Ciudad-empresa en tempo-máquina
Como dispositivo desde el que descifrar la naturaleza del nuevo y
principal recurso productivo, el conocimiento, o desde el que abordar el
gobierno de entornos metropolitanos relativamente homogéneos en lo
socio-cultural, lo que se ha dado en llamar el "modelo Barcelona" ha
demostrado ya su operatividad a distintos niveles. Abusando del símil con la
telemática, al artefacto se le reconocen prestaciones en funciones de
salvapantallas, sistema experto y matriz cognitiva:
Para un capitalismo ávido de glocalismos felices que puedan ser usados como punta de lanza de las nuevas formas de producción y de dominio -los famosos puntitos resplandecientes en la Europa-pizarra oscura del professore Pascual Maragall-, la categoría de ciudad-empresa se revela estratégica. El objetivo final de la propuesta no parece dar lugar a mucha controversia: convertir en emprendedores a muchos más de los que ya lo son en y, a todos, en copartícipes de una empresa cada vez más integrada, de la que simplemente sea poco recomendable quedar al margen. En su versión más hard, el argumento esgrimido en su defensa sonaría así: "Hay quien todavía no se ha enterado de las recompensas que tiene el convertirse en emprendedor y, ciertamente, no saben lo que se pierden. Pero seguro que empezarán a oír hablar de ello y a querer experimentarlo por sí mismos. Es como estar sentado frente a un espejo trucado, viendo gente haciendo el amor al otro lado y deseando poder cruzar el umbral que te separa de ellos para participar tú también de la fiesta". Quien así se expresa es Bill Gross, directivo y copropietario de Idealab!, empresa dedicada a abastecer de conceptos-idea a todo aquel que quiera sacar dinero de la World Wide Web. El proyecto es ambicioso aunque problemático -no se intuye un Bill muy feliz en su piel- y las tecnologías a desarrollar para su implementación se anticipan complejas. "Barcelona, una gran empresa"
En la actualidad las metrópolis generan una riqueza que difícilmente
puede explicarse ya desde paradigmas lineales y acumulativos basados en la
capacidad de consumo o de endeudamiento. Para dar cuenta de una producción
que ya tiene en el conocimiento su principal recurso, y donde éste se basa
en cosas tales como la disposición al aprendizaje, la competencia
comunicativa multilateral, la capacidad de reacción ante los cambios, de
adaptación a un medio esencialmente abstracto o la naturalidad con la que
uno se somete al dominio de otro, lugares como la fábrica no sirven. El
espacio a tener en cuenta desde ahora debe ser el conjunto del territorio
metropolitano incluídas las múltiples y diversas formas de vida que lo
habitan. Pero, en la medida en que más allá de acertar en la escala y de dar
con el código del recurso, se trata fundamentalmente de gobernarlo, la
ciudad-empresa deberá añadir valor cognitivo a la mera descripción de las
variables del ecosistema en el que opera.
"Barcelona, la ciutat del coneixement"2
El tiempo en la metrópoli no puede ser pues unívoco. En ella coexisten,
como mínimo, y aún a riesgo de simplificar en exceso, dos estructuras
temporales: por un lado, el tiempo del capital, de desarrollo corto,
fuertemente pautado y jerarquizado y, por otro, el tiempo de la
comunicación, la socialización y la producción de conocimiento, de
desarrollo largo, sin cadencias o rutinas fijas y de difícil acompasamiento
desde fuera, contra los ritmos que los mismos procesos comunicativos y
cooperativos van tomando en cada momento. Las implicaciones que esto tiene
en relación con el programa de la ciudad-empresa no son nada desdeñables:
deberá plegarse al tiempo en dos fases del capitalismo actual: proyectación
-mínima, recordémoslo, porque la esfera del trabajo ya no lo es de
socialización del trabajador-, y realización de lo proyectado -trabajo
residualmente necesario por la creciente codificación de los procesos
productivos-. Pero, y esto es lo importante, preservando en lo posible el
espacio caótico y desordenado en que el conocimiento se genera.
Sirva como
ejemplo del grado de elaboración en el propio discurso empresarial de esta
discontinuidad, la arenga lanzada hace un par de años por un ponente en el
acto anual de entrega de diplomas de una muy conocida escuela especializada
en la formación de administradores de empresa. El speech,
con la lucidez del
más cínico y soez de los reality shows, venía a decir más o menos
lo que
sigue: "cuando salgáis afuera para levantar vuestras empresas o para
incorporaros a alguna de las ya existentes, os daréis cuenta de que el mundo es
en realidad caos. No debéis intentar gobernarlo imponiendo un orden allí
donde sólo veáis desorden. El caos con el que os encontraréis, lejos de ir
contra la empresa, puede y debe convertirse en vuestro principal aliado;
puesto que dicho caos es en realidad un terreno extraordinariamente fértil
y, lo que es más importante, que busca y necesita de quienes sepan canalizar
y orientar la creatividad y posibilidades de enriquecimiento que encierra. Y
para esta tarea, la sociedad ya os ha elegido a vosotros por lo que de
vuestro esfuerzo y entrega, bla, bla, bla... ". Ruego aquí se me
perdone el
hecho de repetir de memoria y haber olvidado el nombre de tan insigne
personaje; el regidor de escenario era otro, yo sólo me ocupaba de evitar
que a éste no le diese por hundirse en pleno alarde cyber-fascista.
"Barcelona, la ciutat sostenible"3
El territorio metropolitano parece, hoy más que nunca, espacio de la
catástrofe permanente. Todo en él parece poder remitir a figuras de una
demolición generalizada; todo él sometido al pulso que
construcción-hundimiento y hundimiento-construcción van marcando en el día a
día de nuestras ciudades: en el mejor de los casos, para aumentar el valor
relativo-valor añadido de lo que entre manos se trae -"o te mueves
o caducas", nos dice el anuncio-. Seguro, para poder negociar con el devenir
prórrogas a su mera viabilidad como mercancía. Aviso al lector: no es la
demolición-transformación-sustitución como determinante del imaginario
metropolitano lo que aquí va a discutirse. ¿Desde dónde? De lo que se trata,
en todo caso, es de convertirlo en praxis liberadora oponiéndolo a la forma
concreta que toma bajo comando del capital -y hay sobrados ejemplos de que
esto es posible: la reinvención del uso del territorio ligada a las
okupaciones de espacios-desokupaciones del orden, la creación-reapropiación
continua de nuevos modos de comunicación y de interacción políticamente
determinados ligadas al desarrollo e implementación de software libre en
permanente innovación, la creación-cancelación de lenguaje desde la crítica
al poder y a las formas de dominación en curso y por la invención de
constelaciones conceptuales promiscuas y en continua mutación desde las que
hacer proliferar pensamiento crítico, etc. Ninguna simpatía, pues,
con respecto a la miríada de conservacionismos que, en nombre de supuestas
autenticidades y estados de naturaleza, no sólo pretenden decirnos lo que
hay que hacer sino que, además, aspiran a que sean semejantes bobadas las
que pasen por verdaderas. Como mínimo, en el espacio de la ciudad-empresa,
y mientras la hormigonera tenga con qué saciarse, lo que creamos o dejemos
de creer parece carecer de la menor relevancia, conscientes como ya somos
todos de la vacuidad y exigüidad de las razones por las cuales tendríamos
que someternos a unos intereses por otro lado tan, tan transparentes...
"Vine al mercat, reina!"4 La ciudad-empresa se convierte así en dispositivo de captura del saber general y en acelerador y modulador de este saber en forma de partículas adecuadas a los ritmos impuestos por el proceso de valorización; adecuadas finalmente al tempo máquina: pura sucesión de corcheas en clave neutra y alternativamente acentuadas, formando secuencias idénticas e interminables de dos tiempos: proyectación-materialización / proyectación-materialización / proyectación-materialización; Chum-ba / chum-ba / chum-ba: bacalao. "No t'aturis, Barcelona"5 Cuando el alcalde Clos lleva tiempo advirtiéndonos que deberíamos irnos acostumbrando a que un significativo tanto por ciento de la ciudad esté permanentemente en obras, no está haciendo más que explicitar hasta qué punto el proceso de valorización debe someterse en la actualidad a este tempo. El tema deja de ser qué calles, plazas o edificios necesitan de una determinada intervención para aumentar o restablecer su valor de uso y pasa a ser dónde, cuándo y en función de qué circunstancias se interviene para cumplir con la ecuación que vincula mantenimiento, mejora o degradación del espacio urbano con un determinado volumen de negocio a alcanzar por el territorio metropolitano en su conjunto. Quien sea -y aquí ya sólo se es empresario o cliente- debe tener la garantía que la caducidad será respetada, de que todo aquello que no asegure óptimas condiciones de mercado, y las asegure para ser vendido a un precio de mercado, desaparecerá del escaparate. "Barcelona, la millor botiga del món"6 La ciudad-empresa se revela, finalmente, escenario privilegiado desde el que percibir la crisis de lo político en toda su agudeza: lugar donde el "contrato social" no sería más que la coartada ideológica de un contrato electoral fundado en el compromiso de continuar actualizando y aumentando el alcance de las ventajas empresariales; lugar donde al "ciudadano" le tocaría ejercer de notario vigilante ante los abusos de poder cometidos en el reparto de la tarta-alto-valor-añadido de la industria del conocimiento. El idiota invitado a la cena máxima audiencia de los emprendedores audaces; con voz, pero, obviamente, sin ningún crédito -¿Quién tomaría en serio a semejante cretino?-. El relato continuaría hablándonos de un "bienestar" convertido en simple transferencia de dinero público a la empresa (Welfare de la empresa); de una Administración Pública convertida en animadora y distribuidora, a escala local, de un mero juego de acumulación entre empresas; y de la bondad inherente a un sistema electoral que permite al emprendedor ir renovando, en los niveles de decisión mas bajos, el perfil con el que la Administración debe presentarse ante el propio tejido empresarial. La Metrópoli convertida en territorio donde una modernidad exhausta e incapaz de deshacer el demencial bucle en el que ha entrado, se regurgitaría a sí misma para dar de comer a sus retoños. Mórbido frenesí urbano bajo síndrome de vacas locas. "Barcelona posa't guapa"7 Ciudad-empresa en tempo máquina: pura sucesión de corcheas en clave neutra y alternativamente acentuadas, formando secuencias idénticas e interminables de dos tiempos: proyectación-materialización / proyectación-materialización / proyectación-materialización; Chum-ba / chum-ba / chum-ba: bacalao. La excavadora o el martillo neumático marcando en el suelo urbano únicamente los tiempos débiles, los de la materialización, los de la realización de lo proyectado, siempre posteriores a los fuertes, a los financieros, a los cognitivos, a los supuestamente creativos. Herramientas de un tempo capital que, acentuando el contraste entre ambos momentos, reduce el intervalo y la complejidad de la secuencia hasta el límite. "Barcelona, la ciutat que volem"8 QUE ESCLATI!9
1. "Hagamos" y, a la vez, "Hacemos empresa"
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