Ahora, cuando los sistemas del Este se derrumban, cuando los partidos comunistas se borran hasta el nombre y el capitalismo se nos propone como único sistema posible, ahora cuando sabemos todo y no sabemos nada, precisamente ahora hacemos este panfleto desde las tripas, las nuestras claro. Las clásicas razones de porqué no al capitalismo son porque es un sistema basado en la desigualdad social que genera miseria, drogodependencias, paro, hambre, represión y muerte. Ciertamente esto es así, pero nos estamos refiriendo a las capas más bajas de la sociedad. Entonces ¿quéocurre con aquellos que no estamos hundidos en la miseria, ni somos drogadictos, ni parados, ni pasamos hambre, ni estamos especialmente reprimidos?. ¿Gozamos de una existencia maravillosa? ¿Porqué entonces, estamos contra el capital? ¿Por que somos solidarios?, ¿por envidia?, ¿por saber científico como para darnos cuenta de que es un sistema aniquilador, injusto y corrosivo?, ¿por que de alguna manera, aunque sea atenuada, sufrimos sus consecuencias? Todas estas razones deben tener su peso, pero existe por encima de todas, la razón de las tripas. Desde las tripas nos surge el asco, el desprecio y la vergüenza por una sociedad donde lo que más brilla es el dinero, el odio y la amargura. Una sociedad, la capitalista, que nos cierra posibilidades de vida, nos condena a vivir bajo modelos de vida planas, rectilíneas. EL capitalismo nos covierte en seres frustrados, pasivos consumidores, traumatizados y aburridos ciudadanos sumidos en la necesidad del dinero. Con nuestro coche nuevo, nuestra torrecita en las afueras, nuestra televisión con pantalla plana con teletexto, con nuestro parking en propiedad y tres tarjetas visa, aún con estas y otras engañifas, no estamos bien y no nos resignamos a pasar por esta vida trabajando para comprar y disimulando la mediocridad, la verdadera y profunda pobreza. Por eso necesitamos inventar otra manera de vivir: porque no estamos bien, porque todavía nos queda una pequeña parte indomable y salvaje que nos porvoca el desprecio por este sistema de “libertad y felicidad”. Queremos vivir contra el poder e ir creando en nuestra cotidianeidad espacios de resistencia, de vida, relaciones humanas no mercantiles, queremos vivir como queremos sin justificarlo. No queremos jugar a posibilismos, no queremos presentar, alternativas, ni humanizar al capital. No queremos luchar por el mal menor. Sólo queremos destruirlo. No pretendemos la revolución para dentro de 150 años. Para entonces no estaremos aquí. Ya hace tiempo que perdimos la fe y la esperanza, pero aún nos queda rabia y algo de alegría. Desde las tripas, sólo luchando contra el poder,
conseguimos esa chispa que da algo de intensidad a nuestra vida.
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