Adoptar una iniciativa dirigida a tener un diálogo con la administración, al margen de si es o no realmente posible ahora, genera un marco de discusión complejo, dadas las experiencias previas de este estilo dentro del movimiento de okupación y dadas las diversas posturas que en él coexisten acerca de las relaciones con las instituciones.

Hay quien se niega por principio a un contacto con los déspotas, quien desconfía del resultado de ese contacto y quien cree que ese contacto no es más que una concesión por parte del movimiento que sólo puede crear una fractura en su interior, que se trata en el fondo de una especie de traición o un pacto de rendición… Hay quien piensa que es un espacio político que ganaríamos en caso de que se produjera y que podría crear otro marco de intervención más favorable.

En cualquier caso, sí parece claro que una iniciativa así afecta al conjunto de okupaciones que existen o pueden existir en Madrid.

La iniciativa de crear un consejo –un marco social plural y diverso constituido por todos los colectivos o personas que participan en las okupas o las apoyan– trata de anticiparse a un posicionamiento precipitado acerca de la propuesta de El Laboratorio. Pretendemos crear un espacio de debate que afronte directamente todos los problemas o dudas que esa propuesta pueda generar. Un espacio que nos ayude a movernos en este terreno –teórico si el diálogo no se llega a producir, pero práctico si, cosa insólita, las instituciones aceptan sentarse nada más y nada menos que con okupas delincuentes–, primero orientando el debate y después facilitando en su caso la elaboración de propuestas a la administración y la toma de una decisión. Un debate que se pueda desarrollar sin prejuicios, sólo con la tensión correspondiente a nuestros deseos de vivir, a nuestra propia pasión política. Una decisión que pueda adoptarse de modo autónomo por parte del CSOA Laboratorio teniendo en cuenta ese proceso de discusión y las implicaciones que se entienda que pueda tener una u otra postura.

Desde hace tiempo, en el movimiento se oye hablar de algo que se define como negociación, pero no se produce un debate abierto y amplio sobre qué quiere decir eso: es un fantasma que nos recorre y nos atraviesa en forma de silencioso tabú. Lo que planteamos ahora es una discusión abierta sobre ello. Y una práctica dirigida a colocarla en un terreno real.

Un diálogo así no sólo busca un resultado práctico concreto que reivindicar, también y sobre todo permite crear un escenario político nuevo que puede extraer al movimiento del círculo vicioso de la okupación-desalojo-nueva okupación como elemento de constitución e identidad. Queremos quedarnos con lo que okupamos, no sólo tener una experiencia singular que recomponer cada cierto tiempo; y, sobre todo, queremos tiempo para que los proyectos autogestionados que nacen en los centros sociales tengan oportunidad de proliferar y arraigar, para no empezar cada vez desde cero, como sísifos metropolitanos, con proyectos frágiles y sin mucha fe por el imperativo de que a los pocos meses van a ser arrojados –desalojados– montaña abajo, y vuelta a empezar.

Pero reconocemos todo tipo de peligros en una iniciativa así, aunque bien es verdad que en el mundo en que nos movemos no conocemos nada que valga la pena y que no conlleve a su vez alguna clase de peligro. Conocemos experiencias negativas y también positivas, pero hay muy poco debate sobre ellas. Queremos analizarlas colectivamente. Ese es uno de los papeles que damos previamente al consejo. Otro es el de vigilar y desde luego aconsejar en un posible diálogo. Vigilar los posibles errores, alertar de los caminos fallidos o de las emboscadas, aconsejar cuando haya que tomar decisiones, sobre la base de que una decisión en este sentido puede afectar a colectivos y centros sociales muy distintos.

También, si llegara el caso, plantearíamos que el consejo tuviera un papel de mediación y testigo en un posible diálogo: que no estuviéramos sol@s ante la administración, sino con la presencia pública de alguien que puede dar fe de lo que se habla.