OBSERVACIONES IMPROVISADAS

No tenemos teoría precisa y definitiva, poca disciplina que pueda ser colectivamente aceptada, no queremos pertenecer a ningún partido, a ninguna escuela; no queremos estar involucrados en ningún sistema. Nos esforzamos en ser jóvenes de espíritu; el hombre es una constante evolución: no cabrá reprocharnos nuestras contradicciones, sino ver en ellas la prueba de nuestra total sinceridad. Todos queremos, tanto como seamos capaces, pensar con independencia los unos con respecto a los otros, pero juntos, expresar estos pensamientos tal como queremos y así realizar para nosotros mismos, con buena y muy humilde voluntad, la vivificante anarquía del pensamiento.
Esta cita de Jean Sarment, ligeramente retocada, está sacada de En route, mauvaise troupe. Podría muy bien expresar el estado de ánimo que prevaleció durante las tres últimas sesiones de la "Asamblea de Jussieu" a las cuales pude asistir. Por supuesto, es más un deseo que una constatación comprobable. Sin embargo, no es del todo equivocado decir que se parece a esto.
Llegados más o menos de todas partes, con espíritus y temperamentos distintos, compartiendo inquietudes cercanas sin ser idénticas, aquí tenemos individuos reunidos en asamblea que aprovechando el movimiento de parados, palabrean, reflexionan, se embrollan, toman la palabra, hacen valer su causa, se ponen de acuerdo, se alejan, toman decisiones, polemizan, se escuchan, se cansan, hablan y hablan y hablan. Las reglas del juego van y vienen, pero al menos hay un juego. Total: una asamblea donde se intenta instaurar un debate práctico fuera de las reglas convencionales. Donde la única autoridad reconocida es la del debate. Dicho esto, tal como lo entiendo yo, la única realidad efectiva de la asamblea es esta práctica del debate y el deseo de extenderlo. Una práctica que se concentra tanto sobre "la meta y el método" del debate mismo, como sobre las cuestiones planteadas por el movimiento de parados también más allá, es probable. Tal como lo decía alguien el jueves pasado, esta abundancia de tomas de palabra y pensamientos, contiene el esbozo borroso de una sociedad.
Cuando nos reunimos en asamblea, la gente puede tener como primer deseo "la reivindicación", "la propaganda", "la agitación", "el cambio profundo del mundo", etc. Pero a medida que el debate se da sus propias reglas del juego, uno se apropia también el deseo de sociedad. Lo que parece un medio, la asamblea, se convierte en una meta. Hablar, delirar, fumar, beber, decidir, actuar, etc., ya no están aquí como meros medios de unión, medios que unan. La sociedad, la asociación, la conversación, nuevamente metas de la sociedad, bastan, ya que son lo que todo lo decide -acerca de lo mejor como de lo peor, por otra parte-.
Debatimos, escribimos textos, llevamos a cabo intervenciones públicas, etc. Pero también creamos relaciones a través de las que hacemos todo esto. La instauración de tales lazos no es inmediata. Se hacen efectivos gracias a la mediación del debate destruyendo la inmediatez donde se encuentran arrinconados los individuos en del mundo. Sólo zapando el mundo que se interpone entre los individuos, estos pueden llegar a ser sociales. Hay un mundo entre la gente, entre nosotros, el del dinero para ser precisos, su potencia de comunicación instantánea que se despliegue a despecho de todos. El dinero nos desposee de las condiciones sociales de existencia. Eso es lo que explica que la gente quiera más.
En Jussieu (y seguramente en otras partes), unos cuantos no se conforman con actuar sobre el mundo, con el agit-prop o de cualquier otra forma, debaten, entran en relación por medio de la asociación, y se reconocen en estas relaciones. Conforman una "agora", un espacio "público". Y a pesar de lo muy limitadas que son estas relaciones en el mundo, son para ellos mismos el público. Se adivina fácilmente lo anacrónico que puede llegar a ser este reconocimiento hoy en día, cuando toda forma de agora ha sido suplantada por el dinero y el Estado, y cuando reina el ruidoso silencio organizado por la información.
En la "Asamblea de Jussieu" este aspecto del juego es uno de los puntos que queda relativamente oscuro para nosotros. Sin embargo, !aquí hay lugar para un desafío! En nuestra época cualquier tentativa concertada de constituirse en agora, contraviene las reglas sociales establecidas.