EL MUNDO
AL REVES
Mayo 2003
| Uruguay / Sistema Carcelario
DETRAS DE LAS REJAS
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Otra muerte en "nuestras cárceles". Otro incidente
aislado como suelen decir tanto la jerarquía policial como el ministro de turno. En esta
ocasión correspondió al actual ministro del interior Guillermo Stirling decir:
"...es un hecho muy grave... se están desarrollando las investigaciones
pertinentes". Como se podrá apreciar el discurso varió un poco, es que lo ocurrido
ya era impresentable.
En un principio se intentó decir que la última muerte era producto de una refriega entre
convictos. Que la víctima fue brutalmente golpeada y a pesar del intento de los médicos
no sobrevivió. De todo esto solo se puede confirmar que el convicto asesinado murió
producto de la golpiza recibida y por la aparente demora en su atención medica.
El lugar donde esto aconteció fue la Cárcel de Canelones, un establecimiento pensado
para recluir a 250 personas, pero que actualmente alberga a cerca de 800 presidiarios. El
poder de la policía dentro de este establecimiento -como en los otros centros
penitenciarios- es total. El prisionero se encuentra a su entera merced. La corrupción y
el tráfico de influencias es constante.
El trato dispensado a los familiares que concurren los días de visita es terrible. Se les
revisa todo, se los manosea, se les roban muchas de las cosas que llevan a los que allí
se hallan encerrados. La situación es cada vez más desesperante para los condenados. El
presupuesto del centro carcelario no alcanza ni para las comidas básicas. La forma de
sobrevivir consiste en mezclar la dieta del comedor con los alimentos que los parientes
pueden pasar.
Los malos tratos son una constante y hay innumerables denuncias: desde que la guardia moja
los colchones en los días de invierno para divertirse, a los retos a pelear de la guardia
hacia los presos, la permisividad ante las violaciones de "ciertos presos
problemáticos", y un largo y triste etc.
A todo esto hay que sumarle una situación acuciante de sobrepoblación, que impone nuevas
récords históricos por estos días. En celdas pensadas para dos personas conviven hasta
seis individuos, por supuesto que no hay suficientes camas y que para dormir hay que
turnarse o dormir en el piso. Pensemos lo que puede ser dormir en el piso de una cárcel
en estos fríos días de invierno. Además, dentro de la cárcel se realizan muy pocas
actividades, las bibliotecas o son muy pobres o brillan por su ausencia, las radios y
walkman son normalmente requisados (léase: robadas) por la guardia, fruto de lo cual el
tedio y la violencia gana las vidas de muchos.
Notoriamente las cárceles se han transformado en un centro de tortura, de secuestro y de
martirio. Muy lejano en el tiempo quedó aquel sueño "reformador" de que fueran
centros de reeducación para los ahí encerrados. Más que nada se han transformado en una
advertencia y una amenaza para los que viven afuera, de lo que podría pasarles si violan
las normas establecidas.
Pero hay un elemento más a destacar en esta muy escueta mirada a la situación
carcelaria, y es que depende de la clase social de la que provenga el condenado, la
cárcel que le será asignada. No solo le basta al poder con endurecer las condenas en lo
referente a los delitos que se relacionan más con las clases subalternas -mientras un
punguista puede ir preso hasta 6 años, los responsables del vaciamiento del Banco
Comercial no estarán en prisión mas de 2 años- sino que es el Ministerio del Interior
el que se encarga de distribuir a los presos. Casualmente todos los que provienen de la
clases altas terminan en Cárcel Central, que es la que por lejos mejores condiciones
presenta.
Como siempre el actual estado de cosas nos termina demostrando que todo el aparato estatal
esta montado para favorecer y proteger a cierto sector de la población (el que mayor
poder y riqueza posee) y la "justicia" no es una excepción a esta norma.
LEONIDAS |
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