rehén del "poder global" Por la liberalización y despenalización de las drogas. Y, desde luego, por la extinción de la cárcel bajo todas sus formas. También estamos por la lucha armada. De los zapatistas, de Tupac Amaru, de todos los Movimientos de liberación. Pero, visto que aquí, entre nosotros, nadie empuña el fusil,no nos parece más que ideología en estado bruto que se ataque aún a quienes, sin delación, se han disociado en los años 80, o a la plataforma de San Vittore sólo porque su portavoz es Sergio Cusani. Nosotros, estamos, como siempre, por la acción, y hoy la acción significa expropiar a los tribunales y juzgados de instrucción la única lectura de los hechos que constituyen la estación de las luchas de los años 70. Significa declarar agotada la estación de la emergencia en términos de sanción formal, histórica, política, judicial, redefiniendo nuevas coordenadas de la "normalidad" del derecho penal. Significa tener el buen sentido de emplear instrumentos concretos sin refugiarse en cómodas justificaciones ideológicas. Significa ponerse a hacer cosas. Porque sólo así podemos
esperar conseguir devolver a todos la libertad.
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