Artículo en el "Viejo Topo" Nº 14
Aldo Garzia
Del 23 al 25 de setiembre, Bolonia ha sido invadida
por una multitud de compañeros de la nueva izquierda. Quizás
eran 60 ó 70 mil, pero en cualquier caso constituían un verdadero
océano que el domingo inundó literalmente toda la ciudad.
En el convenio sobre la represión en Italia ha participado toda
la nueva izquierda (desde la DP hasta el ala de la Autonomía que
teoriza la necesidad de la lucha armada), con la única excepción
del grupo II Manifesto. Escasa, en cambio, ha sido la adhesión de
los intelectuales franceses que, sin embargo; firmaron inmediatamente después
de los hechos de marzo en Bolonia (explosión de la lucha estudiantil
tras la muerte del militante de Lotta Continua Francesco Lo Russo), un
manifiesto contra la represión en Italia, que contenía un
duro, si bien esquemático, juicio sobre la situación italiana
y sobre el estado de las relaciones DC/PCl. Ni Sartre ni los demás
firmantes del manifiesto han estado en Bolonia. Sí estuvo presente,
en cambio, el movimiento que, tras los hechos de marzo en Roma y Bolonia,
se había extendido y radicalizado. Un movimiento que se define como
la "nueva oposición" y que considera la condición juvenil
de los marginados del mercado de trabajo y la famosa teoría de las
necesidades (de la que son partidarios la húngara Agnes Heller y
la revista Ombre Rosse) como las bases de una política distinta
a la del gobierno Andreotti y al compromiso histórico del PCI. Un
movimiento en el que existen varias posiciones: desde la que propugna la
posibilidad de la lucha armada, hasta la que piensa en el denominado "proletariado
juvenil" como nuevo sujeto revolucionario, en sustitución de la
clase obrera. Esta teorización, que tiene en Lotta Continua su expresión
más coherente, parte de la consideración de que la clase
obrera italiana está hegemonizada por los partidos reformistas,
y que bajo el chantaje del paro y de la reestructuración económica,
ha perdido su fuerza revolucionaria. Sus partidarios opinan que el PCI
es un partido irremediablemente perdido para la causa revolucionaria y
con una evidente tendencia a convertirse en una organización socialdemócrata.
De ahí el duro juicio sobre la abstención frente al gobierno
Andreotti, opción que, por añadidura, delinearía una
especie de nuevo régimen (el del pacto entre la DC y el PCI) caracterizado
por una fuerte represión de los movimientos de masas.
De este análisis brota la teorización
y la opción política según la cual el nuevo sujeto
revolucionario fundamental de la revolución italiana serían
los marginados; empezando por los jóvenes. Los jóvenes, golpeados
por la crisis económica, se ven sometidos al paro, a la marginación
de los sectores productivos y decisivos de la vida social, y arrojados
a un ghetto caracterizado por el descontento y la rebeldía.
El movimiento que estalló el pasado
año en la universidad italiana reúne, efectivamente, todas
estas características: la falta de salidas profesionales para los
estudiantes; la indefinición social; el descontento de miles y miles
de jóvenes que viven al margen del sistema, que no se reconocen
en la política de los partidos de la izquierda tradicional y que
(sobre todo en las grandes ciudades) constituyen un polvorín que
puede estallar en cualquier momento de la forma más incontrolada.
.
Este movimiento es, sobre todo, fruto de la
situación política que caracteriza a la Italia posterior
al 20 de junio de 1976. Por primera vez desde 1947, se veía la posibilidad
de una participación directa del PC en el gobierno. El 20 de junio
era una fecha casi mítica para la izquierda. La consigna sobre la
que se basaba la trabajada alianza electoral que había llevado a
la lista unitaria de la Democrazia Proletaria era la de un gobierno de
izquierdas. Todo el mundo pensaba que el 20 de junio representaría
un hito histórico, que la DC quedaría en minoría y
que la izquierda asumiría la responsabilidad del gobierno.
El desengaño que produjo el resultado
electoral fue enorme. Con él se abrió una fase marcada por
la crisis de la nueva izquierda que condujo al abandono de la militancia
política a miles de compañeros. Los militantes, efectivamente,
vieron cómo sus certezas entraban en crisis. Ya no se reconocían
tampoco en los partidos de la nueva izquierda. Lotta Continua decidía
disolverse como organización, la unificación entre el Partito
di Unita Proletaria y A vanguardia Operaia no supo afrontar un juicio sobre
la nueva fase política que disgregaba a las dos organizaciones.
Tanto el PDUP como AO iban hacia dos escisiones recíprocas, que
reunificaban al grupo de Magri (PDUP) con el del Campi (AO) y el de Miniati
(minoría PDUP) con el de Vinci (mayoría AO).
Estas dos escisiones y reagrupaciones eran el
último acto de una crisis profunda que afectaba a toda la izquierda
desde el 20 de junio de 1976, y que revolucionaba completamente la ?geografía?
organizativa de la nueva izquierda: los viejos partidos eran sustituidos
por nuevas agrupaciones.
El movimiento surgido en febrero-marzo de este
año tenía a sus espaldas esta realidad, dramatizada por los
errores de los reformistas que (como en el caso de la contestación
al secretario general del sindicato CGIL, Luciano Lama, en la Universidad
de Roma) han planteado su propia relación con esta realidad sólo
en términos de una imposible normalización. Estos errores
han hecho degenerar toda posible relación provocando incluso enfrentamientos
traumáticos.
En el Convenio de Bolonia contra la represión,
el movimiento de la universidad buscaba la confirmación de su propia
fuerza, de sus propias convicciones; buscaba aislar a las franjas más
exasperadas de la Autonomía; aislar y derrotar las posturas favorables
a la "lucha armada", y promover una línea dura pero coherente con
su elaboración anterior. Buscaba la confirmación de su propio
juicio sobre el PCI y sobre los partidos reformistas. No por casualidad
el movimiento elegía Bolonia para celebrar el Convenio. En efecto,
Bolonia es la capital de la política reformista del PCI: desde hace
treinta años constituye, con las juntas rojas (1) y su hegemonía
sobre el sector económico y social de la Reggio Emilia, el polo
de referencia para entender la política del PCI en el resto del
país. La convocatoria lanzada por los intelectuales franceses hoy
silenciosos ante los hechos recientemente acaecidos en Francia y ante las
motivaciones de la ruptura de la Unión de la gauche y del programa
común entre el PSF y el PCF) iba dirigida sobre todo contra Bolonia
y el PCI. El alcalde de Bolonia, el comunista Renato Zangheri, aceptaba
el desafío y les invitaba a todos a su ciudad para que verificasen
personalmente las características del "modelo" emiliano y sus eventuales
formas represivas. El movimiento recogió el guante, pero los intelectuales
no. Excepto la italiana Macciocchi y el francés Guattari.
Como se ve, la reunión del convenio de
Bolonia ha sido muy compleja. A ella han ido casi todos los que están
fuera del PCI: sin una línea; sin un objetivo preciso (o con el
único de combatir al reformismo); sin saber muy bien qué
saldría de todo ello, como no fuese encontrarse con los compañeros,
estar rodeado de revolucionarios, pero sin proponer alternativas o programas
de lucha; sin buscar una relación con las organizaciones sindicales
y la clase obrera.
El cotidiano comunista II Manifesto, en un articulo
sobre el convenio firmado por Valentino Parlato, compara Bolonia con "Nashville",
el célebre film en el que el director Altman presenta un aspecto
de la sociedad americana: el de la marginación y la rebeldía.
Comparación muy adecuada porque sintetiza lo que pasó en
Bolonia durante el convenio. Tratemos de describirlo rápidamente.
En el Palazzeto dello Sport se reunieron todos
los grupos organizados y los que teorizan la lucha armada. A lo largo de
tres días se produjeron en el Palazzeto los enfrentamientos ideológicos
más duros, las polémicas más extravagantes, que a
menudo corrieron el riesgo de degenerar en verdaderos enfrentamientos "físicos".
En la calle, en cambio, se reunieron las comisiones para discutir diversos
temas: la lucha armada, las necesidades, la información, la represión.
De forma autónoma, es decir, sin la presencia de sus compañeros,
también las feministas celebraron sus reuniones.
Antes del convenio, el movimiento había
formulado una serie de peticiones precisas ante la junta comunista de Bolonia:
utilización de las grandes plazas y salas públicas, suministro
de comidas a un "precio político" (1000 liras), reforzamiento y
gratuidad de los servicios urbanos; en pocas palabras, la disponibilidad
de toda la ciudad. El alcalde Zangheri y el PCI, asumiendo una actitud
flexible, aceptaron todas las peticiones. Un día antes, todo el
mundo esperaba que se produjesen enfrentamientos con la policía;
se temía que el PCI tomase una postura intransigente, que los autónomos
o los indios metropolitanos llevasen a cabo una provocación, que
se desvirtuase el significado del convenio.
Los enfrentamientos no tuvieron lugar: faltó
la intransigencia del PCI. la provocación suicida, la irresponsabilidad.
Prevaleció el sentido de la batalla política y el respeto
por las reglas de la democracia. El PCI mantuvo abiertos sus locales (igual
que los socialistas) y se esforzó en mantener un diálogo
con el movimiento juvenil. La ciudad de Bolonia tampoco se cerró
en si misma, sino que buscó el encuentro y el diálogo. Por
otra parte, el movimiento rechazó la vía del enfrentamiento
frontal prefiriendo la de la discusión.
Fueron tres días ricos en debates; una
experiencia política que catalizó el interés de la
opinión pública, de la prensa y de la televisión.
El domingo por la tarde el convenio se cerró con una gran manifestación
que atravesó toda Bolonia, pasando ante las cárceles en las
que todavía siguen presos los compañeros arrestados a raíz
de los enfrentamientos de marzo. Fue un momento emocionante que hizo vibrar
a toda la manifestación, un signo de solidaridad. Finalmente, con
la gente ya cansada, se asistió a un espectáculo teatral
de Dario Fó en Piazza Maggiore, tras lo cual se tomaron literalmente
al asalto trenes y autocares. ¿Cuál ha sido el significado
y el resultado de este convenio? A diferencia de los convenios tradicionales,
éste ha concluido sin mociones ni documentos. Sin la elección
de un itinerario que potenciase la unidad del movimiento. Por lo demás,
debido a la heterogeneidad de los participantes y a la filosofía
del movimiento (rechazo de la organización, del verticismo, de la
política tradicional, de las tradicionales formas de organización
del movimiento obrero), cualquier tentativa de dar continuidad o unidad
a lo que ha pasado en Bolonia, hubiera sido una pura veleidad. De todos
modos, pienso que el desarrollo, la dinámica del convenio, sus protagonistas,
sus temas, los objetivos que decía perseguir,representaban a priori
un límite de fondo al significado del convenio. El movimiento, de
hecho, se caracteriza por el rechazo de la elaboración marxista
como instrumento de análisis científico (en la línea
de los nuevos filósofos franceses); no cree en la lucha obrera como
centro motor de la revolución; piensa en el PCI como un partido
socialdemócrata (perdiendo de vista con ello la peculiaridad de
su papel y de su difusión en la sociedad italiana); considera la
situación italiana irremediablemente comprometida; está convencido
de que basta estimular la espontaneidad de las masas juveniles para extender
el movimiento revolucionario; rechaza toda estrategia, toda táctica,
toda relación (incluso la duramente crítica) con las organizaciones
históricas de la clase obrera italiana; piensa en Bolonia y en el
PCI como en un gran y nuevo Gulag. Con estas premisas se comprende que
existan sectores amplios del movimiento que teoricen la necesidad de los
enfrentamientos armados. Oreste Scalzone es uno de sus principales teóricos.
El grupo de Il Manifesto, debido a su rechazo
del esquematismo propio del movimiento y a que no comparte su juicio acerca
del momento político italiana y del PCI, decidió no asistir
a un encuentro político que podía degenerar. Prefirió
seguir atentamente el convenio por medio de su periódico e iniciar
un debate acerca de su significado. Lotta Continua si asistió, logrando
superar momentáneamente su crisis. Democrazia Proletaria, el sector
más moderado de los que estuvieron en Bolonia, intentó caracterizar
su presencia enfrentándose a las posiciones de la Autonomía,
pero no pudo irse de Bolonia como uno de los vencedores. La Autonomía
fue derrotada porque su objetivo de llegar a un enfrentamiento frontal
con la policía y el PCI fracasó, pero ha demostrado (¡que
es precisamente lo que quería!) que existe un área partidaria
de la lucha armada y que está contra todo y contra todos.
El PCI merece un comentario aparte. Abriendo
sus locales, aceptando el diálogo con el movimiento, movilizando
a la ciudad y a sus militantes para que no se produjeran incidentes, ha
sido uno de los pocos vencedores del encuentro. Ha demostrado que Bolonia
no es un Gulag; que el PCI está dispuesto al diálogo; que
en Bolonia no hay represión y que, al contrario, allí han
encontrado forma y sustancia las conquistas más avanzadas del movimiento
obrero.
En mi opinión, el principal derrotado
ha sido el planteamiento mismo del convenio: la elección del PCI
como enemigo principal del movimiento y de la revolución italiana.
Ha quedado demostrado que la contradicción principal en Italia no
pasa por Bolonia y el PCI, sino por la Democracia Cristiana y su Estado.
Que en Italia todavía no hay (aunque la situación sea muy
preocupante) un régimen DC/PCI.
¿Qué hará ahora el movimiento?
Muchos de los que han estado en Bolonia han sufrido una decepción.
Esperaban indicaciones y objetivos, y no los han encontrado. Esperaban
una respuesta a sus problemas de militantes, y no la han encontrado. Sólo
han encontrado a miles de mismos problemas, que compañeros que tienen
sus buscan, en su desconcierto, una propuesta política, que quieren
escapar de la crisis que atraviesa la nueva izquierda, y hallar su identidad.
Este movimiento italiano, digámoslo claramente
y sin reticencias, no es un nuevo 68. No lo es que por muchos motivos que
no podemos analizar aquí por falta de espacio. Es un movimiento
surgido de la crisis económica italiana, que produce paro y marginación;
de la errónea política del compromiso histórico, que
no resuelve los problemas de los jóvenes y que amortigua la potencialidad
del movimiento obrero; de los errores de la nueva izquierda desde el 68,
de su burocratismo y economicismo; en definitiva, de la falta de hegemonía
de la izquierda a la hora de buscar una alternativa a la DC.
En los orígenes del movimiento está
su ambigüedad. Por ser hijo de los errores de la izquierda italiana,
es algo que le pertenece a ella. Y será necesaria toda nuestra inteligencia
para no abandonarlo a la deriva.
NOTA
(1) Juntas de gobierno a escala municipal o regional dominadas por
la izquierda.