Los familiares están con bronca.
Desde que se produjo el motín, el 1o. de marzo, no pueden ver a sus hijos, esposos,
sobrinos y nietos. Temen que las represalias hayan sido muy duras, no saben qué tan
lastimados estarán. Quieren que las autoridades hagan algo para que los presos puedan
trabajar, quieren que no se los maltrate en las visitas, y para lograrlo están dispuestos
a tomar medidas tales como una huelga de hambre de madres.
«Estos son los pichis que tienen un familiar preso». El desprecio proviene de la guardia
de la cárcel, según Margarita Oviedo (48), tía de Claudio Oviedo, que está procesado
por homicidio y preso desde el 26 de noviembre de 1999. Pero eso es lo de menos, según
Oviedo, quien fue obligado a desnudarse como requisito para visitar a su sobrino.
Desde el motín en el penal de Libertad ninguno de sus familiares sabe como está Claudio.
Les dijeron que sigue en el penal de Libertad, y les permitieron pasarle frazadas y ropa
interior, pero no lo han visto, al igual que la mayoría de los familiares de los demás
presos. «No sabemos si lo que les dejamos llega, no sabemos cuánto les pegaron, sólo
sabemos que están vivos», explica Oscar Oviedo, padre de Claudio.
Juan José Fernández (53) teme por su hijastro, Pedro Adrián Rossa, quién entró el 24
de marzo de 1996 y cuya sentencia finaliza el 20 de noviembre de 2002: «Que se termine el
secuestro éste. ¿Por qué no los muestran? Deben estar golpeados, engrillados, muertos
de hambre», conjetura.
Goy Fonseca (50) tiene a su hijo preso por rapiña desde el 16 de enero de 2000. Junto a
Oscar Oviedo participaron de la mediación de los familiares para terminar con el motín.
Fonseca explica que la reivindicación esencial de los presos es que los dejen trabajar:
«Los familiares hemos pedido comisiones de trabajo y la respuesta siempre fue negativa.
Hay muchos presos que se ofrecen a trabajar gratis. La única condición es que no sea
dentro de las paredes del penal».
Dentro de esas paredes y bajo techo están 22 horas al día, si es que el día está lindo
y entonces tienen dos horas de patio. Si llueve o está nublado permanecen las 24 horas
adentro, según cuentan los padres. Los horarios de visita en épocas «normales» eran de
9 a 14 dos veces por semana, pero los trámites (entre los que se cuenta desnudar a los
visitantes, de vez en cuando) consumían esas horas, hasta que en los hechos resultaba que
la visita era de 11.30 a 1.30. En cuanto al rigor de las revisiones, los familiares
entienden que se trata simplemente de una provocación: «Las drogas y los celulares los
pasan los propios guardias», comenta Margarita Oviedo, a lo que Fernández agrega: «El
ministro dice que los presos salen no se cuánta plata, pero la carne se la llevan los
funcionarios para la casa».
La situación actual es que no los ven desde febrero y desde el 21 de marzo el Poder
Ejecutivo envió una señal que a los familiares les resulta vagamente incómoda, cuando
decretó que la guardia carcelaria podía disparar sobre los reclusos en caso de motín o
intento de fuga: «Si los quieren matar que los maten y que nos maten a nosotros,
también. Tienen el gatillo preparado y no saben si tirar sobre los presos, los
familiares, los periodistas o el Parlamento», ilustra Oscar Oviedo.
Cansados de ser desoídos, los familiares están meditando una decisión drástica, que
será discutida en una reunión mañana: piensan realizar una huelga de hambre de madres
en una plaza pública, con un debate con la gente sobre la situación de los presos. |