Extranjerías

«Era una mujer muy apocada, estaba enferma con anemia y no sabía lo que era un grifo»...
«El silencio se quebró cuando el Alcalde de Madrid se sumó a la protesta: ¡Manzano, Corcuera los dos a la patera!...
«La Asociación de Emigrantes Marroquí (AEME) tilda de manifestación de hipocresía, el acto convocado por diversos partidos para el Sábado 12 de Noviembre en Madrid».

Frases como éstas relataban en la prensa oficial el asesinato de Lucrecia, la dominicana de Aravaca. Lucrecia es otra víctima más de la política del Estado referente a los emigrantes extranjeros. Poco importa si se puede o no demostrar la implicación del Estado en este tipo de acciones. Lo que está claro es que hechos como el de Aravaca suelen ocurrir en momentos en que el Estado necesita reforzar un modelo determinado de gestión de las olas migratorias.
En este sentido, los acuerdos de Rabat-Madrid, la Ley de Extranjería y las detenciones indiscriminadas de extranjeros son un ejemplo de lo que decimos. Y cuando todo esto no es suficiente, el poder recurre a la guerra sucia contra los emigrantes: grupos parapoliciales son utilizados para sembrar el terror entre la población extranjera.
  Esta vez le ha tocado el turno a Lucrecia. Hay ejemplos recientes en el Estado español que refuerzan esta hipotesis, como es el caso de los GAL, utilizados para otros fines.
Mientras tanto, los hipócritas de turno, partidos y sindicatos de todo pelaje, pactan con el poder Planes de Estabilización y Leyes de Extranjería, al mismo tiempo que, para expiar sus culpas, salen a la calle a gritar que TODOS estamos contra el racismo.
Cuando sea necesario el Estado se inventará otro GAL para recordar a los emigrantes que en el paraíso occidental no hay sitio para todos. Sólo hay sitio para unos pocos que sean mano de obra dócil y barata.
Pero la población norteafricana crece cinco veces más que la europea. El Telón de Acero, que ahora ya no tiene las coordenadas Este-Oeste, sino Norte-Sur, no puede parar lo que parece imparable.