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LA REPUBLICA
8 de marzo del 2002


Desde ayer, los hombres más peligrosos están en el ex centro de reclusión de menores

Desembarco en La Tablada

Más de 50 efectivos fuertemente armados y protegidos con cascos, chalecos y escudos llegaron a bordo de un ómnibus y otros diez vehículos entre furgones y camionetas, sobre las 18.40 de ayer a La Tablada. Traían a los primeros 32 presos del Penal de Libertad que, junto a otros 170 que llegarán progresivamente, permanecerán allí recluidos.

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Sobre las 18.40 más de 50 policías fuertemente armados tomaron posesión de La Tablada.

 

Los vecinos de la populosa zona montevideana hicieron todo lo posible para que, ante lo inevitable de la decisión de las autoridades, se supiera que tienen miedo, indignación y bronca. Cuando Iname cerró La Tablada pensaron que la vida en el barrio sería tranquila definitivamente. Pero ahora, luego que los reclusos de Libertad decidieran romper todo, nuevamente se ven en la encrucijada.

Si bien tienen miedo por las fugas que puedan darse (algo prácticamente imposible dada la orden de matar que tienen los soldados que custodiarán el perímetro externo), también les preocupa todo el movimiento que esto generará: familiares, amigos y allegados de los nuevos "vecinos" del barrio. La misma preocupación tienen las autoridades, aunque aseguran que la seguridad estará controlada.

Un hecho ocurrido ayer sobre las 17.30 horas refleja cuál es el sentir de la gente de la zona y lo que podría llegar a pasar: sabiendo que ayer concurrirían al lugar el ministro del Interior, Guillermo Stirling, y el ministro de Defensa, Luis Brezzo, cortaron las calles cercanas y prendieron fuego a varias cubiertas. Insultaron a las autoridades e impidieron que los policías y los bomberos les interrumpieran la barricada.

Al inicio de la protesta pasó por el lugar un ómnibus que trasladaba a familiares de presos que volvían de la visita del Comcar. Los insultos desde arriba por la resistencia de los vecinos fueron contestados con más agravios y amenazas. La situación está muy complicada y de solo hablar con ellos se advierte el rechazo profundo a la situación. Cuando los secretarios de Estados concluyeron la visita y se disponían a retirarse notaron que las calles estaban cortadas, a unos 200 metros de donde ellos se encontraban.

Pidieron refuerzos y terminaron saliendo por otro sector, evitando el contacto. El próximo miércoles Stirling les concedió una entrevista.

Mentiras y traslados

Los jerarcas ya habían concluido la conferencia de prensa y habían logrado retirarse del lugar. Pero la situación siguió tan tensa como antes. Es que se había anunciado que los primeros traslados se producirían ese mismo día. Tanto los vecinos como los medios se quedaron en el lugar.

Entre las 18.30 y las 18.35 LA REPUBLICA se contactó con fuentes del Ministerio del Interior y con el director nacional de Cárceles para saber si los traslados serían pospuestos. En el primer contacto se dijo que no sabían cuándo se iban a producir y en el segundo que los mismos se iban a concretar en horas de la noche.

Sin embargo a los cinco minutos La Tablada se convirtió en una "zona de guerra". Comenzaron las corridas hacia la puerta del recinto porque se acercaba un ómnibus. Allí venían unos 15 funcionarios de coraceros y guardiacárceles fuertemente armados y trayendo colchones para que duerman los presos. Los vecinos se abalanzaron contra el vehículo profiriendo todo tipo de insultos e incluso intentaron pegarle patadas y golpes de puño.

De inmediato comenzaron a salir desde adentro del establecimiento los funcionarios que ya estaban allí y formaron un cordón para frustar la bronca popular, registrándose algún forcejeo sin consecuencia alguna. Amparados por la fila de funcionarios, un minuto después comenzaron a llegar camionetas y furgones con decenas de policías armados hasta los dientes, custodiando a los primeros 32 "inquilinos" de La Tablada.

A medida que entraban y estacionaban los rodados, como en una película, los efectivos bajaban apresuradamente y se munían de todos sus pertrechos: escopetas, escudos, cascos y demás, dirigiéndose con caras de tensión hacia las alambradas para evitar un eventual intento de ingreso de los vecinos.

"Bajen la cabeza"

Cuando todos los rodados y los uniformados estuvieron tras las alambradas, los vecinos se pegaron a ellas desde el exterior y comenzaron a gritar y protestar: "Nos llenan el barrio de delincuentes; a ver si ahora no se duermen como con los menores y nos dan seguridad"; "acá no sólo viven vacas, también hay familias", eran algunas de las frases lanzadas contra los funcionarios, que nada tenían que ver con las decisiones de sus superiores, pero eran los únicos con quienes podían hacer catársis colectiva.

Prendieron fuego a los pastos recién cortados de los alrededores y entonces, con la complicidad del viento, el humo comenzó a viajar hacia el sector donde los policías organizaban el descenso de los primeros 32 presos: "Bajen la cabeza" se les escuchaba decir a los efectivos, a medida que los hacían bajar.

La protesta se extendió por algunas horas más y los vecinos dijeron que seguirían, ya que no pueden cambiar la situación, manifestando sus sensaciones.

Todo bajo control

"Yo lo que les pido a los vecinos de La Tablada es que lleguen a comprender la situación que está viviendo el país en el ámbito carcelario. Esta es una solución de emergencia, excepcional, porque es el único lugar que tenemos con seguridad para recibir a los reclusos que hoy están a la intemperie, razón por la cual hemos tomado la decisión", había dicho Stirling al salir de La Tablada, y una vecina le contestó: "Acá, a 100 metros, hay más de 300 personas viviendo a la intemperie y nadie nos ayuda". Por su parte, Brezzo sostuvo en relación a las cosas que faltan para poder asumir la custodia que "tenemos un estudio hecho. Habría que colocar otras alambradas y la concertina, como así también mejorar los puestos de vigilancia. Hemos quedado con el ministro en enviarle un pequeño memo con las cosas urgentes que hay que hacer para estar en condiciones de brindar seguridad perimetral en este establecimiento".

Por su parte, el inspector principal (r) Carlos De Avila --director nacional de cárceles-- indicó: "El grupo de reclusos que se va a traer en el día de hoy es muy pequeño y hay una custodia muy importante de funcionarios con equipos apropiados; quiere decir que no vamos a tener ningún tipo de inconvenientes: no va haber ninguna fuga de acá". Cuando se le preguntó si ya se había establecido cómo habían hecho los presos de Libertad para tomar rehenes, escuetamente aludió a "una investigación administrativa en curso". Adelantó que a medida que se realicen las reparaciones se seguirán trayendo reclusos --considerados como peligrosos-- y que dentro de seis meses La Tablada quedaría vacía. Los trasladados de ahora serían nuevamente llevados al centro maragato de reclusión, para ser alojados en los módulos de acero que se adquirirán para reemplazar la ruinosa cárcel.

Y si bien aún no pudo establecer cómo fue que los presos hicieron para tomar rehenes, sí aseguró enfáticamente que si quieren romper La Tablada "lo vamos a impedir". Se le preguntó cómo y por qué no se había evitado lo otro", "por qué se dieron las condicionantes en aquel entonces. Nos hemos preparado mejor y estamos más alertas". La llegada del refuerzo militar aún no se definió. *


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