Creación

Para una teología de la okupación. Pregunta el místico judío: ¿cómo puede Dios crear algo de la nada si Él es todo en todo y en todas partes está Él? Y responde: al principio Dios crea una nada para poder crear. ¿De qué modo? Replegándose sobre sí, exiliándose en sí mismo, confinándose en un límite tras el cual queda solo la marca de su ausencia: nada. Cuando en su despliegue choca de nuevo contra el resto puro de sí mismo, el vacío donde se contiene la identidad divina se rompe en pedazos, y así tiene lugar la creación.
Cabalmente esa misma vuelve a ser, pero a la contra, la situación del diablo, la nuestra propia: ¿cómo crear una alternativa si Poder y Capital son todo en todo y en todo están Poder y Capital? Lo primero también aquí es la desocupación del orden, permitida por el repliegue sobre nosotros mismos que provoca la declaración de nuestra derrota, y tras el cual se descubre asímismo el vacío fantasmal del mundo: el nihilismo. Pero si volviendo sobre sí Dios abre el lugar que acoge nuevas las cosas, nuestra despliegue sobre el resto de la revolución nos condena, anónimos y sin identidad, a errar, como Luzbel, por el espacio imposible de otro mundo: la casa okupada.

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