Capitalismo cognitivo y bacalao sostenible

En el nuevo capitalismo cognitivo el modo como los distintos agentes conciben el modelo de desarrollo tiene ya en el trabajo inmaterial la principal mercancía y fuente de valorización. Es la mente-producto entendida como neocórtex al servicio del Capital: mente colectiva on line trabajando en red en un entorno parasitario supeditado a la dinámica de valorización capitalista en tempo máquina. Emprendedor es el nombre dado al nuevo sujeto y el verdadero interlocutor de las instituciones. La conexión en redes de magnitud variable es el modo como esta empresarialidad difusa debe organizarse así como su tarea principal, junto a la misma promoción del conocimiento como principal mercancía, a la que deben plegarse gestores y administradores tanto públicos como privados. Conocimiento que, para que pueda ser enteramente aprovechable, debe ser reconducido a unidades de información adecuada a las nuevas condiciones de producción. Atomos de sentido presentados en soluciones sintéticas, rápidamente metabolizables por el organismo social, y sin aparentes efectos secundarios. "Pensar concreto, pensar a menudo": lo primero en el decálogo del bueno de Gross. La conexión en red del córtex social sobre el que se sustenta la idea de capitalismo cognitivo precisa de particulares condiciones ambientales que garanticen una cierta perdurabilidad y estabilidad de las condiciones de producción del conocimiento, a saber: eficacia en la explotación de lo cognitivo y que nada se pierda y todo pueda explicarse desde la "calidad total", que es adecuación del producto a su diseño en un contexto de cooperación productiva cada vez más denso y abigarrado pero, y esto parece ser lo fundamental, que es también reducción del conocimiento a un pensar-producto adecuado al tempo máquina. Hacerlo sostenible exige ciertas pautas que, tomen o no finalmente la forma de normas, ya sólo pueden justificar la voluntad de dominio a la que sirven en su efectuarse a escala planetaria apelando al más cautivo y miserable de los sentidos comunes.
Por el momento ahí van sintetizadas tres de las que parecen constituir el núcleo duro de lo que podríamos llamar la apuesta por la sostenibilidad de la mente-producto, y que invaden ya, colonizándolo desde su sistema de arranque, lo mental cotidiano: son las famosas "tres erres" de los ecologistas de izquierdas vestidas para la ocasión por el nuevo Capitalismo cognitivo:

Reducir

Dispositivo diseñado para detener desde lo mental mismo la todavía excesiva proliferación de RIU (Residuos Inmateriales Urbanos), o lo que es lo mismo, la producción de inteligencia colectiva extraña a la función parasitaria capitalista. Se correspondería con la universalización de la ideología de la calidad total como modo de organizar la producción -reducción de la generación de conocimiento a un pensar-producto rápidamente ciclable-, y también con políticas educativas y formativas con licencia para dirigir la vida entera de los individuos. La puesta a punto debe implicar predisposición de lo mental a adquirir en cualquier momento más y nuevas competencias que actualicen, como competitividad real frente a otros y frente a uno mismo, la competitividad supuesta en todo individuo. La formación continua universalizada, como generación y gestión de base tanto de la necesidad de adquisición de nuevas competencias como de la angustia de la que surge y que la alimenta, se nos antoja aquí una inversión directa de primer orden.
En síntesis: el objetivo de la reducción pasa por hacer de la mente un campo de producción autoregulado; esto es: un espacio donde las funciones de control se integren en la propia subjetividad acompañando y tutelando en todo momento la, por otro lado, indispensable creatividad requerida. La forma en que esto se lleva a cabo es mediante un constante goteo de información en un contexto que, por ser sumamente coercitivo y presentarse como único posible, tiene, en el miedo que secreta, su principal aliado. El principio que lo rige: el mejor residuo es el que no se genera.

Reutilizar

Las propuestas de reutilización acompañan a las reductoras aunque conviene no confundirlas. La reutilización debe buscar soluciones eficaces ante el mayor número posible de respuestas de la mente frente a este modo de operar del sistema que, huelga decirlo, se muestra cada vez más agresivo y con índices de penetración en lo subjetivo cada vez mayores. Soluciones que, para entendernos, podemos definir de mantenimiento, unas, y de reprogramación otras. Las primeras tenderían a devenir discrecionales y a trivializarse; las segundas, puntuales, aunque entendidas como servicio de alcance universal.
Por lo que hace a las primeras: decir que se trata del mantenimiento de la casi siempre sobreexplotada mente productiva interconectada, y de un mantenimiento para prolongar su vida útil en un régimen de igual o mayor aprovechamiento. La necesidad de reutilización tiene que lidiar forzosamente con los efectos que la inversión en competitividad y el obligado sometimiento a los estándares de participación y de performatividad requeridos producen en lo mental sometido: perplejidad, sensación de desconcierto, distanciamiento para con lo vivido, tensión, angustia, miedo... Neutralizar aquellos efectos que afecten a la rentabilidad del esfuerzo y la energía empleados, sin suprimir ni la tensión ni la angustia inherentes a la competitividad exigida, se convierte en parte de cualquier puesta a punto mental en un régimen capitalista de red. Como terapia pueden funcionar aquí cosas tales como estimulantes, autoayuda, tranquilizantes, terapias naturales, complejos vitamínicos, deportes de aventura, pegar al perro o a la mujer, ir de compras, la segunda residencia, servicios de azafatas, ir a por setas, ser del Barça o de la gastronomía o de las plantas de interior o directamente de Manuel Vázquez Montalbán.
Las segundas o de reprogramación, comprenderían la reconstitución neuronal de segmentos de neuromagma que, debido al aprovechamiento al que han sido sometidos, han entrado en barrenas autoreferenciales no comunicantes. La depresión sería quizás no el más grave, pero sí su ejemplo más limpio. El tratamiento requiere, otra vez, soluciones integradas en el propio operar mental. En este caso mediante el uso intensivo de reprogramadores sintéticos. Universo Prozac.

Reciclar

El reciclaje no aprovecha el objeto mente como hacían la reducción o la reutilización. En lugar de trabajar directamente con éste, lo hace con sus productos. Reciclar consiste en recuperar selectivamente para su puesta en valor pedazos de tejido simbólico ajeno, por exterioridad o por anterioridad, al circuito de valorización capitalista en su forma actual. Se trata propiamente de una recreación muy particular ya que debe funcionar en el ciclo y en sus tiempos. Su modo de operar: determinando y fijando saberes y prácticas significativas y convirtiendo su carga simbólica al código de reversibilidades establecido por la economía del dinero, y esto, sin merma necesariamente de su carga crítica. Aquello a recuperar para el "todo mercado" puede ser un modo de vestir, un modo de decir o un modo de hacer, convertidos, por ejemplo: en moda, en marketing mordaz o en simulacros de participación. La autocrítica feroz que ya incorpora cierta publicidad con el fin de granjearse la complicidad de un espectador-cliente-accionista al que ya se tiene por tan cínico como el yo puesto en funciones de creativo que hay tras el anuncio, o el del directivo que lo encarga, es un desarrollo de lo que estamos diciendo. Su máxima: convertir el residuo en recurso.

Reducir, optimizando el gasto energético. Reutilizar, aprovechando intensivamente la productividad de lo mental en red. Reciclar, recuperando todo aquello que pueda darse como unidad de valor intercambiable. Ahorrar, sacarle el máximo partido al trabajo y aprovecharlo todo. Puro sentido común para los desarrolladores de la sostenibilidad.

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