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En nuestro barrio, Lavapiés, confluyen gentes diversas, diversas culturas, distintos orígenes. Aquí conviven inmigrantes, ancian@s con alquileres de renta antigua, gitan@s, okupas, gente joven y rebelde, gente sin muchos recursos económicos, gente que vive procesos acelerados de marginación social, y esa es precisamente la riqueza de este barrio; su interés radica en esa diversidad, en ese choque de diferencias, en esa posibilidad de experimentar nuevas formas de vida no preescrita, por hacer, por vivirse. Un barrio donde la diferencia es una virtud, donde las distintas voces, sin dejar de ser distintas, pueden mirarse a la cara, hablarse, desde sus propios lenguajes, desde sus singularidades. A este respecto, el problema con el que nos encontramos es que a una buena parte de es@s vecin@s se les expropia la posibilidad de una asistencia sanitaria que, aun siendo una bazofia, disfrutamos el resto de l@s vecin@s del barrio. El problema es que sobre una parte de es@s vecin@s pende como una espada de damocles la sospecha de ser delincuentes, la presión policial, el racismo de Estado. No se puede olvidar que la ley de extranjería establece unas diferencias entre l@s vecin@s que sólo pueden generar tensión, dolor. El problema es que mientras en algunos de los colegios del barrio el porcentaje de hij@s de emigrantes alcanza el 60 % no hay ninguna planificación especial, ninguna iniciativa que valga la pena, adaptada a las necesidades en estos colegios (con el consiguiente fracaso escolar y la formación, desde bien pequeños, de procesos de marginación y desintegración vital). El problema es que hay una ausencia de derechos de ciudadanía elementales, no sólo para la población inmigrante, tales como un ingreso universal garantizado (si la riqueza existente la producimos tod@s l@s que habitamos la metrópoli, tod@s, ya sea como trabajador@s salariad@s, parad@s, consumidor@s, suministrador@s de información a través de encuestas, censos, estudios, o incluso como mer@s telespectador@s, ¿por qué no podemos disfrutarla?). El problema es que miles de viviendas permanecen vacías en manos de especuladores impunes mientras hay gente durmiendo en las plazas, sin casa- y auténticas tragedias cotidianas ligadas al hecho miserable de conseguir un techo. El problema es que los edificios con renta antigua son abandonados a la ruina y al negocio redondo de los "reformadores" de edificios. El problema es la falta de espacios públicos de comunicación y cooperación social entre esta realidad heterogénea de nuestro barrio. La única figura pública visible en el barrio es la policía. Se trata entonces de poner el máximo ahínco y desplazar el valor hacia la unión de esa riqueza de cooperación y de refundación de relaciones sociales que, aunque sólo sea a un nivel experimental, este barrio puede dar de sí, con la puesta en funcionamiento de foros, consejos o como se quiera llamarlos, en los que esa riqueza, real o virtual, se vea promovida, autoorganizada, impulsada desde la base por todas las particularidades que la forman. Una democracia productiva, que no se separe de las formas de vida que le dan cuerpo. Creemos que, con este fin, es necesario iniciar una investigación común en el barrio que nos permita conocer de qué vivimos, qué aspiraciones tenemos, dónde nos encontramos, nos comunicamos cada una de las diferentes y heterogéneas poblaciones de Lavapiés. Un mapa que nos permita proyectar, imaginar, experimentar procesos de puesta en común de nuestras energías cooperativas, que dé lugar a nuevas alianzas de lucha social entre gentes que hasta ahora viven en la separación, en la incomunicación y el recelo, auspiciados por los poderes dominantes, entre los que se encuentran, desde luego, las administraciones municipales y autonómicas. Esta investigación, a poner en marcha desde ya, puede tener la forma (entre otras) de encuestas, entrevistas, informes de la administraciones, estudios antropológicos y sociológicos útiles. Desde el Laboratorio, a partir de nuestra experiencia como Centro Social Okupado,
queremos formar parte de esa construcción de redes de cooperación,
de comunicación que nos permitan pasar de la articulación de la
resistencia contra la destrucción programada de nuestro barrio a la creación
de espacios de vida cada vez más ricos, más abiertos. CSO El Laboratorio
Octubre 1997
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