Ciudad-empresa en tempo-máquina

Como dispositivo desde el que descifrar la naturaleza del nuevo y principal recurso productivo, el conocimiento, o desde el que abordar el gobierno de entornos metropolitanos relativamente homogéneos en lo socio-cultural, lo que se ha dado en llamar el "modelo Barcelona" ha demostrado ya su operatividad a distintos niveles. Abusando del símil con la telemática, al artefacto se le reconocen prestaciones en funciones de salvapantallas, sistema experto y matriz cognitiva:
Como salvapantallas: funcionando a modo de impertinente ritornelo multimodal. Lo imperativo de los mensajes no debe hhocultar el hecho de que, en la mayoría de los casos, se trata de simples constataciones de lo que ya está sucediendo y sucediéndonos. Nos referimos, por ejemplo, a los jugosos mensajes de propaganda municipal que tienen en la propia ciudad la principal mercancía a vender -algunos irán apareciendo a lo largo de estos párrafos- , o al "fem empresa"1 de la televisión autonómica catalana, que insiste en recordarnos lo que debemos hacer y, a la vez y por si acaso, lo que ya nos ocupa incluso cuando creemos no estar haciendo nada, esto es, que ya "hacemos empresa" cuando paseamos, charlamos con los amigos o incluso cuando miramos las musarañas. Situación, esta última, en la que, por cierto, acostumbran a acecharnos salvapantallas de toda índole.
Como sistema experto: facilitándonos información previamente seleccionada, elaborada y sistematizada. Aquí la forma decálogo muta en programa de autoayuda que, amigablemente, nos instruye acerca de cómo sacarle más partido a la cosa empresarial. El abanico de propuestas iría de la "Barcelona activa" -engendro de titularidad municipal dedicada a procurar información-basura para iniciativas cutre-empresariales con remotas expectativas de éxito-, a la red de consultorías montadas por aquellos que, previo pago, sí disponen de la información realmente interesante.
Como matriz cognitiva y como disposición: privilegiando un determinado tipo de relación entre lo social y lo real. Convirtiendo, sin más que decirnos y desde lo mental mismo, nuestros deseos y nuestros conocimientos, nuestros proyectos, en mirada enteramente subsumida al modo de producción capitalista en su fase actual; y como disposición: adecuando nuestras actitudes y comportamientos a las actuales características del proceso de valorización. Para su correcto funcionamiento precisa de altos grados de participación; requiere de la adhesión o, como mínimo, del asentimiento de una gran mayoría para tragar y reproducir "modelo" cotidianamente.
Sea como texto, como programa o como brainframe, tras el "modelo" se encuentra la idea de ciudad-empresa

Para un capitalismo ávido de glocalismos felices que puedan ser usados como punta de lanza de las nuevas formas de producción y de dominio -los famosos puntitos resplandecientes en la Europa-pizarra oscura del professore Pascual Maragall-, la categoría de ciudad-empresa se revela estratégica. El objetivo final de la propuesta no parece dar lugar a mucha controversia: convertir en emprendedores a muchos más de los que ya lo son en y, a todos, en copartícipes de una empresa cada vez más integrada, de la que simplemente sea poco recomendable quedar al margen. En su versión más hard, el argumento esgrimido en su defensa sonaría así: "Hay quien todavía no se ha enterado de las recompensas que tiene el convertirse en emprendedor y, ciertamente, no saben lo que se pierden. Pero seguro que empezarán a oír hablar de ello y a querer experimentarlo por sí mismos. Es como estar sentado frente a un espejo trucado, viendo gente haciendo el amor al otro lado y deseando poder cruzar el umbral que te separa de ellos para participar tú también de la fiesta". Quien así se expresa es Bill Gross, directivo y copropietario de Idealab!, empresa dedicada a abastecer de conceptos-idea a todo aquel que quiera sacar dinero de la World Wide Web. El proyecto es ambicioso aunque problemático -no se intuye un Bill muy feliz en su piel- y las tecnologías a desarrollar para su implementación se anticipan complejas.

"Barcelona, una gran empresa"

En la actualidad las metrópolis generan una riqueza que difícilmente puede explicarse ya desde paradigmas lineales y acumulativos basados en la capacidad de consumo o de endeudamiento. Para dar cuenta de una producción que ya tiene en el conocimiento su principal recurso, y donde éste se basa en cosas tales como la disposición al aprendizaje, la competencia comunicativa multilateral, la capacidad de reacción ante los cambios, de adaptación a un medio esencialmente abstracto o la naturalidad con la que uno se somete al dominio de otro, lugares como la fábrica no sirven. El espacio a tener en cuenta desde ahora debe ser el conjunto del territorio metropolitano incluídas las múltiples y diversas formas de vida que lo habitan. Pero, en la medida en que más allá de acertar en la escala y de dar con el código del recurso, se trata fundamentalmente de gobernarlo, la ciudad-empresa deberá añadir valor cognitivo a la mera descripción de las variables del ecosistema en el que opera.
Deberá tener en cuenta la especificidad de un sistema productivo basado en el saber en general, en la información y en la ciencia, donde, siguiendo a los economistas, los costes de reproducción tienden a cero, mientras que los costes de producción son mucho más inciertos y, en cualquier caso, incomparablemente más importantes. Con la codificación del conocimiento, el coste de reproducir una unidad a partir de otra deviene irrisorio comparado con el requerido para la producción de la primera. Y deberá, además, tener en cuenta al individuo que hay tras esta producción y que en buena medida su misma intervención anticipa: ambiguo en su querer vivir, sí, pero cínico, oportunista, extraordinariamente miedoso y brutalmente solo cuando no halla con qué hacer frente a un capital que ya sólo puede mostrarse como puro dominio puesto que la esfera del trabajo "se sitúa de ahora en adelante al lado del proceso de producción, en vez de ser su principal agente" (Marx).
El aprovechamiento del conocimiento por la ciudad-empresa se revela problemático como mínimo en tres aspectos. En primer lugar, dado que el nuevo capitalismo es incapaz de generarlo o tutelarlo desde la esfera del trabajo, deberá asumir una distancia constitutiva en relación con la realidad en la que este conocimiento -producción de la producción- se genera. Solamente capturándolo podrá convertirlo en recurso. En segundo lugar, deberá supeditar la naturaleza de la pieza a factores de rentabilidad cada vez más aleatorios y a márgenes de oportunidad cada vez más exiguos. En un proceso productivo simple y acelerado -nanotecnologías y nuevas formas de vida y de producción obligan-, el conocimiento se convierte en un material muy frágil y su valor en algo extraordinariamente volátil. Finalmente, deberá intentar paliar efectos indeseados sobre el proceso de valorización, sometiendo el territorio de captura a un control que, sin llegar a secar sus fuentes de alimentación, asegure la transferencia continuada y sin sobresaltos de recursos al sistema. Y esto no es posible sin asegurar una posición de dominio para el intercambio y la comunicación bajo comando del propio capital, la legislación en materia de patentes y los criterios par su adjudicación, las nuevas formulaciones jurídicas de propiedad intelectual, o los dispositivos de censura de contenidos, configuran los nuevos bastiones desde los que el modo de producción debe afianzar su dominio.

"Barcelona, la ciutat del coneixement"2

El tiempo en la metrópoli no puede ser pues unívoco. En ella coexisten, como mínimo, y aún a riesgo de simplificar en exceso, dos estructuras temporales: por un lado, el tiempo del capital, de desarrollo corto, fuertemente pautado y jerarquizado y, por otro, el tiempo de la comunicación, la socialización y la producción de conocimiento, de desarrollo largo, sin cadencias o rutinas fijas y de difícil acompasamiento desde fuera, contra los ritmos que los mismos procesos comunicativos y cooperativos van tomando en cada momento. Las implicaciones que esto tiene en relación con el programa de la ciudad-empresa no son nada desdeñables: deberá plegarse al tiempo en dos fases del capitalismo actual: proyectación -mínima, recordémoslo, porque la esfera del trabajo ya no lo es de socialización del trabajador-, y realización de lo proyectado -trabajo residualmente necesario por la creciente codificación de los procesos productivos-. Pero, y esto es lo importante, preservando en lo posible el espacio caótico y desordenado en que el conocimiento se genera. Sirva como ejemplo del grado de elaboración en el propio discurso empresarial de esta discontinuidad, la arenga lanzada hace un par de años por un ponente en el acto anual de entrega de diplomas de una muy conocida escuela especializada en la formación de administradores de empresa. El speech, con la lucidez del más cínico y soez de los reality shows, venía a decir más o menos lo que sigue: "cuando salgáis afuera para levantar vuestras empresas o para incorporaros a alguna de las ya existentes, os daréis cuenta de que el mundo es en realidad caos. No debéis intentar gobernarlo imponiendo un orden allí donde sólo veáis desorden. El caos con el que os encontraréis, lejos de ir contra la empresa, puede y debe convertirse en vuestro principal aliado; puesto que dicho caos es en realidad un terreno extraordinariamente fértil y, lo que es más importante, que busca y necesita de quienes sepan canalizar y orientar la creatividad y posibilidades de enriquecimiento que encierra. Y para esta tarea, la sociedad ya os ha elegido a vosotros por lo que de vuestro esfuerzo y entrega, bla, bla, bla... ". Ruego aquí se me perdone el hecho de repetir de memoria y haber olvidado el nombre de tan insigne personaje; el regidor de escenario era otro, yo sólo me ocupaba de evitar que a éste no le diese por hundirse en pleno alarde cyber-fascista.
De lo dicho se advierte un problema mayor para el capitalismo cognitivo que sirve de modelo a la ciudad-empresa. Nos referimos, en concreto, a la dificultad de conjugar dominio del capital con la imprescindible autonomía que la esfera de la comunicación y la cooperación necesitan para que, justamente, puedan devenir recurso desde el que generar o aprovechar saberes adecuados a cada situación. El carácter coactivo del modelo en contacto con lo social parece, efectivamente, anticipar escenarios caracterizados por la ausencia de elementos y acontecimientos autónomos con respecto a los dispositivos capitalistas de apropiación; un escenario en el que el sometimiento a la función parasitaria se daría también como sometimiento al espacio-tiempo del propio capital. Sin embargo, la supervivencia del propio modo de producción depende, justamente, del hecho que este escenario no llegue nunca a efectuarse por entero. Hacer viables situaciones en las que distintos espacios puedan continuar coexistiendo -donde la fragmentación de lo social por ausencia de un proceso central que lo atraviese pueda continuar generando mundos en conflicto entre ellos-, al lado de un espacio del trabajo fundamentalmente depredador, parece ser la clave de su supervivencia.

"Barcelona, la ciutat sostenible"3

El territorio metropolitano parece, hoy más que nunca, espacio de la catástrofe permanente. Todo en él parece poder remitir a figuras de una demolición generalizada; todo él sometido al pulso que construcción-hundimiento y hundimiento-construcción van marcando en el día a día de nuestras ciudades: en el mejor de los casos, para aumentar el valor relativo-valor añadido de lo que entre manos se trae -"o te mueves o caducas", nos dice el anuncio-. Seguro, para poder negociar con el devenir prórrogas a su mera viabilidad como mercancía. Aviso al lector: no es la demolición-transformación-sustitución como determinante del imaginario metropolitano lo que aquí va a discutirse. ¿Desde dónde? De lo que se trata, en todo caso, es de convertirlo en praxis liberadora oponiéndolo a la forma concreta que toma bajo comando del capital -y hay sobrados ejemplos de que esto es posible: la reinvención del uso del territorio ligada a las okupaciones de espacios-desokupaciones del orden, la creación-reapropiación continua de nuevos modos de comunicación y de interacción políticamente determinados ligadas al desarrollo e implementación de software libre en permanente innovación, la creación-cancelación de lenguaje desde la crítica al poder y a las formas de dominación en curso y por la invención de constelaciones conceptuales promiscuas y en continua mutación desde las que hacer proliferar pensamiento crítico, etc. Ninguna simpatía, pues, con respecto a la miríada de conservacionismos que, en nombre de supuestas autenticidades y estados de naturaleza, no sólo pretenden decirnos lo que hay que hacer sino que, además, aspiran a que sean semejantes bobadas las que pasen por verdaderas. Como mínimo, en el espacio de la ciudad-empresa, y mientras la hormigonera tenga con qué saciarse, lo que creamos o dejemos de creer parece carecer de la menor relevancia, conscientes como ya somos todos de la vacuidad y exigüidad de las razones por las cuales tendríamos que someternos a unos intereses por otro lado tan, tan transparentes...
Ciertamente en las sociedades capitalistas producción y destrucción han ido de la mano desde el principio. De la estrecha relación entre ambas ha dependido y continúa dependiendo la continuidad del propio modo de producción. Pero ésta no ha tomado siempre las mismas formas, en situaciones parejas y teniendo que vérselas con los mismos sujetos. Si en el fordismo, por ejemplo, la destrucción es cancelación generalizada de trabajo vivo mediante su sustitución por máquinas y consumación de la reducción del trabajo a pura abstracción cuantificable e indiferenciada, en el postfordismo -o en un capitalismo que, como el actual, tenga en el saber general su principal fuente de riqueza- esto ya no es así, o no sólo es así. Aquí, el carácter destructivo ya no puede ser reconducido por el capital desde el proceso de valorización. Resultándole ajeno y fundamentalmente extraño el principal medio de producción -el intelecto como "externalidad positiva"-, el capital ya no puede hacer del conflicto con el trabajo un proceso central desde el que imponer salidas a la crisis -el sujeto, como sujeto productivo y como el mismo saber general, acaba por resultarle huidizo y ambivalente-. En ausencia de proceso central, el capital como espacio crítico, sólo puede aspirar a acelerar y modular aquello que alimenta sus circuitos.

"Vine al mercat, reina!"4

La ciudad-empresa se convierte así en dispositivo de captura del saber general y en acelerador y modulador de este saber en forma de partículas adecuadas a los ritmos impuestos por el proceso de valorización; adecuadas finalmente al tempo máquina: pura sucesión de corcheas en clave neutra y alternativamente acentuadas, formando secuencias idénticas e interminables de dos tiempos: proyectación-materialización / proyectación-materialización / proyectación-materialización; Chum-ba / chum-ba / chum-ba: bacalao.

"No t'aturis, Barcelona"5

Cuando el alcalde Clos lleva tiempo advirtiéndonos que deberíamos irnos acostumbrando a que un significativo tanto por ciento de la ciudad esté permanentemente en obras, no está haciendo más que explicitar hasta qué punto el proceso de valorización debe someterse en la actualidad a este tempo. El tema deja de ser qué calles, plazas o edificios necesitan de una determinada intervención para aumentar o restablecer su valor de uso y pasa a ser dónde, cuándo y en función de qué circunstancias se interviene para cumplir con la ecuación que vincula mantenimiento, mejora o degradación del espacio urbano con un determinado volumen de negocio a alcanzar por el territorio metropolitano en su conjunto. Quien sea -y aquí ya sólo se es empresario o cliente- debe tener la garantía que la caducidad será respetada, de que todo aquello que no asegure óptimas condiciones de mercado, y las asegure para ser vendido a un precio de mercado, desaparecerá del escaparate.

"Barcelona, la millor botiga del món"6

La ciudad-empresa se revela, finalmente, escenario privilegiado desde el que percibir la crisis de lo político en toda su agudeza: lugar donde el "contrato social" no sería más que la coartada ideológica de un contrato electoral fundado en el compromiso de continuar actualizando y aumentando el alcance de las ventajas empresariales; lugar donde al "ciudadano" le tocaría ejercer de notario vigilante ante los abusos de poder cometidos en el reparto de la tarta-alto-valor-añadido de la industria del conocimiento. El idiota invitado a la cena máxima audiencia de los emprendedores audaces; con voz, pero, obviamente, sin ningún crédito -¿Quién tomaría en serio a semejante cretino?-. El relato continuaría hablándonos de un "bienestar" convertido en simple transferencia de dinero público a la empresa (Welfare de la empresa); de una Administración Pública convertida en animadora y distribuidora, a escala local, de un mero juego de acumulación entre empresas; y de la bondad inherente a un sistema electoral que permite al emprendedor ir renovando, en los niveles de decisión mas bajos, el perfil con el que la Administración debe presentarse ante el propio tejido empresarial. La Metrópoli convertida en territorio donde una modernidad exhausta e incapaz de deshacer el demencial bucle en el que ha entrado, se regurgitaría a sí misma para dar de comer a sus retoños. Mórbido frenesí urbano bajo síndrome de vacas locas.

"Barcelona posa't guapa"7

Ciudad-empresa en tempo máquina: pura sucesión de corcheas en clave neutra y alternativamente acentuadas, formando secuencias idénticas e interminables de dos tiempos: proyectación-materialización / proyectación-materialización / proyectación-materialización; Chum-ba / chum-ba / chum-ba: bacalao. La excavadora o el martillo neumático marcando en el suelo urbano únicamente los tiempos débiles, los de la materialización, los de la realización de lo proyectado, siempre posteriores a los fuertes, a los financieros, a los cognitivos, a los supuestamente creativos. Herramientas de un tempo capital que, acentuando el contraste entre ambos momentos, reduce el intervalo y la complejidad de la secuencia hasta el límite.

"Barcelona, la ciutat que volem"8

QUE ESCLATI!9

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1. "Hagamos" y, a la vez, "Hacemos empresa"
2. "Barcelona, la ciudad del conocimiento"
3. "Barcelona, la ciudad sostenible"
4. "¡Ven al mercado, reina!"
5. "¡No pares, Barcelona!"
6. "Barcelona, la mejor tienda del mundo"
7. "Barcelona, ponte guapa"
8. "Barcelona, la ciudad que queremos"
9. ¡QUE ESTALLE!