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CARTA OPINION
Federación Anarquista Uruguaya
Agosto/2001


A siete años del Filtro, la impunidad del Gran Hermano.



Cuando las balas certeras y premeditadas de la fuerza del estado, segaron la vida de Fernando Morroni y Roberto Facal; se aclaraba un poco más para amplios sectores del pueblo los límites de la "libertad de expresión" en la democracia capitalista. En los meses subsiguientes quedaría claro también, una vez más, que en la cacareada "igualdad ante la ley" algunos son más iguales que otros. La maraña jurídica del sistema diluyó responsabilidades, y quedó la memoria militante y la dignidad de los de abajo, como único tribunal de apelaciones donde reclamar por los caídos. Desde entonces y al amparo de un impunidad casi sin fisuras para policías y militares, se han ido procesando modificaciones en el esquema represivo. Se apunta a una vigilancia y control más sofisticado y sutil y al involucramiento de la propia gente, por la vía de planes como el de "vecinos alerta". Se orquestan "cruzadas policiales" (contra el contrabando, contra la droga, contra las bandas) que apunta a mejorar la imagen del instituto policial, a vender un mensaje de "autodepuración"; en un ejercicio de "marketing" que no descuida ni los uniformes, ni las leyendas de patrulleros y celulares.
Claro que estos cambios que apuntan al uruguayo medio, no impiden que en los barrios marginales haya una escalada represiva sobre todo contra los jóvenes. Aumentaron las razzias en cualquier esquina y a la salida de los bailes y recitales. Las llamadas "zonas rojas" son feudos de las seccionales, donde tanto se transan "negocios ilícitos" como se persigue cualquier foco de rebeldía. Ahí está como muestra el ensañamiento contra los cuatro muchachos de Manga, torturados y encarcelados desde hace dos años, sin pruebas verosímiles en su contra, con una pena abusiva pedida por el fiscal; por el único delito de su militancia barrial en torno a diversas causas populares.
El ojo vigilante del estado no duerme, el Gran Hermano del sistema goza de impunidad para detectar y aplastar cualquier cuestionamiento real al orden vigente.

Caza de brujas contra los anarquistas.

Claro que, a pesar de la tecnificación de la fuerza del sistema, el acallamiento de las protestas y las respuestas, contra el aumento de la miseria de la mayoría; no les está siendo nada fácil a lo largo y ancho del globo. El estado de rebelión generalizada en Argentina, Bolivia y Ecuador, y las manifestaciones mundiales contra los amos del mundo, son cada vez más masivas; y en Génova han asesinado a un joven manifestante. Este hecho motivó respuestas en todo el mundo incluyendo Uruguay, contra las sedes diplomáticas italianas. Apoyándose en estos hechos, desde la prensa de la derecha (El Observador) se ha desatado una campaña contra los "grupos anarquistas" que estarían ensayando "nuevas modalidades" de acción callejera violenta, que supuestamente habrían despistado incluso a los servicios. Diversos medios de prensa, que jamás reproducían nuestras opiniones sobre diversos temas; nos empezaron a ofrecer micrófonos al por mayor. Nuestra respuesta, coherente con nuestra prédica de 45 años de historia, fue que nuestra organización alienta y alentará siempre la resistencia popular; ante la opresión permanente que caracteriza a este sistema; y que respetamos y defendemos el derecho de los de abajo a enfrentar los intentos de seguir agravando sus condiciones de vida, de las formas que crean convenientes. Y que aquellos que se rasgan las vestiduras por los daños contra la propiedad privada, ni se inmutan ante las muertes de niños por frío o quemados en los cantegriles, consecuencia directa de la política de éste sistema.
No vamos a contar una historia de sorprendidos. No es la primera vez que se intenta desvirtuar, distorsionar y "criminalizar" a ésta doctrina social-política que, en el acierto o en el error, a estado presente en las luchas de los de abajo en los últimos 150 años. Lo realmente preocupante es que se quiere crear un estigma que justifique la represión desembozada, cuando la paciencia de la gente se termine y salga a la calle. De ahora en más cualquier movilización contra la carestía, por DD.HH., por fuentes de trabajo, por salud y educación para el pueblo, que desborde lo que el sistema considere como permitido; se lo querrá ubicar como parte de un plan "desestabilizador de la democracia" orquestado por "minorías violentistas". Piedra libre para una escalada represiva contra los que resisten, contra los que no se resignan, contra los que responden a la violencia del sistema con lo que tienen a mano. No faltarán voces tampoco que, desde tiendas supuestamente progresistas, condenarán a los "radicales irresponsables". Nos parece que no hay nada más irresponsable que fomentar la resignación y la adaptación, frente a un sistema despiadado y expoliador, que está en situación de ofensiva.

Los "otros" Derechos Humanos... y los Derechos Humanos de los "otros".

Frecuentemente se ha querido minimizar la lucha en torno a los DD.HH., poniéndola como algo relativo a la militancia de izquierda y sus luchas contra el poder. Algo de responsabilidad nos cabe, por poner el énfasis, a veces, en nuestra peripecia particular.
Lo cierto es que los Derechos Humanos son una red integral de condiciones materiales y espirituales, necesarias para que el ser humano se desarrolle en libertad en igualdad y en prosperidad; lo cual por cierto no es posible lograr plenamente bajo éste sistema. Por eso la lucha por los DD.HH. es inseparable de la lucha por un orden social nuevo, libre e igualitario.
La realidad de los DD.HH. bajo el capitalismo en el Uruguay está a la vista. La desocupación que se dispara (16% "oficial") con todo el drama social que conlleva. Aumento permanente de los lanzamientos, de cortes de servicios esenciales como agua y luz. Ocupamos los primeros lugares en el mundo en materia de suicidios y en el consumo de sicofármacos. Las familias separadas, el tejido social perforado, la solidaridad entre los de abajo que va siendo transformada en una "guerra entre pobres". Los Derechos Humanos... ausentes.
Con todo, hay un sector de nuestro pueblo que tiene reservas para pelear, que mantiene una cultura y códigos de clase y que posee un soporte familiar-afectivo que pone un límite a la degradación. En el escalón más bajo, sin embargo... la desolación gana terreno. Allí la marginación va destrozando los parámetros de la dignidad humana. En los lugares más humildes del suburbio montevideano y en los pueblos fantasmas del interior, están los "otros". Los que ya ni se reconocen como sujetos de DD.HH. Los que no integran los circuitos "normales" de la sociedad. Para ellos no hay solidaridad, sino, con suerte, caridad. Son los viejos parias que morirán por frío o hambre en una calle cualquiera. Los hombres y mujeres quebrados, con un instinto cuasi-animal que ocupa el lugar que era de la conciencia. Los jóvenes alienados y destruidos por el novopren.
Las niñas y niños abandonados, materia prima para las redes de trabajo esclavo, de prostitución infantil, de tráfico de órganos. Su drama cotidiano debería ser una cachetazo a nuestra propia dignidad, tanto como lo es la suerte de tantas compañeras y compañeros desaparecidos. La impunidad de los responsables de este genocidio silencioso, debería despertar el mismo odio que la impunidad de los que asesinaron a nuestros mejores compañeros.

Pinochet, Videla, Gavazzo... y otros fusibles.

Se está hablando mucho de DD.HH. en estos tiempos. Casi no hay jornada en que no surja alguna noticia referida al tema. La Comisión para la paz no conforma ni a tirios ni a troyanos. Una comisión de "notables" haciendo (mal) lo que supuestamente es tarea del poder judicial, o sea investigar, citar testigos, etc.; no se entiende más que mirándola como lo que realmente es: un tinglado para transar un punto final sobre el tema de los desaparecidos. Las críticas de parte de Familiares, en enfrentamiento con Sara Méndez, y el ultimátum del Congreso del PIT-CNT, por un lado; y la camarilla militar-policial que no acepta ni que se hable más del tema, por el otro; la tienen entre las cuerdas. En realidad a los impunes los preocupa, más que las creciente movilización en el país por los DD.HH. (que los preocupa), el avance del cerco internacional contra los más notorios protagonistas de las barbaridades contra el movimiento popular en los setenta. No pueden salir del Uruguay, y los pedidos de extradición a otros países siguen llegando. El ministro Brezzo, entre los reclamos de la justicia argentina y sus subordinados que se afanan los arsenales, no da abasto.
La ley de impunidad, refrendada por el pueblo bajo la flagrante amenaza de un nuevo zarpazo militar, también ha sido puesta en la picota. A la decisión de un juez argentino que resolvió en un caso puntual la nulidad de las leyes de "punto final" y "obediencia debida" (similares a la ley de impunidad de acá) se sumaron la opinión de un "eminencia" de derecho constitucional (Gross Spiell) y la resolución aplastante del Congreso del PIT-CNT de exigir su anulación.
Los impunes de otros lares están corriendo suerte diversa. Pinochet aparentemente zafó del todo mientras que Videla marchó en cana por tercera vez.
Más allá de lo que puede y debe ayudar a la movilización por DD.HH. de las organizaciones autónomas estas cuestiones, importa no perder de vista la bien armada jugada ideológica-propagandística de la socialdemocracia internacional, que se esconde atrás de esta "caza de impunes". Difícilmente los pueblos toleren otra vez una escalada militar como la que sufrimos. Pero por otro lado los planes de mayor expoliación capitalista contra las grandes mayorías, precisarán aparatos represivos prontos para actuar cuando los mecanismos de dominación ideológica del sistema se vean desbordados. Ese es el entuerto que la "intelligentzia" capitalista tiene que resolver como una parte esencial del próximo recambio de modelo. Las nuevas formas represivas se quieren hacer pasar por atrás del estrado donde actúa "la justicia independiente". La persecución de los verdugos de ayer, distrae la atención de los nuevos verdugos. La impunidad del aparato represivo de hoy, al que precisan para mañana; se protege sacrificando lo más quemado del aparato de ayer. El legítimo deseo de justicia de la gente, no puede dejar pasar éste "lavado de cara" del poder del estado que más temprano que tarde se volverá como siempre contra la resistencia de los de abajo.

Creando las formas de justicia popular.

La ausencia de justicia, que no es consecuencia de la debilidad del poder judicial, sino de su papel dentro del esquema de dominación, de manejo diferenciado de los "ilegalismos"; plantea la cuestión de como enfrentar la impunidad. Respaldar el anhelo de buena parte del pueblo, de que haya castigo para los torturadores y asesinos, sin propiciar un reforzamiento del poder coercitivo del estado y sin hacerle el juego a la estrategia de la socialdemocracia; no es tarea sencilla.
Está claro que no habrá justicia verdadera en el marco del sistema capitalista. Pero ahí están, esas formas de lucha practicadas por las organizaciones autónomas de DD.HH. en varios países como los "escraches", "señalamientos", "juicios públicos"; que nos dan pistas de como la gente intenta tejer una red de "justicia popular". En esa línea de trabajo hay que apelar a la creatividad del pueblo, que señale un camino propio de la gente, independiente del oportunismo político, y no supeditado a lo que haga o deje de hacer la justicia del sistema. Nos parece que estas formas de justicia popular deben ser tomadas por el conjunto de las organizaciones sociales populares. Debería plantearse su puesta en práctica en las Asambleas sindicales, en las Asambleas estudiantiles, en Asambleas barriales, y en cualquier ámbito donde el pueblo oprimido se organice. Dejarlas circunscritas a los grupos de DD.HH. encierra el peligro de que ésta forma de lucha que debería ser cada vez más masiva, termine en pequeños "actos militantes", disminuyendo en mucho su eficacia como metodología popular y exponiendo peligrosamente a las compañeras y compañeros más arrojados.

No habrá olvido ni perdón para los asesinos.
No habrá justicia verdadera bajo el capitalismo.
Sólo un pueblo fuerte pondrá las cosas en su lugar.


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