Crítica de las subjetividades latentes.
La piedra de toque para un pensamiento crítico que se
quiere a la altura de nuestra época, es su capacidad de medirse y
encarar la transición que estamos viviendo, y que podríamos
definir como paso de la sociedad-fábrica a la metrópoli. En
este esquema quisieramos encerrar una fenomenología múltiple:
dualización social, trabajo inmaterial, revolución
microelectrónica, producción de mercancías personalizadas
etc. Cuando se intenta organizar esta diversidad se corre el peligro de
reducir la transición a un proceso central único capaz de
abrir un horizonte de inteligibilidad. Es lo que ocurre cuando se habla de
postfordismo (nuevo regimen de producción esencialmente más
flexible y mundializado), de postmodernismo (evanescencia de la la realidad
y cancelación de la ilusión referencial)... Si queremos evitar
este reduccionismo y con ello la pérdida de la novedad radical que
esta transición conlleva, o sea, la ausencia de una proceso central,
tenemos que ensayar una narración. La narración dice que los
movimientos de clase de los años 70 impusieron una crisis de
dominación política al capital, y que éste
reaccionó poniendo en marcha una compleja ingeniería social
dirigida a redimensionar la fuerza estructural de la clase trabajadora en
dicho modelo de acumulación. Esta narración que da sentido a
tantas luchas y a tantas vidas rotas, porque la vida de todo aquel que quiso
asaltar el cielo y no lo consiguió es rota, nos aboca de alguna manera
a una travesía del nihilismo.
Pues bien, T. Negri es quizá el que con más
ahínco y de forma más inteligente ha procurado hallar una
salida afirmativa a la narración de nuestra derrota. Todo su esfuerzo
se ha dirigido - habiendo innovado el marxismo mediante el acercamiento
entre política y ontología - a descubrir las huellas que
anuncian un mundo otro, que preparan un camino de liberación.
"Me parece que los investigadores más curiosos no se han
contentado en dar cuenta de la estrategia capitalista y la derrota obrera,
sino que han insistido sobre todo en lo que sucede entre una y otra, en una
y otra - lo que evidentemente tiene interés para comprender la fase
siguiente, considerada justamente como caracterizada por el dominio del
«general intellect»" (1)
Con lo que ya podemos adelantar que la narración será
reescrita desde la referencia al "general intellect", o dicho
más concretamente, desde el apoyo que supone la lectura del conocido
"Fragmento de las máquinas" publicado en los Grundrisse de
Marx (2). Y que será también gracias a esta
lectura, y a las investigaciones sociológicas que permite, por lo que
T. Negri podrá poner en el centro unas subjetividades latentes
(3), la emergencia de una nueva potencia creativa que se
sitúa independientemente de la organización capitalista del
trabajo. Estas subjetividades en su irreductibilidad última son las
huellas buscadas, son las trazas que abren la narración anterior hacia
lo posible, son las llaves de salida de la maldita Noche en la que habitamos.
Pero ¿esta apertura hacia lo posible no se consigue a costa de plegar
la narración sobre sí misma convirtiéndola así en
unidimensional? O de otra manera: para poder afirmar la existencia de unas
subjetividades latentes ¿no debe haberse introducido antes un proceso
central en la transición entre la sociedad-fábrica y la
metrópoli, cuando justamente la característica esencial de dicha
transición es que no lo tiene?
La génesis de las subjetividades latentes.
El "Fragmento de las máquinas" tiene para T. Negri el inmenso
valor de plantear la transformación social no de un modo objetivista
sino desde la afirmación de una subjetividad, y es desde esta
constatación que puede entenderse su aserción:
"Por otro lado, términos como "postmoderno", como
"civilización", como "nihilismo", como
"Krisis", cuando son utilizados para indicar la crisis del
racionalismo occidental en la madurez capitalista, son cada uno en su
especificidad sinónimos de "subsunción real". Dicho
esto, hay que añadir que en las categorías marxianas está
contenida, junto a la descripción de la tendencia, la llave
práctica de su superación: es lo que diferencia las
categorías marxianas de las nietzscheanas o freudianas,
wittgenstenianas o adornianas, para ya no citar a las spenglerianas o a las
baudrillardianas. No es el contenido de la descripción lo que distingue
a Marx respecto a la filosofía contemporánea en relación
al presente, sino el punto de vista: el punto de vista de la
liberación, de la subjetividad antagónica"
(4)
Efectivamente las categorías marxianas y el método de la
tendencia (5) que las articula, permiten leer el presente a
la luz del futuro, y por esta razón nos empujan fuera de la pasividad
de la espera ante el fenómeno vivo. Es esta perspectiva que parte de
Marx para ir más allá de Marx, la que T. Negri va a adoptar en
su lectura del "Fragmento de las Maquinas" y la que, en definitiva,
le permitirá identificar en la postmodernidad "un momento
positivo... el momento en el cual se plantea el problema de la comunidad
humana en términos nuevos"(6)
En el Fragmento citado Marx acerca y mantiene vinculados en su tensión
la crisis de la ley del valor y el paso al comunismo. Eso es lo que se trata
de explicar. Dicho brevemente. En la época de la subsunción real
cuando es toda la sociedad que funciona como lugar de valorización del
capital, cuando es máxima la integración entre
producción-distribución-consumo "el robo de tiempo de
trabajo de otros sobre el que reposa la riqueza actual parece algo irrisorio
en comparación con la nueva base, creada y desarrollada por la gran
industria" (7). Es decir, el tiempo de trabajo
individual resulta ser una unidad de medida ridícula ante la potencia
productiva del trabajo abstracto masificado. Parecería, y esa es la
intuición de Marx, que llegado a un punto de su desarrollo el capital
pierde el control de su propio autodinamismo y, sin embargo, el capital sigue
"pretendiendo medir las gigantescas fuerzas sociales así creadas
según el patrón del tiempo de trabajo" (8).
De esta manera, para hacer frente al valor que le estalla y que anuncia
"un libre desarrollo de las individualidades", el capital se ve
constreñido a llevar cada vez más lejos la autocontradicción que
es él mismo. Y lo hace manteniendo la ley del valor pero
sobredeterminada políticamente como ley del mando.
El interés del Fragmento reside en que la causa de esta
desconstrucción del capital no es un desequilibrio objetivo, ni tampoco
un sujeto activo que utiliza en beneficio propio las contradicciónes
existentes. La "causa" es más bien un proceso de
subjetivación tomando la expresión de Foucault, una subjetividad
múltiple en tanto que saber social y colectivo y que Marx
llamará "general intellect". El análisis del nuevo
tipo de trabajo técnico-científico involucrado tendencialmente
- un trabajo abstracto, inmaterial, cooperativo etc - mostrará la
consecuencia fundamental de esta crisis del valor: el capital solo puede
controlar desde el exterior a la nueva composición de clase. En modo
afirmativo: esta composición de clase se configura como un sujeto
autónomo y hegemónico en la medida que no necesita ya del
capital para existir. T. Negri concluye, y no hace más que llevar hasta
el final las determinaciones que el sujeto de la tendencia lleva consigo, que
la crisis del valor se prolonga en crisis de la dialéctica. El saber
social y colectivo se sitúa más allá del antagonismo
porque es un sujeto libre portador de una alternativa constructiva. En otras
palabras. Porque es un sujeto constituyente capaz de desplegar la potencia
creadora propia del trabajo cooperativo inmaterial.
Si insertamos la lectura del Fragmento que lleva a cabo T. Negri en la
anterior narración de la derrota, la desarticulación de la
clase trabajadora representada por el obrero masa, supondrá una
modificación positiva por cuanto el capital deberá reconocer
- debido al cambio producido en la forma del trabajo - que la creatividad
pertenece al nuevo sujeto colectivo, a la nueva composición de clase.
Y, sin embargo, estas subjetividades son latentes porque el autodesarrollo de
su potencia es continuamente reconducida dentro de la dinámica del
capital. La jerarquización de la fuerza de trabajo, el uso de la
marginación, la personalización... son las diversas manera de
desestructurarlas. Como reconoce T. Negri:
"Nadie ha pensado jamás que las condiciones de posibilidad de la
existencia del polo del "trabajo vivo" en el regimen del general
intellect pudiesen realizarse inmediatamente, o simplemente estuviesen ya
realizadas bajo formas políticas definitivas" (9)
La necesidad de un desplazamiento.
La radicalización de la tendencia no debe confundirse ciertamente con
su plena realización y la advertencia de T. Negri es, en este sentido,
acertada. Ocurre que hay objeciones que no son tan fáciles de deshacer
porque nacen de un fondo más oscuro que tiene que ver con nuestro diario
enfrentamiento con la realidad. La lectura de T. Negri parece explicar bien las
transformaciones que han tenido lugar. Más exactamente. Su
análisis crítico es operativo para la denuncia de la democracia
representativa, de la mundialización etc. pero en su aspecto
constructivo... nos deja insatisfechos. Nos cuesta creérnoslo. Aunque
nos esforcemos por acercar la cooperación colectiva a su
representación política, el poder constituyente, la tendencia
hacia el sujeto político queda ahogada en un mar de contratendencias.
A nivel personal, sucede que la posibilidad de unir el destino de uno con el
de los demás y el de los demás con uno mismo es casi
inimaginable. A nivel general, los conflictos de los años 90 no anuncian
ningún sujeto colectivo cuyas luchas se acumulen apuntando hacia un
horizonte emancipatorio. Los conflictos son fuertemente localizados en
segmentos clave de la cadena productiva y de los servicios complementarios:
controladores aéreos, maquinistas de trenes, transportistas de carretera
etc. Parece como si a la atomización del proceso de trabajo le
correspondieran también unas formas atomizadas (aunque a veces muy
radicales) de solidaridad y de resistencia. A la ausencia de futuro del proceso
capitalista de acumulación - que sólo persigue beneficios
inmediatos, que destruye la Tierra... - le correspondiera también el
no-futuro de un ciclo de luchas cada vez más corporativo.
Llegados a este punto podemos hundirnos en un embrollo de
tendencia/contratendencias o, por el contrario, avanzar la hipótesis de
que con el paso de la sociedad-fábrica a la metrópoli se ha
producido un cambio en el estatuto de la realidad y de su relación con
el pensamiento. Este cambio o novedad radical que la metrópoli conlleva,
ha sido introducido por nosotros desde un principio como la "inexistencia
de un proceso central". Ahora podemos afirmar ya que esta
constatación es totalmente insuficiente, porque no es más que
una traducción epistemológica -evidentemente con consecuencias
políticas - de una proposición ontológica mucho
más esencial. La proposición dice que en la metrópoli la
realidad no es unívoca y que esa es la verdadera radical novedad. La
homonimia de lo real significa que la realidad se dice de muchas maneras:
ocultándose, abstrayéndose, transparentándose... y que la
homonimia en su efectuación se prolonga como gelificación del
mundo. La gelificación del mundo es "la experiencia del
mundo" y como tal tiene un doble sentido:
1) Es la experiencia que el querer vivir hace diariamente del mundo en su
confrontarse con una realidad que es, a la vez y paradójicamente, dura
y blanda. Una experiencia que encierra una compleja fenomenología: el
agotamiento de lo posible porque toda negociación está encerrada
dentro de unos límites insuperables, la impotencia y, en el mismo
instante, la sensación de no encajar en este mundo...
2) Y es también la experiencia del mundo mismo expresada como
vaivén entre el estallido de la homonimia - el hecho de que la realidad
se diga de muchas maneras - y la hegemonía final, en cada caso, de una
imagen de la realidad que acaba por confundirse con ella misma al levantarse
ante nosotros.
Ahora podemos plantear de nuevo la crítica a la lectura que hace T.
Negri del Fragmento. En dicha lectura la crisis de la ley del valor juega el
papel de proceso central organizador del discurso y de su apertura. Si es
válida la hipótesis anterior (10) la crisis de
la ley del valor con sus determinaciones colaterales (apariencia/esencia...)
quedaría subsumida como un momento más del desplegamiento de la
homonimia. El resultado práctico al que llegamos es el siguiente: si no
existe un proceso central porque la homonimia/gelificación lo socava es
un error querer extrapolar las categorías de la sociedad-fábrica
a la metrópoli.
Desde esta posición la latencia de las subjetividades
(11) aparece como un modelo demasiado simple para dar
cuenta de la subjetividad actual y de su querer vivir. Pero, sobre todo,
constituye un subterfugio porque retrasa la obligación de una
revisión de la lectura del Fragmento y la necesidad consecuente de un
desplazamiento. El replanteamiento podría partir de estas dos tesis:
1) Las relaciones de poder ni se derivan totalmente, ni se agotan por tanto,
en la sobredeterminación política de las relaciones de
producción.
2) "Lo social" no se autoconstituye en sujeto político a
través del vector tiempo.
El desplazamiento a que esta revisión obliga, y que la
transición de la sociedad-fábrica a la metrópoli
debería implicar, consistirá especialmente en pasar del Plan
del capital a la política de la relación. De la
composición de clase a los espacios del anonimato. Este desplazamiento
que no extrapolación, sería nuestra particular manera de
intentar ir más allá de Marx y seguir manteniendo un punto de
vista de liberación.
Metrópoli y subjetividad.
De querer pensar la subjetividad que se piensa como subjetividad que habita la
metrópoli ¿A dónde debemos acudir? Si aceptamos, por un
momento, una aproximación sociológica podríamos
distinguir distintas esferas de la realidad si bien todas se mostrarán
insuficientes. La esfera del trabajo está siendo redimensionada a
marchas forzadas ya que se ha producido una caída de la necesidad
masiva de trabajo, por lo que resulta difícil de priorizar una
identidad trabajo. A su vez, la esfera de la política, el espacio
público, ha desaparecido transformado en publicidad dirigida a una
opinión pública que ha venido a sustituir al ciudadano... En
todos los casos, no sólo nos hallamos ante esferas devaluadas y en
crisis, sino que además ninguna de ellas puede ser el punto de partida
del proceso de constitución de la subjetividad. Y no puede serlo,
porque la subjetividad en la metrópoli es aquella precisamente que se
resiste a dejarse encerrar en la forma trabajador, la forma ciudadano...
"Yo soy" en tanto que trabajador (o no-trabajador), ciudadano... y
todas estas formas me constituyen como individuo, pero yo - como todos -
también no soy ninguna de ellas, o de otra manera, soy "mucho
más". Pensar la subjetividad, en su verdad hoy, es pensar ese
"mucho más". Soy ese "mucho más" y participo
de él, cuando dispongo de lo común que es para todos. Cuando
hago mía la fuerza del anonimato, es decir, cuando soy un hombre
anónimo.
El hombre anónimo es el que pone el "yo vivo" en el centro
de su existencia, y alrededor de ese acontecimiento vacío, organiza las
diferentes identidades contingentes: trabajador, ciudadano... Lo que equivale
a decir, que el hombre anónimo, en el fondo, lo único que desea
es afirmar su querer vivir y desentenderse de las identidades impuestas que
lleva consigo. Por eso el hombre anónimo cuando vincula su nihilismo y
su querer vivir, es esa subjetividad que escapa por el camino abierto gracias
a su propio malestar. Y, sin embargo, también es un individuo. En tanto
que individuo - ahora ocurre como si estas identidades contingentes se
hubiesen vengado contra él marcándole el cuerpo - es un centro
de relaciones. Un centro de relaciones hincado en el "yo vivo". Un
sujeto sujetado que actuará como una unidad de movilización.
"Cuando un hombre llega adquirir la convicción profunda de que es
menester que sea mandado, se vuelve creyente. Pero podemos imaginarnos el caso
contrario, el de la alegría y la fuerza de la soberanía
individual, el de una libertad en el querer, por la cual abandone el
espíritu toda fe, toda ansia de certeza, viendose diestro en tenerse
sobre las ligeras cuerdas de todas las posibilidades y capaz de danzar sobre
el abismo" (12)
El hombre anónimo no se confunde con ninguno de los que nos muestra
Nietzsche. Cree tan poco que jamás podrá ser el creyente
dispuesto a obedecer. Cree tanto que jamás podrá estar
permanentemente danzando sobre el abismo. Su existencia está atravesada
por la ambivalencia de su propio querer vivir, y es dicha ambivalencia la que
hace de él un individuo y, a la vez, un hombre anónimo (y a la
inversa). De aquí que como unidad de movilización no responda a
una llamada exterior. Cuando el poder postfordista nos interpela en la
empresa, en la calle... : "Sé responsable", "Sé
autónomo"... la interpelación surge en realidad desde el
interior del individuo mismo, emergiendo de sus propias convicciones. La
obediencia, y la movilización por tanto, se producen mediante la
política de la relación que no es más que esta nuestra
propia inscripción como centro de relaciones.
Antes de proseguir con el desarrollo de la política de la
relación, hay que advertir que dicha forma de dominio es consubstancial
al postfordismo, pero sobre todo en su versión europea. Por lo general,
y sobre todo en U.S.A., está claro que debe ser complementada con una
doble estrategia: la formación de un Estado Penal y la
producción de una fuerza de trabajo clandestina. No nos ocuparemos
aquí de esta ampliación puesto que preferimos ceñirnos a una
primera presentación.
La política de la relación
El Plan del capital, cuando no se reducía a un conjunto de
descripciones antropomorfizadas simplistas, servía muy bien para pensar
en conjunto lo que sucedía y cómo poder combatirlo. El Plan del
capital era la lucha obrera funcionando dentro de la dinámica
capitalista. En un primer momento podía parecer paradójico, en
cambio y a posteriori, ha resultado claro como luchas salariales muy radicales
incluso autoorganizadas, han terminado por empujar el propio desarrollo del
capital. Eso es lo que ocurría cuando el mecanismo (lucha obrera o
resistencia------>crisis----->reestructuración (salto
tecnológico, político etc.) se desplegaba en su inexorabilidad.
Sin ir más lejos, la famosa "transición política
española" que se inició después de la muerte de Franco y
que ha sido vendida por doquier como ejemplo a seguir, sería uno de
los mejores casos de lo que decimos.
En la metrópoli el Plan del capital se reformula como política
de la relación (13). Ahora es el individuo, en tanto
que centro de relaciones, el que funciona como unidad movilizada, y la
movilización total que la política de la relación
posibilita, es la que estará detrás de la (re)producción
de la realidad.
"Auschwitz fue posible porque miles de soldados SS aceptaron matar,
porque centenares de ferroviarios aceptaron conducir los trenes hasta su
destino fatal, porque centenares de ingenieros aceptaron construir hornos
crematorios y cámaras de gas, porque pueblos enteros que habían
visto desfilar a los deportados lo aceptaron sin indignación. Hoy esta
misma cantidad simultánea de elementos es definitivamente imposible" (14)
No es verdad que esta simultánea adecuación sea un recuerdo
del pasado. Lo que sucede día a día en una metrópoli
tiene mucho que ver con esta imagen de un gigantesco proceso de trabajo en
función del cual "toda existencia se convierte en
energía" (15). Sin confundir, evidentemente,
Barcelona (16) con Auschwitz, hay que admitir que, con
todo, la movilización total es la misma. Cambia, ciertamente y no es
necesario decirlo, el horizonte que ya no es de muerte sino de vida. La
política de la relación antes que nada es un biopoder, es decir,
gestión de la Vida. En vez de matar: "dejar vivir". Dejar
vivir/arrinconar fuera de los mecanismos de reconocimiento: "la
monotonía de un tal espectáculo recuerda el funcionamiento
preciso de una turbina alimentada con sangre humana"
(17). En la movilización desplegada en la
metrópoli "la turbina" sustentada por la energía
(capacidad relacional) de todos tiene como objetivo producir la realidad en
su totalidad. Una realidad en la que la guerra parece haber desaparecido
engullida por la atmósfera generalizada de euforia consumista. No es
así y es necesario precisar mejor. Hoy, la movilización total
apuesta por lo obvio (18) y la guerra está dirigida
contra el extranjero. El extranjero es, por supuesto, el inmigrante
clandestino que hay que mantener más allá de las fronteras y,
en este sentido, algunos hablan de una III Guerra mundial. Pero no hay que
dejarse engañar. El verdadero enemigo somos todos nosotros en la medida en
que estamos ya en todas partes donde puede interrumpirse la
movilización. La movilización total está siempre
apuntándonos: se hace con nosotros y se dirige contra nosotros. Para
la realidad nosotros somos también sus extranjeros.
La movilización total y la realidad.
La política de la relación como modelo de sometimiento en la
movilización, conjuga en su forma más compleja niveles
distintos de realización: 1) la producción de diferencias y el
autocontrol. 2) el simulacro y el ghetto. 3) el neocorporativismo y la
dualización. No vamos a abordar, como ya hemos dicho, esta
plasmación concreta. Lo que intentaremos es responder a una pregunta
previa y más fundamental: ¿Cómo puede la
movilización total por lo obvio producir la realidad y, al mismo
tiempo, encadenarnos a ella?
Lo que deseamos explicar es sencillamente como todos estamos "puestos a
trabajar" con la finalidad de (re)producir esta realidad: desde el
trabajador que con su actividad laboral (re)produce la relación
capitalista, hasta el excluido del mercado de trabajo que afirmando su
derecho a vivir en sociedad hace lo mismo con la relación social. Lo
más fácil sería subdividir el individuo en sus formas
constituyentes: la forma trabajador, la forma ciudadano etc. y asociar a cada
una de ellas una práctica de trabajo y un resultado de la realidad.
Este procedimiento que reduce la unidad de movilización a una forma
constituyente del individuo es demasiado simple porque: a) falsea, al
desconocerla, la relación que subsiste entre el hombre anónimo
y el individuo omitiendo sus consecuencias. b) Produce, en última
instancia, una realidad demasiado organizada para nada existente. c) La
única fragmentación de la realidad admisible sería
sistémica: el todo sistémico como conjunto de subsistemas.
Por todo ello cabe otro enfoque: pensar cada unidad de movilización
como ruido para un correspondiente nivel de organización de lo real y
señal para los otros niveles. La teoría de "la complejidad a
partir del ruido"(H. Atlan (19)) muestra como el
ruido - lo no descodificable, la novedad radical - en vez de disminuir la
información, en determinadas condiciones y durante cierto tiempo,
disminuye la redundancia e implica un aumento de complejidad. En otras
palabras. El ruido, aunque parezca extraño, puede producir sentido para el
sistema y constituirse como vector de complejidad, o sea, como Principio de
organización. La unidad de movilización actúa como tal,
es decir, como ruido cuando el individuo participando de/en una
narración (acerca del Hombre, de la Ciudad, del Dinero etc.) produce
alguna cara de la realidad. Participar de una narración significa
desplegar como cadena la equivalencia funcional estructura/proceso. Esta
expansión proceso-estructura-proceso- es posible porque la unidad de
movilización en tanto que centro de relaciones es,
simultáneamente, posición (en la estructura) y mediación
(en el proceso). (20) Gracias a este mecanismo se
explicaría cómo funciona el proceso interminable de
reconducción de toda expresión de la inmanencia a la
trascendencia. De esta manera, en concreto se explicaría como se
genera una realidad prismática - con tantas caras como cadenas
desplegadas - en las que la simetría o no de la estructura
determinará que haya acumulación o no (de poder, de capital
etc.). Para terminar habría que aclarar que hasta aquí, nos
hemos limitado a exponer como la unidad de movilización gracias a su
actividad relacional, genera una realidad fragmentada.
Falta hacer referencia finalmente a dos aspectos, que porque complicaban el
desarrollo, hemos dejado a un lado: 1) La realidad también autoproduce
las unidades de movilización. Hay una relación de doble
vínculo, y evidentemente, era absurdo hablar de dichas unidades
aisladas. 2) La realidad prismática tiene un efecto de realidad sobre
sí misma, y entonces aparece unificada como lo obvio. Lo obvio es el
elemento en el que estamos, en el que nos movemos y respiramos. Lo obvio es el
horizonte de la movilización total porque aparece como lo que tiene
sentido y es creíble. Ya no es más la realidad la que funda lo
creíble. Es al revés. Lo creíble es lo que engendra lo
real. Y lo creíble son los valores (paz, tolerancia,
autonomía...) funcionales al desarrollo y reproducción de la
realidad que se nos impone y que nos somete. Por eso es tan insuficiente e
incluso ridículo contentarnos con denunciar lo obvio como pura
ideología al servicio del poder. Lo obvio no se desenmascara se
destruye. La realidad no debe ser criticada, debe ser aniquilada. Sin embargo,
hay que recordar en todo instante la terrible advertencia de Pascal:
"La razón nos rige mucho más imperiosamente que un amo;
porque, al desobedecer a un amo, uno es desdichado, y, al desobedecer a la
razón, uno es estúpido" (21).
La unilateralización y los espacios del anonimato.
En la movilización total convergen tres cambios fundamentales apenas
tratados en este escrito y que la posibilitan: 1) Un nuevo estatuto de la
identidad que permitirá construir la "unidad de
movilización". 2) Una nueva forma de ejercicio del poder surgida
con la crisis de las instituciones de secuestro (cárcel, escuela,
fábrica...) y que no queda recogida en el concepto de sociedad de
control. 3) Un redimensionamiento del espacio que, por un lado, se comprime
y, por otro lado, adquiere una primacía ontológica frente al
tiempo.
El resultado es la realidad prismática y la obviedad - en su mutuo
remitirse hasta confundirse - construyendo nuestra cárcel.
Inicialmente habíamos planteado la necesidad de otro desplazamiento:
de la composición de clase a los espacios del anonimato. Ahora es el
momento de retomarlo y de intentar estudiarlo en su efectividad. Porque con
este segundo desplazamiento lo que se dirime es si esta cárcel en la
que el preso "ni siquiera está preso" (Diarios. Kafka) tiene
una salida. De seguir pensando en el interior de un estricto "ir
más allá de Marx" como hace J.M. Vincent siguiendo a T.
Negri, la vía a seguir sería clara:
"Se trata pues de hacer salir las subjetividades de las cárceles
en las que la valorización las encierra, volviendo a unir
conscientemente lo que sólo está unido subterráneamente,
y rechazando todo lo que bloquea los intercambios entre ellas. Las
subjetividades tienen que superar poco a poco las comunicaciones
unilaterales... deben reconocerse, más allá de toda medidad
social, en lo que hacen, lo que son y en lo que se convierten"
(22)
Ya hemos desvelado esta argumentación como demasiado lineal e incapaz
de dar cuenta de la ruptura producida. Además su carácter
moralista pertenece más bien a otra época. Ocurre,
desgraciadamente, que oponerse a esta realidad en nombre de la reconquista
del sentido está condenado al fracaso. Como lo está, a su vez,
querer negar el sentido lo que no conduce sino a su confirmación. Desde
hace tiempo hemos defendido que el pensamiento crítico debe poner en
su centro la unilateralización entendida como una estrategia doble de
interrupción y multiplicación de las dimensiones
(23). La unilateralización es una
intervención que persigue terminar con la sobredeterminación del
juego orden/desorden y, por tanto, con la hegemonía de esta realidad.
En su cumplimiento se desdobla en desocupación del orden y en
estrategia de objetivos. De aquí que pueda calificarse de propuesta
fundamentalmente práctica. No es práctica, sin embargo, a la
manera de un estar a la espera del sujeto que será capaz de realizarla.
La unilateralización se plasma ya en su forma más completa en
todas las prácticas sociales que abren un aparte, que piensan la
política no tanto como un problema de correlación de fuerzas
como cuanto un enfrentamiento entre mundos (24) en el que
el cuerpo está involucrado.
Si la unilateralización desfonda la relación clásica
práctica/teoría es porque, además y aunque sea de un modo
incompleto, el propio hombre anónimo puede también plasmarla a
pesar de estar prisionero en la cárcel de la realidad. Es lo que sucede
cuando la movilización total se bloquea en algún lugar, cuando
"lo social" se visibiliza invisibilizándose y surgen los
espacios del anonimato, verdaderos agujeros en el espacio del miedo. Para
comprender la génesis de esta subjetividad no hay que quedarse en la
espacialización del tiempo ya que estaríamos todavía en
el ámbito de la temporalidad. La subjetividad latente que defiende T.
Negri está directamente ligada al tiempo constitutivo. "Al
destruir el tiempo como medida, el capital constituye el tiempo como
substancia colectiva. Esta substancia colectiva es una multiplicidad de
sujetos antagónicos" (25). Por el contrario, si
queremos comprender tantos y tantos comportamientos, movimentos sociales etc.
que surgen y se ocultan, que se unifican en su dispersión, hay que
tomar el espacio en su preeminencia ontológica. Con este giro del
tiempo al espacio puede empezar a pensarse el espaciamiento del espacio, es
decir, el hecho de que "lo social" se libere de la forma sujeto y
se haga espacio del anonimato. Por supuesto, que con este giro se pierde el
tiempo como vector acumulativo de las luchas porque de alguna manera nos
situamos fuera de él. La efectuación del espacio del anonimato
acaece, precisamente, cuando al ponerse el tiempo entre paréntesis y
bloquearse la movilización, puede producirse una especie de
reducción fenomenológica. Entonces el hombre anónimo se
aparece a sí mismo como siendo una apertura a lo que le constituye en
tanto que común: la fuerza del anonimato. Y la fuerza del anonimato se
hace opaca en el espacio. De los espacios del anonimato no parte un camino
hacia "la victoria final" sino tan solo travesías del
nihilismo... que aún deben inventar su destino de llegada. Los espacios
del anonimato no son un no-lugar, son la visibilización de "lo
social" en su invisibilización, son modos de huida de la unidad de
movilización. Son, en definitiva, una desfiguración de la
realidad. Dicho más precisamente. Son construcciones fragmentarias
inconmensurables e inestables - para nada latentes por consiguiente - de una
realidad otra en la que habitar.
2 Para leer una periodización de las diferentes lecturas que se han
hecho de este fragmento ver: T. Negri: "Marx et le travail. Le chemin
de la désutopie". Futur Antérieur nº 35-36 (1996) pag. 189
3 La expresión aparece en "De la transition au pouvoir
constituant" Futur Antérieur nº2 (199)
4 T. Negri: Fabbriche del soggetto. 1987 pag. 16
5 T. Negri: Marx oltre Marx. Milán, 1979. Pag. 52
6 T. Negri: "Postmodernidad" en el Diccionario de
Terminología Científico-social. Barcelona.
7 K. Marx: Los Fundamentos de la Crítica de la Economía
Política, Madrid, 1972. T. II pag. 202
9 T. Negri: "Recension"... pag.123
10 Me permito remitir para una mayor fundamentación a mis libros:
Entre el ser y el poder. Una apuesta por el querer vivir. Madrid. 1994.
Horror Vacui. La travesía de la Noche del Siglo. Madrid. 1996
11 "Hoy día esta actividad cooperativa y subjetiva está
transpuesta, al estado latente, en el interior del proceso de trabajo".
"De la transition..." pag. 44
12 F. Nietzsche: La gaya Ciencia. México, 1983. pag. 27
13 Para una mayor explicación de dicho concepto me permito remitir a
mi libro Horror Vacui
14 "Paul Steinberg: Otro Auschwitz es matemáticamente
imposible" publicado en El País 2-10-99
15 E. Jünger: L'état universel suivi de La mobilisation totale.
Paris, 1990 pag.106
16 Me refiero a Barcelona porque el modelo Barcelona es vendido en todo el
mundo como un ejemplo a seguir. Para un botón de muestra: Berdoulay,
V./Morales, M.: "Espace public et culture: stratégies
barcelonaises". Géographie et Cultures nº 29 (1999)
18 Siguiendo con el ejemplo de Barcelona los tres objetivos reconocidos por
las instituciones son: la paz, el desarrollo sostenido y la creatividad.
19 H. Atlan: L'organisation biologique et la théorie de l'information.
Paris 1972. y Entre le cristal et la fumée. Paris. 1979. Y sobre todo:
Actes du colloque de Cericy. L'autoorganisation: du physique au politique.
Paris. 1982
20 La posición y la mediación serían las dos caras de la
estrutura de la espera propia de todo individuo. La estructura de la espera
descansaría en el hecho de que para todo individuo la dualidad
seguridad/inseguridad supone siempre que toda relación es:
"relación de algo conmigo en relación a mí"
21 B. Pascal: Pensées. Paris. 1962
22 J.M. Vincent: "La déstabilisation du travail" en Futur
Antérieur nº 35-36 (1996) pag. 29
23 Ver mi artículo en Futur Antérieur nº 7 (1991) y
especialmente Horror Vacui
24 Me refiero especialmente, pero no únicamente, a las ocupaciones de
casas y de centros sociales etc. Ejemplo de uso del espacio como palanca para
plasmar la unilateralización.
25 T. Negri: La constituzione del tempo. Prolegomeni. Roma. 1997. pag. 52
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