Hemos recibido de unos compañeros de Madrid un extenso texto del
que publicamos a continuación un extracto por su interés,
tanto en lo que se refiere a su aportación a un debate abierto, como
por la forma en que está redactado, que es una valiosa
contribución a la experimentación de nuevas formas de
expresión crítica.
«Queridos compañeros:
Os enviamos un texto que hemos presentado en
una asamblea del movimiento de insumisión madrileño. La asamblea
la convocó el colectivo antimilitar de Minuesa para difundir y proponer
al resto de colectivos de insumisos (MOC, Mili-KK, "inclasificables"
como nosotros, etc) un recambio tático: la llamada
"insumisión total" que se discutió y se aprobó
en una asamblea estatal de colectivos autónomos y libertarios el pasado
otoño en Zaragoza. Suponemos que conoceréis esta propuesta, que
consiste bósicamente en no presentarse a los juicios ni, no hace falta
decirlo, a la cárcel, una vez condenados, asumiendo una
situación de clandestinidad frente a la actitud actual de ir a los
juicios y «aceptar» (no rehuir) la condena.
Nosotros no cuestionamos la oportunidad de
la tática ni las razones que se aducen (de hecho, algunos estamos
básicamente de acuerdo), sino el hecho precisamente de que se trate de
otra tática y no se aproveche para poner en cuestión el mismo
carácter de campaña política que tiene la
insumisión, la estrategia del enfrentamiento con el Estado, etc., y si
es eso lo que queremos.
El escrito es fruto de las discusiones
colectivas que mantenemos desde hace algún tiempo. Hemos elegido la
escritura sincopada y fragmentada -al estilo de Balestrini- porque nos parece
que es una buena manera de plantear hipótesis (y delirios) abiertas e
inacabadas. El camino que hemos elegido parece que no tiene retorno, y como
que parece que hay problemas de lenguaje (de comunicación)
entre la misma gente del movimiento en el momento de expresar las diferencias,
lejos de ignorar este hecho poniéndonos a hacer «vulgatas»
que se suponen comprensibles para todos (y que obligan a construir
argumentaciones «lógicas» y acabadas), hemos intentado
hacer justo lo contrario: manifestar descarnadamente y en la práctica
estas dificultades comunicativas por medio de la escritura sincopada. (...)
»
El público-colchón social espera que los insumisos
tengan objetivos claros (y decentes) y que ellos mismos
sean buenos: «el insumiso-ejemplo moral se
enfrenta a cosas injustas» (y se argumenta: gastos
militares, muertos en la mili,
la PSS que hurta puestos de trabajo, el machismo
militar) y por ello hay que defenderlo.
No porque cada quien tiene derecho a hacer lo que le
dé la gana, moverse en libertad, disponer de su
tiempo de vida, sino porque en este caso
hay buenas razones para reivindicar este derecho. Lo
que implica una denuncia en la propaganda al
aspecto básico de la insumisión como desarrollo del
derecho de ser libres.
La legitimidad se demuestra evidenciando los apoyos sociales de los
insumisos: expertos en política internacional denuncian los gastos
militares, sindicalistas desvelan que la PSS es trampeo de puestos de trabajo,
feministas exponen el carácter machista de la institu ción
militar, defensores del soldado enumeran los accidentes en la mili.., la
realidad legitima y los parciales representantes de la disidencia social
son sus portavoces. Falta que algún experto argumente el derecho
de todos a ser insumisos, a hacer lo que queremos.
Cierto que se puede decir
que es el estado quien obliga al enfrentamiento, pero no es cierto: el
estado obliga a la
sumisión,
y la insumisión es una actitud
desasimilada. Que puede ser enfrentamiento... pero también
fuga, emboscadura, trampa, apropiación de toda la iniciativa,
prescindencia del
diálogo con el poder (los poderes) y apertura de otros
campos de expresión donde actuar sin ser tocados, controlados,
recuperados por el poder
(los poderes).
El estado habla, y propone una puntualización del
enfrentamiento: juicio y cárcel. La insumisión, como
campaña tradicional, orientada a la obtención futura de
objetivos prefijados, lo acepta como práctica propia de ese conflicto,
como momentos tácticos que nos proyectan unos pasos más adelante
y más cerca de los objetivos. Lo acepta: acudiendo al diálogo o
negándolo, lo sitúa como el centro de sus acciones, respondiendo
a una previsión determinante de los momentos tácticos de una
campaña: presentación o declaración de insumisión,
juicio, cárcel o clandestinidad, prácticas concretas de una
consideración táctico-estratégica (bélica) del
movimiento.