Bueno. Yo voy a intentar explicaros un ejemplo más. Me han parecido muy
bien las tres exposiciones que ha habido, tanto que yo he disfrutado al
explicarme aquello que yo viví; me ha hecho volver a rememorar cantidad
de cosas.
Ahora ya no sé si hablar desde la ilusión con que vivimos aquel momento
y las ganas que le pusimos y la verdadera pasión que derrochamos en
aquel momento, o un poco con la decepción de verme en el cuadro que
describían más teóricamente los otros compañeros. Porque, visto tan de
lejos, y cuando ya todo esto pertenece a la memoria, no sabes ya sí
eras víctima de ese cuadro, si te tenías que sujetar a ese cuadro que
estaba preestablecido. Entonces, estoy un poco entre esa ilusión y este
desencanto. Pero os voy a intentar explicar lo que ocurrió un poco
rápidamente.
Nosotros nacimos en el punto de inflexión que explicaba Carlos, en el
76, aunque las luchas empezaron en el 74 o por ahí, pero nacimos al
movimiento autónomo cuando este movimiento ya había vivido sus momentos
más álgidos, más sublimes, pero bueno, nosotros éramos el vagón de
cola. Yo estoy hablando del puerto, no sólo del puerto de
Barcelona sino de todos los puertos de la península y también os
explicaré que la cosa cundió incluso a nivel un poco más amplio, a nivel
de Europa.
Nacimos, pues como siempre, a raíz de las reivindicaciones concretas,
que era como nosotros queríamos llevar a la contradicción total al
Capital en aquel momento; planteando reivindicaciones que nosotros
pensábamos que no podría satisfacer llegaría a una contradicción tal que
lo podríamos poner en jaque y eliminarlo, simplemente, que era lo que
queríamos, queríamos hacer una revolución. A partir de aquellas
reivindicaciones nuestras, que eran realmente pretenciosas, llegamos a
una forma de organización asamblearia, autónoma, anticapitalista, de
delegados revocables, sin liberados, cosas que pertenecían a toda esa
teoría del área de la autonomía.
Esto nos lo sirvió fácilmente la
torpeza de los sindicatos oficiales que ya habían dado el asalto a la
antigua CNS. Digo torpeza porque ellos cometieron el error, en
aquella huelga que ya nombraba Carlos en el 76, cometieron el
error de no defender ni a sus propios despedidos en las fábricas.
Aquella huelga se hizo contra la patronal, la patronal despidió y luego
los sindicatos dijeron "no, ha sido un día y que nadie se movilice",
entonces nosotros no estábamos dispuestos a dejar a los seis despedidos
que había habido en el puerto, que eran precisamente de CCOO, pero a
nosotros nos parecía que eran unos compañeros más. Decidimos defenderlos
en contra de nuestros delegados que ya eran de UGT, CCOO, y alguno
todavía del vertical. Ellos se resistieron y fue muy fácil que la
asamblea los dimitiera, les hiciera romper el carnet en la propia
asamblea y se nombrara allí un comité de delegados que a partir de
entonces fue el que rigió un poco el destino de nuestras decisiones.
Los sindicatos quedaron arrinconados y fue la asamblea
diaria prácticamente, porque eso en el puerto es fácil, somos una
especie de mercado de trabajo que cada día vamos a un lugar todos y
desde allí nos destinan a trabajar a cada barco, fue muy fácil que cada
mañana pudiéramos decidir cada detalle, cada cuestión, cada asunto del
que ocurría en nuestra vida y en nuestro trabajo. Esto, con la coyuntura
de autonomía que había, y con la ilusión de mucha gente que había
recordado de sus padres y abuelos, que ahora podía desenterrar un carnet
que su abuelo dejó en un baúl escondidísimo, que pertenecía a la CNT,
pero él había oído hablar de FAI, de CNT, como movimientos que habían
llegado a colectivizar el puerto. A la gente le hizo mucha ilusión, a
los viejos portuarios, meterse en este movimiento, porque les recordaba
aquello de lo que habían oído hablar. Ellos no habían conocido, pero
algo les había quedado en la memoria de lo que habían oído a gente de su
propia familia que había sido represaliada, incluso algunos de ellos
muertos en el 36-39.
Yo creo que toda esta coyuntura hizo que la asamblea surgiera con una
fuerza tremenda.
A partir de allí empezamos a hacer nuestras
reivindicaciones, descaradísimas, con aumentos del 20, el 25, lo que nos
parecía, simplemente era una cifra que se hacía allí entre todos, y uno
decía "el 14" y otro "no, el 20", "pues el 20, a tomar por culo, el 20".
Aquello se ponía allí, y venga, a empezar la lucha. Recuerdo que una de
las grandes reivindicaciones fue la cotización al 100% a la seguridad
social. Porque entonces los patronos tenían muchas maneras de cotizar
muy bajito a la seguridad social, se fijaba una cantidad, 1000 pesetitas
al día, te cotizaban pero luego la jubilaciones de la gente, las viudas,
todo esto, eran pésimas; y la gente tenía esta ilusión, "pues la
cotización al 100%, al papel" y la cotización al 100%. Fondos para
ayudar a las viudas; había muchas viudas, los portuarios se morían
pronto, no sé si por la mala vida que llevaban o por el trabajo duro que
habían hecho, coincidían las dos cosas, pues bueno, fondos para ayudar
a las viudas, unos fondos de ayuda social, pues también, al papel. Otra
gran reivindicación de aquel tiempo fue amnistía total, pero no ya la
amnistía política, sino la amnistía laboral. Esto la ley no lo
contempló, pero a nosotros nos pareció que tenía que haberlo hecho y lo
pusimos también en nuestro papel. Queríamos que todos los estibadores
que habían sido despedidos, fuera por el motivo que fuese, volvieran. La
mayoría de ellos eran por robo, uno fue por pegar una puñalada a un
patrón, otro fue por broncas con patrones y acabar a puñetazos, por
peleas entre ellos; pero nosotros creíamos que tenían que volver y al
papel.
La lucha empezó así.
Evidentemente nos fue muy bien, conseguimos todas
estas reivindicaciones y muchas más. Y, sobre todo, lo que conseguimos
fue un poder real, pero muy real y muy fuerte, sobre nuestras
condiciones de trabajo y sobre el puerto. Podríamos decir que en el
puerto, prácticamente, mandábamos nosotros. Este era el gran reproche
que nos hacía el patrón, que nosotros éramos los que mandábamos en el
puerto, cosa que no nos parecía mal si ellos habían mandado tanto
tiempo.
La lucha se fue enconando, evidentemente, porque la patronal no estaba
dispuesta a ir cediendo en este tipo de cosas. Ellos se fueron
organizando también, los patronos, que hasta entonces no lo estaban. Las
organizaciones patronales también datan de esta época y también eran
bastante autónomas. Yo recuerdo ANESCO, que es la organización de las
empresas portuarias copió bastante de nuestra manera de organización,
también se hicieron autónomos, no tenían los votos por número de
acciones sino que era una empresa un voto, ellos también lo hicieron
bastante a nuestra manera porque vieron que funcionaba.
Llegamos a momentos de lucha realmente fuertes. Llegamos a despidos, a
sanciones, como siempre. Tuvimos unos 160 despedidos en el año 80. La
huelga siempre era salvaje, primero porque no existía, empezó a gestarse
entonces, pero nosotros no estábamos muy de acuerdo con pedir permiso y
la seguíamos haciendo salvaje. Suplantaron el trabajo con esquiroles, en
el puerto de Barcelona hubo más de 500 esquiroles que eran de extracción
muy pobre, de gente muy lumpen, y organizados por Fuerza Nueva y por
sindicatos fachas que entonces existían. Llegaron a bloquear las zonas
del puerto donde estaban los esquiroles con contenedores, porque la
lucha contra los esquiroles fue fortísima, muy violenta. Donde los
pillábamos había enfrentamientos muy serios; hubo gente muy mal herida,
de ellos y de nosotros, de ellos más porque nosotros estábamos más
organizados; ellos su defensa la tenían en la policía, pero claro, como
la policía trabaja con un horario, pues había momentos en que se
despistaban y aprovechábamos nosotros. Cuando los dejaban en casa, la
poli decía "adiós, adiós" y nosotros estábamos antes de que llegaran a
su casa en la esquina, y claro, allí caían. O cuando salían de Pere
Camps de curarlos, otro grupo los estaba esperando para ver cómo habían
quedado, en fin, la cosa fue muy fuerte.
Nos llegamos a organizar también a nivel de la prensa. En la prensa
había entonces toda una sección obrera. Así como ahora en la sección
final de todos los periódicos hablan de finanzas, de economía, en aquel
tiempo hablaban de conflictos obreros, eso tenía cierta entrada en la
prensa. Nos cuidamos mucho de que hablaran de la manera como nosotros
queríamos que informaran de nuestro conflicto.
En la Barceloneta, el barrio donde básicamente nos movíamos, aparte de
que muchos portuarios eran de allá, pues conseguimos que tuviera cierto
consenso nuestra lucha. Porque además, como ganábamos menos, consumíamos
menos, y era allí donde consumíamos y eso también les iba mal a ellos.
Los comerciantes se pusieron muy a nuestro favor y toda la gente del
barrio. De modo que, cuando había lucha por aquellas zonas, no sólo
éramos nosotros los que íbamos contra la policía, sino que desde los
balcones les caían macetas, bombonas de butano...Cuando se luchaba por
aquella zona, la cosa llegó a momentos de tensión muy complicados.
Las luchas, por ejemplo, contra los camiones que en aquel momento
entraban a las empresas donde nosotros estábamos despedidos, encontramos
maneras de perseguirlos con los tirachinas y los rodamientos de una
manera bastante definitiva, sobre todo rompiendo los cristales de
delante.
Creo que se llegaron a modos de lucha que la gente inventó y que iban
más allá de donde los que sabían más del movimiento se les habría
ocurrido ir, la gente le echó verdadera imaginación a todas aquellas
luchas.
Después de que la patronal admitió que les habíamos ganado la batalla
sindical, ellos decidieron, y lo declararon públicamente, que nos iban a
atacar y a intentar ganar la batalla política. Se dedicaron a sacar
decretos que reestructurasen nuestro sector y que pudiesen acabar con
esta organización que se llamaba la Coordinadora, que ya se había
extendido por el año 81 por todos los puertos del país, que teníamos
unos 12.000 afiliados, eran prácticamente todos los puertos de España y
que todas estas luchas ya saltaron en todos los puertos. La solidaridad
entre nosotros era muy fuerte, de modo que barcos que estaban cargados
con esquiroles en un puerto no se descargaban en el puerto de destino.
Esto incluso llegó a cundir a través de un congreso que hicimos
conectándonos con portuarios que estaban más por la autonomía de otros
países, de Génova, de Liverpool, de Hamburgo, y la cosa iba tomando
bastante envergadura. Entonces ellos decidieron afrontar una lucha
política contra todo esto que veían que tomaba un cariz realmente grave.
Entonces nos sacó un decreto la UCD que trataba de modificar nuestras
condiciones de trabajo, que son muy peculiares. No creo que venga al
caso explicarlas, pero trataba de modificarlas y en el fondo era un
ataque contra aquello que era nuestra empresa para así también poder
liquidar aquello que era nuestra organización, que era la coordinadora,
que era la asamblea. Entonces la lucha se centró en ir contra este
decreto. Continuaron los despidos.
Contra esto hubo cosas realmente
interesantes que yo creo que vale la pena reseñar. Porque ver a 2300
trabajadores cómo socializaban su salario; en el puerto se da una cosa
muy curiosa y es que ganamos diferente cada día y podemos ganar todos
diferente cantidad, algunos más y otros menos. Todos los estibadores del
puerto venían a un barecito que hay en la Barceloneta todavía y ponían
todo su dinero encima de la mesa, todo lo que habían ganado, por la
tarde. Allí había dos compañeros que lo recogían y luego, a la mañana
siguiente, repartían la misma cantidad entre todos, incluidos despedidos
y sancionados; de manera que nadie, a nivel económico, sufrió más que el
que estuvo trabajando. Nadie se pudo quejar en un año y medio que
estuviron despedidos porque sus condiciones, aparte de que no
trabajaban, eran exactamente las mismas que los que estábamos
trabajando. Claro, esto molestó terriblemente al patrón, eso de que no
tuviera ninguna repercusión el hecho de ser despedido. Esa capacidad de
organizarse y ser solidario entre ellos hizo que el despido no supusiera
ningún desgaste económico, eso fue tremendo. Teníamos una cantidad de
dinero muy grande, tanto que nos espantaba a nosotros mismos. Esto, a la
patronal, también le jodía, porque ella veía que teníamos mucha
capacidad de resistencia a nivel económico.
Finalmente, esta lucha
contra este primer decreto que nos sacó la UCD se saldó también con
victoria porque su gran arma, los esquiroles, tuvieron que desistir
porque las barreras de containers no se aguantaban en el puerto y se
caían, los esquiroles se caían de los barcos al agua, las mercancías que
salían cargadas por esquiroles no llegaban o no llegaban bien a las
fábricas, puertos alternativos como el de Vilanova se les quemaban las
mercancías en la explanada y no se sabía cómo: verdaderos montones de
pilas de algodón que salían ardiendo y nadie sabía cómo...Realmente, la
patronal vio que no había manera de imponer ese decreto por la fuerza.
Entonces volvimos a imponer un acuerdo marco. Un acuerdo que nos diera
más coherencia a todos los puertos de España, que los grupos de trabajo
fueran más similares, que los niveles salariales fueran más comunes, que
las condiciones de trabajo y seguridad estuvieran fijadas a nivel
nacional...Esto fue lo que presentamos contra aquellos decretos y lo
tuvieron que acabar aceptando porque utilizamos una manera de lucha muy
singular que fue no atacar a todas las empresas y a todos los patronos a
la vez, sino que impusimos una manera de lucha que nosotros le decíamos
la huelga selectiva. Era que le hacíamos huelga a unas empresas sí y a
otras no. Esto, para los patronos, en las condiciones de competencia que
estaban en aquel momento entre las grandes que empezaban a surgir y las
pequeñas que veían que las acabarían absorbiendo, si les hacíamos huelga
a las grandes, las pequeñas se frotaban las manos porque les quitaban
los barcos. Esto les hizo un daño terrible porque no pudieron ponerse
de acuerdo para ganarnos aquella batalla política y no firmar el acuerdo
marco que les proponíamos. Las pequeñas, viendo que les interesaba la
situación, lo empezaron a firmar y, claro, cuando nos quedaban tres o
cuatro que no firmaban y eran las más grandes, bueno, realmente las
podíamos borrar del puerto, alguna de ellas, muy grande, desapareció,
como la de Banesto. Este decreto, finalmente, lo acabaron derogando,
vieron que no tenían capacidad de imponerlo y empezaron a surgir en
todos los puertos los acuerdos marco, donde se establecían nuestras
condiciones de trabajo a nivel general. Luego, cada puerto luchaba por
sus convenios particulares.
Esta situación se fue manteniendo hasta el año 86, donde, para mí, viene
el punto de inflexión, donde se empieza a instaurar el consenso. Yo creo
que los socialistas, por eso de que nos han conocido más de cerca,
tienen la habilidad de saber nuestros puntos flacos. Empiezan a
consensuar con nuestros compañeros más líderes que aquella situación de
poder que teníamos, aquello no era tan bueno, aquello algún día se tenía
que acabar. Convenía que fuésemos capaces de crear un marco de
relaciones más o menos tranquilas y estables en los puertos donde todos
pudiéramos coexistir. Y, realmente, fueron picando el anzuelo. La verdad
es que nuestra lucha, o bien tenía esta salida, o bien estábamos ya al
borde del colapso, porque más allá, prácticamente no se podía ir, y en
la medida que el entorno general no acompañaba, no había una situación
a nivel general donde las luchas obreras hubieran ido a esa situación de
poder y dominio en las fábricas y centros de trabajo, la nuestra por sí
sóla no podía continuar más allá. Aquí nuestros compañeros más
avispados empezaron admitir un poco ese capote que les lanza la patronal
y el gobierno. Hay un papel fundamental que es el de los especialistas,
los asesores. Su función está en eso, en crear el consenso, el pacto,
juegan un papel fundamental. Entonces el PSOE se decide a sacar un nuevo
decreto porque ve que ya tiene creadas las condiciones. Aquí se crea una
lucha interna muy fuerte entre nosotros, en la asamblea, una por
perpetuar aquel movimiento del que, realmente, estábamos enamorados y
que si no se le daba una forma de cara al futuro corría el riesgo de
desaparecer con la lucha concreta, cosa que la gente no quería. Entonces
se plantea la discusión de si legalizar o no esta organización, porque
nosotros llegamos a ponerlo por escrito, creamos unos estatutos de
nuestra organización. Finalmente se decide por legalizar. Esto, para
cierto sector de nuestra asamblea, era una claudicación importante. Yo
creo que luego se va a demostrar que sí. Se plantea que no se puede
estar eternamente en lucha y mantener esta tensión tan fuerte que se
tenía. Evidentemente había mucha gente que estaba ya cansada, a pesar
de que nos lo pasábamos bastante bien, pero también eso suponía una
tensión muy fuerte y había gente cansada que quería un cierto remanso
donde no tuviesen que estar contínuamente decidiendo "y mañana qué?".
Esto hace que se llegue a consensuar ese decreto y se plantea la lucha
para imponerlo en los puertos. Aquí juegan un papel fundamental nuestros
propios compañeros. La organización ya es estable, con forma legal. La
asamblea tiene unos tiempos que son admitidos por la patronal, incluso
podemos parar el puerto para reunirnos sin que ocurra nada y se nos
pagan las horas. Cosas que la patronal consensúa porque espera unas
buenas rentas de ello. Y, evidentemente, estas rentas le van cayendo
porque el enfrentamiento entre nosotros es importante.
A partir del 86,
lo que hasta entonces fue un ascenso hacia la gloria, es morir de éxito.
Es regodearnos en el poder que tenemos y, como lo tenemos, pues cedemos
esto y aquello, y ahora no está bien parar barcos. Cuando antes
hablábamos de solidaridad, hoy hemos aprendido competitividad. Y cuando
antes hablábamos de expropiación, ahora se habla de productividad. El
robo era habitual en el puerto, pero hoy no se roba, hemos ayudado al
patrón a acabar con él. Entonces se tenía una gran pasión por el tiempo
libre, por trabajar poco. En el puerto es posible que haya días que no
te toque trabajar y entonces hacíamos almuerzos y estábamos por la
Barceloneta. Hoy no, hoy, por profesionalidad tenemos que dar servicio,
eso supone que tenemos que trabajar cuantas jornadas podamos, sólo se
puede ganar dinero a cambio de trabajo, y de trabajo bien hecho, y
mientras más trabajo mejor porque así somos más competitivos, porque
todo eso supone menos costos. Todo esto es el lenguaje que hemos
aprendido en estos años y que, antes, habíamos aprendido a contradecirlo
y hoy no, hoy forma parte de nuestro acervo ideológico
sorprendentemente.
Yo creo que a partir de allí se instaura la derrota de la asamblea. Lo
que antes era poder de los delegados, que les venía de la asamblea,
ahora es poder que el patrón deja administrar a los delegados para
derrotar a la asamblea. Es otra manera de poder, siguen teniéndolo, pero
ya sentimos que la vinculación entre ellos y nosotros ha quedado rota.
Hay regímenes disciplinarios para la gente nueva, está entrando mucha
gente nueva porque nos vamos jubilando; a toda la gente nueva se le
aplica otro régimen de trabajo y régimen disciplinario, incluso se les
llegó a prohibir que se relacionaran con los viejos, esto incluso
consensuado por gente de la misma organización.
Esto ha enrarecido mucho
la relaciones entre nosotros. La gente tiene un gran recuerdo de lo que
fueron aquellos años, del nivel de solidaridad, de amistad, de
conocimiento entre nosotros. Hoy las relaciones son mucho más
desconfiadas, individuales, mucho más torvas, más interesadas. Queremos
el interés inmediato de conseguir el salario más rápido posible e irnos
rápidamente. Creo que se ha ido transformando nuestra ideología, nuestra
manera de trabajar, nuestro lenguaje, todo, y hoy yo diría que estamos
siendo víctimas de esta derrota, no sé cómo calificarlo. Yo confío en
que la nueva gente va a tener nuevas maneras de saberse oponer cuando
les sea insostenible el tipo de explotación que les va a venir que cada
vez es mucho mayor. Porque todas las conquistas de aquel tiempo las
vamos perdiendo. La gran decepción, para la gente que vivimos con
ilusión aquello, es que esto se está haciendo con el consenso de
compañeros que lo fueron, y mucho. La gente con la que más tiempo he
dormido en la misma cama era con la gente que luché por aquel tiempo,
porque nos íbamos por los puertos a agitar y dormíamos en pensiones de
mala muerte donde a veces sólo había una cama y dormíamos juntos y hoy
esto es muy difícil...no porque ellos sean más susceptibles a dormir
conmigo o con otros sino porque ellos van a hoteles mucho mejores a los
que yo accedo menos, cosas de este tipo. Realmente, coincidimos menos
hasta en la vida diaria. Han conseguido secuestrar la asamblea,
porque está ahí, sigue funcionando, se reúne poquísimo, ellos procuran
que nada, cuando se reúne es por presión de los irreductibles, pero
realmente ha habido un secuestro de la asamblea. Ellos hablan en nombre
nuestro sin necesidad de preguntarnos, porque creen entender bien cuáles
son nuestras necesidades, deseos e intenciones. Nos imponen sus
negociaciones con verdadera mano dura, básicamente, a mi entender, por
dos cuestiones, una porque han sabido crear un cierto clima de terror y
de pánico, porque poder tienen y lo utilizan para sancionar, para
discriminar, para que tú no asciendas de trabajo, para que tú no entres
en una empresa que es más buena que otra, para que tu hijo no entre en
el puerto, que esto se está administrando y muy bien, porque ya sabéis
que la manera de acceder al trabajo hoy es por recomendación. Otra
manera que utiliza el poder es el reparto de prebendas, para tener su
sector de aduladores.
Esta es un poco la situación a la que hoy hemos
llegado. Quizás porque nuestras luchas no tengan más remedio que ser
luchas puntuales, con un objetivo y una manera de conseguirlo pero
también de diluirse. Me parece que, en la medida que te empeñas en
permanecer en el tiempo y permanecer en este tiempo, tiempo del capital,
evidentemente la concesión está hecha, y es precisamente esa
permanencia, porque si no, el capital no puede permitir que permanezcas.
Yo creo que este ha sido otro de nuestros grandes errores, precisamente
ése, que nuestra lucha, a diferencia de la de Vitoria, no se acabó sino
que continúa, pero con unas lacras graves y que no sé si algún día irá
despertando una nueva conciencia entre la nueva gente, porque los
viejos, a fuerza de repetir el discurso nos falta hasta credibilidad en
nosotros mismos; una conciencia que venga a zarandear toda esta
estructura que un día tuvo su valor o bien que sepan mandarla a tomar
por culo, que quizás es lo que le haga falta, y crear una nueva, la que
sea necesaria. Una cosa que teníamos clarísimo era que los que teníamos
que hacer la revolución éramos los trabajadores, desde
la fábrica. Cierto etnocentrismo que teníamos también lo hemos perdido y
quizás el aire nuevo nos venga desde otros lugares, desde otros sectores
y la cuestión del trabajo, realmente, no tenga importancia y se acabe
liquidando. Lo que fue nuestra lucha, yo creo que entra perfectamente en
el marco que ellos establecían y la nuestra no fue ni más ejemplar ni
más singular, fue una más y de las más tardías. Ahí queda eso y ya
veréis si tiene algo de aprovechable lo que hemos explicado entre todos.
|