La Tablada no es un lecho de rosas, eso se sabe. Es una cárcel. Pero, a juzgar por
lo que afirma la abogada Lilián Curbelo Podestá, no cumple con las exigencias
elementales. Curbelo representa a dos hermanos suecos que fueron trasladados desde el
penal de Libertad. En una carta al embajador de Suecia, Peter Laudelis, fechada el 23 de
marzo, ofrece una panorama desolador de las condiciones de vida en el centro de
reclusión.
«En celdas de dos metros por tres, sin baño, deben convivir de cuatro a ocho personas,
tienen autorizadas dos salidas dos salidas al baño: una a la mañana y otra a la tarde,
de forma que muchos reclusos deben hacer sus necesidades en la celda, en baldes que fueron
aportados a ese fin, debido a que casi toda la población carcelaria estaba o está con
diarrea debido a la comida», comenta Curbelo en la carta.
Curbelo continúa: «Las condiciones de higiene y sanitarias son pésimas; hasta el
momento no cuentan con atención médica; se cuenta sólo con la presencia de un enfermero
y ni siquiera con medicamentos».
La abogada pudo visitarlos el 22 de marzo: «Pude visitar a mis defendidos, Gerardo y
Miguel Giménez, quienes han vivido y están viviendo en las condiciones descriptas. La
entrevista se desarrolló en condiciones absolutamente ilegítimas, con las presencia de
cuatro o cinco guardias en la habitación y con el preso esposado. No me permitieron
hablar con los dos a la vez sino de a uno. Demás está decir que ni Gerardo ni Miguel
pudieron explayarse en el relato, más bien respondían un sí o un no a mis preguntas
hechas en voz baja, para evitar ser oídos, pero si me manifestaron que habían sufrido
castigos, que les habían quitado sus pertenencias, y las condiciones infrahumanas en que
están viviendo, que ya describí. Por otra parte, bastaba verlos para saber que es
cierto».
HISTORIA. Los hermanos Miguel y Gerardo Giménez tienen una
particularidad que los diferencia de los otros reclusos: son suecos. Ambos llegaron a
Uruguay en 1985, cuando tenían 5 y 6 años, respectivamente. El 27 de setiembre de 1999
los metieron presos por una rapiña que se había cometido en su barrio, Manga, a dos
cuadras y media de donde los encontraron tomando una cerveza con amigos.
Luis Giménez, su padre, asegura que son inocentes y que los procesaron contra toda
evidencia. «Dijeron que tenían 4.500 pesos de mercadería en la mochila: un disparate;
el arma que mostraron no tenía huellas; dijeron que había sido disparada recientemente y
en la rapiña no hubo disparos. Así que hay que suponer que primero dispararon, después
hicieron la rapiña y después se fueron a tomar cerveza a dos cuadras con unos amigos y
la mochila con 4.500 pesos de mercadería», señaló Giménez.
El padre añade que el comerciante asaltado no los reconoció, y que la descripción que
dio fue muy distinta a la de sus hijos. La razón para que haya pasado todo esto, según
Giménez, es que Gerardo y Miguel eran «militantes libertarios» y, como tales,
trabajaban con los niños pobres del barrio en computación y deportes.
El Juez William Corujo entendió que eran culpables, y a Miguel lo acusaron de otra
rapiña más: Gerardo fue sentenciado a 6 años y medio y Miguel a 7 años y un mes.
Los problemas recién comenzaban. Luis Giménez denuncia que sus hijos fueron torturados
desde que fueron detenidos y después en la cárcel. «El hecho de que denunciaran la
tortura hizo que fueran brutalmente castigados en el COMCAR y el forense decía siempre
que las heridas podían haber sido autoinfringidas».
La relación con los guardias de la cárcel nunca fue buena. El padre denuncia que cada
vez que había un problema les pegaban a ellos. «A Gerardo además lo inyectaron»,
denuncia.
La presión desde organizaciones suecas, la embajada y el consulado empezaban a tener
efecto, pero Giménez dice que pusieron a dos policías en la celda de los hermanos para
provocarlos, y entonces después los acusaron de agresión a funcionarios policiales. Por
eso pasaron al penal de Libertad, donde el sufrimiento se multiplicó.
Pero faltaba algo peor y eso es La Tablada, según Giménez: «A mis hijos le pegan pero
otros la llevan peor. Hay gritos que sólo pueden ser provocados por una picana u otro
tipo de tortura», afirma el padre y agrega que «hay presos con HIV heridos sin atención
médica, que están hacinados en una celda con otros presos».
El caso de los Giménez está en la Suprema Corte de Justicia. Entre tanto el gobierno y
varias organizaciones suecas intentan que liberen a los hermanos y los dejen viajar a
Suecia. Una de las centrales de trabajadores realiza contactos internacionales para
realizar un boicot a los productos uruguayos mientras ello no suceda.
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