HACIA UNA FUERZA DE TRABAJO SOCIAL
Patrick Dieuaide

El paro ya no es un riesgo, sino un estado de hecho permanente. Signo de los tiempos, la exclusión en razón de "inempleabilidad" (la expresión de moda) concierne a un número cada vez mayor de jóvenes, de ejecutivos, de mujeres... para los que la "vida activa" se ha transformado en un sueño inaccesible (si es que llegó a ser de otro modo anteriormente). Porque así van las cosas: el paro de larga duración se consolida paradójicamente por la existencia de una fuerza de trabajo usada o convertida en obsoleta no por el trabajo mismo, sino por el no-trabajo.
El discurso habitual para dar cuenta de esta realidad es bien conocido: el "capital humano" (segunda expresión de moda) de los asalariados se desvaloriza tanto más rápidamente cuanto más tiempo permanece inactivo (como todo capital). Se supone, para remediarlo, que el Estado debe invertir en Investigación, Educación y Formación con el fin de producir "nuevas mentalidades" y permitir a los asalariados adaptarse a las nuevas realidades del "mercado de trabajo".
Pero, ¿es esto lo esencial en todo este asunto?. Un dia u otro tendremos que ponernos de acuerdo sobre ello. Por un lado (y cuantas veces será necesario repetirlo), el trabajo no es una mercancía. Por el otro, si el trabajo se enriquece de nuevas funciones (peritaje, evaluación...) y adquiere una dimensión cada vez más colectiva, trabajar es una actividad que va mucho más allá de la puesta en práctica de nuevos conocimientos o de nuevos saberes. Mejor aún, por su carácter cada vez más social, el trabajo se identifica cada vez menos con el empleo, con la evaluación empresarial del trabajo individual directo. Trabajar es también, y antes que nada, producir lazo social, cooperación, informándose, comunicándose, intercambiando con otros, circulando continuamente tanto dentro como fuera de la empresa, movilizando saberes y conocimientos personales adquiridos por uno mismo o con otros, con o sin diploma, lejos de los bancos de la escuela o de las universidades...
Esta nueva naturaleza del trabajo es incompatible con las normas de evaluación y la coacción al trabajo impuestas por el trabajo asalariado. Puesto que este trabajo conlleva nuevas formas sociales de movilidad y de implicación. Nos conduce a tener que considerar la circulación y la cooperación en el trabajo como condiciones de la producción y a tener que hacer que se reconozcan las dimensiones intelectuales, culturales, lingüísticas.. que fundan la "personalidad viviente" (Marx) de los individuos así como la de otras tantas "fuerzas sociales productivas".
Es por eso por lo que, levantado sobre los escombros del fordismo, se puede entender diciembre 1995 - diciembre 1997 como el incremento en potencia de una doble exigencia social: como expresión política de una nueva centralidad del trabajo fundada sobre la cooperación y la autonomía de los individuos en el trabajo y como derecho legítimo para todos y cada uno de ser pagados por "su potencia creativa", por su "individualidad social", como el resultado de un trabajo inmediatamente social. En esto, "el movimiento de los parados" es una novedad.
Abiertamente, dicho movimiento dibuja una fuerza de trabajo emancipándose de la dinámica del capital. La reivindicación de una renta social garantizada a todos aquellos en edad de trabajar ilustra, en parte, este fenómeno. "En parte" solamente, ya que la protección de la vida de los individuos contra los ires y venires de la coyuntura del capital no es aún nada más que una expresión parcial y puramente formal de la autonomía de la fuerza de trabajo.
En lo inmediato, este derecho a la movilidad social debe ser completado por la instauración de un derecho permanente a la movilidad profesional basado sobre la educación, la formación y el desarrollo de competencias a lo largo de todo el ciclo de la vida. Pero no tengamos ninguna duda al respecto, este tema, el movimiento social lo hará suyo algún día.