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BRECHA
5 de Julio de 2002


Relevo en la Dirección de Cárceles

Los jefes pasaron al otro lado de las rejas

Bien cuidados y atendidos, quienes fueron hasta hace una semana los tres principales jerarcas carcelarios del país reciben en prisión los beneficios que la Constitución les otorga y que antes negaron a quienes no tuvieron la suficiente influencia o capacidad económica para lograrlos.

TITINA NUÑEZ

La sorpresa le ganó a más de uno. Los tres principales jerarcas carcelarios terminaron del otro lado de las rejas acusados de diversos delitos que -aún- no refieren a la denuncia que motivó la investigación realizada por el juez en lo penal de octavo turno, Pablo Eguren.
Aunque el pago de coimas, que habilitaban mejores condiciones en las celdas y traslados de un establecimiento a otro, era un hecho notorio desde hace años (véase, por ejemplo, BRECHA, 2-VI-00), hasta ahora no había sido investigado en el ámbito judicial. Tampoco mostraron preocupación por estas denuncias el propio Ministerio del Interior ni, con algunas excepciones, el Parlamento. Sin embargo, la sucesión de ajustes de cuentas entre presos y el maltrato de la Policía hacia los reclusos eran moneda corriente y la situación no podía ser ignorada por los responsables del sistema.
Para poder actuar se requería -según afirmaron a BRECHA el ministro del Interior, Guillermo Stirling, y varios legisladores- una denuncia ante la justicia de algún afectado por delitos de corrupción en las cárceles.
En febrero último la mujer de un recluso del COMCAR se presentó ante las autoridades judiciales y del ministerio y denunció que a su esposo le pedían dinero para trasladarlo a otro establecimiento. El juez Eguren inició a partir de entonces un expediente que hoy tiene más de mil fojas y que, al término de la instancia presumarial, terminó con el procesamiento del director nacional de Cárceles, inspector principal (r) Carlos De Avila, por los delitos de abuso de funciones en casos no previstos especialmente por la ley, y desacato; del subdirector Hugo Güira, por abuso de funciones, y del ex director del COMCAR y Libertad, Pablo Machado, por este último delito y por falsificación ideológica (por no haber incluido una finca de su propiedad en su declaración de bienes como jerarca público).
Los hechos, más allá de no tener precedentes, dejan al descubierto la corrupción que algunos funcionarios policiales mantenían dentro de las cárceles, aunque el asunto fuera sabido «por todo el mundo».

HISTORIAS DE PICHIS. «Es tal la corrupción que hay que un policía me llamó a mi casa para decirme que él le daba bien de comer a mi hijo si yo le pagaba los conformes de una moto (...). Me han contado que cobran cinco mil dólares por traslados al Tacoma y 350 pesos los celulares. Entonces ¿quién es más corrupto? Los más corruptos son los más grandes.». El testimonio pertenece a la madre de un recluso muerto y fue brindado bajo reserva ante la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara baja. Cuando la señora concurrió al Parlamento, hace tres meses, ya era tarde. Su hijo, enfermo en prisión, había muerto por falta de atención médica.
«Recuerdo que una vez no había medicamentos y hacía dos días que estaba con dolor en el pecho, Cuando el médico lo revisó me dijo que tenía el pulso fino y que le quedaban pocas horas de vida. Tuve la gran suerte de que pude estar con él toda la noche hasta que al otro día falleció», recuerda la madre del recluso. La mujer espera que su testimonio pueda ser útil para evitar otras muertes. Explica también que conoce otros casos y cuenta el de un preso enfermo de hepatitis que murió porque lo hacían bañar dos veces por día o el de otros que recibían sendas palizas antes de irse a dormir.
Hace cuatro meses, cuando la señora cremó los restos de su hijo, constató que el muchacho tenía el cráneo aplastado. «¿Eso que quiere decir?», se pregunta. La explicación policial es fácil: ajuste de cuentas. Sir ir más lejos, en los últimos tres meses murieron seis presos en tres penales diferentes. Cinco de ellos fueron encontrados ahorcados en el COMCAR y en Libertad, y el sexto se degolló delante de sus familiares.
Las muertes comenzaron unas cinco semanas después del llamado motín del penal de Libertad, el 1 de marzo. El 7 de abril hubo dos muertes: Marcos Lemos Alfonso y Wiston Martínez Hospitales aparecieron ahorcados con una sábana en una misma celda del penal de Libertad. Seis días después murió de la misma forma y en la misma cárcel Alberto Leonel Ramos. Transcurridos otros cinco días, el 18 de abril, falleció por la misma causa Gustavo Liber González Vaz, aunque esta vez no se encontró el arma «suicida».
Tres días más tarde la prensa reportó la muerte, en similares condiciones, de un preso de iniciales JCTM. Los mismos relatos afirman que el recluso, que fue encontrado colgado de los barrotes de su celda en el COMCAR, estaba «fuertemente deprimido». El 9 de junio, en la cárcel de Canelones, Ismael Albístur se suicidó a la hora de la visita delante de sus familiares. Albístur se cortó la yugular con un trozo de vidrio. «Había diez policías al lado mío -recordó una de las hermanas ante la Comisión de Derechos Humanos de Diputados-. Cuando se terminó de abrir la yugular vino caminando, desvaneciéndose. Yo le gritaba a la Policía: ‘Ayúdenmen por favor’, y en ningún momento nadie vino a ayudarme. Me decían que no podían hacerlo porque no tenían guantes. El enfermero del establecimiento lo único que hizo fue ponerle gasas cuando subimos a la camioneta. Cuando llegamos a la emergencia lo esposaron. Ni después de muerto lo dejaron en paz», explica Mariluz Albístur.
Ismael Albístur estaba en tratamiento psiquiátrico y debía tomar medicación. Según el testimonio de Olga Suárez, la madre de Albístur, en la enfermería del penal siempre le aseguraron que su hijo recibía los medicamentos. Cuando en el juzgado de Canelones le entregaron las pertenencias, Suárez recibió las cajas de remedios cerradas; tal como las había entregado a la enfermería de la cárcel de Canelones.
En los seis casos de muertes mencionadas, los juzgados de San José y Canelones iniciaron investigaciones, pero aún no hay resultados.

HISTORIAS DE GANGSTERS. «Este episodio me hace acordar lo que le pasó a Al Capone -dice a BRECHA el presidente de la Comisión de Derechos Humanos, Edgar Bellomo (CONFA, EP-FA)- que siendo un mafioso como era terminó procesado por evadir impuestos». Bellomo hace referencia al procesamiento de los tres jerarcas carcelarios, acusados de coimear a los presos para brindarles mejores condiciones de vida dentro de los penales o permitir las salidas transitorias y otras facilidades -como el uso de drogas o celulares- a cambio de dinero.
Diversos testimonios recibidos en los últimos meses por la comisión parlamentaria confirman los pagos por traslados de presos.
«Hay momentos (en) que son vulnerables. Por ejemplo, Pablo Machado (el ex director del penal de Libertad y el COMCAR) hacía muchas transas en un boliche muy conocido llamado Píkaros. Los traslados valen mucha plata, pero ellos se cuidan. Usan a un preso como intermediario. Los traslados al Tacoma valen cinco mil dólares. Hoy podés pescar un pescado muy grande pero no vas a encontrar a ningún preso que se te ofrezca de carnada. Esta gente tiene el poder para tapar todo.» Los dichos pertenecen a otro testimonio que bajo reserva recibió la comisión parlamentaria.
Testimonios extraídos del expediente judicial y publicados ayer, jueves, por el semanario Búsqueda, dan cuenta de las condiciones en que vivían quienes podían acceder al pago de importantes cifras y también de quienes, en su defecto, pagaban a la jerarquía con favores personales. Entre los primeros se encuentra Heber Silgoria, un hombre de 50 años que asesino a mazazos a una joven de 23 en Maldonado hace siete años. Silgoria pudo escapar a los vejámenes que sufren en prisión la mayor parte de los presos. Más bien disfrutó en todo este tiempo de un apartamento de lujo en el Tacoma, con audio y video de última generación, salidas diarias, visita a piaccere y excelente atención del personal de turno. El recluso pagaba estos favores con traslados de materiales de construcción a la casa que el ex director del penal, Pablo Machado, le construía a su concubina en Solymar. Silgoria también fue acusado de gestionar favores ante el ex director nacional de Cárceles, Carlos De Avila, por los que cobraba entre 500 y dos mil dólares.
Machado ya estaba sumariado por el Ministerio del Interior y había sido separado del cargo como director del penal de Libertad cuando se comprobó que permitía el ingreso de celulares y drogas. Pero la secretaría de Estado no consideró necesario elevar los antecedentes a la justicia y, aunque los hechos fueron públicos, tampoco hubo una intervención de oficio.
De Avila también fue procesado por abuso de funciones. Hasta ahora las actuaciones judiciales no pudieron probar que recibiera pagos de los presos, aunque ese punto -que daría lugar a un nuevo procesamiento por el delito, mucho más grave, de cohecho calificado- sigue siendo objeto de indagatoria judicial.
El subdirector nacional de Cárceles, Hugo Güira, al salir del juzgado dejo expresa constancia de que «no estaba en la misma bolsa» que sus pares. Según el matutino La República (domingo 30), ya recluido en el cuartel de Granaderos, Güira declaró que «otros jerarcas debían ser procesados por homicidio», refiriéndose a los casos denunciados como suicidios en los penales. El ministro Stirling, que informó posteriormente que Güira se había rectificado, dijo a BRECHA que «hay un submundo dentro de los institutos penales, pero nosotros debemos actuar sólo sobre hechos comprobables».
Tanto Bellomo, como Chifflet y Alberto Scavarelli (FB, PC) entienden que los procesamientos de los tres jerarcas son una buena señal para el sistema.
En sustitución de De Avila asumirá como director nacional de Cárceles Enrique Navas Bordón, actual director de la Policía Caminera, quien pasará a retiro antes de tomar posesión de su nuevo cargo. Navas cumplió gran parte de su carrera en la Guardia Republicana y ya estuvo al frente de la Dirección Nacional de Cárceles, entre 1986 y 1990. Fue cesado por el propio Stirling y, según declaró el propio Navas a la prensa, su relevo se debió a que sus criterios de firmeza en materia de política carcelaria no coincidían con los de sus superiores, que a su juicio eran demasiado liberales. El próximo jefe de los establecimiento carcelarios ya anunció que basará su gestión en tres pilares: «ley, orden y disciplina».
Fuentes policiales dijeron a BRECHA que la actual designación de Navas se produjo por una decisión del presidente Jorge Batlle que «Stirling debió acatar» aunque «no le gustó nada». Las mismas fuentes recordaron que Navas se había enfrentado en más de una ocasión con el actual ministro y que había llegado a afirmar que Stirling «no lo representaba». El ministro, en cambio, dijo a BRECHA que «no recordaba» por qué razón Navas había dejado el cargo que ahora ocupará nuevamente.
De Avila cumple su reclusión en el Cuartel de Bomberos y los otros dos jerarcas procesados están alojados en la Guardia de Granaderos. Están bien alimentados y vestidos, se encuentran en ambientes secos, cuentan con atención médica y gozan de privacidad para sus actos íntimos (como ir al baño por ejemplo). En definitiva, en las mismas condiciones que dispone la Constitución para cualquier reo de este país.


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