Trataré de hablar, sobretodo, de la situación actual. Pero
creo que no es posible hablar de ella sin tener en cuenta el cuadro
histórico, sobre todo un periodo muy importante para el movimiento
antagonista italiano, no sólo para la autonomía obrera sino
para todo el movimiento antagonista, que ha sido el ciclo de luchas de los
años 60 y 70. Dividiré este cuadro histórico en tres
periodos: el primero llega hasta los movimientos de los años 70 y
su finalización; el segundo parte del fin de los movimientos de los
años 70 hasta los primero años 90; el tercero parte de los
primeros años 90 y llega hasta hoy.
Diré alguna cosa acerca de por qué son importantes para
nosotros los movimientos de los años 70. Son importantes porque
representan el último anillo de una cadena de revueltas, rebeliones
y subversión que se extiende a lo largo de todo el s.XX; representan
el último intento revolucionario que ha tenido lugar en Italia,
vinculado a toda la tradición precedente; representan el
último caso, en Italia, de movimientos antiinstitucionales de masa.
En estos movimientos de los años 60 y 70 vemos no sólo la
riqueza de las tradiciones políticas italianas marxistas y no
sólo marxistas; vemos también los que fueron luego elementos
de retroceso del modelo de desarrollo italiano y que contribuyeron al
nacimiento de los movimientos de los años 70. El compañero
que ha hablado esta mañana señalaba como también
aquí los procesos de industrialización y de inmigración
desde las partes pobres de España contribuyeron a la creación
de contradicciones. En Italia ocurrió lo mismo. No es posible
entender los movimientos de los años 60 en Italia sin tener presentes
los procesos de industrialización y de inmigración que
desplazaban a millones de personas desde el sur de Italia hacia el norte en
una situación a menudo caótica en que no había
viviendas, escuelas y en que se producían fuertes tensiones sociales.
Sobre estas tensiones se desarrollaron después los movimientos.
Hay cuatro razones principales que definen la importancia de los
movimientos de los años 60 y 70. En primer lugar, su duración.
Se ha hablado del largo 68 italiano, un 68 que dura diez años. Es
prácticamente un caso único en Europa. En segundo lugar, la
gran articulación y diferenciación de opciones
políticas y culturales, en el sentido que en el movimiento confluyen
todas las tradiciones y culturas políticas: antagonistas,
revolucionarias, marxistas, anarquistas, feministas, incluso
contraculturales. Confluyen componentes legales, que realizaban un trabajo
de masa, pero también componentes que, sobre todo al final de los
años 70, hacen la elección de la lucha armada. También
en este caso se trata de una lucha armada con diferentes posiciones y formas
de organización. Sea como sea, se da el intento de renovar la que era
la tradición oficial ortodoxa de marxismo oficial italiano y en
particular del marxismo del Partido Comunista. En tercer lugar, no
sólo hay articulación de tradiciones y culturas
políticas, sino también articulación social: casi toda
la sociedad está implicada en estos movimientos: estudiantes,
obreros, mujeres, ocupaciones de casas, las organizaciones de militares en
el interior de los cuarteles, las organizaciones de prisioneros dentro de
las prisiones, las organizaciones profesionales, médicos que se
organizan para poner en discusión la medicina oficial, psiquiatras
que cuestionan la psiquiatría oficial... Toda la sociedad, pues,
participa y está atravesada por estos movimientos. En cuarto lugar,
es muy importante la capacidad que, con todos sus límites, los
movimientos de los años 60 y 70 tuvieron de mantener unidos la
radicalidad de los contenidos y de las consignas y el arraigamiento social
(la dimensión de masa). Creo que éste es el aspecto más
importante.
No creo que sea éste el momento de analizar
todas las razones que conducen al fin de estos movimientos. Se puede hablar,
quizás, de cuáles fueron los límites y las muchas
divisiones internas; se puede hablar de las respuestas de tipo reformista
que el Estado dio a esos movimientos. Recordemos que en respuesta a las
luchas obreras y a las luchas de aquellos años hubo en Italia una
serie de procesos de reforma: reforma del derecho de familia, el estatuto
de los trabajadores, la ley que proclama la abolición de los
manicomios... Seguramente contribuyeron también a la crisis de esos
movimientos las modificaciones sociales y productivas, el hecho que desde
la mitad de los años 70 empiezan una serie de procesos de
reestructuración productiva, de despido de trabajadores de las
grandes fábricas, de descentralización en pequeñas
fábricas con el objetivo de dividir, fragmentar el cuerpo central
de la clase obrera, que había sido uno de los motores de los
movimientos de los años 60 y 70. Se puede hablar también
del rol que tuvo el Partido Comunista, que sobre todo a partir de los
años 70 opta por ser el partido del orden y de la defensa, incluso
con la represión y las armas, como pasó en Bolonia en 1977,
del Estado democrático. Se puede hablar también de los
cambios en la situación internacional... Lo que está claro
es que a finales de los años 70 se cierra una fase y se abre otra.
En esta nueva fase los movimientos se hacen más discontinuos, menos
generalizados en el interior de la sociedad, y su connotación
política se hace más incierta. Estamos hablando del final de
los años 70, primeros años 80; un período en el que
estaba en curso una gran ofensiva no sólo en el plano
económico sino también en el plano cultural,
ideológico, son los años del yuppismo, del reaganismo que
hemos visto en el mundo entero. Hay en Italia también una gran
ofensiva represiva, porque aprovechando las llamadas "leyes
antiterroristas", sobre todo después del secuestro de Aldo
Moro (1978), hay un gran ataque represivo que golpea a todas las
organizaciones del movimiento. Hay que decir, entonces, que las razones
que llevaron a esta crisis fueron muchas. Los movimientos de los años 80 están caracterizados por
una crisis de las organizaciones políticas que se proponían
finalidades generales. Se agrupan en cambio movimientos más
sectoriales, culturas autogestionarias o comunitarias, nace y se desarrolla
un movimiento punk. En este cuadro empiezan a desarrollarse los movimientos
de ocupaciones y los Centros Sociales. El Centro Social parece ser una de
las formas que mejor garantizaba poder sobrevivir en una situación
en la que ya no hay grandes movimientos sociales. El área de la
autonomía obrera consigue sobrevivir y pasar de los años 70
a los 80. Sobrevive, en particular, creando una coordinadora nacional que
se llama Coordinadora Nacional Antinuclear y Antiimperialista, y que
actúa a lo largo de los 80: participa en las luchas estudiantiles
de esos años, participa en las luchas contra las nucleares, contra
el intento que se estaba haciendo en Italia de poner en marcha el uso civil
de la energía nuclear, participa en la creación de Centros
Sociales, participan también en el nacimiento de la experiencia de
los COBBAS (comités de base dentro de los lugares de trabajo).
Hay, pues, un hilo que vincula estos movimientos con la autonomía
obrera de los años 70, aunque sea en un marco muy diferente.
La que, para mí, es la gran contradicción de los
movimientos de los años 80 es que, por un lado, se asume como
identidad la tradición y la cultura política propia de los
años 70. Por ejemplo, en el caso de la autonomía obrera, se
asumen como fuente de la identidad las consignas de la autonomía
obrera de los 70: la acción directa, como nueva versión de
la ilegalidad de masa, la cuestión de la autoorganización
o la cuestión de la antiinstitucionalidad. Pero, por otro lado,
estas consignas que venían de los años 70 son aplicadas a
un periodo histórico muy distinto, en el que la situación
social ya no está caracterizada por los conflictos y la
politización generalizadas. Ésta es para mí la
contradicción principal de los movimientos de los años 80.
Son movimientos que si bien, por un lado, consiguen garantizar la
continuidad de la presencia antagonista en Italia, por el otro son
movimientos residuales que no consiguen renovar el propio patrimonio
teórico y práctico para adecuarlo a la nueva
situación. Es importante decir que a lo largo de los 80 esta
contradicción entre las posiciones teóricas que miran hacia
los años 70 y las condiciones sociales diferentes, propias de los
años 80, no explota. Queda latente porque la referencia a los
años 70 es aún muy fuerte; queda latente porque durante los
primeros años 80, que son los más difíciles, aquellos
en los que la represión es más fuerte, muchas de las
campañas que se llevan a cabo son sobre la represión o en
solidaridad con los detenidos políticos. (En esos años
tenemos un número de detenidos político que llega a 5.000.
De estos 5.000, 200 decidirán colaborar con la justicia y al menos
2.000 se disociarán, es decir, entrarán en la
posición de renegar de la violencia y se adhieren a la democracia.
Digo esto para remarcar también la dimensión trágica
y dramática de lo que sucedió en esos años). La
contradicción de la hablaba, propia de los años 80, no
explota, además, porque después de estos primeros
años un poco difíciles, hay en Italia una reanudación
de los movimientos de masa. Por ejemplo, tiene lugar la lucha contra las
nucleares, del 84 al 87; en el 85 hay un importante movimiento en la
escuela secundaria y en las universidades; en el 86 nacen los COBBAS
dentro de las escuelas pero después se desarrollan en los sectores
de la administración pública y en los últimos
años incluso en algunas grandes fábricas; en el 90 tenemos
de nuevo una ola de ocupaciones en las universidades; en el 92 tenemos
una gran contestación contra los sindicatos en todas las calles
de Italia, porque habían aceptado corta la "scala mobile",
que es el mecanismo que sirve para adecuar la inflación con los
salarios. Lo que quiero decir, por lo tanto, es que esta reanudación
de los movimientos de masa da la sensación que, de alguna manera,
los años 70 podrían repetirse o podrían prolongarse
aunque fuese bajo una forma diversa. Esto es lo que hace retardar algunos
años la explosión de la contradicción de la que hablaba.
Se abre una nueva fase, según mi interpretación, a
partir de los primeros años 90. En estos primeros años 90
esta contradicción, incluso dentro del área que se reclama
de la autonomía obrera, estalla. Estalla bajo la foma de divisiones
políticas y de diferentes posiciones y cortes que empiezan a
emerger. Muchas razones determinan esta explosión: antes que nada,
el desarrollo último y acentuado de las transformaciones productivas
y sociales que configuran una situación cada vez más
diferente de la de los años 70. En particular, se da una nueva
reducción de la clase obrera dentro de las grandes fábricas,
se desarrolla el trabajo precario, y de todas las formas de trabajo
autónomo más o menos heterodirecto. Hoy, en Milán,
la ciudad donde yo vivo, aproximadamente las tres cuartas partes de las
nuevas asunciones, es decir, de las nuevas personas que entran en el
mercado de trabajo, lo hacen con trabajos atípicos, como
trabajadores precarios o autónomos. En estos años 90
tenemos una nueva fragmentación de los movimientos de lucha.
Aún peor que en los años 80, los movimientos son muchas
veces movimientos que se limitan a reaccionar ante las cosas que ocurren.
Por ejemplo, el movimiento contra la Guerra del Golfo, o la
campaña contra la masacre de Chiapas. Hay incluso luchas
importantes, que son a menudo luchas locales que duran un cierto tiempo
y luego se terminan.
Esta nueva situación crea la percepción cada vez
más acusada de que esta vez los años 70 realmente han
muerto y pone a todos el problema de cómo adecuar el propio
pensamiento y práctica política a esta nueva
situación. Hay ya quien llega a teorizar que hace falta liberarse
de la herencia de los años 70; hay quien llega a considerar
esta herencia un peso; pero por otro lado hay quien teoriza que sin
memoria no hay futuro. Éste problema se irá haciendo
más y más fuerte a lo largo de los años 90.
La primera ruptura seria dentro del área de la autonomía
aparecerá vinculada al problema de la detención
política, que es un problema vinculado a los años 70.
Otros problemas que hacen patente que se va hacia una situación
de creciente fragmentación política emergen en Roma
cuando entre el 93 y el 94 se abre una fuerte polémica al
interior de los Centros Sociales: una parte de los Centros Sociales
quiere abrir una negociación con el Ayuntamiento para ser
legalizados, mientras que la otra parte de los Centros Sociales critica
esta decisión. Creo, sin embargo, que la primera
discusión que muestra que se están creando posiciones
diversas sobre una serie de cuestiones, posiciones que se parten sobre todo de
los Centros Sociales pero que implican en cierta manera a toda el área
antagonista, incluso la que se reclama de la autonomía, es la que se
abre en el 95 sobre la cuestión de la "empresa social", del
tercer sector y del non-profit. Esta polémica nace porque algunos
intelectuales externos al área de los Centros Sociales proponen a estos
Centros que asuman como modelo el de la empresa social. Es decir, en un momento
en que los centros Sociales ya estaban llevando a cabo una función de
servicio social, porque ofrecían ya servicios a los jóvenes
(conciertos, espacios de encuentro...), estos intelectuales les proponen que
asuman el modelo de la empresa social como modelo de organización
política. Esto significa convertirse en una estructura que no
sólo es política sino también económica; que no
sólo desarrolla una actividad política normal de campañas,
contrainformación y denuncia sino que también desarrolla
actividades de tipo económico, de autoproducción o
autorédito: producir servicios o producir bienes. Obviamente, se
trataría de producir servicios que tuvieran un cierto fin
político o social y bienes, como camisetas o videos, que también
lo tuvieran. Después de esta propuesta se da una ruptura entre los que
están de acuerdo con ella y los que la consideran una
equivocación. No es un problema vinculado únicamente a que hay
quien acepta el modelo de la empresa social y quien no, sino que detrás
de esto hay otros problemas teóricos y políticos que son
afrontados de maneras diversas. Por ejemplo, los que aceptan el modelo de la
empresa social como instrumento de creación de espacios de libertad
dentro del mercado y contra el mercado, se acogen en general a un
análisis de las transformaciones productivas de lo que ha sido definido
como postfordismo; entienden que el postfordismo, las transformaciones
productivas, han determinado un nuevo sujeto social y productivo que ha sido
llamado de diversas maneras: general intellect, trabajador inmaterial o
trabajador autónomo heterodirecto. La característica de este
nuevo sujeto es que opera en una situación productiva y
económica en la que la información y la comunicación son
cada vez más importantes; en la que importa cada vez más la
flexibilidad incluso mental. Este nuevo sujeto es distinto del viejo obrero,
en el sentido de que muchas veces ni siquiera es obrero, sino que está
empleado, trabaja en un periódico o en un equipo de investigación
o como trabajador autónomo. Es un sujeto que tiene mayores capacidades
cooperativas y de autoempresarialidad, un sujeto que gracias a los nuevos
modos de producción, gracias a las transformaciones productivas, a la
tercialización, al desarrollo de internet, de la telemática, de
la informática, y de todo lo que queráis, es un sujeto que, en
un grado mucho más alto que el obrero masa, es capaz, si no existiera
la dominación del capital, de hacer funcionar la sociedad y la
producción por sí solo. Obviamente, con reglas y finalidades
diversas de las del capital. Los compañeros que sostienen que
éstas son las características principales del postfordismo, son
los que se adhieren a la propuesta de la empresa social, a la
construcción de formas simultáneamente políticas y
económicas de liberación del trabajo, de experimentaciones para
hacer funcionar de manera diversa la economía, que serían la
expresión casi lógica que este nuevo sujeto, por sus capacidades,
puede darse. Vemos, pues, que el discurso sobre las formas organizativas y el
discursos sobre el sujeto y las transformaciones productivas van juntos.
Por otro lado tenemos otros compañeros que critican la propuesta de
la empresa social porque dicen que en vez de liberar el trabajo y crear zonas
de no-market, se crearán solamente formas de autoexplotación que
se verán integradas por el mercado. Estos compañeros,
contrariamente a los otros, no creen que la característica del nuevo
sujeto sea la autoempresarialidad ni la mayor capacidad comunicativa o
cooperativa. Creen, al contrario, que la característica de este nuevo
sujeto es la precarización. En consecuencia, no aceptan la propuesta de
la empresa social, de la creación de zonas de no-market, de non-profit
o de mercado alternativo. Sostienen, en cambio, que la propuesta que debe
ponerse en práctica para dar expresión a este nuevo sujeto
precario es la autoorganización de las luchas en el territorio y al
interior de los lugares de trabajo. Proponen un modelo un poco clásico,
si queréis, que es el de la autoorganización sobre la base de
las necesidades y derechos (sobre la vivienda, la salud...) para crear
así dentro de todos lo ámbitos sociales nudos de
autoorganización y de conflicto con el capital, sin intentar construir
zonas separadas de liberación del mercado. Éstas son, en su
opinión, una utopía. Hace falta estar e infiltrarse en el
terriorio para hacer las luchas dentro de las relaciones de opresión.
No hay islas que construir, no se puede hacer como si no existiera la
necesidad de enfrentarse en cada lugar, en cada barrio, en cada puesto de
trabajo, con el capital, con el poder.
A esta cuestión organizativa, por la que hemos hablado de
autoorganización (COBBAS) de un lado y de autoempresarialidad
(empresa social) de otro; y a la cuestión de los diversos sujetos,
autoempresarial y comunicativo, por un lado, y el sujeto que se organiza y
hace el COBBAS por otro, se añade una tercera, que es la de la
relación y las alianzas con las instituciones. Muchas veces, entre los
compañeros que se adhieren a la propuesta de la empresa social, avanza
la idea de que hace aunque hace falta luchar y entrar en conflicto con las
instituciones (por ejemplo, organizar una empresa social en un lugar ocupado),
paralelamente hay que intentar encontrar, cuando sea posible, lugares de
encuentro o de mediación con algunos ámbitos de la izquierda
institucional. Y que donde haya suficiente fuerza, hace falta experimentar el
terreno de la representación electoral. Tenemos el caso de
compañeros de esta área que han sido elegidos como regidores
municipales. Los otros compañeros, favorables a la
autoorganización del sujeto precario, han criticado esta opción,
porque sostienen que es necesario mantener a los partidos, incluso de
izquierda, como adversarios, como enemigos y no como personas con quien se
puede dialogar. Continúan defendiendo entonces una posición de
abstencionismo y de rechazo de participar en el sistema electoral.
Otra cuestión que hace falta señalar, para completar el
cuadro, es la de las formas de lucha. Entre los compañeros que han
querido innovar la propuesta política y por lo tanto han optado por la
empresa social y la participación en las elecciones, se sostiene que
hay que innovar también las formas de lucha, las formas de luchar en la
calle. Por ejemplo, no se busca salir a la calle con cascos y palos para
enfrentarse a la policía, sino practicar formas de lucha en la calle a
las que han llamado "desobediencia civil". Desobediencia civil
significa que sales a la calle para alcanzar un objetivo (por ejemplo, llegar
a sitio en el que quieres protestar), pero para llegar no te enfrentas con
instrumentos ofensivos sino solamente instrumentos defensivos (por ejemplo,
neumáticos, protecciones de goma...). Te enfrentas así con la
policía, pero sin formas de resistencia activa. El objetivo ¿cuál
es? intentar mantener juntas formas de ilegalidad de masa con formas de no
violencia, para crear frentes más amplios de lucha. Se presupone que
con la desobediencia civil se consigue no sólo practicar formas
subversivas e ilegales, sino al mismo tiempo implicar a mucha otra gente que
no apoyarían formas de lucha basadas en formas de resistencia activa.
Los otros compañeros, creen que la desobediencia civil no consigue
construir una forma de lucha nueva, sino que se limita a aguantar cinco
minutos de confrontación permitida por la policía, que deja
hacer porque se lleva el mal menor. No se llega así a lo que se
pretende, que sería esta forma de ilegalidad de masa más amplia
y compartida por más gente. Al contrario, se ha entrado de manera
aún más fuerte en un lógica de
institucionalización. Esto es lo que en los últimos tiempos se
ha discutido durante semanas, incluso por internet, después de cada
manifestación. Para estos compañeros que critican la
desobediencia civil, ésta no sólo es un enfrentamiento permitido
por la policía, sino que incluso sirve para pacificar la calle, ya que
evita que suceda algo peor.
Todas estas polémicas han alcanzado en Italia una violencia bastante
fuerte. Se ha llegado incluso a romper aquel sentido de pertenencia
común que había permanecido durante los años 80, porque
hoy, estas diferencias políticas, han resquebrajado incluso el
área que se reclamaba de la autonomía obrera. Ésta es la
situación. Muchas veces, estas discusiones alcanzan su grado más
alto de violencia sobre cuestiones secundarias o de tipo puramente
táctico. Pero hace falta tener presente que detrás de ellas se
esconden cuestiones de carácter teórico y político mucho
más importantes y profundas.
Para finalizar, querría añadir un comentario sobre otra
discusión que ha tenido lugar en Italia, y que es la cuestión de
la renta y el trabajo. En los últimos años, dentro del movimiento
italiano, se ha desarrollado una tercera posición que, para responder a
las nuevas condiciones productivas, propone, junto a la empresa social, la
reivindicación de una renta de ciudadanía. Esta propuesta
comparte el análisis del postfordismo, pero añade, como derivada
también de este análisis, la propuesta de la renta de
ciudadanía: si el trabajo es cada vez más precario, si cada vez
hay menos trabajo porque la producción está más
automatizada, ¿por qué perderse en 10.000 puestos diferentes de trabajo,
para tener que crear 10.000 COBBAS, para reivindicar un trabajo que cada vez
será más escaso...? Si las relaciones de trabajo son cada vez
más fragmentadas, de nada sirve intentar crear conflictos en cada una
de ellas. La propuesta que según esta posición puede agregar,
unir, a todos estos sujetos productivos divididos en miles de puestos de
trabajo diversos, con condiciones de trabajo y condiciones legales tan
diversas, es la batalla por el derecho a la renta universal. Otros critican
esta propuesta porque creen que es un propuesta abstracta: no se entiende una
batalla por el derecho a una renta... ¿dónde se hace y contra
quién? O existe un movimiento nacional, fuerte en toda Italia que lo
reivindique o no se entiende como puede hacerse esta batalla. Hacen esta
crítica los que proponen la construcción de comités de
lucha dentro de los puestos de trabajo: mientras no existe un movimiento
nacional, llevan a cabo una batalla sobre los derechos, sobre las condiciones
de trabajo hoy. Evitan así el riesgo de caer en la pretensión de
hacer una gran batalla sobre la renta de ciudadanía mientras que hoy,
en las condiciones de trabajo de mierda que tenemos, no se hace nada. Otros
ven que una y otra posición no se excluyen ni deben ir separadas,
porque la lucha sobre las condiciones de trabajo que tenemos puede ser un
punto de partida para crear redes, partiendo de las cosas que la gente siente
más: el problema del salario y de las condiciones de trabajo. Esto
puede servir para empezar, en un segundo momento, una batalla para conseguir
la renta de ciudadanía.
Querría acabar diciendo una cosa: puedo haber dado la
impresión de que sólo existen dos posiciones. En realidad no es
así. Existen dos posiciones, que son las dos que he intentado
describir, pero más allá de ellas hay muchísimas
posiciones intermedias, difuminadas, que toman un poco de una y de la otra.
Por ejemplo, creo que hoy muchos compañeros, incluido yo, comparten que
es necesario superar el patrimonio de los años 70. Estamos de acuerdo
en que hay que ensayar nuevas categorías, interpretaciones y formas de
lucha. Simplemente, no creemos que la respuesta a esta necesidad sea la
empresa social o la desobediencia civil... Sostenemos que la búsqueda y
la experimentación están abiertas.
Una última cosa: esta exasperación de las polémicas
internas al movimiento propias de los últimos años, es algo
sobre lo que juegan los partidos de la izquierda y del gobierno, en el sentido
en que ven como positiva esta ruptura interna al movimiento antagonista
italiano, porque lo debilita y porque facilita la gestión del orden
público. Incluso el Ministro del Interior, Bianco, refiriéndose
a unos enfrentamientos que hubo delante de un centro de reclusión para
inmigrantes, comentó que era positivo que existieran en Italia Centros
Sociales que quisieran abrirse al diálogo con las instituciones. Esta
posición es comprendida y animada. Al contrario, los centros sociales
que no quieren abrirse al diálogo con las instituciones, se
verán cada vez más reprimidos y controlados. Esta
instrumentalización del debate que hay en el interior del movimiento
por parte del gobierno y los partidos contribuye a exasperarlo y llegar a
niveles en que uno puede decir al otro: "no te considero ya un
compañero" o "te has convertido en la nueva
policía". No querría dar la idea de que en Italia nos
pasamos todo el rato peleando entre nosotros. No es así. Nos peleamos
mucho, pero cada uno, en su ámbito, intenta hacer cosas. Yo, por
ejemplo, estoy en una organización que se ocupa del trabajo precario en
Milán, otros hacen otras cosas. Pero en general, la situación
del movimiento no es fuerte. Por eso hay poca circulación social: los
ámbitos se vuelven cerrados, y esto hace que las polémicas
tienden a exasperarse, a hacerse entre antiguos militantes. Cuando hay una
situación de movimiento, en cambio, las diferentes posiciones se
confrontan dentro de un movimiento donde hay otros sujetos que ni siquiera
están politizados. Entran nuevas ideas, nuevos estímulos, y la
exasperación de la polémica disminuye.
|