Introducción

Éste debía ser un libro de crítica de la cultura. Crítica de la cultura entendida como crítica del trabajo, del dinero, de las formas de vida. A todos se nos hacía cada vez más evidente que el trabajo ya no ocupaba el lugar central de antes y que la cultura -entendida como producción cultural en la metrópolis- no sólo organizaba la sociedad sino que era también y directamente productiva. Empezamos así a organizarnos para abordar el asunto pero nos dimos cuenta de que se nos introducían sin remedio numerosas cuestiones que podríamos considerar clásicas: cultura y naturaleza, cultura y medios de comunicación etc. Y teníamos la sensación de que con tales cuestiones, a las que por fuerza debíamos responder si queríamos estar a la altura de un libro de crítica de la cultura, se diluían cada vez más las pocas ideas que teníamos y que nos habría gustado exponer. Entonces fue cuando decidimos abandonar el proyecto inicial, reunir nuestras aportaciones y llamarlas Miradas extraviadas.
Porque, aclarémoslo ya, ese nosotros que habla aquí ha existido de verdad. No es una ficción retórica o editorial sino un grupo de gente, un conjunto de voces diferentes que han intento desafinar al unísono, una serie de experiencias que se han cruzado. Miradas extraviadas es el resultado de ese encuentro, renovado a lo largo de muchas semanas.
Mirar no es ver. La mirada es activa. Es un esforzarse por aprehender la realidad aunque duela. El ojo está herido y la mirada extraviada, no por exceso de luz sino porque la noche es gélida. Miramos la realidad para inventar una política nocturna. Ya no hay otra política. La antigua estaba hecha de luces, de sujetos, de conciencia que elevar. Todo eso está muerto. Miramos la realidad aunque duela. Debe doler. En estos casos la eternidad ha sido siempre el consuelo: la eternidad del instante, la eternidad de las pequeñas cosas... Amar, en fin, la eternidad para hacer frente al nihilismo. Pero la política debe ser nocturna: hombre anónimo, asco, desafío...
Las miradas extraviadas no confunden extraviarse con perderse. No estamos perdidos. La derrota fue hace mucho. Y sabemos bien cómo los que se pierden acaban siempre encontrándose. Nosotros, en cambio, estamos extraviados porque vamos por mal camino. Ya no podemos amar la eternidad sino tan solo esta vida hecha a pedazos y que casi ni es nuestra. Sólo eso nos queda: una vida sin forma... para resistir.

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