En el año 90 escribíamos: «Tal como están
las cosas no nos podemos plantear impedir los JJOO, pero sí impedir
al máximo toda actuación devastadora en nuestro entorno.
Impedir no puede significar solamente defender espacios existentes, sino
crear nuevos espacios, otras vivencias... A ver si les aguamos la
fiesta.»
Así veíamos las cosas allá
por los años 90, cuando la Barcelona el 92 se nos presentaba como...
Un proyecto de modernización
capitalista
Barcelona debía asumir el papel de
centro de producción terciario. Ello exigía, entre otras cosas,
adecuar el espacio urbano, es decir: desintegrar los focos de población
marginal tradicionalmente adscritos a la periferia (como por ejemplo el barrio
de la Mina), liberar espacios de lujo para disfrute de los yupies, expulsar
del centro de la ciudad a la población «indeseable»,
privatizar espacios que hasta entonces habían sido abiertos (Ramblas,
Moll d'Espanya,..)
Un modelo de normalización
represiva
Se trataba de poner en marcha un plan de
control social estableciendo, como en el resto de Europa, dos
categorías de ciudadanos: el «buen ciudadano» que colabora
con el montaje, y el marginado social. Necesitaban contruir nuevas
comisarías, centralizar iformáticamente los datos, agilizar los
trámites judiciales con nuevos juzgados, etc. para
hacer más efectivo el control policial sobre emigrantes, jóvenes,
chorizos, idingentes y todo el que por sus acciones o sus pintas pusiera
en entre dicho la imagen de ciudad &laqu;guapa».
Un modelo de participación ciudadana
El voluntario olímpico representaba
el modelo más enblemático
de participación ciudadana. Además de reducir los gastos,
constituía un modelo de voluntariado social cuya función
es cada vez más importante en las sociedades modernas: nos civilizamos
ayudando a los pobres que no pueden llevar una vida tan guapa como la nuestra.
El voluntario olímpico hace, exageradamente, lo que todo ciudadano
debería hacer: entusiasmarse con un proyecto supuestamente colectivo,
dejarse adiestrar por el estado, colaborar con las instituciones, etc.
Por qué NO'92
En el año 90 escribíamos:
«Tal como están las cosas no nos podemos plantear impedir los JJOO,
pero sí impedir al máximo toda actuación devastadora
en nuestro entorno. Impedir no puede significar solamente defender espacios
existentes, sino crear nuevos espacios, otras vivencias... A ver
si les aguamos la fiesta.» Y también:
«Frente a esta magna operación de consenso y remodelación,
nos parece absolutamente necesario abrir espacios de resistencia. Por espacio
de resistencia entendemos todo tipo de actuaciones, sean ocupaciones de casas,
acciones subversivas cotidianas, denunciar sus proyectos,..
acciones que nos permitan otro tipo de comunicaciión y vivencia
que la que nos imponen diariamente... Se trata de salir de esas falsas
dicotomias de mayoría/minoría, de representar/ser representado,
que se barajan constantemente en el juego político y que están
completamente dominadas y manejadas por los medios de comunicación.
Se trata de avanzar en la crítica de lo existente y profundizar,
concretar y realizar nuestro deseo de vivir de otra manera que la que nos
ofrece esta sociedad.»
Dicho de otra manera, pensábamos que
llevar adelante el proyecto antes descrito supondría un ataque masivo a
las condiciones de vida y de trabajo (expulsiones, carestía,
especulación, control policial, precariedad laboral,..) y al mismo
tiempo dudábamos que el sistema tuviera mecanismos de creación
de consenso suficientemente sólidos como para absorver el descontento
social que generaría el proyecto 92. Por tanto, y sin plantearnos una
intervención de masas (tipo movimiento anti-otan), creíamos que
el espacio para el antagonismo estaba abierto.
Periodo 88/91 - Barcelona patas arriba
Después de la breve euforia que
produjo la nominación como sede olímpica, se iniciarion las
grandes obras de remodelación urbanística, aumentó
escandalosamente el precio de la vivienda y empezaron los intentos de
expulsiones de vecinos...
La lucha del Besós fue el momento de
mayor antagonismo,
pero no la única movilización que hubo contra los proyectos
92. En Nou Barris los vecinos se opusieron a la construcción del
II Cinturón, llegando a paralizar las obras. También en
Santa Coloma y Mongat se exigió la cobertura del Cinturón.
Hubo movilizaciones contra la reforma del Port Velí, contra los
planes de expulsión en el Casc Antic, contra el Túnel de
Vallvidrera, contra la autopista del Garraf,..
Hay que reconocer que, salvo la lucha del
Besós, estas movilizaciones
fueron controladas por las AAVV y extremadamente débiles comparadas con
todo lo que se nos coló, como por ejemplo la Vila Olímpica
de Montigalá en Badalona en unos terrenos en los que
durante quince años se había reivindicado una zona verde
y se había bloquedado cualquier proyecto de construcción, o la
propia Vila Olímpica de Poble Nou, una reedición del Plan de la
Rivera que anteriormente había sido paralizado por el movimiento vecinal.
Este periodo, que podemos cerrar con la Guerra del Golfo, tuvo un momento de
indeterminación al producirse el primer hundimiento por aluminosis
(Nov-90) coincidiendo con varias explosiones por gas en el centro de la ciudad.
El dramatismo de la situación (una mujer muerta), su gravedad, la
relación directa con los
constructores olímpicos y con algunos políticos del
actual gobierno catalán (Sres. Sanahuja, Molins y compañía)
y el alcance masivo y concentrado en determinados barrios podían
haber inclinado la balanza hacía una ruptura del consenso. Podían,
pero no pudieron.
Periodo 91/92 - La apoteosis final
Según se fué acercando el 92,
la ilusión colectiva que generaron los JJOO fue cerrando todo espacio
para el antagonismo. Una vez finalizadas las obras (con menos fallos de los
que nosotros deseábamos) se produjo el mayor fenómeno de
creación de identidad de los últimos años. La
participación ciudadana fue masiva. El entusiasmo, delirante.
¡Por fin Barcelona en el centro del mundo!. Ni siquiera la presencia
del Rey provocó las iras catalanistas. Todo quedó atado y bien
atado gracias a la hábil gestión de los políticos.
Otras críticas al 92
El ejemplo más relevante, en
Catalunya, ha sido el de los independentistas
catalanes. Pusieron en marcha una campaña contra los JJOO que,
formalmente, recogía algunas críticas formuladas por los
colectivos NO'92, pero bastaron algunas migajas de catalanismo descafeinado
(como permitir cantar el himno dels Segadors en los actos de
inauguración) para acallar la campaña.
También hubo una plataforma
cívica formada por algunos
intelectuales catalanes (muy pocos por cierto) que no pasó de ser
una mera crítica testimonial ceñida a los JJOO sin criticar
a fondo el proyecto 92.
La campaña «Desenmascaremos el
92» fue el único intento serio de dimensión estatal,
dentro del desierto político de oposición al 92. La precariedad
organizativa de los colectivos que nos sumamos
a ella, así como su diversidad de objetivos políticos
(ecologistas, asambleas de parados, okupas,..) hizo que los objetivos marcados
en la campaña se cumplieran de manera desigual y con bastantes
dificultades. El colectivo NO'92 teníamos algunas críticas
en cuanto a la viavilidad de la campaña: creíamos que era
un intento de volver a hacer política aprovechando el espacio
vacío que existe entre la ausencia de un movimiento autoorganizado y la
política de los partidos. Era el nuevo reformismo de las ONG's ocupando
viejos espacios políticos.
Valoración final
Hay que aceptar que, en sus líneas
maestras, su proyecto se ha consumado.
Después de desmontar el decorado olímpico se ve que Barcelona
ha sufrido una transformación real. Especulación,
privatización, expulsiones y detenciones han «limpiado»
muchos espacios que de esta manera quedan recalificados y disponibles para un
uso terciario y supuestamente rentable. Al mismo tiempo la línea que
separa la precariedad de la seguridad es cada vez más fina. Basta con
que te expulsen de la vivienda o que te quedes sin trabajo para que pases a
formar parte de esa mitad de «pobres» que subsisten en una
Barcelona cada vez más cara, insolidaria, aburrida y represiva.
A pesar de todo esto, no podemos decir que
los colectivos que más o menos hemos partipado del NO al 92 nos
sintamos derrotados. Como decimos al principio, hemos salido de esa falsa
dicotomía mayorías/minorías
y precisamente por eso todavía nos han quedado ganas para organizar sin
contar con ningún grupo político y por primera vez en Barcelona
la manifestación contra el 12 de Octubre.
Ahora, después de la euforia
colectiva, el miedo y la precariedad han invadido lo social. El entusiasmo y
la ilusión que ocuparon por unos días la vida de los ciudadanos,
se han diluido en el vacío más absoluto. El horizonte del 92,
para ellos y para nosostros, se ha desvanecido definitivamente.
NO'92