El jueves 8 de enero de 1998, 200 militantes de la Confederación Campesina ocuparon las plantas de almacenaje de maíz transgénico de la empresa Novartis. "Una vez ahí, usaron las mangueras de incendio para regar en abundancia los granos, para alertar a la opinión pública sobre los peligros para la salud humana que pueden conllevar las manipulaciones genéticas de plantas. Según la Confederación Campesina, el maíz transgénico podría transmitir a los humanos una resistencia a los antibióticos." (Le Monde, 19-20 de enero). Para ellos, se trataba de protestar contra la decisión del Gobierno francés autorizando el cultivo de este tipo de productos. El malllamado "movimiento de parados y precarios" encontró en seguida en la acción ejemplar, una potente fraternidad con su propia acción. De hecho, son las mismas relaciones mercantiles las que tienden a excluir a una mayoría de los hombres de todo poder sobre su vida, de toda existencia social y de la toma de decisiones colectivas, y las que engendran una continua degradación de las condiciones más elementales de supervivencia, debido al verdadero saqueo de la naturaleza y al envenenamiento generalizado de la población. La autorización otorgada al cultivo de maíz transgénico, constituye un nuevo paso en la falsificación de nuestra alimentación, ya que se dará en adelante el nombre de maíz a lo que ha dejado de serlo. En el pasado, se llegó a decir "Somos lo que comemos", de modo que debemos considerar que a la degradación de nuestra alimentación corresponde la degradación de nuestro mismo ser. Evidentemente, esta decisión se fundamenta únicamente en la obsesión delirante y cuantitativa por la productividad y el provecho despreciando cualquier consideración hacia la salud y la vida, puesto que a la sociedad mercantil no le importa. En la versión ahora suicida del capitalismo, cada paso hacia el "Progreso", no es sino un paso hacia la catástrofe. La amplitud del desastre y la amenaza de que se haga todavía más grave, ponen en cuestión la naturaleza misma de una sociedad regida por las relaciones mercantiles, y lo hacen de un modo vital. En adelante cada uno de nosotros no tiene más remedio que enfrentarse a la necesidad de sobrevivir a una transformación radical de la sociedad y de los modos de vida que le corresponden. La Asamblea General de Jussieu del 21 de enero, quiere saludar el paso al acto de la Confederación Campesina, que se integra de un modo del todo natural al movimiento actual de contestación práctica de la sociedad mercantil. Debido a su actuación, tres delegados de la Confederación Campesina han sido puestos bajo control judicial y les ha sido prohibido salir de la región e incluso encontrarse juntos. Pondremos todos los medios de que disponemos para apoyarles, empezando por nuestra participación en la gran manifestación de solidaridad y protesta frente al Tribunal de la ciudad de Agen, el 3 de febrero, día del juicio de los tres sindicalistas. Propuesta a la Asamblea General del 21 de enero
de 1998.
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