La narración fue hecha a LA REPUBLICA por Daniel Chávez y Ana Fleitas,
padres de Camila, de cinco años, y Lara, de cuatro, quienes a su corta edad también
vivieron estos atropellos. La entrevista se concretó pocas horas antes de que dejaran el
país. "El consulado nos dijo que teníamos que irnos porque esta gente no opera
sola. Por eso venimos al diario para que se sepa quiénes somos y qué fue lo que nos
pasó", resumió Chávez su intención y los temores de la familia.
El es uruguayo y
tiene familia en Uruguay, como también algún vínculo empresarial por su profesión:
diseñador de ropas. Comparte la misma ocupación con su esposa y entre las pruebas que
mostraron sobre su trabajo figuran sus rostros y diseños en revistas argentinas como
Caras. Dicen haber vivido una película de terror: "Es bueno que estén en prisión
porque un montón de ciudadanos uruguayos se van a ver librados de este malandraje, de
estos piratas. Son piratas, delincuentes, no hay una palabra que pueda encerrar en un solo
término todo lo que ellos son y lo que nos hicieron".
Se vieron
envueltos en una investigación sobre el robo y contrabando de teléfonos celulares para
su venta en el mercado negro uruguayo. De alguna manera fueron inducidos por los
policías, pertenecientes al Departamento de Hurtos y Rapiñas, a involucrarse en un
episodio que desde su óptica no tenía nada irregular.
El comienzo
Para celebrar la
llegada de 2002, la familia de Daniel Chávez decidió reunirse en Montevideo. "El
1º de enero me conducía con mis primas, sobrinitas e hijas a la playa y ahí se cortó
la cadena de distribución. Llamamos al Automóvil Club del Uruguay (ACU) y empezamos a
gastar un montón de dinero en remolques y demás", recordó el empresario.
Explicó que ante
el imprevisto y los gastos que éste generó, decidieron, junto con su esposa, vender los
teléfonos celulares propios. Sacaron una dirección de un aviso clasificado y fueron
hasta un local sobre 18 de Julio. Ingresó a dialogar la señora Fleitas, a quien un
hombre le entregó una tarjeta con la dirección de un supuesto socio.
"Fuimos a un
lugar que decía agente oficial Ancel, cerca de un cementerio y de la plaza Colón. Mi
esposa bajó y vendió los teléfonos", recordó Chávez, quien agregó que en ese
breve intercambio se entabló una conversación sobre el porqué de la venta, la
situación y sus ocupaciones. A Fleitas no le pareció mal dejar su teléfono por si al
comprador le surgían inconvenientes con los aparatos.
"No había
problemas porque eran comprados y estaban a nombre mío", razón por la cual Fleitas
no puso reparos a la hora de dar el teléfono: "Se ve que el hombre anotó mi nombre
en su agenda".
Llamadas
El matrimonio
finalmente concluyó sus vacaciones y abandonó el país sin sospechar lo que pocas
semanas después les comenzaría a pasar. "En muchos momentos, incluso ahora que
terminó todo, nos miramos y nos preguntamos si lo que nos pasó fue cierto porque fue
peor que una película de terror", coincidieron los entrevistados.
En febrero
recibieron en la casa de una tía de Chávez una primera llamada preguntando por ellos;
después vino otra y otra. "Esta gente hizo varias llamadas al teléfono nuestro para
saber cómo se podía hacer para traer teléfonos", afirmaron. Con "esta
gente" se refería a la Policía, que venía investigando el robo de teléfonos y el
presunto contrabando hacia Uruguay para ser comercializados en el mercado negro.
En el
procedimiento fue detenido el comprador de Colón y al incautarse su agenda hallaron el
teléfono de los argentinos, lo cual les resultó sospechoso. "La tía de mi esposo
le dijo que yo estaba en Buenos Aires --sostuvo la diseñadora--. Le preguntaron si yo
venía y les dijo que en cualquier momento lo haría. Hace unos quince días vuelven a
llamar haciéndose pasar por esa persona diciendo que quería hablar conmigo porque
querían comprar celulares".
Finalmente la
llamada se realizó directamente a Argentina y "nos preguntaron cómo podían hacer
para comprar teléfonos. Nos preguntan si se puede hacer un negocio con teléfonos, que
eran agente oficial Ancel y que la compra sería con cheques respaldados por Ancel".
Fleitas indicó que analizaron con su esposo la situación y aprovechando la condición de
exportador e importador que tienen por su actividad profesional, y dado que su ramo está
muy estancado, decidieron no dejar pasar la oportunidad.
"Entonces
pensamos cuánto ganaríamos por cada teléfono y fuimos con Ana a la Aduana. Como era una
compra importante les dijimos que teníamos un escribano en Montevideo, que teníamos que
reunirnos y que ellos tenían que adelantar el dinero para hacer todo como
correspondía", relató Chávez.
Dos celulares
El matrimonio
Chávez Fleitas decidió hacer una inversión y viajar a Montevideo para reunirse con esta
gente. "Como yo tenía que venir a ver a mis familiares decidimos venir con la
muestra de lo que a ellos supuestamente les podía llegar a servir", señaló el
hombre. La muestra eran dos teléfonos celulares que, dijeron los entrevistados:
"Compramos en un supermercado Carrefour; tenemos los recibos y las facturas; todo
legal".
El pasado jueves
21 de marzo los cónyuges y sus pequeñas hijas entraron a Uruguay y cerca del mediodía
estacionaron el auto frente a la casa de la tía de Chávez. En ese preciso instante
comenzó el calvario. Aclararon que si bien habían coordinado que vendrían a Montevideo
para la reunión, no había ni cita ni lugar establecido para ello: "Quedamos en que
hablábamos acá".
"Cuando
estacionamos apareció una camioneta Nissan blanca; salió uno con un arma y mi esposa
empezó a correr porque pensó que era un asalto. Treinta metros más adelante le ponen la
sirena y ahí se detiene. A mí me hacen abrir el baúl y ven la caja con los dos
celulares. Nos dicen que los vamos a tener que acompañar y yo pregunto por qué. Me
contestan que habíamos traído contrabando y que estábamos vendiendo muchos teléfonos
en Uruguay".
Intentaron aclarar
la confusión haciendo un rápido y breve repaso sobre los motivos que los habían llevado
a vender sus celulares personales a principios de enero, pero no sirvió de nada. A
Chávez lo subieron a la camioneta. "A mi esposa la hacen subir al auto con las
niña. Se mete un tal Osorio arriba del auto", acotó Chávez al tiempo que revelaba
la identidad de uno de los artífices de la maniobra.
Desde las once de
la mañana hasta las ocho menos diez de ese jueves 21 de marzo estuvieron
"secuestrados" en Jefatura, donde vivirían las peores horas de sus vidas.
Robo y torturas
"Nos
sometieron a todo tipo de torturas y presiones sicológicas. Me llevaron a una habitación
llena de teléfonos y me decían que 'acá lo que no es se inventa'", recordó
Fleitas una de las primeras frases que escuchó y de las que más temor le causó. Ella
estaba segura que no había cometido delito, pero no lo estaba en relación a lo que esa
amenaza podía depararle.
A ella y a las
niñas las pusieron en una de las oficinas del Departamento de Hurtos y Rapiñas, y a
Chávez en otro recinto. Durante cinco horas no supieron cómo estaba cada uno, salvo por
las versiones maliciosas que los implicados (los agentes Torres y Osorio y el oficial
principal Lara) les daban.
El matrimonio
aseveró que en ningún momento fueron sometidos a interrogatorios, pese a que
supuestamente estaban involucrados en una red internacional de contrabando de celulares.
Por el contrario, coincidieron en que en determinado momento los policías comenzaron a
decirles que habían comprobado que no tenían antecedentes de ningún tipo, y que sería
una lástima que terminaran procesados "por contrabando, por drogas o cualquier
cosa...".
Chávez narró:
"Fui sometido a todo tipo de torturas sicológicas y presiones. Me agarraba uno y
hacía de bueno, venía otro que hacía de malo y después se cambiaban los papeles.
Jugaron con eso y con el paso del tiempo para desesperarnos. Yo ofrecía cualquier cosa,
pero que dejaran ir a mi esposa y a las nenas porque sabía cómo nos habíamos conducido
siempre y que no teníamos nada que ocultar. Por más que me pusieran armas o drogas, yo
sé quién soy y todo el mundo nos conoce".
En determinado
momento les comenzaron a decir que "había que arreglar". Chávez afirmó que no
tenía dinero (les pedían tres mil dólares) y que precisaba tiempo para reunirlo. Les
mostró la billetera: "Torres me la sacó y se quedó con 200 dólares, 300 pesos
uruguayos y a la plata argentina me la tiró y me dijo que con esa mierda le comprara
caramelos a mis hijas. Hablamos del precio, que tres mil era imposible. Quedamos en 1.700
dólares".
Abuso sexual
Por su parte,
Fleitas revivió los peores momentos que le tocaron vivir junto a sus hijas, la más chica
asmática y con un virus que le afecta los bronquios, lo cual hace que ante situaciones
difíciles necesite un medicamento para respirar.
"Ese tal
Osorio era el que estaba permanentemente conmigo. En una oficina muy chiquita se sentó
frente a mí dando vuelta una silla y me dijo 'mirá, en realidad tu esposo está en una
tesitura durísima y no quiere arreglar; dice que no va a pagar y que le demos para
adelante. Yo te aviso que tanto vos como tu esposo van a ir presos, van a perder todo y
tus hijas van a ir a un Juzgado de Menores".
Ella le dijo que
no entendía la situación ya que no le habían dado cuenta a la Justicia, no había
podido hacer una llamada y no sabía formalmente de qué la acusaban. "Me dijo: 'Es
muy malo que te quede un antecedente, sea por droga o por contrabando. Y en realidad como
tu esposo es el que no quiere arreglar, vamos a seguir para adelante. A menos que en
realidad vos quieras arreglar de alguna manera por los dos'".
Fleitas se negó a
interpretar de entrada lo que le estaba proponiendo, y entonces habló de dinero: "No
entiendo qué es lo que tengo que arreglar y segundo quiero saber qué es lo que hay que
arreglar si no cometimos ningún delito. Osorio me dijo: 'bueno, mirá, si no llegamos a
la cantidad que nosotros ponemos, vamos a ver, tenemos que consultar con nuestro
superior', que resultó ser este oficial Lara, de cuyo despacho entraba y salía".
En este sentido
describió la propuesta que en definitiva le estaba haciendo: "Me guiñó un ojo y
cabeceándome me dijo que éramos grandes y: 'vos sabes cómo podemos arreglar la
historia, somos nosotros y el oficial principal'. En esos momentos yo me quedé totalmente
desconcertada porque no podía entender si lo que me estaba pasando era verdad. Me dijo
que me dejaba sola un rato para que lo pensara".
Cuando el agente
retornó, relata Fleitas: "Apagó la luz de la oficina, cerró una cortina y la
puerta y el tal Osorio se me puso atrás y me tocaba, me manoseaba. Empecé a los gritos y
ellas se asustaron y a los diez minutos a la más chica empezó a salirle sangre de la
nariz. Eso fue por espacio de tres horas; le quedó toda la ropa con sangre (está en el
juzgado)".
Fleitas recordó:
"Le dije que era asmática y entonces Lara me grita desde otra oficina que haga
callar a la nena, que me siente y espere que ya me van atender. Me levanté, me acerqué y
le dije que la nena era asmática y que necesita atención porque si no se iba a morir,
ahí se dieron cuenta de la situación y les pedí de juntarnos con mi esposo. Para ese
entonces eran las cinco de la tarde".
Extorsión
El encuentro entre
los esposos puso más nervioso a cada uno de ellos cuando se contaron lo que estaban
viviendo. Para ese entonces le habían dicho a Fleitas que la dejarían ir a ella y a las
niñas, pero que tenía que volver con los primeros 700 dólares y que al día siguiente
debían entregar mil más para olvidar el asunto.
Salió de Jefatura
y observó que la seguían. Había pensado en ir a la Embajada de Argentina, pero cuando
vio que era vigilada decidió ir a la casa de la tía de su marido, donde los habían
detenido en la mañana. La mujer estaba al tanto de lo que pasaba y cuando Fleitas llegó
dejaron a las niñas con otro familiar y volvieron a Jefatura con el dinero.
"Cuando
llegamos pedí por Torres, que nos abrió una puerta y me hizo pasar. Entonces ve que
estoy con la tía y dice: 'Usted se queda afuera'. La tía de Daniel me entrega el dinero
delante de él, se los saca del soutien, y me hizo pasar a una oficina que estaba llena de
celulares. Le entregué los 700 dólares y me devolvió todos los documentos y las llaves
del auto. Le pregunté si me estaba dando todo ya que aún faltaban mil dólares, y me
dijo que él sabía que igual yo iba a volver porque, como me había dicho antes Osorio,
no vaya a ser cosa que me quede una causa por droga o cualquier otra cosa. Me dijo que
sabía dónde vivíamos en Montevideo, que conocía a mis hijas y que cualquier cosa no
íbamos a poder salir de Montevideo".
Con los 700
dólares lograron la libertad de Daniel Chávez y regresaron temerosos a la casa de la
tía, previo paso por el Aeropuerto de Carrasco para ir a buscar a la madre del empresario
que venía con los mil dólares restantes.
Fuga
Durante la noche
recibieron varias llamadas que se cortaban. El viernes 22 salieron y vieron que el auto
que les habían devuelto estaba en desorden. Optaron por tomar un taxi y pidieron ir a la
Embajada Argentina, a la cual ingresaron pidiendo socorro.
Los atendieron,
contaron la situación y fueron llevados al consulado. Los diplomáticos se comunicaron
con el comando de la Jefatura de Policía de Montevideo, que se hizo presente en el lugar
y escuchó el dramático relato del matrimonio. El jefe de Policía, inspector Nelsi
Bobadilla, dispuso que la investigación sea llevada a cabo por la Seccional 2ª, bajo la
supervisión del subdirector de Seguridad.
Después todo
transcurrió rápidamente. El sábado los investigadores detuvieron a los policías
denunciados y el domingo se realizó la instancia judicial que incluyo careos entre los
policías y el matrimonio; reconocimiento de los acusados por parte de las víctimas y de
la tía de Chávez e interrogatorios.
Fleitas recordó:
"Cuando entré a esa oficina a pagarle la coima para que nos dejara ir había cajas y
cajas de celulares y me dijeron que todo eso lo habían incautado a la gente de la
organización. En el careo el oficial dijo que en todo el procedimiento pudieron rescatar
19 celulares; entonces yo le dije que eso era mentira y le expliqué al juez que había
visto cantidades infernales".
Visto los
elementos, el juez Penal de 7º Turno dispuso que Lara, Torres y Osorio fueran procesados
con prisión por "concusión", tal como se informara en la edición del pasado
martes.
Pero el matrimonio
sostiene "que había un ejército de policías que vio en las condiciones que
estábamos y no puede ser que esta gente haga lo que hizo sin ningún tipo de conocimiento
de un superior".
Para el matrimonio
hay otras figuras penales que les cabría a los "policías", ya que fueron
apremiados, abusados, robados, amenazados y privados ilegalmente de su libertad durante
casi un día. Sobre la pérdida de valores dijeron que nunca recuperaron una cámara
filmadora, una fotográfica, un libro, dos camisas, una calculadora, además del dinero y
los dos teléfonos celulares que habían comprado en Carrefour. El matrimonio dijo que sus
hijas deben estar ahora bajo tratamiento sicológico después de ver a sus padres en estas
situaciones. Destacaron la labor del juez y del fiscal y que todavía no saben qué
hubiera pasado si no llegaban a pedir refugio en la Embajada Argentina aquella mañana de
viernes. * |