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BRECHA
2 de Agosto de 2002


CON EL DIRECTOR NACIONAL DE CARCELES, ENRIQUE NAVAS

La misión


El nuevo director nacional de Cárceles, inspector Enrique Navas, quiere transparencia para recuperar la imagen del cuerpo policial opacada por actos de corrupción. Reclama un régimen de reclusión progresivo hacia la libertad y una cárcel de máxima seguridad. También considera mejor que la prensa se mantenga alejada.

IVONNE TRIAS

El inspector Enrique Navas fue designado director nacional de Cárceles tras el procesamiento por abuso de funciones de la anterior dirección carcelaria (véase BRECHA, 5-VII-02). En los años setenta Navas integró una unidad de choque de la Guardia Metropolitana. Después de la dictadura, entre los años 1986 y 1990 dirigió el penal de Libertad. En ese período, ante numerosas denuncias de violaciones a los derechos humanos, el gobierno ensayó una liberalización de la condiciones de reclusión. Navas se opuso y fue sancionado por ello, siendo relevado del cargo. Posteriormente dirigió Policía Caminera, y el pasado 15 de julio asumió su nuevo cargo al frente de la Dirección Nacional de Cárceles. A la ceremonia de asunción concurrió el inspector Roberto Rivero, cesado en su cargo -director nacional de Policía- en condiciones poco claras hace dos años (véase BRECHA, 9-VI-00).
Los que conocen a Navas suelen asociar dos términos para describirlo: duro pero honesto. O viceversa.

- Al asumir usted habló de cambios en el sistema carcelario, de nuevas estrategias. ¿A qué se refería?

- Hablé de grandes objetivos. En primer lugar mejorar la imagen de esta institución, que ha decaído en el transcurso de los últimos años. Para eso nos proponemos actuar con la mayor transparencia en todas aquellas decisiones que siempre pueden ser objeto de suspicacias o puedan dar lugar a maledicencias, como por ejemplo ocurre con los traslados de los centros de reclusión de mayor severidad a los de menos severidad o con alguna salida transitoria o lo que hace al sistema de compras, a la cadena de abastecimiento. Para lograr esa transparencia hay que revisar entonces todos los procedimientos de la cadena de abastecimiento, para mejorar la fiscalización y evitar la fuga del enorme caudal de recursos. En segundo término voy a terminar con los traslados indebidos de reclusos hacia distintas cárceles. Para ello voy a crear una comisión multidisciplinaria integrada por los distintos directores de cárceles, más el asesor letrado y el Instituto Nacional de Criminología (INACRI) que estudie, caso por caso, las solicitudes de los reclusos para ser trasladados de un establecimiento a otro y establezca, en base al informe de INACRI y del establecimiento, si el traslado corresponde. Como director me sujetaré a lo que diga la comisión. Esta semana hemos hecho el relevo de todos los directores, subdirectores, jefes y subjefes. Se completó la plana mayor con un conjunto de oficiales superiores y jefes que tuve la oportunidad de seleccionar para que me acompañen en esta gestión, que están ubicados aquí, en la sede del comando, en los puntos estratégicos para la planificación general y la fiscalización.

- ¿Que cualidades reclama en su personal?

- La primera es la honestidad, pero con ella no alcanza; tenemos policías muy honestos que ya están cansados, desgastados, no quieren trabajar más. Es necesario que tengan dedicación y profesionalidad, que por amor a la profesión hayan mantenido en alto el espíritu. Le puedo asegurar que el policía penitenciario padece un desgaste, una erosión constante a través del tiempo, mucho más fuerte que la que sufre el policía regular que actúa en las dependencias de cualquier jefatura de Policía.
Como los cursos de especialización penitenciaria son muy recientes, la Policía nacional destaca oficiales de sus cuadros regulares -fundamentalmente oficiales, porque personal subalterno hay- con destino transitorio en Institutos Penales para que ejerzan los distintos puestos de mando. Luego los va relevando. Pero el personal subalterno no rota, el agente policial penitenciario que ingresa a ese escalafón permanece durante toda su vida atrapado en el mismo escalafón, encerrado en la misma cárcel con el recluso. Algunos dicen, en su jerga, que cumplen la cana junto con el preso.

- ¿Y cuáles son los objetivos con respecto a los presos y a la presas?

- El objetivo es recuperar y aplicar el principio de progresividad, es decir el régimen penitenciario progresivo que supone que el recluso debe ingresar, sin excepción, a un régimen de máxima seguridad, cerrado, y de ahí, conforme a su conducta, a la naturaleza del delito, a la preventiva cumplida y a su actitud frente al régimen carcelario, vaya evolucionando, progresando en dicho régimen en una escala de mayor a menor, de manera que pasará de máxima a media y de media a mínima seguridad.

- Máxima seguridad para todos, independientemente de la gravedad del delito.

- Sí, máxima seguridad para todos. Tenemos que alcanzar eso, porque el sector de máxima seguridad es la puerta de entrada al sistema carcelario. Así lo aconseja la doctrina más moderna en materia penitenciaria. Esto no quiere decir que permanezcan allí, sino que ingresan al lugar donde se hace el diagnóstico que, según me propongo, estará a cargo del INACRI. El recluso entra por máxima seguridad solamente para diagnóstico y tratamiento, pero puede estar solo una semana ahí, aislado de los demás.
La idea de esto es progresividad, gradualidad desde máxima seguridad hacia un régimen más abierto, de menor seguridad. Siempre mediante el esfuerzo personal del recluso, jamás mediante la imposición violenta, a través de presiones u otros medios espurios, actos de corrupción, etcétera. No se puede comprar un traslado el recluso se lo tiene que ganar.

- ¿Usted intentará clasificar y distribuir a la población actual de las cárceles y no sólo a los reclusos que ingresen a partir de ahora?

- Vamos a comenzar por los que ingresan pero luego vamos a clasificar a los que ya están. Es más difícil, pero no puede haber meta imposible. Cuando tenga los módulos podré separar a los más peligrosos y violentos, que le hacen la vida imposible a una cantidad enorme de reclusos que sólo quieren cumplir su preventiva en paz.
A esos violentos los tenemos que proteger, he aquí el gran problema: no podemos seguir con muertos como en el penal de Libertad. En un caso de superpoblación como el del COMCAR es peligroso que se llegue a esas circunstancias también, porque usted está trabajando en una enorme inferioridad numérica frente a la población reclusa. Se estima que un policía penitenciario o celador debería custodiar no más de 25 reclusos. Sin embargo en Uruguay frecuentemente está custodiando a 80, 90, 100 reclusos. Imagínese la inseguridad física del policía y la de los propios reclusos, pasibles de actos de violencia que no denuncian por el código carcelario del silencio, que es el único que respetan.

- ¿Cómo van a actuar en caso de reclamos colectivos de los presos?

- Estamos estableciendo políticas de mando y tácticas para el caso de desórdenes, que es lo primero que tenemos que asegurar, porque no podemos permitir más motines. Ya he impartido órdenes estrictas en ese sentido: actuar siempre en el marco de la ley y de la reglamentación, prevenir y, si fuera necesario, neutralizar cualquier tipo de motín que pudiera suceder. El propósito es que Libertad vuelva a ser un penal de máxima seguridad, que el COMCAR se transforme en un penal de media seguridad, con alguna etapa de mínima cerrada incluida, y los centros de recuperación Uno (Tacoma), Dos (chacra) y eventualmente quizás La Tablada, si podemos transformarla en un centro de recuperación mínima abierta (cárceles sin vigilancia armada, que se basan en la confianza).

- ¿No es ése el destino del Centro Nacional de Rehabilitación (CNR)?

- Al CNR no lo cuento en absoluto, primero porque nunca fue puesto bajo dependencia orgánica nuestra, segundo porque tiene un régimen administrativo, presupuestal y organizativo absolutamente diferente, por lo que no puedo incluirlo en nuestros planes.
Mire, los oficiales policiales frecuentemente tenemos que desempeñar el mando en situaciones de grandes carencias. Un viejo jefe que tuve me decía: «El que sabe mandar, el buen jefe es aquel que logra hacerlo con las peores carencias, en las peores circunstancias o en situaciones de riesgo». Ahí se ve la capacidad de mando.

- ¿Usted sabe mandar?

- Es muy fácil la excusa «no tengo medios», «no me da el personal, no me dan las instalaciones, no me dan los vehículos». Usted tiene que rendir, tiene que mejorar la seguridad pública en su zona con los escasos medios con que cuente. Ése es el desafio que tenemos. Ojalá todos los penales fueran como el CNR.

- De usted se dice que es una persona honesta pero muy dura. ¿Qué quiere decir eso?

- Es un adjetivo que me han puesto, dicen que no tengo cintura. Me exijo a mí y exijo a todos a aplicar estrictamente las normas jurídicas, las leyes, las normas policiales, pero sobre todo las éticas y no le hago favores absolutamente a nadie, ni a colegas o superiores míos, pero tampoco a personalidades públicas. Si sorprendo a un policía llevándose carne de la heladera lo someto a la justicia por hurto y le hago un sumario para destituirlo.

- El día que usted asumió el cargo estuvo presente en la ceremonia el inspector Roberto Rivero, ¿lo invitó usted?

- Lo invité expresamente porque siempre compartí con Rivero los mismos ideales profesionales, ambos somos policías por vocación. Lo apoyé siempre en todas sus instancias profesionales, incluso organicé una despedida cuando fue destituido. Que hayan ido dos o tres y no veinte policías a despedirlo es otra cosa... No voy a emitir juicio sobre eso pero a Rivero lo considero un camarada que ha cumplido con los principios éticos y profesionales, por lo tanto, como referente que es, lo invitamos expresamente. Es difícil luchar contra la corrupción policial. El sistema disciplinario policial se está rigiendo por el decreto 500, que es el mismo que rige al funcionario público. Cosa totalmente inútil porque ninguna policía se autodepura con un sumario administrativo. No se puede tratar a un funcionario civil del Estado que trabaja seis horas por día en una oficina, que no porta un uniforme y un arma, que no tiene la facultad de privar a otros de sus derechos e incluso de su vida, con la misma severidad o exigencia que a un policía que sí tiene todas esas potestades. Con un policía hay que ser muchísimo más exigente.

- Su nombramiento significa que el Poder Ejecutivo confía en que usted sabe mandar?

- Pienso que el Poder Ejecutivo, cuando me designó, habrá confiado en que puedo reunir condiciones para administrar este complejo sistema. También debo decir que lamentablemente no hay muchos voluntarios que deseen venir a trabajar aquí. Esto es importante. Algunos dicen que esta es la tumba de los héroes, que éste es un lugar de alto riesgo. Yo lo he tomado como siempre que me han mandado a misiones difíciles -me ha pasado varias veces en mi carrera, me pasó el día del motín-: como una misión. Es una misión difícil, voluntarios no hay y uno tiene que ir. Lo considero un deber ético. Más en mi caso, que conocí el penal en su época de esplendor, con mil reclusos funcionando, bañándose todos los días, con disciplina, con orden, con las quintas, con la chacra produciendo, los talleres funcionando, con guardias nuevos, personal honesto... llevó muchos años edificar eso.

- Pero había denuncias por malos tratos.

- Nosotros establecimos en Libertad un penal de máxima seguridad, aplicando los principios del Programa de Costa Rica. Los que tanto hablan de derechos humanos olvidan cómo es el programa progresivo penitenciario que establece las distintas etapas de mayor a menor rigurosidad. Se aplicó un reglamento estricto, como corresponde a esa etapa. Por algo en cuatro años nunca hubo un motín, no hubo fugas, no hubo problemas, no hubo casos de violación ni actos patoteriles.
En noviembre de 1990 el Ministerio del Interior de la época ordenó que el penal de Libertad pasara a funcionar como el COMCAR, lo que de hecho significaba que se transformara en un centro de media. Nosotros alertamos que eso iba a destruir todo, porque la peligrosidad de esos hombres ameritaba mantenerlos en máxima, los presos más peligrosos de todo Uruguay iban ahí. No se entendió porque había muchas denuncias de violaciones a los derechos humanos y porque se entendió que era un régimen demasiado estricto. Hubo presiones desde sectores de opinión de nuestra sociedad, muy fuertes, que llevaron a que se dispusiera lo que se llamó la «comcarización» del penal de Libertad. Yo no acepté porque eso iba contra todos los principios, sabía que estaba mal. No acepté esa orden y fui sancionado, relevado. Y pasó lo que pronosticaba: las fugas, después la corrupción, después los motines y lo que tenemos ahora. Hay que convencerse: todo país debe tener al menos un establecimiento de máxima seguridad.

- ¿La máxima seguridad implica un régimen de soledad?

- No, soledad no; puede compartir la celda con otro. Para estar solo tiene que ser sancionado por una falta grave. En el reglamento actual, que fue hecho en aquella época y aprobado ahora -lo hizo aprobar, con muy buen criterio, quien también fue director del penal, el inspector principal Pereyra Roldán, actual jefe de Policía de Canelones-, se diferencia claramente lo que es celda habitación de celda aislada, lo que allá llaman isolation.

- ¿Allá adónde?

- En Estados Unidos. Antiguamente los metían en un pozo -un disparate-; hoy por hoy existe la celda aislada, cuyo único requisito es que tenga luz natural y ventilación.

- ¿Cuánto tiempo pueden tener legalmente a una persona en aislamiento?

- En celda aislada puede estar, previo chequeo médico, hasta tres meses.

- ¿Usted estuvo alguna vez encerrado, en arresto a rigor o algo así?

- Yo estuve más que eso, estuve cuatro meses, pero no quiero contarle eso.

- ¿La pregunta es si usted se puso alguna vez en el lugar del preso?

- Estuve cuatro meses por denunciar a un jefe corrupto. No quiero hablar de eso porque estaría hablando de mí, lo que está muy mal. Me pongo sí en el lugar del recluso... ¿Usted ve el aislamiento como algo inhumano? Mire que el aislamiento no es que esté solo en el medio del campo, en general son varias celdas y se comunican entre sí. Usted simplemente los separa del edificio central. ¿Por qué?, ¿sólo por aplicar un castigo? No es por una filosofía retribucionista o punitiva, es porque ese hombre está alterando el orden interno del conjunto, la masa de la población reclusa.

- ¿Con las mujeres presas se aplican los mismos criterios?

- No puedo contestarle porque todavía no he reconocido la Cárcel de Mujeres, pero el principio de progresividad debe darse para todo recluso, hombre y mujer. El problema de la Cárcel de Mujeres es que con la población actual -cerca de 190- está superpoblada. Las mujeres están apretadas y por lo tanto no puede haber categorías bien separadas. Habría que expropiar todo el predio de la cárcel para tener más capacidad locativa y establecer las etapas.

- En el COMCAR hay 2.400 presos en un espacio apto para albergar a 900. Es previsible que en esas condiciones haya otros estallidos.

- Claro, por eso hay que manejarse -creo que el personal lo hace- con mucha flexibilidad, mucha serenidad y mucha calma. Pero el problema es que lisa y llanamente no hay dónde alojarlos, por eso necesitamos el penal de Libertad. Tenemos planificado un reciclaje con el Departamento de Arquitectura del Ministerio del Interior que le cambiará bastante el perfil al edificio, situándolo en una etapa intermedia entre la máxima seguridad abierta y la media seguridad.
En el diseño se prevé hacer pisos y hacerlo abierto para que el recluso salga, tenga mesas, sillas, comedores y pueda compartir, interactuar y no esté todo el día en la celda. Ya es una diferencia muy grande, una cosa es 22 horas de celda y otra 22 horas de patio, recreo todo el día, que es lo que pasa hoy en el COMCAR, por imperio de las circunstancias. Contaríamos con los módulos para máxima seguridad cerrada y en el edificio haríamos una máxima de seguridad abierta y una transición para la seguridad media. Y ubicaríamos allí el centro de diagnóstico, clasificación y tratamiento.

- ¿Qué directivas tiene el personal en caso de desórdenes o motín?

- Estoy bajando línea al personal. Dije al asumir que los respaldaría en todo, incluso si en algún momento fuera necesario para contener algún desborde, algún motín, en el uso de la fuerza, cosa que es muy peligrosa. Usted sabe que por dar una orden de ésas podría ser procesado por abuso de autoridad, es el riesgo que estoy asumiendo, pero tengo que respaldar a mi gente y lo voy a hacer. Sin embargo, jamás respaldaré un exceso, un abuso. Por eso estamos teniendo reuniones casi todos los días en los distintos turnos, en los distintos establecimientos.

- ¿Usted es granadero?

- Granadero.

- ¿Qué hacía en los años setenta?

- Me hice oficial, me formé en la Guardia Metropolitana, hoy Guardia de Granaderos.

- En la época de Washington Varela.

- Exacto, del mayor Varela, que después fue general, fue mi segundo jefe, uno de mis maestros.

- Estuvo pues en la época de la represión.

- Participé en toda la época de la lucha antisubversiva o de represión como usted dice, no tengo temor a emplear la palabra represión porque no la considero un pecado. En el marco de la ley y de las obligaciones que tenemos, en determinado contexto, si tenemos que cumplir con un deber, se cumple. Creo que lo cumplí a conciencia, no tengo ningún tipo de arrepentimiento o de temores. Estaba en una unidad de choque, estábamos convencidos de lo que hacíamos y actuamos como tenemos que actuar.

- ¿Estuvo en contacto con detenidos en aquella época?

- No, nunca. Ésas eran tareas de Inteligencia y yo nunca estuve en Inteligencia, pertenecía a una unidad de choque. *

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