BRECHA
2 de junio de 2000
Desde Suecia Hasta el COMCAR
¿Confesión o tortura?
La detención y posterior
procesamiento de dos ciudadanos suecos de origen uruguayo ha generado la intervención de
comisiones de derechos humanos y del gobierno del país nórdico, para conocer la verdad
acerca de posibles torturas y amenazas por parte de la Policía Nacional.
Jorge Velázquez |
La esquina de Belloni y Camino al Paso del
Andaluz, en Manga, se vio sacudida por un rápido e impetuoso operativo policial el pasado
27 de setiembre.
Varios agentes descendieron de coches patrulleros, detuvieron y esposaron a cinco jóvenes
del barrio -todos menores de 20 años-, que bebían una botella de cerveza a un par de
cuadras de sus domicilios, momentos antes de dirigirse al Estadio Centenario, donde esa
noche Peñarol festejaba sus 108 años.
Conducidos a la Seccional 17, la Policía los acusó de autoría de una rapiña cometida
un rato antes en un almacén situado a dos cuadras y media del lugar en que los apresaron.
De acuerdo a las denuncias realizadas por los familiares, todos los jóvenes fueron
torturados para que se responsabilizaran del robo. Después de varias golpizas, los cinco
accedieron a firmar una confesión (la que no se les permitió leer). A tres de ellos se
les culpó además de otra rapiña ocurrida cuatro días antes en un bar también próximo
a sus domicilios. Bajo amenazas de que debían corroborar ante el juez su culpabilidad
porque de lo contrario serían torturados nuevamente, fueron trasladados el día 28 al
juzgado, desde donde regresaron a la seccional, para ser conducidos otra vez al día
siguiente ante el magistrado del Juzgado Penal de 21o Turno, William Corujo, quién les
tipificó el delito de rapiña.
Gerardo León y Miguel Emiliano Giménez García de 20 y 19 años respectivamente,
Alexander Montero, de 18, y Alexis Tourné, también de 18 años, fueron recluidos en el
Complejo Carcelario Santiago Vázquez (COMCAR), en tanto el menor fue internado en el
INAME.
Mientras tanto, ninguno de los comerciantes víctimas de las rapiñas reconocía a los
procesados como autores de las mismas, y existen varias personas dispuestas a atestiguar
que estuvieron con los jóvenes hasta pocos minutos antes de la detención, por lo que
parece muy difícil que hubieran cometido los delitos.
Dos de los acusados, Gerardo León y Miguel Emiliano, nacieron en Suecia, país donde se
habían asilados sus padres, perseguidos por la dictadura uruguaya. Poco tiempos después
de restaurada la democracia, la pareja, ahora con hijos, regresó al país.
Los jóvenes desde hace años participaban en proyectos sociales que contaban con el apoyo
financiero de organizaciones suecas e integraban la dirección del área juvenil del
Vänskapföreningen Sverige-Uruguay (Asociación de Amistad Suecia-Uruguay). Gráficos de
oficio, poseen una imprenta en la que editaban propaganda y folletos a distintas
organizaciones sociales y estudiantiles.
El cónsul sueco en Montevideo visitó en la cárcel a Gerardo León y a Miguel Emiliano,
estando el gobierno del país europeo a la espera de futuros pasos de la justicia
uruguaya. El Servicio Paz y Justicia también realiza gestiones sobre la situación en que
se encuentran los cuatro jóvenes, y Amnistía Internacional ha solicitado informes sobre
la detención y las torturas que padecieron.
Vecinos de Manga levantaron a su vez cientos de firmas solicitando la libertad de los
procesados.
Fuentes del Instituto de Estudios Legales y Sociales del Uruguay (IELSUR) dijeron a BRECHA
que continúan recibiendo denuncias sobre los apremios físicos que sufren los detenidos
en algunas dependencias policiales de Montevideo.
Por su parte, el presidente de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de
Representantes, Guillermo Chifflet, manifestó a BRECHA que realizó una investigación
personal acerca de lo ocurrido, accediendo al contexto familiar y conversando con vecinos
y amigos. Chifflet llegó a la convicción de que: "en el caso que involucra a
estos muchachos se trata de confesiones realizadas como producto de torturas, y es sabido
que la mayoría de las veces por ese medio no se llega precisamente a la verdad".
El legislador socialista considera que los jóvenes crecieron sabiendo lo que
pasaba con los presos de las dictadura uruguaya y argentina, de las torturas y las
desapariciones: Gerardo León lleva su nombre en homenaje a dos luchadores sociales
detenidos, torturados y desaparecidos, Gerardo Gatti y León Duarte. Cuando la Policía
los golpea, los jóvenes piensan que pueden morir en esas circunstancias y se declaran
culpables. Las amenazas de que las pasarían muy mal si negaban ante el magistrado lo que
habían firmado en los interrogatorios les coarta también esa posibilidad, aunque en una
instancia judicial posterior y sin la amenaza de volver a la seccional, los cuatro
procesados declaran que firmaron bajo amenazas de muerte y torturas, realizando incluso
descripciones físicas de quienes los golpearon.
Chifflet señala que hay algunos policías que quieren quitarse de encima una
investigación y pueden entonces imputar las últimas 25 rapiñas a
cualquiera que sea detenido. Lo lamentable, añade, "es que ciertos jueces,
cuando se denuncian torturas, no realizan las indagaciones con el rigor necesario y
además algunos no reciben como corresponde a los familiares o contestan con desprecio,
sin el menor respeto por quienes intentan preguntar sobre los casos en que sus familiares
puedan estar involucrados".
Para el diputado frenteamplista existe una responsabilidad compartida, incluso de la
Comisión de Derechos Humanos del Parlamento, porque "no se respetan esos
derechos. Estos muchachos merecían la posibilidad de penas alternativas que les evitaran
una situación de rigor extremo, porque no tiene sentido que jóvenes procesados por
primera vez -aunque para mí no son culpables- sean enviados al COMCAR, donde no se cumple
la norma de separación por delitos sino que, como todos sabemos es un establecimiento
perfeccionador de la delincuencia: más que un centro de correción es un centro de
corrupción".
Los detenidos habrían sufrido además, junto a decenas de otros reclusos, golpizas,
suspensiones de visitas y todo tipo de vejámenes en el Complejo Carcelario.
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